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MUNDO

Elon Musk al mando: DOGE, ¿innovación o caos en la administración pública?

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Los gobiernos, como los organismos vivos, a veces crecen sin control, acumulando peso innecesario hasta que su propia inercia los vuelve torpes y poco eficientes. La creación del Departamento de Optimización Gubernamental y Eficiencia (DOGE) en Estados Unidos, bajo la dirección de Elon Musk, es el intento más reciente de poner a dieta a la administración pública.

Sin embargo, como cualquier régimen drástico, el éxito o el fracaso de esta medida dependerá de la ejecución y de la resistencia de aquellos que ven en la reducción del aparato gubernamental una amenaza más que una solución. Elon Musk, un empresario acostumbrado a simplificar problemas complejos con soluciones agresivas, ha asumido el liderazgo de DOGE con la misma mentalidad con la que ha dirigido Tesla o SpaceX: eliminar lo superfluo y optimizar lo esencial.

La misión de esta nueva dependencia es reducir el gasto público mediante la eliminación de agencias y la automatización de funciones burocráticas. No es un objetivo menor, y el primer gran ejemplo de su impacto ha sido la desaparición de USAID, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que durante décadas ha canalizado recursos para la asistencia humanitaria y el desarrollo global.

A primera vista, la desaparición de USAID puede parecer una medida meramente administrativa: un tijeretazo más en la larga lista de recortes que buscan aligerar la carga del gobierno federal. No obstante, lo que muchos han señalado es que la decisión se tomó sin un análisis integral de las consecuencias.

USAID no solo era una agencia de ayuda internacional, sino una herramienta geopolítica clave para la diplomacia estadounidense. Su eliminación abrupta, sin un replanteamiento estratégico, podría significar un vacío en la influencia de Estados Unidos en regiones clave del mundo, cediendo terreno a otras potencias con agendas menos alineadas con los intereses estadounidenses.

El caso de USAID es un recordatorio de que reducir el gobierno no es lo mismo que hacerlo más eficiente. Es cierto que hay dependencias infladas con funciones redundantes, procesos arcaicos y un gasto excesivo que se justificaría en una novela de Kafka más que en un balance de administración pública. Pero también hay instituciones que, aunque imperfectas, cumplen un papel vital en la estabilidad y el desarrollo de una nación. Aquí es donde DOGE enfrenta su mayor reto: discernir entre la grasa y el músculo.

La lógica detrás de DOGE es difícil de refutar. Un aparato burocrático desbordado puede ahogar la innovación, frenar el crecimiento económico y aumentar la corrupción. El modelo de Musk sugiere que, al igual que una startup, el gobierno debe funcionar con la menor cantidad posible de intermediarios y con la mayor automatización posible. La tecnología permitiría eliminar procesos obsoletos, reducir la cantidad de empleados públicos y hacer que el Estado funcione como una máquina bien aceitada en lugar de una estructura obesa y torpe.

Sin embargo, la teoría choca con la realidad cuando se enfrenta a la complejidad de la gobernanza. La eficiencia absoluta en el sector privado no necesariamente se traduce en el sector público, donde la burocracia no es un defecto accidental, sino a veces una necesidad estructural. Reducir el número de empleados públicos o digitalizar trámites puede sonar atractivo, pero si no se acompaña de una estrategia que garantice la continuidad de los servicios esenciales, el resultado puede ser una administración ineficaz y caótica.

Además, la idea de que el Estado puede manejarse como una empresa ignora un principio fundamental: los gobiernos no existen para generar ganancias ni para maximizar la productividad, sino para garantizar el bienestar y la estabilidad de su población. Mientras que en el ámbito privado la eficiencia suele medirse en términos de rentabilidad y reducción de costos, en el sector público el éxito se mide en términos de acceso, equidad y calidad de los servicios que brinda a sus ciudadanos. La reducción del gasto público no siempre equivale a una mejora en la calidad de vida de los ciudadanos, especialmente cuando los recortes afectan áreas sensibles como la educación, la salud o la seguridad.

Un Estado con menos recursos puede volverse más ágil, pero también puede debilitar su capacidad para responder a crisis sociales, garantizar derechos fundamentales o sostener políticas de desarrollo a largo plazo. La eficiencia en el gobierno no debe confundirse con la simple eliminación de costos, sino con la capacidad de administrar de manera efectiva los recursos sin comprometer su función social. A diferencia del sector privado, donde la eficiencia se mide en términos de rentabilidad y reducción de costos, en el sector público la efectividad se mide en términos de acceso, equidad y sostenibilidad.

