NACIONALES
El silencio del poder
Opinión, por Iván Arrazola //
En la democracia ateniense, el diálogo era crucial para la toma de decisiones públicas. La asamblea (Ekklesia) y el consejo (Boulé) eran espacios donde la ciudadanía podía debatir y deliberar sobre asuntos públicos, y el diálogo era el medio para llegar a consensos y decisiones.
Hoy el partido en el poder embriagado por su éxito electoral establece las condiciones para el dialogo y decide quién es un digno interlocutor y quién no, resulta paradójico que la virtual presidenta electa diga a los cuatro vientos “no llego sola, llegamos todas”, pero sea incapaz de sentarse a dialogar con la presidenta de la Corte, Norma Piña, al igual que López Obrador que también rechaza el dialogo sobre la reforma judicial.
Como pretexto para no dialogar, Sheinbaum dice que para eso están los diálogos de la reforma judicial, aunque en esencia en ese espacio no se procure el intercambio de ideas sino el diálogo de sordos, la imposición disfrazada de Parlamento Abierto que para lo único que sirve es como distractor para ganar tiempo, quitar presión a la virtual presidenta electa y en septiembre concretar la reforma privilegiando los intereses del oficialismo.
Por su parte, López Obrador reaccionó a la petición de la ministra presidenta y dijo en su conferencia mañanera: “Yo no tengo nada que ver con esto, ya entregué mi iniciativa de acuerdo con mis facultades y estoy convencido que hace falta la reforma”. Si algo ha dejado claro López Obrador desde que inició su gestión es que no es un demócrata. Una persona que todos los días manipula, miente, divide y rechaza el diálogo, no se le puede considerar un demócrata.
Lo más inquietante es la visión que tiene el oficialismo de la democracia y la virtual presidente electa. En el tercer debate presidencial en una de sus intervenciones Sheinbaum señaló: “Ellos son el autoritarismo, nosotros somos la democracia; ellos son la represión, nosotros somos la libertad; ellos son los privilegios, nosotros el bienestar y los derechos; ellos son el saqueo, nosotros la defensa del patrimonio nacional; ellos son la mentira, nosotros somos la verdad; ellos son los fraudes electorales, nosotros somos las elecciones libres; ellos son el clasismo y el racismo, nosotros somos el humanismo; ellos defienden a unos cuantos, nosotros al pueblo de México; ellos son el pasado, nosotros somos el presente y el porvenir”.
Con esta visión no hay ninguna posibilidad de discutir, ni de dialogar, si la lucha es de los buenos contra los malos, los que han procurado la democracia contra los que no han hecho, lo único que hace Sheinbaum es negar la voz del otro.
A esto se deben sumar las propuestas de personajes cercanos al régimen que tampoco buscan el dialogo sino ajustar cuentas, la tristemente célebre ministra Yasmín Esquivel pidió a la ministra presidenta Norma Piña que dejará la presidencia de la Suprema Corte ante la falta de interlocución con el Poder Legislativo, por su parte, el pragmático Ricardo Monreal, siempre dispuesto a servir al poder declaró: «La falta de pericia, entendimiento racional e inteligencia política de quien representa a la Corte, provocó y provoca que la rispidez y la falta de razón fueran constantes en los asuntos públicos que a los poderes les quedaban atribuidos de acuerdo con la Constitución».
El principal pecado de Norma Piña fue no levantarse a aplaudir al presidente en la ceremonia del aniversario de la Constitución en 2023, como acostumbran a hacerlo muchos de los actores políticos que asumen el papel de súbditos ante el presidente. Lo demás es historia, la reforma judicial es una venganza, pero sobre todo una herramienta con la que el oficialismo pretende apoderarse del Judicial para que ninguna de sus reformas o medidas sea detenida en la Corte.
De manera un tanto cínica, Monreal dice que la ministra presidenta se equivocó de estadio al pretender dialogar con el presidente López Obrador o la virtual presidenta electa, bien sabe Monreal que el verdadero líder de los diputados y los senadores del oficialismo es el presidente López Obrador, él es testigo de esa realidad, decisiones que Monreal acordó con diversas fuerzas políticas fueron vetadas por su propia bancada cuando el presidente se opuso, por ejemplo en el caso de los nombramientos de los comisionados del INAI.
En ausencia de diálogo, los actores políticos pueden recurrir a métodos no democráticos para imponer sus agendas, lo que puede conducir a un retroceso democrático y a la erosión de los derechos y libertades civiles como ya está ocurriendo con la discusión de la reforma judicial.
Hoy con la actitud soberbia de quien se sabe todo poderoso, se pretenden hacer los cambios al Poder Judicial para continuar con el proceso de “transformación”, pero lo que no podrán negar con sus actitudes es la naturaleza profundamente antidemocrática de su movimiento.
