NACIONALES
Una semana difícil
																								
												
												
											Opinión, por Iván Arrazola //
Acostumbrado a manejar la agenda pública y a establecer los temas de discusión, probablemente esta es una de las semanas más complicadas que ha vivido el presidente López Obrador desde que inició su sexenio, ya que no puede controlar la agenda ni la discusión pública.
Todo empezó el día domingo 18 de febrero con la Marcha por la Democracia, el presidente mostró su molestia con las miles de personas que se movilizaron a lo largo del país. Fue en efecto una marcha que mostró que hay un sector de la población que no está de acuerdo con la gestión del presidente y que se opone abiertamente a la forma en que se está manejando el país. Por eso hizo todo lo posible por deslegitimar a las personas que acudieron a la marcha, la dureza del discurso presidencial sobre los asistentes a la Marcha fue contundente, señaló que se movilizaron porque se beneficiaban con la corrupción y por eso “quieren regresar”, también señaló que “se disfrazan de demócratas cuando eran los más tenaces violadores de los derechos del pueblo”.
La molestia del presidente es evidente sobre todo cuando muchas de las personas que participaron en la marcha son personas de clase media que hace seis años lo apoyaron para llegar al poder, pero quizás lo más preocupante para el presidente es que no puede determinar con precisión cuál es el tamaño de las personas inconformes con su gestión, si bien sus niveles de popularidad rondan el 60% y la candidata de su partido tiene una ventaja de doble dígito en las encuestas, hay un movimiento que se gestó de forma orgánica y que no controla.
En segundo lugar, la salida de la cárcel de Emilio Lozoya para seguir su proceso en prisión domiciliaria también provocó la molestia del presidente con el poder Judicial y el juez que envió a su casa a Lozoya, acusó al poder Judicial de estar podrido, no hubo menciones sobre el trabajo de la FGR, pero sí de cómo durante la presidencia de Arturo Zaldívar era más fácil controlar a los jueces.
El presidente lo dijo en los siguientes términos: “Pero cuando se daban estos hechos y estaba Zaldívar, se hablaba con él y él podía, respetuoso de las autonomías de los jueces, pero pensando en el interés general, pensando en la justicia, en proteger a los ciudadanos ante el crimen, hablaba con el juez y le decía: Cuidado con esto”. La declaración provocó diversas reacciones, Arturo Zaldívar lo negó, la ministra Norma Piña señaló que no se debe confundir dialogo con subordinación, mientras que el ministro Aguilar dijo que “un juez que no es imparcial será el mandadero de alguien”.
Pero sin duda, el momento más complicado se dio cuando el presidente reveló en su conferencia mañanera del 22 de febrero que la corresponsal del New York Times, Natalie Kitroeff, le envió una carta haciéndole preguntas sobre un presunto financiamiento del crimen organizado a su campaña presidencial en el 2018, dinero que fue recibido por colabores cercanos e hijos del presidente.
El presidente no solo señaló que se trataba de una calumnia, tachó de pasquín inmundo al periódico neoyorquino y en un arrebato reveló el número telefónico de la periodista en plena conferencia, hecho que generó el reclamo distintos periodistas que consideran la revelación una violación a la ley y un acto de intimidación. López Obrador exigió al gobierno de Estados Unidos que aclarara el asunto, y cuestionó “¿Con qué derecho investigan a un Gobierno legítimamente constituido?”.
Por su parte el gobierno de Estados Unidos respondía que “no hay ninguna investigación sobre el presidente López Obrador”, sin embargo, este es un tema que se mantiene en la agenda pública y ha provocado el enojo tanto del presidente como de su partido. En redes sociales el tema ha sido tendencia durante semanas ya que también se publicaron reportajes sobre el financiamiento de la campaña del 2006, por lo que Morena anunció que presentará una queja ante el INE alegando guerra sucia.
Para el presidente el tema parece salirse de control ya que no es capaz de identificar a un enemigo, habla sobre el gobierno de los Estados Unidos, de la DEA, de los medios internacionales, pero no es capaz de identificar un claro interlocutor, en el cual pueda enfocar sus baterías, como lo hace con la oposición, la derecha o los conservadores como le gusta llamar a sus adversarios. Las especulaciones seguirán siendo parte del debate cotidiano, el presidente ya no podrá alegar como cuando era candidato que le quieren ganar a la mala o lo quieren sacar de la boleta, ahora está expuesto al escrutinio público y lo que se discute es si al igual que otros expresidentes tuvo nexos con el narco.
Por otro lado, el presidente ha sobreexplotado el tema de Genaro García Luna, al que ha exhibido como un ejemplo de corrupción y de nexos con el narco, García Luna fue encontrado culpable en base a testimonios de testigos del crimen organizado, las investigaciones que se han hecho contra el presidente también han partido de declaraciones de informantes del crimen organizado que han cooperado con las agencias de seguridad estadounidense como la DEA.
Hoy el presidente López Obrador parece estar experimentando en carne propia el fin de su sexenio y con ello su declive, en unos cuantos meses tendrá que dejar el poder y posiblemente con ello quedará expuesto, tanto a la posible reapertura de los casos que hasta este momento parecen haberse cerrado por razones “políticas”, así como ante la opinión pública que seguirá especulando sobre si lo señalado en los reportajes es cierto, en lo que le resta de su administración bien haría el presidente en demostrar en los hechos la máxima que tanto pregona “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”.
