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NACIONALES

Necro-ética y dignidad póstuma

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Bioética, por Omar Becerra Partida //

No es raro encontrar en los diversos medios de comunicación el siguiente tipo de noticias: Profanación de tumbas en el estado de Sinaloa, tráilers llenos de cadáveres en Jalisco, exhibición de cadáveres en Michoacán y mutilados en el Estado de MéxicoDesgraciadamente, ya estamos acostumbrados a este tipo de violencia que cada día, nos deshumaniza más.

Y un dato muy interesante es que siempre está inmiscuido, el uso de cadáveres, la profanación de tumbas y mausoleos.

No es extraño que en los diversos institutos de ciencias forenses nos encontremos con muchas problemáticas en identificación de cadáveres y falta de recursos económicos para insumos, del mismo instituto.

Múltiples son los problemas de nuestro país, la falta de educación, de empleo, de comida, etc., pero como sabemos tenemos un gran problema de desaparecidos, a raíz del problema de salud pública conocido como narcotráfico.

También en el rango legal de la pertinencia de cadáveres, encontramos instituciones educativas con cadáveres, que se encuentran en diversas cámaras frías de distintas universidades en el país sin identificar, y sin embargo muchos años trabajaron estudiantes de medicina, sobre ellos, sin nombre y solo eran un número, sin darles una dignidad póstuma.

Numerosos escándalos sobre cómo tratar a una persona después de fallecidas, son el pan de cada día.

Aquí tenemos una cuestión muy interesante, ¿existe en nuestro país el respeto a la dignidad póstuma?  Y ¿qué es la necro-ética?

El concepto viene del conjunto de necropsia y ética, entendemos por necropsia lo siguiente: Se define Necropsia como el examen físico interno y externo de una persona muerta realizado por un médico o especialista forense, que aplica las técnicas y procedimientos de la Anatomía Patológica y requerimientos legales nacionales e internacionales, aceptados para estudio de un caso en que se investiga judicialmente una muerte.

En el caso de ética la entendemos, como la reflexión de los usos y costumbres de cada persona, zona o región que impactan sobre su conducta humana, a través de su mente y caracteres genéticos.

Entonces podemos definir a la necro-ética como:

La disciplina encargada de la reflexión sobre el examen físico interno y externo de una persona muerta realizado por un médico o especialista forense, que tenga como base los valores intrínsecos sobre la dignidad postmortem, visualizando los principios bioéticos de la corriente principialista, haciendo de sus expertos una congruencia científica que no afecte las últimas disipaciones de la o el finado.

Entendamos que la necro-tica es la atribución de dignidad humana y derechos fundamentales se ha predicado exclusivamente en relación con la persona que puede expresar intereses, desplegar decisiones autónomas y asumir responsabilidades, después de su muerte.

Por ello en diversas partes del país aparece de manera práctica en escritura pública en figuras jurídicas como las directrices anticipadas.

Podríamos aplicar la necro-ética en alguna reforma a la ley por ejemplo en el caso de personas que han sido fallecidas en temas de hechos ilícitos de la siguiente manera:

En el caso de las personas que fallezcan por la comisión de un hecho delictivo, se debe garantizar el reconocimiento de la dignidad humana póstuma del cadáver y de sus componentes, ya que implica su respeto en las diferentes instancias de todo proceso anatómico-patológico inherente a la práctica forense: este no puede ser profanado, desfigurado, mutilado innecesariamente, ridiculizado o exhibido sin claros propósitos científicos o educativos, y en contravía a los deseos previamente expresados de la persona.

La dignidad póstuma y a su vez la necro-ética, se erige como el valor reconocido al cuerpo sin vida de la persona, el cual constituye su memoria y la de su red de relaciones significativas, de lo cual se deriva una actitud de respeto a su familia, valores, creencias, preferencias religiosas, ideológicas y éticas, así como de su integridad, tanto física como ideológica.

Entendamos que la necro-ética es una parte fundamental de la bioética forense, que están entrelazadas continuamente.

Desde esta perspectiva, el uso del cuerpo de la víctima de un delito, como se acostumbra en México por el crimen organizado, por ejemplo, la exhibición de su cuerpo o partes de su cuerpo mutilado en vías públicas, con fines intimidatorios o de cualquier otra índole sería otro delito y la reproducción de dichas imágenes por medios de comunicación podría ser otro delito, ya que no se respeta la dignidad de quien haya sido esa persona en vida.

