OPINIÓN
POLÍTICAMENTE CORRECTO /// Deshumanización en Tlahuelilpan

Por César Iñiguez ///
Lo ocurrido en el municipio de Tlahuelilpan en el estado de Hidalgo, en el que murieron calcinadas (hasta el momento) 85 personas y un centenar más resultaron heridos, es un hecho que conmocionó al país; porque además de la tragedia evidencia la crisis por la que pasamos con respecto a la lucha contra el robo de la gasolina, pero sobre todo, porque aflora el sentimiento discriminatorio e insensible de muchos sectores de la población.
Y es que, hay que poner todo en su justa dimensión.
Este pequeño municipio hidalguense es parte de la zona metropolitana de Tula, donde se encuentra una refinería de PEMEX.
Tiene 18 mil 564 habitantes, y lo interesante viene cuando el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) que mide la pobreza en el país, revela que en esta pequeña población viven 11 mil 343 habitantes en pobreza; que representa el 61.1 por ciento de su población, quienes no pueden pagar los servicios básicos de sus viviendas; y el 23.9 por ciento, que son cuatro mil 435 habitantes viven en pobreza extrema y alimentaria.
Un dato revelador es que en este pequeño poblado, el 10 por ciento de la población es analfabeta, superando casi al doble el promedio nacional que es del 5.5 por ciento.
Partiendo de esta realidad podemos entender lo ocurrido; alguien, que seguro no es alguno de los pobladores, perforó un ducto de gasolina que pasaba por el poblado lo que hizo que brotara a chorros; rápido se pasó la voz de esta noticia y centenares de habitantes se lanzaron sobre el hidrocarburo, que vieron en él la oportunidad de ganarse unos pesos, al escasear el producto en el país garantizaba su venta.
La gente se transformó en una turba que se arremolinaba ante los chorros de gasolina, que llenaban con cubetas, bidones y cualquier recipiente.
El Ejército, la Policía Federal y personal de PEMEX llegaron al lugar y fueron sólo espectadores ante lo que evidentemente, con el mínimo sentido común, iba a terminar en una tragedia.
SOSTENGO QUE HUBO NEGLIGENCIA DE LAS AUTORIDADES, PORQUE PUDIERON, DE ALGUNA MANERA, PARA ESO ESTÁN CAPACITADOS Y REPRESENTAN A LA LEY, HABER EVITADO Y SOBRE TODO PROTEGER LA VIDA DE QUIENES IRRESPONSABLEMENTE ESTABAN EN EL LUGAR.
Robaban gasolina, es cierto, pero podemos asegurar de manera categórica que ninguno de los fallecidos o de los que se encontraban en el lugar, eran delincuentes dedicados al robo de combustible, y que muy probablemente los hechos cometidos fueron un hecho fortuito.
Mezquindad y vileza demuestran quienes festejan la muerte de quienes perecieron calcinados, y más, los que se ponen de ejemplo en una actitud farisea y alardean valores juzgando a los fallecidos.
¿Por qué estaban en ese sitio haciendo algo tan peligroso? ¿Qué los orilló a hacer algo de tanto riesgo que perdieron la vida en ello? Eso es lo que debiéramos de pensar.
Qué tan mal estamos como sociedad que hay quienes festejan la muerte de un semejante sin siquiera saber las condiciones, el contexto y las razones por las que actuaron.
Si bien, tampoco es viable, ni justo que el gobierno pague una indemnización a los familiares de quienes perdieron la vida en la tragedia, sí se debiera replantear la estrategia para combatir el robo de combustible; porque de acuerdo a la modificación propuesta por los legisladores de Morena en el Congreso Federal, estos pobladores cometerían un delito grave y estarían en prisión.
Las personas que perecieron calcinadas son el eslabón más débil de una cadena de errores que ocurren en nuestro país; y el gobierno no debiera poner la mira en ellos, sino en los huachicoleros de cuello blanco, esos que ordeñan PEMEX y roban a placer sus recursos, entre ellos la gasolina por supuesto, para favorecerse y lucrar a costillas de los mexicanos, en una red de corrupción que es imposible no percibir por las multimillonarias cantidades de litros de gasolina y dinero que representa.
