MUNDO
Golpes de Estado en América Latina: Intervención extranjera y lucha por los recursos naturales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
Venezuela, con sus vastas reservas de petróleo, gas natural, oro y otros minerales, ha sido un objetivo constante de la intervención extranjera. Desde el ascenso al poder de Hugo Chávez en 1999, su gobierno ha enfrentado múltiples intentos de desestabilización, incluyendo el golpe de estado de 2002 y diversas estrategias de lawfare en años posteriores.
Golpe de Estado de 2002: El 11 de abril de 2002, un golpe de estado intentó derrocar a Chávez, quien fue temporalmente removido del poder. El golpe, apoyado por sectores empresariales y militares, contó con la aprobación tácita de Estados Unidos. Sin embargo, Chávez fue reinstalado en el poder dos días después gracias a la movilización popular y la lealtad de sectores militares.
Estrategias de Lawfare: En años recientes, la oposición venezolana y actores internacionales han utilizado el lawfare para deslegitimar al gobierno de Nicolás Maduro, sucesor de Chávez. Sanciones económicas, reconocimiento de líderes opositores y la manipulación de instituciones judiciales han sido parte de estas estrategias.
Bolivia: La lucha por el litio
Bolivia, con una de las mayores reservas de litio del mundo, ha sido escenario de intervenciones extranjeras centradas en este recurso estratégico. El golpe de estado de 2019 que derrocó a Evo Morales es un claro ejemplo de cómo los intereses económicos pueden desestabilizar un país.
Golpe de Estado de 2019: En noviembre de 2019, Evo Morales fue forzado a renunciar bajo presión de las fuerzas armadas y la policía, tras acusaciones de fraude electoral en los comicios de octubre. La oposición, apoyada por Estados Unidos y sectores empresariales, vio en Morales una amenaza para los intereses económicos ligados al litio. Su renuncia llevó a la instalación de un gobierno interino que revirtió muchas de las políticas nacionalistas de Morales.
Honduras: La puerta de entrada
El golpe de estado en Honduras en 2009 que destituyó al presidente Manuel Zelaya es otro ejemplo de la intervención estadounidense en la región. Zelaya había iniciado políticas que favorecían la integración regional y la redistribución de recursos, chocando con los intereses de las élites locales y las corporaciones transnacionales.
Golpe de Estado de 2009: El 28 de junio de 2009, Zelaya fue arrestado por militares y enviado a Costa Rica. El golpe fue justificado por la Corte Suprema y el Congreso hondureño, pero las circunstancias sugieren la influencia de Estados Unidos, preocupado por las políticas de Zelaya y su acercamiento a Venezuela y ALBA.
Ecuador: La amenaza del lawfare
Ecuador ha sido víctima de estrategias de lawfare que han buscado deslegitimar y eliminar a líderes progresistas. Rafael Correa, presidente de Ecuador entre 2007 y 2017, implementó políticas de redistribución de la riqueza y la nacionalización de recursos naturales, generando tensiones con intereses extranjeros.
Lawfare contra Rafael Correa: Tras dejar el poder, Correa ha enfrentado múltiples acusaciones judiciales, que muchos consideran una estrategia para impedir su retorno a la política. Estas acusaciones, apoyadas por sectores conservadores y transnacionales, han debilitado la influencia del movimiento político de Correa en el país.
Argentina: Intervenciones judiciales
Argentina ha visto una serie de acusaciones judiciales contra líderes progresistas, utilizando el lawfare para desestabilizar sus gobiernos. Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina entre 2007 y 2015 fue condenada a seis años de prisión y a la inhabilitación perpetua a puestos de elección popular tras ser juzgada por corrupción en la adjudicación de licitaciones de obras públicas en la provincia de Santa Cruz, al sur de Argentina.
Lawfare contra Cristina Fernández de Kirchner: Las acusaciones de corrupción y malversación de fondos contra Fernández de Kirchner han sido vistas como una forma de debilitar su influencia política. Estas acciones han sido respaldadas por sectores empresariales y mediáticos, alineados con intereses transnacionales.
Brasil: El caso paradigmático
Brasil ha experimentado uno de los casos más notorios de lawfare en la región, con la destitución de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Luiz Inácio Lula da Silva. Ambos líderes del Partido de los Trabajadores (PT) implementaron políticas que desafiaban los intereses económicos de las élites y corporaciones transnacionales.
Destitución de Dilma Rousseff: En 2016, Rousseff fue destituida de la presidencia a través de un impeachment que muchos consideraron un golpe de estado parlamentario. Las acusaciones de manipulación presupuestaria fueron vistas como un pretexto para removerla del poder y revertir las políticas del PT.
Encarnizamiento contra Lula: Lula, quien gobernó Brasil entre 2003 y 2011, fue encarcelado en 2018 bajo acusaciones de corrupción. Su encarcelamiento impidió su participación en las elecciones de 2018, allanando el camino para la victoria de Jair Bolsonaro. Posteriormente, se revelaron irregularidades en el juicio contra Lula, sugiriendo una conspiración para evitar su retorno al poder.
Lula da Silva, quien pasó 580 días preso acusado de corrupción, al final, la condena fue anulada por fallas procesales.
Las riquezas naturales de Venezuela: Un botín codiciado
Venezuela, con sus vastas reservas de recursos naturales, ha sido un objetivo constante de la intervención extranjera. La riqueza del país en petróleo, gas natural, minerales y biodiversidad ha atraído la atención de potencias extranjeras y corporaciones transnacionales.