Un Estado eficiente no es aquel que simplemente gasta menos, sino el que distribuye sus recursos de manera estratégica para garantizar que ningún ciudadano quede desprotegido. Los recortes indiscriminados pueden debilitar el tejido social, creando desigualdades más profundas y afectando la confianza de la ciudadanía en sus instituciones. Sin una visión integral, la obsesión por la reducción de costos puede terminar afectando negativamente a la sociedad en su conjunto, comprometiendo la estabilidad a largo plazo.

Elon Musk ha demostrado ser un visionario en muchos campos, pero el gobierno no es un cohete que simplemente se puede hacer despegar con ingeniería e innovación. DOGE puede lograr avances en términos de eficiencia, pero si la única métrica de éxito es la reducción del tamaño del gobierno, entonces la iniciativa corre el riesgo de convertirse en una poda indiscriminada en lugar de una verdadera optimización.

Un gobierno eficiente no es necesariamente un gobierno pequeño. La clave está en el balance entre austeridad y funcionalidad, entre innovación y estabilidad. Si DOGE logra encontrar ese punto de equilibrio, podría marcar un hito en la administración pública moderna. Pero si la reducción se convierte en un fin en sí mismo, corremos el riesgo de caer en la paradoja de querer salvar un barco quitándole tanto peso que termine hundiéndose.

La historia ha demostrado que las reformas gubernamentales radicales tienden a generar más preguntas que respuestas. El recorte de USAID debería haber sido una lección sobre la necesidad de evaluar cada dependencia no solo en términos de gasto, sino de impacto. Si DOGE realmente busca optimizar la administración pública, debe hacerlo con bisturí, no con machete. De lo contrario, podríamos estar presenciando no la creación de un gobierno eficiente, sino el nacimiento de un caos disfrazado de innovación.

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Deportes

Históricas jaliscienses; Mía y Lía Cueva obtienen bronce en el Mundial de Clavados

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-Por Diego Morales Heredia

Con sincronía perfecta y nervios de acero, las hermanas gemelas Mía y Lía Cueva Lobato escribieron una página histórica para el deporte mexicano al conseguir su primer podio en un Campeonato Mundial de mayores, colgándose la medalla de bronce en la final de trampolín de 3 metros sincronizado, durante el Campeonato Mundial de Deportes Acuáticos Singapur 2025.

El oro fue para la pareja china, que ratificó su dominio histórico en la disciplina, mientras que el segundo lugar fue para las representantes de Gran Bretaña. No obstante, la actuación de las mexicanas fue la más comentada por medios internacionales debido a su juventud y la naturalidad con la que enfrentaron la presión de un evento de esta magnitud.

Es la segunda medalla internacional para Lía y Mía Cueva, que el pasado mes de abril ganaron una plata en la primera parada de la Copa del Mundo de Clavados 2025 celebrada en Guadalajara. Y es la quinta medalla para México en el Mundial de Clavados 2025, después de las cuatro preseas de plata que la delegación tricolor sumó en los tres primeros días de competencia en Singapur.

Originarias de Guadalajara, Jalisco, las hermanas Cueva tienen apenas 14 años y ya han sido identificadas como una de las duplas con mayor proyección en el mundo de los clavados. Su sincronía no solo proviene del entrenamiento técnico, sino de una conexión innata que pocas veces se ve en este deporte.

El resultado en Singapur 2025 también es una señal alentadora de cara a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, donde se espera que México tenga una de sus delegaciones más competitivas en clavados.

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MUNDO

¿Qué pasa allá?

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-Opinión, por Luis Manuel Robles Naya

No es fácil entender qué es lo que está pasando en la economía estadounidense. La impredecibilidad de la conducta del presidente Trump manda señales que causan incertidumbre en el escenario económico mundial.

Desconcierta que, a pesar de que los números recientes muestran una caída en el consumo y alzas moderadas en la inflación, las operaciones bursátiles reflejan una actividad inusualmente positiva ante estas circunstancias.

Hasta ahora, las postergaciones de los plazos para la fijación de aranceles y las negociaciones en curso han mantenido a la actividad bursátil en una relativa normalidad, pues hay inversionistas convencidos de que Donald Trump no cumplirá sus amenazas arancelarias. En el sector ha trascendido el concepto “TACO” (Trump Always Chicken Out) y al parecer confían en que eso sucederá.