Estas tragedias hacen pensar que la crisis del desabasto y las graves consecuencias económicas que ha traído, así como la enorme molestia entre la población, ha servido de muy poco; se observan más pérdidas que beneficios, se registran tragedias y la solución se ve cada vez más lejos.
El combate al robo de combustible debe prevalecer; pero desarticulando la corrupción y el tono al interior de la paraestatal, encarcelando y llevando a la justicia a funcionarios y líderes sindicales corruptos; con quienes el gobierno se codea.
Muchos es lo que esperamos y lo que deseamos.
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JALISCO
La última piedra de Carlos Ramírez

-Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
La vida pende de un hilo tan delicado que, en un instante, puede romperse. Hoy compartimos risas, palabras y momentos con seres queridos; mañana, esos instantes podrían ser el último eco de nuestra existencia.
La muerte, impredecible y silenciosa, no avisa, como nos lo recordó la trágica pérdida de Carlos Ramírez Powell, politólogo y colaborador de Conciencia Pública, quien falleció en un accidente de bicicleta. Su partida abrupta nos confronta con la fragilidad de la vida y el valor de cada instante.
Conciencia Pública ha vivido dos épocas, la primera de ellas de 1987 a 1995, fueron poco más de 300 ediciones, iniciando publicación mensual y al poco tiempo se convirtió en semanario. Y la segunda época a partir del 2009 hasta hoy, con la presente edición, son 801 ediciones, entre los dos tiempos suman más de 1,100 ediciones.
Esto viene a colación a propósito de cómo llegó Carlos Ramírez Powell a las páginas de Conciencia y la amistad que entre ambos iniciaría y que trascendería en el tiempo, formando parte de estas dos épocas de nuestro semanario.
DANIEL CAMACHO Y LA ÚLTIMA PIEDRA
Quiero recordar que a Carlos lo conocí gracias a Daniel Camacho, quien hizo sus primeros trotes en el mundo del periodismo desde las páginas de Conciencia y hoy estelar cartonista de Reforma.
El pasado sábado, temprano y muy conmocionado Daniel me mandó un mensaje para recordarme aquel episodio de cómo Carlos llegó a Conciencia para escribir cada semana su artículo que publicamos y que llevó por nombre “La última piedra”. Así lo platica: “Recuerdo que estábamos Carlos y yo en un cafecito de Av. La Paz y le dije ponle nombre a la columna. Y me respondió algo así como “ha chirrión…pues como decía Jesús el que esté libre de culpa que aviente la primera piedra, pregúntale a Gabriel si le puedo poner “la última piedra”. Esto es expresión de la chispa y profundidad que distinguió a Carlos.
Así fue. Y así se mantuvo hasta el cierre de Conciencia Pública de su primera etapa, cuando nos agarró fuera de base la devaluación del 95, producto del error de diciembre de Zedillo y Jaime Serra Puche.
Camacho, joven inquieto en aquella época, estudiante de derecho, abrió las páginas de Conciencia Pública para jóvenes talentosos que soñaban con trascender en el mundo de la política y poder plasmar aquí sus inquietudes en el tránsito por encontrar su vocación. Por citar algunos casos, así llegaron Alberto Uribe y Rogelio Campos, que luego darían el paso a la administración pública y al complejo mundo de la política.
Daniel llegó a cultivar una relación estrecha con Carlos Ramírez, que la mantuvo a pesar de la distancia y de cambiar su residencia de Guadalajara por la Ciudad de México donde se ha movido como pez en el agua en el mundo de los intelectuales, su mundo, donde consolidó su vocación.
Carlos también formó parte de la segunda etapa de Conciencia a partir de abril del 2009. Se integró al proyecto como integrante del Consejo Editorial y lo hizo con esa generosidad que lo distinguía para volver a publicar “La última piedra”, analizando temas de geopolítica, la problemática del petróleo, advirtiendo que México se convertiría de productor a importador de petróleo.
