NACIONALES
¡Unidos para volver a trascender!
 
																								
												
												
											Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
2024 está a la vuelta de dos semanas, y el futuro de México, por seis años, está a solo seis meses.
En lo personal, no me gusta cómo López Obrador ha gestionado los activos de México, nación y patria; tampoco cómo ha conculcado el papel del Estado mexicano ante la violencia y la delincuencia; aun menos, la manera en que ha menospreciado la cohesión social y destruido el sentido de comunidad; me indigna y preocupa su desprecio hacia la coherencia social, las normas, las leyes y la Constitución Política; y, desde luego, no me agradan sus naciones amigas (Cuba, Nicaragua, Venezuela y Corea, propuesta del PT), ni su diplomacia rupestre.
Cada 31 de diciembre acostumbramos a fijarnos metas a cumplir en el curso del año por iniciar. Te invito a proponerte ser parte del cambio de rumbo para México y tener al 2 de junio de 2024 como el día más importante del año, apartándolo para ir a votar. Dos horas bastarán para ayudarnos a trascender.
En 2024, la política real será virulenta. El presidente López Obrador hará uso y abusará del todo el poder del Estado mexicano para imponer sus intereses personalísimos. Su permanencia como líder de su movimiento es y será el único propósito que desde siempre le importa. Claudia Sheinbaum es su marioneta.
Al presidente no le motiva garantizar un orden a la vida social de México desde el ejercicio libre de la política por los ciudadanos y lo ha demostrado al pretender destruir al Instituto Nacional Electoral e imponer a una y otra y otra magistrada de la SCJN.
López Obrador, desde su natal Tabasco, y desde que era priista, se propuso destruir, primero al que fue su partido de origen, el Revolucionario Institucional, y luego, cuando renunció a aquel, al sistema político mexicano. Violando la normatividad electoral sobre los años obligados de residencia en el Distrito Federal, fue candidato opositor y ganó.
Desde entonces, y a partir de la violencia y el rompimiento del Estado de Derecho, nos demostró su desprecio por la democracia y las vías que la ciudadanía tiene para involucrarse en los asuntos públicos y de gobierno.
No entendimos. Fox y Calderón se negaron a detenerle con la ley en mano y lo dejaron continuar, y Peña se hizo a un lado de su gobierno seis meses antes de terminar su mandato.
Nuestra realidad es disímbola con diversos proyectos de nación que se sobre impusieron, sexenio tras sexenio, contradiciéndose y contraatacándose; sin embargo, había, aun en el desaseo de la política, un cierto orden y respeto. Con López Obrador todo cambió con su afán enfermo de destrucción institucional.
Los partidos políticos (PAN, PRI y PRD) que hoy convergen en el frente que postula a Xóchitl Gálvez, negociaban y cedían desde la negociación; supieron construir organismos autónomos del presidente, que hoy López Obrador ha buscado destruir.
En aquella democracia, la continuidad y el cambio guardaban un equilibrio que aseguraba la gobernabilidad; hoy es imposible. La estabilidad política democrática no cabe ni en la mente ni en el corazón de los tiranos.
Los políticos en los gobiernos de antes fueron consecuentes con los valores y las instituciones de la República, y supieron fungir como detonantes de una cultura política responsable. Dejaron atrás toda posibilidad de “entenderse a punta de puñetazos y balazos”. Hoy, estos, el presidente y su 4T se los delegaron a la delincuencia, con quienes se abraza.
Aquel México se negó a ser apocalíptico; hoy, la geometría política del presidente López Obrador es profundamente destructiva y condenatoria. Las vías de la política morenista no son las de la tolerancia. Tenemos un presidente que se sentiría muy satisfecho si lograse acabar con la oposición; primero, quitándole a sus más innombrables militantes y, luego, reduciéndoles toda posibilidad de voz y representación en el Congreso de la Nación y en los congresos estatales.
Desde su triunfo, López Obrador, ha mostrado el grado en que le molestan, le ofenden y le vulneran los equilibrios institucionales. Con todo el poder de una presidencia desbordada, ha pretendido romper con la justa relación de pesos y contrapesos dada entre el Ejecutivo federal y la Cámara de Diputados; entre el presidente y el pueblo, entre el mandatario y el mandante. Los límites impuestos al presidencialismo, López Obrador ha tratado de destruirlos.
Visualizo, en 2024, una necesaria alianza política, novedosa, sin duda tensa y convergente no por sí misma, como resultado de acuerdos negociados entre los tres partidos y la sociedad civil organizada. Y acepto que Xóchitl Gálvez es solo parte de un movimiento nacional: su abanderada.
Después de años de vida constitucional, no controlada por un solo partido (PRI), la democracia nos convoca. Debemos retomar la lucha. La nueva alianza entre el PAN, el PRI y el PRD, obedece a un claro propósito pragmático en el cual los desacuerdos son superados por el bien de México. La nueva alianza también nos convoca en Jalisco: Ni Morena y MC deben ganar pues los dos son aliados de una misma causa.