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CULTURA

Creatividad en el limbo: La propiedad intelectual en la era de la inteligencia artificial

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– Conciencia en el Arte, por Luis Ignacio Arias

La creación de obras mediante el uso de IA plantea un debate sobre si el usuario es el dueño absoluto de ellas, lo que le da derecho a registrarlas como propiedad intelectual y, por lo tanto, a monetizar de forma exclusiva.

En México, la respuesta es no: la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que ninguna obra realizada mediante el uso de una IA será registrada ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor (INDAUTOR), por lo que ninguna persona puede gozar de la exclusividad de las obras creadas con IA, lo que las convierte en productos de dominio público.

Para algunos no hay debate; es claro que, si algo fue hecho mediante inteligencia artificial, no puede ser registrado por un individuo como algo de su creación. La Suprema Corte argumentó su decisión de la siguiente forma: “El derecho de autor es un derecho humano exclusivo de las personas físicas” y “un derecho humano vinculado a la creatividad exclusivamente humana”, entre otras razones.

Aun así, hay espacio para el debate: un usuario utilizó varias fotos suyas para realizar una imagen mediante el uso de una IA INDAUTOR le negó el registro; el usuario argumenta que, al tratarse de fotos suyas, debería poder registrar la obra como su propiedad, ya que la IA no creó las imágenes, solo les dio un tratamiento indicado por el usuario, es decir, su idea ejecutada por la IA.

Tanto la idea como las imágenes son resultado de la creatividad del usuario, pero quedan invalidadas al utilizar una IA como herramienta para complementar su trabajo.

Siguiendo esa línea, la letra y música de una canción generadas con IA, pero utilizando la voz del usuario, ¿no tienen derecho a ser registradas? En tal caso, el usuario podría argumentar que, al tratarse de su voz, debería tener derecho a registrar la canción como su propiedad, aunque la letra y la música no sean hechas por él; no estaría usurpando la obra de otra persona, por lo que debería tener el derecho de registrarla.

La irrupción de las IA en el arte, como en la vida, presenta nuevas áreas, métodos y formas de entender la creación artística. Aunque este tema no se trata de arte, sino de autoría y derechos de explotación, la Suprema Corte hace énfasis en el concepto de humanidad y creatividad.

El Cuadro blanco sobre fondo blanco, del pintor Kazimir Malévich, es un lienzo blanco con un cuadrado blanco ligeramente inclinado; el 4′33″ de John Cage es una pieza musical donde el intérprete se sienta frente al público y no toca ni una sola nota durante exactamente 4 minutos y 33 segundos; Marcel Duchamp tomó un urinario de porcelana, lo colocó invertido, lo firmó y lo presentó a una exposición en Nueva York.

Estos tres casos son reconocidos en la historia del arte por la creatividad de los autores para representar conceptos: el silencio, tanto visual como interpretado, y, en el caso de Duchamp, la idea de que al arte no lo define la habilidad técnica ni la belleza, sino el acto de designar un objeto como artístico. Tomando esto como ejemplo, la creatividad está presente en la forma en que el usuario imagina y utiliza la IA para plasmar su idea, no en la ejecución.

INDAUTOR no juzga el valor artístico; su función es brindar seguridad jurídica al autor intelectual de un producto visual, musical, literario, etc. Cuando una persona física, mediante el uso de una IA, plasma una idea, está usando su creatividad; es un producto original con un tratamiento artificial.

A pesar del fallo de la Suprema Corte, el tema está lejos de finalizar. Si una obra tiene algún elemento generado por IA—un color, una letra, un sombreado, un sonido—¿debe quedar invalidada para ser registrada o, al tratarse de un elemento mínimo, no afecta la valoración de la obra como producto de la creatividad humana? ¿Cuál sería entonces el porcentaje permitido para usar una IA?

El uso de programas de edición, tanto para imagen como para música, no es similar en esencia al uso de la IA Auto-Tune corrige o modifica la afinación de la voz en tiempo real; sirve tanto para arreglar errores de afinación como para transformar la voz en un instrumento creativo, dependiendo de la intención del productor o cantante. Es una modificación artificial sobre la voz del cantante, pero no se le juzga de la misma forma que a la creación con IA

En conclusión, la irrupción de la inteligencia artificial en la creación de obras plantea un desafío sin precedentes para el derecho de autor, al poner en tensión la autoría humana y la intervención tecnológica. Si bien la Suprema Corte de Justicia de la Nación establece que solo las personas físicas pueden ser titulares de derechos de autor, la creatividad del usuario sigue siendo esencial en la concepción y dirección de las obras generadas con IA

Así, aunque la ejecución pueda ser asistida por medios artificiales, la intención, la idea y la visión del creador continúan siendo el núcleo de la autoría, dejando abierta la necesidad de seguir debatiendo los límites y criterios de protección en este nuevo escenario artístico y legal.