Venezuela posee las mayores reservas de petróleo del mundo, con aproximadamente 303 mil millones de barriles. Además, cuenta con vastas reservas de gas natural, estimadas en 197 billones de pies cúbicos. Estos recursos han sido el eje de la economía venezolana y el principal punto de interés para intervenciones extranjeras.
Minerales estratégicos
El país también es rico en minerales estratégicos, como el oro, bauxita, hierro y coltán. La región del Arco Minero del Orinoco, que abarca el 12% del territorio nacional, contiene enormes depósitos de estos minerales. La explotación de estos recursos ha sido un punto de conflicto, con el gobierno venezolano implementando políticas de nacionalización que han chocado con los intereses de corporaciones transnacionales.
Biodiversidad y recursos hídricos
Venezuela es uno de los países más biodiversos del mundo, con vastas selvas tropicales, una rica flora y fauna, y abundantes recursos hídricos. Esta biodiversidad es crucial para industrias como la farmacéutica y la biotecnológica, y su protección y explotación han sido temas centrales en la política interna y externa del país.
Los golpes de estado y las estrategias de lawfare han tenido profundas repercusiones en la estabilidad política, la economía y el bienestar social de los países afectados. La explotación intensiva de recursos naturales por corporaciones transnacionales ha generado consecuencias económicas, políticas, sociales y medioambientales significativas.
Consecuencias económicas
Las intervenciones para controlar los recursos naturales han tenido implicaciones económicas significativas. Si bien las élites locales y las corporaciones transnacionales han obtenido beneficios, las poblaciones locales a menudo han sido excluidas de los frutos del desarrollo. La explotación de recursos sin una distribución equitativa de la riqueza ha perpetuado la pobreza y la desigualdad.
La intervención extranjera y los golpes de estado han llevado a una desestabilización política prolongada, erosionando la confianza en las instituciones democráticas y socavando la soberanía nacional. La interferencia externa ha exacerbado las divisiones internas, creando un ciclo de inestabilidad que dificulta el desarrollo sostenible.
Consecuencias sociales
Las comunidades locales a menudo son las más afectadas por la explotación de recursos naturales. La desposesión de tierras, la contaminación ambiental y la falta de acceso a los beneficios económicos han generado tensiones sociales y conflictos. Las políticas neoliberales impulsadas por gobiernos instalados tras golpes de estado han exacerbado la desigualdad y la exclusión social.
La explotación intensiva de recursos naturales ha tenido efectos devastadores en el medio ambiente. La deforestación, la contaminación de ríos y suelos, y la pérdida de biodiversidad son algunas de las consecuencias más graves. En países como Venezuela, donde la biodiversidad es extremadamente rica, la explotación irresponsable puede tener repercusiones globales.
Frente a las intervenciones extranjeras y la explotación de recursos naturales, los países de América Latina deben desarrollar estrategias que promuevan la soberanía, la justicia social y la sostenibilidad ambiental.
Fortalecimiento de instituciones democráticas
Es crucial fortalecer las instituciones democráticas para resistir las intervenciones extranjeras y los golpes de estado. La independencia judicial, la transparencia y la participación ciudadana son elementos clave para garantizar la estabilidad política y la soberanía nacional.
Implementar políticas de redistribución de la riqueza es fundamental para asegurar que los beneficios de la explotación de recursos naturales lleguen a las comunidades locales. La inversión en educación, salud e infraestructura puede contribuir a reducir la pobreza y la desigualdad.
Desarrollar políticas de protección ambiental es esencial para mitigar los impactos negativos de la explotación de recursos naturales. La regulación estricta, la vigilancia ambiental y la promoción de prácticas sostenibles son cruciales para preservar la biodiversidad y los recursos naturales a largo plazo.
La cooperación regional puede fortalecer la posición de los países latinoamericanos frente a las intervenciones extranjeras. Iniciativas como ALBA y UNASUR han demostrado el potencial de la integración regional para promover la soberanía y el desarrollo sostenible.
Diversificación económica
Diversificar la economía más allá de la dependencia de recursos naturales es vital para asegurar el desarrollo sostenible. Invertir en sectores como la tecnología, el turismo sostenible y la agricultura puede crear nuevas oportunidades económicas y reducir la vulnerabilidad a las fluctuaciones de los precios de los commodities.
Los golpes de estado y las estrategias de lawfare en América Latina han sido herramientas de intervención extranjera para controlar los recursos naturales de la región. Los casos de Venezuela, Bolivia, Perú, Honduras, Ecuador, Argentina y Brasil ilustran cómo estas intervenciones han desestabilizado gobiernos, perpetuado la pobreza y la desigualdad, y causado daños ambientales significativos. Frente a estos desafíos, es crucial que los países de la región fortalezcan sus instituciones democráticas, promuevan políticas de redistribución de la riqueza, protejan el medio ambiente y busquen la cooperación regional, consolidando un gran bloque que fortalezca la legalidad, la democracia, y asegurar un desarrollo sostenible y soberano.
MUNDO
El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?
Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //
La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.
Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.
Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.
En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.
El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.
La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.
El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.
E-mail: samcg2002@gmail.com
MUNDO
Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.
Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.
Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.
Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.
El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.
La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.
En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.
Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.
Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.
Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.
Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.
Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.
MUNDO
En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.
La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.
LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN
La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.
Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.
El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.
DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA
El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.
La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.
En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.
FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN
La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.
Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.
La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.
RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.
Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.
El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.
El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.
EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE
El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.
El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.
En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.
El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.
Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.
Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.
El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.
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