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NACIONALES

Quemar las naves

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Opinión, por Miguel Anaya //

La historia se conforma de muchos acontecimientos, algunos más relevantes que otros. Dichos hechos se dan a conocer por medio del lenguaje y el lenguaje se conforma de frases y palabras que, a su vez, dan forma a la realidad. A través del tiempo expresiones que tienen su origen en conflictos bélicos han quedado enclavadas en el pensamiento popular, algunos ejemplos son frases como “santo y seña”, “soltar la sopa” y “quemar las naves”.

En la mayoría de los casos «quemar las naves» se entiende como luchar por un objetivo hasta el final, suceda lo que suceda, sin marcha atrás, básicamente se entiende como “matar o morir”. La RAE define la expresión «quemar las naves» como: «Tomar una determinación irreversible».

Una de las versiones sobre el origen de esta expresión tiene como protagonista a Alejandro Magno. Se dice que cuando las tropas del rey de Macedonia se dirigían a atacar la costa de Fenicia, justo antes de llegar a tierra firme se vieron sorprendidos por el gran número de fuerzas de defensa rivales.

Alejando Magno optó entonces por quemar sus propias naves de ataque para dar un mensaje muy duro a su ejército; se dice que las palabras del macedonio fueron más o menos las siguientes:

Observen cómo se queman nuestros barcos… Esa es la única razón por la que debemos vencer, ya que si no ganamos no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra. Debemos salir victoriosos en esta batalla ya que solo hay un camino de vuelta y es por el mar. Lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos”.

El mito resulta sorprendente y muestra la valentía y el liderazgo de uno de los comandantes más importantes de la historia, a través de los años han surgido diversos ejemplos de cómo líderes políticos, militares y sociales han tenido que “quemar naves” para intentar salvar sus proyectos.

Aterricemos en el México de 2024. El partido gobernante cuenta con un poder inmenso, la oposición se desdibuja y parece que poco se puede hacer para contrarrestar en el futuro inmediato a un proyecto que poco a poco toma más y más espacios de representación, ya sea desde el voto popular o desde el autoritarismo disfrazado de mayoría.

El PRI que en su tiempo representaba (con sus virtudes y defectos) a diversos sectores sociales como el obrero, campesino, comerciantes, etc. Y que escuchando y operando desde el poder construyó decenas de instituciones que aún están vigentes, hoy se encuentra muy disminuido y secuestrado por una camarilla que solo busca defender los intereses de unos cuantos.

El PAN que nació desde una oposición crítica, con visión empresarial y con valores muy definidos ha perdido identidad, sus problemas internos se hacen públicos, dañando más y más a una institución que funcionaba como un contrapeso y un amortiguador cuando desde el poder se cometían excesos. Acción Nacional actualmente no representa nada, se encuentra perdido en el mar de la mediocridad política.

Por supuesto, dentro de los dos institutos políticos aún hay cuadros que valen la pena pero que se encuentran opacados ante la falta de oportunidades generadas por las dirigencias que utilizan a esos partidos para conseguir posiciones en los congresos federal y local. Instituciones que representaban ciertos valores y aspiraban a gobernar hoy son instrumentos de administración de la derrota.

Para los inconformes y para una oposición que se desdibuja, solo queda quemar las naves. Es decir; para algunos esto puede significar luchar por recuperar los espacios que han secuestrado los dirigentes partidistas, para otros puede significar abandonar los proyectos tradicionales y buscar espacios de participación junto con otros que compartan ideales y visiones creando una nueva expresión, donde quepan todas y todos.

México merece instituciones políticas dignas, merece contrapesos, merece una oposición responsable que abone al debate y que desde las cámaras alce la voz representando a los millones de ciudadanos que votaron por ella, eso es sano en una democracia, solo hay un detalle, las instituciones de representación se han dañado tanto que hay que reconstruirlas o hay que construir nuevas. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

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