NACIONALES
El narcotráfico, el poder y la farsa judicial
Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
El 30 de agosto de 2024, un día que muchos en los corredores oscuros del poder anticipaban con cierta aprensión, Osiel Cárdenas Guillén, exlíder del Cártel del Golfo y creador de Los Zetas, fue liberado de la Penitenciaría de Terre Haute, Indiana.
Tras más de veinte años tras las rejas, este hombre, quien alguna vez fue la encarnación del terror en México y cuya influencia desestabilizó una región entera, vuelve al escenario que dejó envuelto en sangre, corrupción y traiciones.
La noticia, que no tardó en ser difundida por ‘Milenio’, se convierte en un recordatorio crudo e incómodo de una verdad que ya pocos pueden negar: la impunidad es la norma para las figuras más temibles del narcotráfico. Cárdenas Guillén, acusado de más de 2 mil homicidios, tráfico de drogas, lavado de dinero y extorsión, salió caminando de la cárcel estadounidense gracias a un acuerdo judicial que, para muchos, deja un sabor amargo, y para otros, representa la burla final de un sistema de justicia que no cumple con su nombre.
El capo, extraditado en 2007 y que en 2009 se declaró culpable, logró con esa confesión lo que muchos temían: un pacto que redujo su condena, dejando en claro que, en la ley de la selva del narcotráfico, incluso la traición tiene su precio. Y así, el hombre que creó una de las máquinas de guerra más sanguinarias de México, vuelve a pisar libre la tierra que incendió.
Pero mientras el espectro de Cárdenas Guillén reaparece, el entramado del poder y la traición no ha terminado de desenredarse. La Fiscalía General de la República (FGR) de México desveló un drama digno de la más retorcida novela: los hijos de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, Ovidio y Joaquín Guzmán López, habrían conspirado para secuestrar a Ismael ‘El Mayo’ Zambada, el último gran capo en pie del cártel de Sinaloa.
El relato tiene tintes de ficción, pero la realidad de la violencia que sigue desangrando a México confirma su veracidad. Ovidio, conocido como ‘El Ratón’, fue capturado en enero de 2023 y extraditado a Estados Unidos en septiembre de ese mismo año. Y ahora, la FGR sugiere que su liberación y la de su hermano no fueron sino piezas en un juego de traición que ha sacudido los cimientos de Sinaloa. El Mayo, engañado, secuestrado y llevado a Estados Unidos en un avión con matrícula falsa, es solo el último capítulo en esta saga de poder, traición y corrupción.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, conocido por su retórica contra el narcotráfico, no tardó en confirmar lo que muchos ya sospechaban: Estados Unidos estaba negociando con los hijos del Chapo. “Es una práctica común,” dijo con una tranquilidad que solo podría interpretarse como resignación o complicidad, mientras sugería que los criminales pueden negociar su libertad a cambio de información. Pero ¿qué costo tuvo esta transacción? ¿Qué secretos fueron traicionados para que los hijos del Chapo pudieran salvarse?
Mientras tanto, el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, sigue en medio de una tormenta política. Las acusaciones que lo vinculan a la trampa que condujo al secuestro de Zambada lo han puesto en el ojo del huracán. Aunque él lo niega categóricamente, el asesinato del exrector Héctor Melesio Cuén, perpetrado en la misma reunión, deja un rastro de sospechas que las autoridades locales y federales tendrán que seguir, sin importar cuántas capas de corrupción deban remover en el proceso.
Y mientras todo esto ocurre, Ovidio Guzmán, el mismo que hasta hace poco lideraba «Los Chapitos», ha desaparecido de la escena pública. Según fuentes de la DEA, ha sido admitido en el programa de testigos protegidos de Estados Unidos, resguardado por los US Marshals. ¿Su destino? Un secreto de Estado. El 15 de septiembre de 2023, día que para México simboliza independencia, el gobierno de López Obrador decidió entregarlo a los estadounidenses, un acto que resuena con la ironía de un país que celebra su libertad mientras entrega a uno de sus criminales más notorios a una potencia extranjera.
Ovidio Guzmán, quien hasta hace poco enfrentaba una larga lista de cargos en una corte de Illinois, parecía destinado a protagonizar un juicio histórico, cargado de la teatralidad que tanto gusta a la justicia estadounidense. Pero la realidad se impone: lo que parecía un juicio público y ejemplar, se ha transformado en un enigma. Su entrada en el programa de testigos protegidos plantea más preguntas que respuestas. ¿Qué secretos ha compartido Ovidio? ¿Qué nombres ha revelado? ¿Y cuál es el precio que México y su pueblo han pagado por esta nueva traición?
El calendario marcaba el 1 de octubre como el día en que Ovidio debía comparecer nuevamente ante la corte. Sin embargo, esa audiencia se ha convertido en una incógnita. El gobierno de Estados Unidos, al proteger a Ovidio, envía un mensaje tan poderoso como paradójico: por un lado, muestra su determinación de desmantelar las redes del narcotráfico; por otro, revela que la justicia es un juego de sombras, donde la verdad y la legalidad son a menudo sacrificadas en el altar de la conveniencia política.
En México, el gobierno de López Obrador continúa su retórica de combate al narcotráfico, pero la credibilidad de ese discurso está en su punto más bajo. La extradición de Ovidio, celebrada como un triunfo de la cooperación binacional, ahora se ve como parte de un juego mayor, uno en el que los peones son sacrificados y los reyes permanecen ocultos, resguardados por las mismas fuerzas que juraron derrotarlos.
Así, mientras el fantasma de Cárdenas Guillén regresa al presente, la sombra de la traición y la venganza crece en un país donde las alianzas cambian como el viento, y donde, al final del día, el poder siempre encuentra la forma de prevalecer. La liberación de Cárdenas Guillén, el secuestro de El Mayo y la entrada de Ovidio en el programa de testigos protegidos no son sino movimientos en un juego mayor, uno donde las reglas las dictan aquellos que tienen la fuerza o la astucia para imponerlas.
En México, el narcotráfico sigue siendo un espectro omnipresente, uno que ni siquiera los más poderosos han logrado exorcizar. Y la historia, teñida de sangre y corrupción, aún está lejos de su fin.
En X @DEPACHECOS