En una entrevista que aquí publicamos, expresó: “La exportación termina durante este sexenio y el dinero fue mal empleado, no se invirtió en transporte masivo: todo para el automóvil. El modelo de movilidad con base en el automóvil agoniza y México no ha comenzado siquiera a pensar en qué es lo que lo van a sustituir”.
LAS LUCES DE CARLOS
En el periodismo, caminamos con paso firme, sorteando obstáculos para informar, analizar y dar voz a la realidad. Carlos, con su pluma aguda y su mirada crítica, fue un ejemplo de esa vocación. Sus colaboraciones en Conciencia Pública dejaron una huella imborrable, con análisis que iluminaban las complejidades del entorno político y social de Jalisco y México.
Su trabajo, siempre riguroso, reflejaba un compromiso con la verdad y la reflexión profunda, una pasión que compartía con quienes, como él, han hecho de esta revista un espacio de pensamiento crítico.
El lunes pasado celebramos la edición 800 de Conciencia Pública, un hito que reúne las voces de quienes, como Carlos, han plasmado su visión del mundo en estas páginas. Cada artículo, entrevista y análisis es un testimonio de la lucha por comprender y transformar la realidad, aun sabiendo que nuestro tiempo es limitado.
La muerte de Carlos nos recuerda que, en este oficio, cada palabra cuenta, cada idea es un legado. No sabemos cuándo llegará nuestro final, pero sí podemos decidir cómo vivir cada día: con propósito, con valentía, como él lo hizo.
Su ausencia duele, pero su vida nos inspira. En este frágil sendero entre la vida y la muerte, su “Última Piedra” sigue resonando, recordándonos que el periodismo, como la vida, es un acto de resistencia y creación. Honramos su memoria reafirmando nuestro compromiso con un periodismo que ilumina, como él lo hizo, en línea con los valores de verdad.
NACIONALES
Del montaje a la ignominia: El caso Vallarta y el fracaso del Estado mexicano

-Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
Hay historias que condensan en un solo expediente toda la descomposición de un sistema. El caso de Israel Vallarta Cisneros es una de ellas. Después de casi veinte años de prisión, el 31 de julio de 2025 una jueza federal ordenó su liberación al concluir que la Fiscalía General de la República (FGR) no logró comprobar las acusaciones.
Vallarta había sido acusado de liderar la banda de secuestradores “Los Zodiaco”, pero lo que en realidad evidenció su expediente fue el uso sistemático del montaje mediático, la tortura y las violaciones al debido proceso como herramientas de control político.
El calvario comenzó el 9 de diciembre de 2005, cuando Vallarta y su entonces pareja, Florence Cassez, fueron detenidos en el rancho “Las Chinatas” en Tlalpan, Ciudad de México. La Agencia Federal de Investigación (AFI), bajo el mando de Genaro García Luna, montó una recreación del operativo ante las cámaras de televisión. Tres víctimas de secuestro fueron “rescatadas” frente a los reflectores, en un espectáculo cuidadosamente guionizado que fue presentado como prueba de eficacia policial.
El 10 de febrero de 2006, García Luna reconoció que la detención y el rescate habían sido montados. Pero para entonces el daño ya estaba hecho. Francia protestó por el trato a Cassez, su ciudadana, y tras años de litigio la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó su liberación en enero de 2013, al considerar que su proceso estaba viciado de origen. Vallarta, en cambio, quedó hundido en la maquinaria judicial.
Durante años, Vallarta denunció torturas para arrancarle confesiones y la fabricación de pruebas. La reciente sentencia de la jueza Mariana Vieyra Valdés, Tercera de Distrito en Materia Penal del Estado de México, le dio la razón: el montaje televisivo y las violaciones al debido proceso invalidaron las pruebas en su contra. Vieyra anuló los testimonios de las víctimas, obtenidos bajo coacción, así como el parte informativo de la captura, las diligencias de reconocimiento en cámara Gesell y la confesión ministerial rendida bajo tortura en 2005. Incluso desechó las declaraciones de David Orozco Hernández “El Géminis” y Dither Camarillo Palafox “Tauro”, quienes confesaron ser miembros de “Los Zodiaco” pero no ratificaron sus dichos ante el juez.