Nota: El párrafo final fue generado con asistencia de inteligencia artificial.

 

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JALISCO

Espejismos presidenciales y circo legislativo

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– Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez

En circunstancias diferentes el informe de la presidente debiera arrojar luces más de lo que se avecina que de lo pasado. Los informes presidenciales fueron, en momentos de euforia post revolucionaria, verdaderas “fiestas” donde el presidente en turno era el bebé del bautizo, la novia de la boda y el muerto del funeral.

El triunfalismo presidencial era una manera de ensalzar el ego, de por sí inflado, del mandatario en turno, al que le quemaban incienso los lamebotas de su partido, los beneficiados con obras y servicios, algunos sectores de la prensa y no pocos de la oposición.

Eran los días de los “grandes logros” que los presidentes creaban. No les importaba maquillar cifras y magnificar minucias. Cumplir con su obligación; desempeñar su responsabilidad se convirtió en una ceremonia de auto lisonjas, de “espejito, espejito”, con selectos aplaudidores invitados del partido en el poder y representantes sociales.

La farsa de cada informe fue desenmascarada por la realidad. Los periodistas que se atrevieron a cuestionar los miles de “logros” fueron desestimados (ni los oigo ni los veo, dijo una vez Salinas); fueron también perseguidos, amenazados, algunos muertos o desaparecidos.

El origen de los informes presidenciales, dicen fue una legítima reclamación de ciudadanos para conocer en qué se emplean los recursos económicos, principalmente, pero se tergiversó su fin para convertirse en “el día del presidente”.

¿Qué se espera del informe de la presidente Claudia Sheinbaum? Lo que escasamente se ha dicho en todos y cada uno de los informes: datos verdaderos, sin triunfalismos. Que reflejen “la realidad real” y no la felicísima de quienes detentan el poder y tienen su propio cristal para mirarla y hacernos creer que es la única y verdadera.

Como lo más probable es que siga la tradición de tener un país visto desde el olimpo y otro desde los arrabales, el informe de la presidente solo servirá para tratar de leer entre líneas lo que acontece y muy poco para entender lo que nos depara el próximo destino, hasta el año entrante.

Mientras tanto, sigue el chismorreo sobre el zafarrancho en el Senado. A los mexicanos poco nos asustan esas “caídas” del pancracio político. Las cachetadas guajoloteras de Alito a Fernández Noroña y asociados solo constatan lo que ya se sabía: que los legisladores, de las dos cámaras, siguen en su empecinamiento de echar a perder al país.

Ya con leyes que desmantelan al país, ya con dimes y diretes de la más baja estofa que muestran a los “representontos” de un país de ítems. El nivel de los senadores implicados en el mitote de los aventones es el que desde hace unos años se ha manifestado en la cámara alta y no pocas veces en la baja.

A Gerardo Fernández Noroña le cayó “como anillo al dedo” este distractor. Para hacerse la víctima y capotear la tormentosa andanada de informaciones sobre su súbito e inexplicable enriquecimiento que le permite, ostentosamente, sin recato y menos escrúpulos, pasear en clase VIP en aviones a Europa y tener una finca de valuada en 12 millones de pesos que, para un potentado o próspero empresario es poco, pero mucho para el pobretón que siempre dijo ser.

No para este individuo que, cuando era oposición, vociferaba, gritaba y condenaba a los políticos enriquecidos gracias a los “bisnes” y “lana” que les llegan merced a sus puestos gubernamentales.

Sobran videos de esa pose de Noroña quien, cínicamente, dice que “tiene derecho” a los lujos, a los excesos que antes condenó. Ni sus compañeros de partido lo soportan. Tienen que defenderlo porque van todos en el mismo paquete.

Incluso la presidente se atrevió a comentar a su favor y llamar “porros” a los involucrados en el zafarrancho. En automático, la oposición sacó fotos, videos e informaciones sobre los “otros porros” de la UNAM, muchos de los cuales hoy gobiernan a este país.

Mientras tanto, el defensor de la virginidad del Senado, Ricardo Monreal, con el “Jesús en la boca” y casi invocando al “ave María” salió dándose golpes de pecho a lamentar que las cachetadas guajoloteras, aventones e insultos “le dieron la vuelta al mundo”, infiriendo que hay una vergüenza entre los senadores por el escándalo, más no por su pobre desempeño y baja productividad. Eso sí, es una vergüenza, pero como no hay gritos ni sombrerazos, logran eludirla con gran desfachatez.