También influye para esta relativa calma bursátil que la inflación, aunque ha subido, no ha tenido un impacto significativo; sin embargo, el factor de incertidumbre ha llevado a la acumulación de inventarios que habrán de salir cuando haya mayor claridad; mientras tanto, muchas empresas han revisado y reducido sus previsiones de ganancias.

Aún no se sabe cómo afectará la política arancelaria a la industria tecnológica que depende de cadenas de aprovisionamiento con productos fabricados en China y otros países afectados por los aranceles y, al conocerse, podría terminar esta indiferencia aparente del mercado de acciones.

Por otra parte, las disposiciones presupuestarias de Trump no atacan de fondo el déficit presupuestario y a decir de algunos congresistas y comentaristas, por el contrario, lo aumenta. La economía pierde impulso, no crece; el mercado laboral se enfría y el gasto del consumidor desciende.

Ante eso, la lógica y el sentido común aconsejarían echar para atrás la actitud radical proteccionista, pero Trump ha demostrado que la lógica no aplica en su caso empeñado también, como está, en incrementar el poder y autoridad del presidente por sobre jueces y órganos autónomos.

Lo que se advierte, desde mi punto de vista, es que los inversionistas están manteniendo artificialmente la calma en el sector bursátil porque este está fuertemente concentrado y los activos familiares invertidos en acciones están en niveles históricos, según lo señala el Financial Times.

La apuesta a que Donald Trump reculará es arriesgada, porque de no hacerlo los factores económicos hoy contenidos se manifestarán con toda su fiereza. Hasta ahorita el sector corporativo estadounidense ha mostrado resiliencia, pero estar condicionados a la veleidosa conducta del mandatario obliga también a extremar precauciones, particularmente en el área bursátil, porque una rectificación desde los niveles que hoy se observan de acumulación de activos familiares puede ser catastrófica.

El otro tema es el impacto que la estrategia económica tiene en la corrección de las finanzas públicas. Muchos piensan que la “Gran y Hermosa” ley propuesta, que contiene disposiciones fiscales, traerá altos costos sociales. Junto con los aranceles, pretende componer las desbalanceadas cuentas nacionales, reducir su déficit en el gasto público, aumentar sus ingresos, disminuir la deuda y reordenar el gasto gubernamental. Los objetivos son razonables, pero las formas y las decisiones no parecen serlo.

Los economistas han advertido el alto costo a pagar si se materializa el paquete completo de medidas proteccionistas, pues juzgan que con ello podrá salvar al gobierno, pero la economía tendrá que absorber el costo y eso puede doler. Se espera que los incrementos de precios resultantes de los aranceles afecten los márgenes de ganancias, reduzcan el consumo y afecten al crecimiento económico.

La falta de certidumbre repercute en el aspecto político porque las percepciones ciudadanas ya se mueven en las mediciones de opinión. Big Data Poll, la encuestadora más favorable al presidente, ya registra una aprobación negativa y otras agencias como Reuters/Ipsos registran la misma tendencia. La percepción sobre el rumbo del gobierno también es negativa y es presumible que esto afecte y mueva el panorama político para la próxima elección.

El apoyo en el segmento MAGA, el bastión de duros del régimen, también está disminuyendo, lo que supone pérdida de fortaleza incluso para las negociaciones con sus socios comerciales y aliados en la geopolítica internacional.

La fortaleza militar y el poderío económico que aún conserva el país vecino le permiten a su presidente presionar al mundo para demostrar fuerza, que muchos ya consideran menguante; sin embargo, la desconfianza resultante de sus aliados y socios con su política proteccionista lo aíslan cuando más consciente debiera estar de la necesidad de unificar al hemisferio occidental.

La economía ha traído de vuelta la Guerra Fría y el presidente estadounidense le está agregando algidez. Creo que le convendría revisar la historia, pues en el siglo XX el vecino país del norte nunca pudo ganar una guerra solo; siempre tuvo que hacerlo con aliados. Como en el pronóstico del tiempo, lo probable puede suceder o no, pero de que los tiempos son nublados, lo son, especialmente para México, sumamente dependiente de la economía de Estados Unidos.

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MUNDO

La fuerza de la herencia mexicana en Los Ángeles

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-Opinión, por Violeta Moreno 

Como mexicana, me duele profundamente la persecución que enfrentan en Estados Unidos las personas por su “apariencia mexicana”.

Esta actitud, que evoca el racismo de épocas oscuras como la Segunda Guerra Mundial, se ha intensificado con discursos que generalizan a los mexicanos como “enemigos públicos” o responsables de las dificultades de aquel país.