El fallo es contundente: “Se advirtió un efecto corruptor en el proceso derivado de la escenificación ajena a la realidad, que violentó los derechos de los inculpados y de las víctimas”. Vieyra recordó que el montaje fue auspiciado por medios de comunicación nacionales e internacionales, lo que contaminó el proceso de manera irreversible.
Pero mientras Vallarta pasaba casi dos décadas en prisión, los responsables directos de esas ilegalidades siguieron escalando posiciones o disfrutando de la impunidad. Luis Cárdenas Palomino, brazo derecho de García Luna, y Francisco Javier Garza Palacios, ambos exdirectores de la AFI, fueron señalados por Vallarta como los principales responsables de su calvario. También Jorge Rosas García, ex titular de la Unidad Especializada en Investigación de Secuestros de la SEIDO, y el exprocurador general Daniel Cabeza de Vaca. Algunos enfrentan procesos por otros delitos, pero ninguno ha rendido cuentas por el montaje que destruyó la vida de Vallarta.
Al salir del penal del Altiplano, Vallarta pidió perdón a las víctimas de los secuestros que se le atribuyeron. No por aceptar una culpa inexistente, sino porque entendía que ellas también fueron violentadas por la manipulación de las autoridades. “Las víctimas que son víctimas, porque hay algunas que no lo son, que se sientan lastimadas y agredidas, yo les ofrezco una disculpa, no por mí, sino por las acciones de los malos policías, que por sacar un trabajo que no hicieron, utilizaron las mentiras”, dijo.
Aseguró que no se esconderá ni abandonará el país. También adelantó que analiza interponer una demanda contra el Estado mexicano por los daños ocasionados por casi veinte años de prisión. “Si prospera la de tortura, pues le van a dar de 3 a 4 años a Cárdenas Palomino; yo estuve 20, ¿cómo que no es válida la balanza, ¿no?”, cuestionó. Vallarta lo tiene claro: su caso no es un triunfo, es apenas el reconocimiento tardío de una injusticia monumental.
El caso Vallarta es más que un expediente judicial: es la radiografía de un sistema que privilegia la narrativa sobre la verdad. En mayo de 2024, tras 18 años, se cerró la instrucción del juicio, y en julio la FGR pidió 430 años de prisión por delincuencia organizada, secuestro y posesión de armas de uso exclusivo del Ejército.
La cifra era tan absurda como simbólica: una condena ejemplar para encubrir el fracaso institucional. Pero el castillo de naipes se derrumbó: la jueza concluyó que las pruebas eran insostenibles y absolvió a Vallarta.
El contraste con el caso Cassez es brutal. La Suprema Corte la liberó en 2013 por las mismas irregularidades, pero dejó a Vallarta en prisión. La diferencia era política y mediática: Francia presionó por su ciudadana; Vallarta era mexicano y pobre. La doble moral del Estado quedó exhibida.
El propio presidente Andrés Manuel López Obrador llegó a anticipar en 2021 que Gobernación podría solicitar la liberación de Vallarta si encontraba elementos suficientes. La Secretaría de Gobernación, entonces encabezada por Olga Sánchez Cordero, anunció en 2019 que revisaría el caso. Pero pasaron seis años más antes de que un tribunal actuara.
La liberación de Vallarta no repara el daño, pero deja varias lecciones. La primera: el montaje mediático como herramienta de control sigue vigente. La segunda: las instituciones mexicanas, incluidas la FGR y el Poder Judicial, operan más como engranajes de simulación que como garantes de justicia. La tercera: mientras no haya consecuencias para los funcionarios que fabrican culpables, la historia se repetirá.
El caso Vallarta debe ser un parteaguas, pero el pesimismo es inevitable. La FGR ya ha demostrado que prefiere salvar la cara antes que reconocer errores. Los políticos, de cualquier partido, siguen usando la seguridad pública como espectáculo. Y los medios que transmitieron el montaje en 2005 apenas si han hecho un mea culpa.