Acá en Jalisco no hay novedad en el frente: las lluvias siguen inundando a la ciudad; el transporte público sigue hundido —el privado y el público— y solo hay ocurrencias de contraflujos, sin que se adviertan medidas de fondo. Los gobernantes rezan para que ya pase el temporal y que el aguante de los usuarios del transporte siga sin protesta alguna.

Al gobernador Lemus le dieron su lección de aritmética: “primero es el cuatro que el cinco”, en alusión al retraso que sufre la línea 4 del Tren Ligero. El 5 es el transporte que tiene preocupado al gobernador por el “qué dirán” los cientos de miles de turistas futboleros que se apostarán en estos lares por el Mundial de Futbol. Un 5 protestado, rechazado y muy criticado, por cierto.

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NACIONALES

Llave al cuello

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– Opinión, por Miguel Anaya

El Senado de la República nació para ser la cámara de la reflexión, el contrapeso, el espacio donde las decisiones se piensan dos veces antes de convertirse en ley. Desde su inicio en el siglo XIX, su existencia buscaba equilibrar al país: la Cámara de Diputados representaría la voz inmediata del pueblo y el Senado, con sus 128 integrantes, encarnaría la visión de más alto nivel de cada estado. En teoría, es la tribuna donde la política alcanza su forma más elevada.

La semana pasada, en lugar de argumentos, lo que retumbó fueron los gritos, acompañados de empujones y amenazas de riña dignas de vecindario enardecido. Lo que debía ser la cúspide del debate nacional se convirtió en un espectáculo más cercano a la arena de lucha libre que al foro legislativo más importante del país.

Conviene recordarlo: la tribuna del Senado no es un micrófono más. Es el escenario que, en teoría, proyecta al mundo la madurez política de México. Allí se han discutido tratados internacionales y reformas constitucionales que marcan generaciones. Y, sin embargo, lo que se ofreció al país no fue altura de miras, sino un espectáculo de pasiones mal encauzadas, una demostración de que, cuando falta el argumento, la violencia sale a flote.

Algunos dirán que la violencia parlamentaria es casi folclórica. En Italia se han lanzado sillas, en Corea martillos, en Taiwán agua y puños. La diferencia es que allá los incidentes son excepción; aquí amenazan con convertirse en método alterno de debate. Al paso que vamos, quizá convenga incluir guantes de box en el reglamento interno.

Lo ocurrido no es simple anécdota, sino síntoma. La violencia desde la tribuna envía un mensaje devastador: si en la Cámara alta se puede insultar y agredir, ¿qué freno queda para la sociedad? El Senado debería marcar la pauta de la civilidad, no reflejar lo peor del enojo social. La tribuna debería ser espejo de lo que aspiramos a ser, no caricatura de lo que tememos convertirnos.

Una máxima, atribuida a distintos autores, menciona que “la violencia comienza cuando la palabra se agota.” En México, la palabra parece agotarse antes incluso de ser pronunciada. Otra frase importante, acuñada por Carlos Castillo Peraza dice: “La política no es una lucha de ángeles contra demonios, sino que debe partir del fundamento de que nuestro adversario político es un ser humano.” Ambas enseñanzas se han olvidado en el legislativo.

Lo más preocupante no es la escena del zafarrancho, sino lo que significa: que en el recinto diseñado para contener pasiones se desbordan las más bajas. Que en la cámara que debía representar la inteligencia del Estado se normaliza la torpeza del insulto. Y que, en la tribuna donde deberían hablar las mejores voces de la nación, se escuchan ecos de cantina.

El Senado no merece ser burla internacional. Mucho menos lo merece el país que lo sostiene. La dignidad de esa Cámara no depende de los mármoles que la adornan, sino de la altura de quienes la ocupan. Y si los legisladores no alcanzan el nivel que la historia les exige, quizá haya que recordarles que la tribuna no les pertenece: pertenece a los ciudadanos que todavía, ingenuos, tercos o soñadores, confían en que la democracia se discutirá con ideas, no con empujones.

En conclusión, lo que vimos en el Senado no es un accidente aislado, sino el retrato incómodo de una clase política que confunde el poder con la prepotencia (¡qué raro!) y la representación con la bravuconería. La patria necesita llaves que abran el diálogo, no llaves al cuello.

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