Connect with us

NACIONALES

¿Quiénes nombran hoy a los juzgadores? Un derecho sin moral es injusto

Publicado

el

Columna invitada, por Eduardo Casillas Ávila //

La reforma judicial que se propone necesita plantear el conocer los principios morales de quienes aspiran a impartir justicia en nuestro país. Es vital no solo el cómo, sino también el quién, y cómo estos piensan y conciben el Derecho.

La Filosofía nos ayuda a resolver esta cuestión, especialmente en la oposición entre el Derecho positivo y el Derecho natural, clave de la filosofía jurídica. ¿Debe entenderse por Derecho exclusivamente el sistema de normas e instituciones establecido por los poderes públicos, o cabe la posibilidad de admitir la existencia de un Derecho suprapositivo? ¿Es, en rigor, Derecho únicamente el Derecho positivo, o también lo es el denominado Derecho natural?

El postulado fundamental del Positivismo es que la ciencia es el único criterio de verdad, la medida de lo que es y de lo que no es, de lo que existe y de lo que no existe. Por principio, el Derecho positivo es el derecho establecido por los órganos del poder, oponiéndose en ocasiones al Derecho natural, que representa normas o principios que no necesitan ser establecidos por los poderes públicos para ser Derecho.

El positivismo jurídico ha alcanzado un renovado vigor desde las enseñanzas del filósofo alemán Immanuel Kant, quien en su obra «Metafísica de las costumbres» diferencia claramente entre la moral y el Derecho. La moral y el Derecho son ciencias del “deber ser”. El deber ser jurídico no es para Kelsen un valor ético, sino una forma de pensar, de ahí que propusiera una teoría del derecho positivo, independiente de la ética, la sociología y la psicología. Esta autonomía dio lugar al nacimiento del postulado conocido como “pureza del método”.

Kelsen establece una diferencia clara entre los juicios normativos de la moral, que son categóricos, y los del Derecho, que son hipotéticos. Los mandatos del Derecho solo motivan el cumplimiento por la coerción estatal.

Décadas más tarde, Hans Kelsen llevó el kantismo a sus últimas conclusiones en su obra «Teoría pura del Derecho», donde rechaza la concepción de que el Derecho sea parte integrante de la moral, advirtiendo que se pone en peligro la pureza metódica de la ciencia jurídica cuando no se distingue claramente entre Derecho y moral.

La separación tajante entre el orden jurídico y las exigencias éticas de justicia es aceptada por muchos académicos y juristas, especialmente por los impartidores de justicia, quienes prevalecen en una interpretación positivista alejada de principios éticos pero muy acorde a su ideología política. En el actual enfrentamiento entre poderes, el Ejecutivo y Legislativo y el Judicial, el presidente de la República llamó al Poder Judicial “La Suprema Corte del Derecho”, a lo que yo añadiría “del Derecho positivo”.

La Suprema Corte actual, ante conflictos que implican beneficios nacionales, actúa con criterios Iuspositivistas amparados en la validez de la norma, sin valorar el perjuicio a la nación al beneficiar a particulares con resoluciones injustas pero fundamentadas en Derecho.

Del positivismo filosófico se desprende el “positivismo jurídico”, cuyos principios se aplican rigurosamente. El Derecho positivo es creado por los hombres, a diferencia del Derecho natural, que no es creado por ellos, sino por algo (o alguien) superior.

El Derecho positivo no solo es creado por los legisladores, sino por los jueces, cuyas resoluciones se convierten en jurisprudencia. Actúan con fundamentos legales sin priorizar los principios morales.

La oposición Derecho positivo/Derecho natural es clave en la filosofía jurídica. El problema se plantea: ¿Debe entenderse por Derecho exclusivamente el sistema de normas e instituciones establecido por los poderes públicos, o cabe admitir la existencia de un Derecho suprapositivo independiente de la voluntad legisladora? ¿Es en rigor Derecho únicamente el Derecho positivo, o también el Derecho natural?

Desde Sócrates, Platón y Aristóteles, la filosofía estoica y escolástica aportaron elementos para construir la teoría del Derecho natural. Este no es un mero sentimiento de justicia ni un código ideal de normas, sino un conjunto de criterios y principios racionales, supremos y universales que presiden y rigen la vida social humana, asignando al Derecho su relación con las exigencias ontológicas del hombre.

Para un Iusnaturalista, una norma no es válida si no es justa; para el Iuspositivismo, una norma es justa solo si es válida.

Esta discusión sigue vigente. Los Iuspositivistas apoyan la separación entre Derecho y moral, mientras que los Iusnaturalistas la niegan. Para unos, el Derecho es preferente; para otros, la moral.

John Rawls señala: “La injusticia de una ley no es razón suficiente para no cumplirla, como tampoco la validez legal de las legislaciones es razón suficiente para seguir con ella.”

La ley que permite el aborto es aceptada por los Iuspositivistas pro aborto y, por tanto, es legal y se debe aplicar, mientras que para los Iusnaturalistas pro vida, es inaceptable porque atenta contra la vida humana desde la concepción.

Así, afirmo que la moral es el alimento del Derecho. Un Derecho sin moral no es justo, y la justicia es el fin del Derecho. ¿Queremos una Suprema Corte del Derecho o una Suprema Corte de Justicia?

Actualmente los Juzgadores son designados según la ley, pero a menudo obedecen a los intereses de quienes los nombraron, el gobernandor, y quienes tienen “cuotas de poder” de los grupos sociales representados en partidos políticos, poderes fácticos y organizaciones de la llamada sociedad civil, iglesias y universidades.

Resulta, pues, que cuando estos “cumplen” con su encargo, lo hacen obedeciendo las instrucciones de quienes los nombraron, traicionando con tan infame comportamiento y como súbditos y lacayos de los gobernantes en turno y de los grupos de poder en ambiciones insanas y mercantilistas pervertir el Derecho y la Justicia, y convertir a los tribunales en burdeles judiciales, donde como meretrices se vende y se compra la Justicia al mejor postor Esta reforma pretende establecer formas democráticas para nombrar a los Juzgadores, pero se deberá de elegir por el pueblo a quienes reúnan los requisitos de conocimiento, experiencia y probada honestidad y ética.

Continuar Leyendo
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ENTREVISTAS

Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Publicado

el

Por Francisco Junco //

“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.

Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.

Un camino desde abajo

Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.

“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.

Retos de una elección sin precedentes

En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.

Dilemas judiciales

Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.

“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.

Una justicia humana y equitativa

Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.

Propuestas claras

¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:

“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.

Deuda histórica con las víctimas

Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.

El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.

En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.

En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.

Continuar Leyendo

CARTÓN POLÍTICO

Herida abierta

Publicado

el

Continuar Leyendo

NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Publicado

el

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

Continuar Leyendo

Tendencias

Copyright © 2020 Conciencia Pública // Este sitio web utiliza cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. También compartimos información sobre el uso que usted hace de nuestro sitio con nuestros socios de redes sociales, publicidad y análisis, que pueden combinarla con otra información que usted les haya proporcionado o que hayan recopilado de su uso de sus servicios. Usted acepta nuestras cookies si continúa utilizando nuestro sitio web.