OPINIÓN
La importancia del manejo de redes sociales: De césares a influencers, el espectáculo de la política
A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
En la antigua Roma, los emperadores y líderes eran figuras casi divinas, reverenciadas por su habilidad para conectar con el pueblo y por su capacidad de liderazgo. Sus estatuas adornaban las plazas y su imagen estaba en las monedas, recordándole constantemente al pueblo quién estaba a cargo.
Dos milenios después, la política ha cambiado drásticamente, transformándose en un espectáculo de redes sociales donde el valor de un político parece medirse más por sus seguidores en Instagram que por su capacidad de gobernar, tendencia que no solo reduce el activismo político a un simple concurso de popularidad, sino que también amenaza con socavar la seriedad y eficacia de la política misma.
Tomemos el caso de Fidias Panayiotou, un influencer de 24 años que se convertirá en eurodiputado. Sin experiencia previa en el ámbito político y sin una visión clara de los problemas que afectan a la sociedad, Panayiotou es el ejemplo perfecto de cómo la política moderna puede ser infiltrada por aquellos cuya principal habilidad es atraer clics y «me gusta».
Pero esta tendencia no es exclusiva de Europa. En México, hemos visto cómo figuras como Samuel García y Mariana Rodríguez han utilizado sus plataformas de redes sociales para ascender en la política. Samuel García, conocido por su presencia en redes y por sus publicaciones a menudo controvertidas, ha logrado captar la atención del público joven. Mientras que su esposa, Mariana Rodríguez, también ha jugado un papel crucial en su ascenso, utilizando su influencia en redes para promover su imagen y sus campañas.
Lo que antes requería años de dedicación, experiencia y un profundo entendimiento de la gobernanza, ahora parece poder lograrse con una serie de publicaciones virales y una imagen atractiva, convirtiendo así a la política, en un reality show, donde la autenticidad y la competencia a menudo quedan relegadas a un segundo plano en favor del entretenimiento.
La frivolidad que esta tendencia trae consigo no solo trivializa la política, sino que también la aleja de la realidad. Imaginemos un cirujano que basa sus decisiones médicas en encuestas de popularidad en lugar de en su formación y experiencia. La idea es absurda, pero en la política moderna, estamos viendo un fenómeno similar, ya que, por un lado, los políticos se sienten presionados a actuar no por el bien común, sino por la aceptación en las redes sociales, lo cual distorsiona gravemente su función y responsabilidad.
Además, la percepción pública de la política como una actividad frívola y superficial puede tener consecuencias devastadoras para la gobernanza. Cuando los políticos se enfocan más en mantener su imagen en redes sociales que en hacer su trabajo, la calidad de la administración pública sufre, basta con analizar a las ultimas 2 legislaturas del Congreso de nuestro Estado.
No obstante, en esta era digital, es innegable la importancia de las redes sociales como herramienta de comunicación. Los políticos deben encontrar una comunión entre su actividad y el manejo de estas plataformas para comunicarse de manera efectiva con el público. Hay ejemplos de líderes que han logrado este equilibrio, utilizando las redes sociales para informar, educar y movilizar a sus seguidores de manera responsable. Un buen ejemplo de esto es Alexandria Ocasio-Cortez, una congresista estadounidense que utiliza sus plataformas de redes sociales para explicar políticas complejas, movilizar apoyo y conectar directamente con sus electores.
Sin embargo, es crucial mantener la distinción: un buen manejo de redes sociales no implica per se una buena gestión pública. Un chef famoso en Instagram no garantiza una buena comida en un restaurante, de la misma manera que un político popular en redes sociales no garantiza una buena gestión pública.
Es importante recordar que la política no debe ser un espectáculo vacío, sino un campo de acción serio y comprometido con el bienestar de la sociedad. Los ciudadanos deben exigir más de sus políticos que una presencia atractiva en redes sociales. Debemos valorar la experiencia, el conocimiento y la integridad por encima de la popularidad superficial. Así como los antiguos romanos buscaban líderes con una conexión genuina con el pueblo y habilidades reales de gobernanza, nosotros también debemos aspirar a tener políticos que combinen la capacidad de comunicación moderna con un compromiso auténtico con el servicio público.
Para lograr esto, es crucial educar a la ciudadanía sobre la importancia de la política y su impacto en la vida diaria. Los ciudadanos deben ser críticos y analíticos, capaces de distinguir entre un político que ofrece soluciones reales y uno que simplemente busca popularidad. Las plataformas educativas y los medios de comunicación tienen un papel importante en este proceso, proporcionando información objetiva y análisis crítico sobre las acciones y propuestas de los políticos.
Asimismo, los propios políticos deben ser conscientes de su responsabilidad y del poder que tienen para influir en la sociedad. Deben utilizar las redes sociales no solo para promoverse, sino para informar y educar a sus seguidores sobre políticas y decisiones importantes. Deben ser transparentes y responsables, demostrando que están comprometidos con el bienestar de la sociedad y no solo con su imagen pública.
En última instancia, necesitamos recuperar la seriedad en la política sin perder la capacidad de comunicarnos efectivamente en el mundo moderno. La política debe ser una plataforma para el cambio real y positivo, no un escenario para el espectáculo y la frivolidad. Depende de nosotros, como ciudadanos, insistir en que nuestros líderes sean más que simples influencers. Solo así podremos asegurar que la política siga siendo una herramienta para el bien común y no solo un juego de popularidad.
Mientras que las redes sociales pueden ser una herramienta poderosa para los políticos, no deben convertirse en el fin último. La verdadera política requiere experiencia, conocimiento, integridad y un compromiso auténtico con el servicio público. Es esencial que tanto los políticos como los ciudadanos recuerden esto y trabajen juntos para asegurar que la política siga siendo un campo de acción serio y comprometido. De lo contrario, corremos el riesgo de que la política se convierta en un espectáculo vacío, perdiendo su capacidad de producir cambios significativos y positivos en la sociedad.
