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México en el escenario internacional

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Opinión, por Iván Arrazola //

Uno de los momentos clave en cualquier cambio de gobierno es la expectativa de un futuro mejor. Sin embargo, México no parece encajar en este tipo de escenarios, ya que el actual régimen se empeña en buscar en el pasado, en revivir viejos agravios y en respaldar un tipo de democracia que le resulta ideológicamente afín, además de intervenir en los asuntos de otros países.

El gobierno mexicano parece aferrarse a una visión anacrónica que poco tiene que ver con la realidad del país, pero que el oficialismo con sus decisiones se encarga de aislar a México del mundo.

La decisión de Sheinbaum de no invitar al rey Felipe VI a su toma de protesta se basó en que el rey no respondió a la carta enviada por López Obrador, en la cual exigía una disculpa por los abusos cometidos durante la Conquista. Esta postura revela un desconocimiento histórico que ha empujado a la futura presidenta a un callejón sin salida: el movimiento está por encima de ella, y debe respaldar a López Obrador incluso en aquellos temas que lo incomodan o que buscan señalar a supuestos enemigos como Felipe VI.

En un momento que debería de servir para relanzar la Política Exterior de México después de múltiples desencuentros que ha tenido con países como Perú, Argentina, Ecuador, República Dominicana y España, la presidenta electa decide mantener vivo el conflicto con el país que más invierte en México después de Estados Unidos, la presidenta con esta decisión parece dejar claro que no goza de independencia y autonomía para la toma de decisiones políticas, y de paso complica más el inicio de su gestión eclipsado por las reformas.

La respuesta del gobierno español no se hizo esperar. El presidente Pedro Sánchez calificó la exclusión como inaceptable y anunció que no enviaría a ningún representante a la ceremonia. La reacción del gobierno mexicano tampoco tardó. López Obrador respondió que las relaciones internacionales deben manejarse de manera diferente, y posteriormente acusó a Sánchez de faltarle el respeto a Sheinbaum al insinuar que había sido manipulada por él mismo.

El resultado es paradójico: el gobierno mexicano extiende invitaciones a figuras como Vladimir Putin, responsable de invadir países y causar dolor a millones, así como a Nicolás Maduro, otro jefe de Estado invitado que finalmente no asistirá. Maduro, como se ha evidenciado, ha recurrido al fraude y a la represión para mantenerse en el poder. Ante estas realidades, el gobierno mexicano guarda silencio y señala que esperará resultados oficiales que nunca llegarán, pues el régimen de Maduro no tiene cómo demostrar la legitimidad de sus elecciones.

Estas son las contradicciones del gobierno mexicano: prefiere marginar a países democráticos y comprometidos con los derechos humanos, mientras respalda a dictaduras como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Este es el nivel de un gobierno que carece de un verdadero compromiso con los derechos humanos, y por ello da un trato preferencial a personajes afines ideológicamente pero que en temas de derechos humanos salen reprobados.

Es por eso que la actual administración no acepta las críticas del Departamento de Estado de Estados Unidos o del Parlamento Europeo, quienes señalan que México no cumple con sus compromisos en materia de derechos humanos, para ello utilizan argumentos sumamente débiles, como que México ya no es una colonia y se debe respetar su soberanía.

López Obrador insiste en que otros deben pedir disculpas por los daños causados a los pueblos originarios. Siguiendo esa misma lógica, el gobierno mexicano debería disculparse con las comunidades de Chiapas, donde el crimen organizado ha desplazado a poblaciones enteras. También debería disculparse con las personas que viven en pobreza extrema y que no tienen otra opción más que desplazarse a las ciudades a pedir ayuda. En las principales urbes del país es común ver familias enteras pidiendo dinero, limpiando carros o haciendo acrobacias para sobrevivir.

Estos ejemplos evidencian las contradicciones de un gobierno que no reconoce el papel de México en la comunidad internacional. México es la duodécima economía del mundo, un país inmerso en la globalización que ha asumido compromisos internacionales en favor de la democracia y los derechos humanos, compromisos que son irrenunciables.

La actitud asumida por el actual gobierno ha dejado de lado estos elementos, emprendiendo una cruzada a favor de su ideología. Peor aún, ha abandonado su compromiso con los derechos humanos, respaldando a dictadores y promoviendo reformas que ponen en riesgo los derechos de la ciudadanía.

Habrá que esperar que, en un futuro, no se exija al gobierno mexicano que pida disculpas por los excesos cometidos por sus propias autoridades. Es posible que estemos en presencia de uno de los movimientos más antidemocráticos de la historia reciente, lo que podría convertir al próximo sexenio en una de las etapas más oscuras de nuestro país.

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