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NACIONALES

Ganando perdió

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

La más evidente inmadurez se da cuando alguien se niega a aprender de sus errores y corre hacia el precipicio. ¡Alito, tu reelección estaba proscrita! le ha dicho el Tribunal Electoral Federal, pero él ni enterado.

Mi padre me dijo: “Nunca caigas en las trampas de la autoindulgencia cuando, ante ti y los demás, te hayas equivocado sin intención o actuado mal por desatino; corrígete o la vida te corregirá, y esto te dolerá aún más. Si te autocorriges, se te admirará; si no, serás la comidilla y el hazmerreír de los demás”.

Me asusta la capacidad de Alejandro “Alito” Moreno, presidente del Revolucionario Institucional, para amplificar su descrédito social nacional. Sus auto reverencias son muestra de la descompostura que viven sus emociones y persona. Sus “yo y súper yo”, emocionales, son autodestructivos, y su “ello”, dueño de sus placeres, lo domina.

Salvador Dalí nos dijo: “No hay nada más surreal que la realidad”. Alito Moreno, tras su asamblea a modo en el Revolucionario, ha transformado su triunfo imaginario en su peor derrota, en su más vergonzante descrédito. Por ello está furioso. La paranoia ya se apoderó de su alma. Se mira y se descubre torvo y circunspecto, perdido. Cansa al decirse perseguido de todos. Molestan sus lamentos. Es como la Llorona de nuestra tradición popular, que, habiendo matado a sus hijos, lamenta sus muertes.

Imagino los despertares de Alito haciéndose dos preguntas dolorosas: Y hoy, ¿quiénes confabularán en mi contra y de quiénes más deberé cuidarme? Y es que, a diario, él mismo suma adversarios. Jamás nadie mereció tanta crítica escrita en los medios impresos, la radio, la televisión y las redes sociales en internet.

Movió sus fichas a sus antojos más indolentes, sobre un tablero vacío de las fichas de sus oponentes, y resultó que el juego no había comenzado y que no era un juego de damas españolas, muy menor, sino de ajedrez. Un reto mayúsculo para sus desgastadas neuronas.

Alito se quedó en el nivel más vulgar de la política. Es de quiénes creen que, ante una situación desfavorable, solo le queda motivar el desprestigio de su contra parte. Pobre en toda su persona, aunque tenga riquezas inexplicables desde la honestidad y la honorabilidad, así es Alito.

No hay mayor deshonra para una persona que haber sido tildada de mentirosa y tramposa, de ladrona de esperanzas; su palabra pierde valor y su vida se extravía en los sargazos de la autocomplacencia.

Acostumbrado a la satisfacción inmediata, al onanismo político, Alito se apoderó del Revolucionario Institucional porque los priistas se lo permitieron. Paso a paso lo hizo, en el consejo político nacional, los comités estatales y sus consejos políticos locales, con las candidaturas por él palomeadas y con los presupuestos electorales en él concentrados. De todo se adueñó. Todo lo robó y nadie denunció con la firmeza debida.

Alito quiere su ínsula política, aunque con ella se condene al destierro. Cree que Napoleón gobernó la isla Elba en su destierro… vaya ingenuidad… vaya candidez. Cree que Dios le ha enviado a una ballena en forma de partido político para refugiarse en los siguientes 8 años hasta el 2032… ¡No, Alito no es el santo Job y ni Dios no se ocupa de ayudar a los siervos del averno!

Alito no entiende de razones. Es peor que el mítico Juan Charrasqueado. Por ello, no comprende que la empatía es la base universal del entendimiento, y por ello se confronta aun antes de escuchar a nadie. Es de monólogos cansones. En las bases del priismo hay millones que no aceptan ser los más bonitos por permanecer calladitos. Alito, ganando perderá, y estos, perdiendo, ganarán. Así sucede siempre ante la justicia inmanente.

El PRI vive su peor pesadilla y ésta no se llama Alito. Alito evidenció lo que ya estaba podrido y, siendo de su gusto, Alito se revolcó en su lodazal. El PRI debe entender que, o cambia o morirá en manos de éste u otro Alito… y en el PRI sobran los Alito.

Sí, Alito debe caer y ser expulsado; lo mismo que sus camarillas en el Ejecutivo Nacional y los directivos estatales del PRI. A nadie se le debe cuidar ni perdonar. Son corruptores de lo público y de gobierno; detractores de la democracia. Lo llevan en las venas. Pero también habrá que mandar a casa a otros y otras que son malos ejemplos priistas aun en el averno de las dictaduras. Los priistas deben descubrir qué más hay más allá de la sumisión e ir por ello. No es fácil ser dueños de nuestros destinos, pero no hay de otra en la vida. O se es libre o se muere esclavos.

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