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NACIONALES

El espíritu de las cruzadas

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Opinión, por Fernando Plascencia //

Cruzadas suena empolvado, anacrónico. Las cruzadas fueron hace siglos, las católicas para recuperar Tierra Santa, y no se ha escuchado de otra en fechas actuales. Aunque no se haya escuchado es real que sí ha habido.

El siglo pasado, un joven acomodado, escritor y con puesto público de alto nivel, Jaime Torres Bodet, decidió iniciar una cruzada por la alfabetización y logró que quinientas mil personas leyeran, un en país, principalmente, rural y centralizado.

En otro tiempo se pensó que la educación pública y la cultura debían ser accesibles para todos, los logros históricos de nuestra nación y nuestro pasado de subyugación podían acercarse a la gente a través de pintar hazañas y arte simbólico en los muros públicos; era una cruzada por el arte, la cultura y la educación.

A pesar de esas cruzadas, que han sido momentáneas, de tiempos ya pausados, hoy vivimos un estancamiento de educación, de cultura, de lectura, entre otras. Decimos una vez más que tenemos datos para respaldarlo. MOLEC reconoce sus peores cifras desde que se mide la lectura y por ahora, estamos fuera de competir en matemáticas y español en el mundo.

La vida pública requiere de esfuerzos colosales para transformar realidades, pero también de perfiles valerosos que encabecen cruzadas. Que lleven sus espíritus a lugares no accesibles, con proyecto de envergadura como el Jacques de Molay, como el de Horace Mann para dotar a la nación norteamericana de educación pública, el de John Dewey o María Montessori. México necesita un perfil así, que como se pide desde la ONU, venga y digitalice la educación, se renueven las aulas o se estimule a hacer un país competitivo en la lectura.

Estamos huérfanos ante grandes pensadores. Nos urge un empuje de gente que piense, de idealistas que se junten con quien sí puede, porque no solo será el origen de algo bueno, sino el destino, y además inspirarán a más a unirse, porque las buenas cosas atraen gente buena. Es el tiempo de que con cruzadas danzantes se tumben los mitos sobre la pobreza, sobre el supuesto desinterés de la gente de México de leer y el enamoramiento hacia la televisión abierta.

Volteemos alrededor y con ojo crítico seamos capaces de dilucidar el inicio de una gran cruzada. Los cruzadistas se notan por tener un ideal claro y preciso, idea clara de qué y cómo llegar a la meta; asimismo, un alma entregada y una mente que soporte los embates de los adversarios. La educación y los grandes proyectos son políticos, no necesariamente partidista, pero sí de choque de ideas. Hemos sido temerosos de la ideología, agazapando las narices cuando algo se sale de un estado anterior, como si lo que viniera se tratase de un final. Las cruzadas vendrán acompañadas de una nueva ideología, que de funcionar será un mejor camino.

Alguna vez leí de una cruzada extraordinaria, que provenía no de un caballero templario, pero que es recordado con mayor cariño que muchos de ellos. Se trata de Louis Germain, profesor argelino del filósofo y ganador del premio Nobel de literatura en 1957 Albert Camus, quien respondió la pequeña carta que el escritor le dedicó en su premio. La misiva era la de un verdadero cruzadista.

El profesor tuvo la misión de crear un movimiento intenso ético y animador, con el propósito de observar gestos, con mirada pedagoga, de su alumnado, por su carácter revelador. Reconoció en Camus no solo a un chico entusiasmado por el saber, sino que también como él dijo: Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. Y ya sabemos qué fue lo que pasó.

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