MUNDO
Detener la locura
Opinión, por Miguel Anaya //
Pedro I (1320-1367) era hijo del rey de Portugal Alfonso IV, por consecuencia su destino era convertirse en el nuevo rey. Estaba casado con la infanta Constanza de Villena, pero se enamoró de Inés de Castro, dama de compañía de su esposa.
La relación era cada vez más notoria y esto suponía un escándalo para la corona portuguesa, pues Pedro no solo faltaba a su matrimonio, además, Inés de Castro estaba emparentada con los reyes de Castilla y esto era alarmante pues los consejeros del rey temían la intromisión de aquel reino.
A la muerte de su esposa Constanza en 1349, Pedro decidió casarse con Inés y se fueron a vivir al palacio de Albuquerque, tuvieron 4 hijos. En las cortes portuguesas, los comentarios, quejas y teorías del complot contra Inés se hacían cada vez más fuertes y en 1355 fue asesinada, esto provocó que Pedro se levantara en armas contra su padre, rodeando la ciudad de Oporto y destruyendo todo a su alrededor.
La reconciliación familiar llegó dos años después, cuando Alfonso IV en su lecho de muerte delegó el trono a Pedro I. Cuando el nuevo rey subió al poder, Inés fue coronada postmortem y su cadáver engalanado con vestimentas reales. A modo de homenaje, todos los nobles eran obligados a besar la mano tiesa de Inés, como señal de admiración. Al final, el rey perseguido por la locura perdió el respeto de sus seguidores, tuvo un mandato corto y con malos resultados para su nación. En el mundo actual se viven locuras de igual o incluso mayor grado.
En Estados Unidos, hasta hace poco la nación más poderosa del mundo (en muchos ámbitos el crecimiento de China pone en duda ese liderazgo) se dio un debate presidencial con dos contrincantes que muestran la nueva realidad de aquel país.
Un candidato declarado culpable de cargos de falsificación, con un estilo fuerte y polémico gusta a muchos y desagrada a otros, se enfrentó a un presidente que aspira a la reelección y que cada día muestra más signos de una salud deteriorada, los tropiezos del presidente en las presentaciones públicas son cada vez más evidentes y el debate no fue la excepción.
¿Qué acaso EEUU no cuenta con mejores perfiles políticos? ¿La presentación de estos candidatos es síntoma del debilitamiento de la política o de todo un país? ¿Qué papel juegan los ciudadanos estadounidenses?
En Bolivia se dio un intento de golpe de estado muy enrarecido, el asunto duró menos de cuatro horas y en ese lapso parte del ejército se sublevó y tiró las puertas del recinto presidencial, luego de pasar momentos de crisis, el general que comandó el levantamiento armando se echó para atrás, fue detenido y finalmente declaró que fue el mismo presidente boliviano quien le pidió que realizara esas acciones para aumentar su popularidad. Increíble.
En México, una legislatura que está a punto de acabar y una que aún no comienza, tienen la indicación de pasar una serie de reformas constitucionales que cambiarán al país. La más importante es la reforma al Poder Judicial que contempla varias cosas, la que más llama la atención es la elección de jueces por voto popular, esto bajo el argumento de que el pueblo pone y el pueblo quita, el único candado propuesto es que las personas electas tengan la licenciatura en Derecho.
¿Esto es una locura? Sí. El sistema judicial actual no es perfecto, tiene vicios que hay que mejorar y evidentemente hay casos de corrupción, pero esto no se acabará con el voto popular, de ser así no tendríamos ex gobernadores en la cárcel o altos funcionarios enfrentando juicios por corrupción, tráfico de influencias o lavado de dinero.
Las y los impartidores de justicia deben ser imparciales, con un alto grado de conocimiento y, además, deben contar con un servicio profesional de carrera que dé certeza a su persona y a los ciudadanos. Los jueces no son representantes populares, al igual que una doctora, un ingeniero o una arquitecta, deben ser expertos en su área, esto se consigue con preparación y experiencia, no con votos.
Las locuras siempre han existido y la historia demuestra que, si no se detienen a tiempo, comienza la decadencia. Aún podemos evitar una locura que, de llevarse a cabo, tendrá un costo inimaginable.
