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MUNDO

La transformación del poder en Alemania

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Opinión, por Víctor Hugo Celaya Celaya //

Las recientes elecciones federales en Alemania reflejan una tendencia que se ha venido repitiendo en varias partes del mundo: el resurgimiento de visiones conservadoras y el debilitamiento de la izquierda populista.

Este fenómeno no es exclusivo de Europa; en América Latina también hemos visto un desgaste progresivo de los proyectos de izquierda que, incapaces de responder a las necesidades urgentes de la ciudadanía—empleo, ingreso y seguridad—, están perdiendo terreno ante opciones más pragmáticas y tradicionales.

El pasado 23 de febrero de 2025, Alemania celebró sus elecciones parlamentarias federales con un resultado contundente: la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y su aliado bávaro, la Unión Social Cristiana (CSU), obtuvieron la mayoría de los votos, asegurando a Friedrich Merz la cancillería hasta 2029, salvo que se produzca una moción de censura en el Bundestag.

Uno de los datos más relevantes de la jornada electoral fue el ascenso de Alternativa para Alemania (AfD), partido de extrema derecha, que se consolidó como la segunda fuerza política nacional, desplazando al Partido Socialdemócrata (SPD) al tercer lugar. Alianza 90/Los Verdes y La Izquierda completaron el mapa electoral con un respaldo menor.

Más allá de Alemania, esta elección tiene repercusiones geopolíticas profundas. La consolidación del conservadurismo y la extrema derecha en un país clave para la Unión Europea reconfigura el equilibrio de poder en el continente y coincide con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, un factor que redefinirá las relaciones internacionales.

Desde el fortalecimiento de políticas proteccionistas y arancelarias en EE.UU. hasta las tensiones dentro de la OTAN, el liderazgo de Merz se enfrenta a desafíos complejos. Alemania, como la economía más fuerte de Europa y uno de los pilares de la Alianza Atlántica, tendrá que reposicionarse en un mundo en constante transformación.

Friedrich Merz y Ángela Merkel comparten partido, pero no ideología. Aunque Merkel simbolizó una CDU más pragmática y centrista, receptiva a los acuerdos y políticas avanzadas en asuntos como la inmigración y el cambio climático, Merz representa un cambio a la derecha con una perspectiva más conservadora y liberal en términos económicos.

Merz, quien se retiró de la política en 2009 tras perder influencia dentro del partido, regresó con fuerza luego de la derrota de la CDU en 2021. Durante su juventud fue un firme defensor del anticomunismo, una doctrina central en la Alemania Occidental y en la CDU durante las décadas de 1970 y 1980.

Su libro “Mehr Kapitalismus wagen” (“Atreverse a más capitalismo”) aboga por el liberalismo económico. También se desempeñó en el sector privado, donde tuvo una exitosa carrera empresarial antes de volver a la política activa. Ahora, como canciller, busca diferenciarse de la era Merkel con políticas más rígidas en inmigración, una mayor independencia de EE.UU. en política exterior y un enfoque más agresivo en el desarrollo económico nacional.

Su postura en temas clave es clara: defiende un control más estricto de las fronteras y ha propuesto rechazar solicitantes de asilo directamente en la frontera, alineándose con las recientes políticas migratorias de EE.UU. bajo Trump. En el ámbito energético, ha criticado la eliminación de la energía nuclear en Alemania, considerándola un «grave error estratégico».

Aunque reconoce el cambio climático, cree que ha sido sobredimensionado en el debate político. En defensa y relaciones internacionales, promueve una Europa más independiente en materia de defensa, planteando la posibilidad de compartir la fuerza nuclear francesa como alternativa a la protección tradicional de EE.UU.

La llegada de Merz al poder podría modificar significativamente la dinámica en Europa y el mundo. Alemania podría impulsar una OTAN reformada y un fortalecimiento de las capacidades de defensa de la UE, reduciendo la dependencia de EE.UU. Además, si Washington mantiene su política aislacionista, Berlín buscará nuevas alianzas estratégicas para garantizar su seguridad y estabilidad económica. A esto se suma un posible endurecimiento de las políticas migratorias, que podría generar un efecto dominó en otros países europeos, promoviendo un giro hacia posturas más restrictivas en toda la región.

Estos resultados electorales confirman una tendencia global: la búsqueda de gobiernos con mayor responsabilidad social, alejados del populismo y el autoritarismo. No obstante, el desafío para estos nuevos liderazgos será demostrar que pueden equilibrar el crecimiento económico con estabilidad social, sin caer en excesos nacionalistas o proteccionistas.

Alemania, una de las naciones más influyentes del mundo, está trazando una nueva ruta política. Su éxito o fracaso será un referente para muchas democracias en crisis, incluidas las de América Latina, que buscan modelos viables de independencia, soberanía y desarrollo sostenible. En este nuevo escenario, ¿será Alemania un faro de estabilidad o una advertencia de los riesgos del giro conservador? Solo el tiempo dirá.

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