El sistema judicial mexicano está enfermo, y el expediente Vallarta es su radiografía más cruel: un hombre destruido, víctimas revictimizadas, instituciones deslegitimadas. Nada de esto es nuevo. Lo grave es que todo sigue igual.
La pregunta incómoda es cuántos Vallarta más existen en prisión, sin cámaras ni embajadas que exijan su liberación. Y lo peor: a quién le importa. Porque en un país donde el espectáculo sustituye a la ley, la justicia no llega. Se administra, se negocia o, en el mejor de los casos, se concede como una gracia tardía.
En X @DEPACHECOS
JALISCO
Altagracia Gómez

-De Frente al Poder, por Óscar Ábrego
Quienes me conocen saben muy bien que tengo una fascinación por la gente exitosa.
Y es que las mujeres y hombres de éxito cuentan con una serie de recursos mentales y emocionales que no todas las personas poseen o logran desarrollar.
De hecho, una de mis mayores alegrías es que mis mejores amistades y vínculos afectivos, se ligan a quienes hacen de su vida una experiencia trascendente.
Así pues, no tengo empacho en hacer pública mi admiración por las personas felices y triunfadoras.
Lo anterior viene a cuenta porque en el campo de la política es poco común atestiguar la incursión, en especial de una mujer joven, que vaya acompañada del prestigio empresarial.
Altagracia Gómez dio un salto cuántico ante los ojos de la opinión pública cuando fue nombrada asesora de la presidenta Claudia Sheinbaum como titular del Consejo Asesor Empresarial, y cuya función primordial es ofrecer asesoría estratégica para la elaboración y ejecución de planes en materia de políticas que impulsen el crecimiento económico del país.
No se trata de cualquier rol; es un papel de la más alta relevancia en un entorno internacional tan complejo e impredecible como lo es Donald Trump.
Nunca he tenido la oportunidad de conocerla; sin embargo, me aseguran que es alguien verdaderamente comprometida con la causa que abandera y que tanto su carácter como temperamento son compatibles con los de la familia de la que proviene; es decir, lo menos que se puede esperar de ella es seguridad, formalidad y arrojo.
Hace días asistió a un encuentro de mujeres emprendedoras en el que expuso la importancia de la intervención femenina en las decisiones clave del gobierno.
“Cuando hay cosas que parezcan imposibles o situaciones que parezcan insuperables, falta poner una mujer mexicana al frente para ver cómo se superan, y en eso creo que lo han hecho excelente las madres de familia mexicanas, lo han hecho excepcionalmente las empresarias mexicanas. Hoy tenemos el primer consejo asesor presidencial con mayoría de mujeres, y lo han hecho excelentes las líderes que han surgido de distintos ámbitos, ¿no? A niveles municipales, estatales, nacionales.”, dijo.
Uno de sus promotores más entusiastas, actual funcionario estatal y que fue colaborador cercanísimo a su padre Raymundo Gómez Flores, trabaja casi obsesivamente por sembrar la percepción en el llamado “círculo rojo”, que puede ser una buena opción como candidata de Morena al gobierno de Zapopan.
Yo difiero.
Considero que el aporte de Altagracia Gómez Sierra está en la cancha nacional con un enfoque global.
Personalmente la visualizo muy cerca de Claudia Sheinbaum en virtud de que su sola presencia le da un toque de frescura institucional al gobierno de la Cuarta Transformación.
Francamente no la imagino, al menos no en las próximas elecciones, haciendo campaña en colonias como las Mesas Coloradas, Tetlán o El Bethel, por citar algunas de las más representativas de la carencia y falta de servicios.
Por eso estoy convencido de que su contribución a México tiene un alcance más significativo al lado de la mandataria.
Ahora bien, hay que decirlo con toda claridad: si hay un perfil que necesitamos no solo en Jalisco, sino en el país, es el de ella.
Pase lo que pase con su carrera en los ámbitos público y privado, es de ese tipo de liderazgos femeninos que merecen toda nuestra consideración.
Ojalá que algún día tenga el privilegio de decírselo en persona.
@DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, activista, escritor y analista político.