Este terrorismo racial no solo es injusto, sino que siembra miedo, polarización y tensiones sociales en comunidades donde la diversidad debería ser un pilar de fortaleza. Los Ángeles, una ciudad con raíces hispánicas profundas, fundada por españoles y con una vibrante comunidad latina, es un claro ejemplo de cómo estas políticas hieren el corazón de una ciudad que lleva la cultura mexicana en su esencia.

La reacción del gobierno estadounidense, especialmente bajo la administración del presidente Trump, ha sido desproporcionada. Arrestar a personas por su apariencia en lugares cotidianos como Home Depot, o deportar a ciudadanos estadounidenses de origen latino, constituye un atropello a los derechos humanos.

Estas acciones no solo afectan a indocumentados, sino también a inmigrantes legales y a personas nacidas en Estados Unidos, separándolas de sus familias y comunidades. Casos documentados de deportaciones injustas, donde ciudadanos estadounidenses o residentes legales han sido expulsados, han generado terror e incertidumbre.

Este enfoque no solo es cruel, sino que alimenta una narrativa peligrosa que estigmatiza a toda una comunidad, ignorando su contribución histórica y cultural.

Los Ángeles no es una ciudad “invadida” por extranjeros, como algunos sectores quieren hacer creer. Su identidad hispánica es intrínseca, tejida desde su fundación por colonos españoles y enriquecida por generaciones de mexicanos, muchos de ellos nacidos en EE.UU.

Esta presencia no es una ocupación, sino una expresión natural de su herencia cultural. La comunidad latina, con su carácter binacional, aporta una riqueza única que fortalece el tejido social y económico de la ciudad.

Lo que algunos en EE.UU. perciben como “desorden”, otros lo reconocen como una lucha pacífica por los derechos humanos en un país construido por inmigrantes de todos los rincones del mundo. La felicidad y resiliencia del pueblo mexicano, capaz de encontrar lo bueno en medio de lo malo, parece generar envidia en quienes no comprenden que la alegría es una elección interna, no un privilegio externo.

El discurso de Trump, buscando complacer a sus seguidores más radicales, ha profundizado la polarización. Al priorizar la “firmeza” y el “control”, ha legitimado actitudes xenófobas que dividen a la sociedad estadounidense.

Sin embargo, también hay voces en el país vecino del norte que valoran la diversidad y ven en las protestas pacíficas de Los Ángeles un esfuerzo legítimo por defender los derechos de todos, independientemente de su origen.

Esta dicotomía refleja la complejidad de un país que, aunque fundado por inmigrantes, a veces lucha por aceptar su propia diversidad. Desde México, vemos con tristeza cómo se criminaliza a nuestra gente. Ser mexicano es más que una nacionalidad; es una actitud de resistencia, esperanza y comunidad. Acoger a los deportados no es solo un acto de solidaridad, sino un reconocimiento de que este es su hogar, un país que nunca les cerrará las puertas.

Muchos de los mexicanos en territorio estadounidense, legales o no, contribuyen significativamente al crecimiento de ese país. Son trabajadores, estudiantes, empresarios y ciudadanos que fortalecen a ambas naciones. Incluso aquellos que, por necesidad o desconocimiento, cruzaron la frontera sin documentos, no son delincuentes; son personas que buscan una vida mejor, como lo han hecho inmigrantes de todas las épocas.

Espero de corazón que cese el miedo y las consecuencias económicas y sociales de estas políticas. Los Ángeles merece recuperar la paz, una ciudad que no solo es un crisol de culturas, sino un símbolo de la conexión histórica entre México y Estados Unidos.

La verdadera paz llegará cuando el pueblo y el gobierno estadounidenses acepten que la historia española e indígena es parte fundamental de su identidad. Reconocer esta herencia compartida no debilita a EE.UU., sino que lo enriquece.

Los mexicanos, ya sean indocumentados, legales o ciudadanos binacionales, son parte del alma de Los Ángeles. Su presencia no es una amenaza, sino un recordatorio de la historia compartida que une a ambos países. Desde mi perspectiva, la solución no está en muros o deportaciones, sino en el diálogo, el respeto y la colaboración.

México y EE.UU. son vecinos inseparables, aliados en innumerables sentidos, y nuestra cercanía trasciende fronteras. Que Los Ángeles vuelva a ser un faro de esperanza, donde la diversidad sea celebrada y donde mexicanos y estadounidenses podamos seguir construyendo un futuro juntos, como pueblos hermanos que, a pesar de las dificultades, se quieren y se respetan.

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