JALISCO
El desafío de construir comunidad: Jalisco sin pulso

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
Cuando pienso en mi ciudad, viene a mi mente una singular metáfora: la de una ciudad que se queda sin semáforos. No porque haya fallado el sistema eléctrico, ni por alguna tormenta fuera de lo común, sino porque alguien, en algún punto de la cadena de decisiones, dejó de dar importancia a lo elemental.
Semáforos descompuestos, esquinas convertidas en caos, peatones que sortean autos como si se tratara de una competencia de supervivencia. Una ciudad sin semáforos es una ciudad sin reglas visibles. Por eso esta es también una metáfora precisa de lo que ocurre cuando el orden deja de importar en la administración pública.
En Jalisco, en casi todos sus rincones, hace tiempo que el orden — esa idea mínima pero poderosa que permite que una comunidad se mueva con certeza y con paz — dejó de ser una prioridad. La sensación es que hemos normalizado el desorden, lo hemos incorporado a nuestra cotidianidad al grado de que ya no nos escandalizan las estampas urbanas que deberían indignarnos.
Motociclistas que “toman” avenidas completas en las madrugadas como si se tratara de un ritual callejero, sin autoridad que los regule ni que aparezca siquiera a observar. Calles dañadas sin mantenimiento, zonas enteras que parecen atrapadas en un estado permanente de reparación y espacios públicos convertidos en campos de obstáculos urbanos.
Nada de esto es producto del azar. Son consecuencias acumuladas de administraciones que, lejos de asumir el poder como un espacio para articular el bien común, han optado por convertirlo en plataforma de promoción personal o en escenario para la simulación. Se gobierna para la cámara, para la nota, para el siguiente cargo. Se construye más desde el marketing que desde el interés público…
En los últimos años, la clase política que ha ocupado los espacios más relevantes de representación en Jalisco ha tenido muchas oportunidades para demostrar una vocación genuina de servicio, sin embargo, lo que ha predominado es una preocupante indiferencia ante lo que de verdad duele y afecta a la gente.
No obstante, lo anterior, debo precisar que no se trata de descalificar en automático ni de rechazar todo lo hecho. Sería injusto desconocer avances, logros o esfuerzos aislados (que sí han existido).
Pero dado el contexto actual, es importante precisar que cuando esos esfuerzos se ven opacados por una percepción generalizada de abandono, de soberbia, de lejanía, es momento de hacer una pausa y repensar el rumbo. Gobernar no es administrar el espectáculo. No es diseñar slogans ni coreografiar conferencias de prensa. Gobernar es saber decir que no cuando hace falta, hacer cumplir la ley, aunque no dé aplausos, construir condiciones para que el ciudadano viva mejor sin necesidad de pedir favores.
En la política local se ha instalado una peligrosa comodidad: la de creer que el control electoral equivale a legitimidad permanente. Pero los votos, aunque importantes, no son cheques en blanco. La legitimidad se renueva todos los días con decisiones sensatas, con atención al detalle, con sensibilidad frente al dolor ajeno. Y eso no se logra desde la distancia ni desde la arrogancia, sino con cercanía real, con escucha activa, con voluntad de corregir cuando se ha fallado.
Hay temas que duelen especialmente por lo que revelan. Uno de ellos es la inseguridad que no se presenta en los grandes titulares, sino en las expresiones cotidianas de miedo y vulnerabilidad. La gente ya no llama a la policía porque ha aprendido que muchas veces no llega. Las mujeres modifican sus rutas para evitar zonas donde no hay alumbrado ni vigilancia. Los jóvenes asumen que ser víctimas de robo en el transporte público es una especie de impuesto urbano no declarado. Este tipo de violencia, que se infiltra en lo cotidiano, es la que más erosiona la confianza ciudadana.
Y al mismo tiempo, se ha perdido también el sentido profundo de lo público. Muchas decisiones se toman pensando en beneficios de corto plazo, sin atender las consecuencias a futuro. Se desarrollan zonas sin infraestructura suficiente, se sobreexplotan recursos y espacios, se promueven inversiones sin planes de sostenibilidad. Todo parece orientado a mostrar resultados “visibles” que sirvan para alimentar narrativas políticas, pero que no necesariamente responden a una lógica de bienestar colectivo.
Por eso, más allá de nombres propios o colores partidistas, lo que urge en Jalisco es una nueva ética del servicio público. Una visión que recupere el valor del orden, de la legalidad, de la equidad. Que entienda que gobernar no es una oportunidad para presumir poder, sino una responsabilidad que se asume con humildad. Que sepa que el verdadero progreso no se mide por la cantidad de obras inauguradas, sino por el nivel de vida que alcanza la gente en las colonias, en los barrios, en las comunidades rurales.
Las próximas generaciones nos juzgarán por lo que permitimos que se normalizara. Por los silencios cómplices, por las omisiones disfrazadas de eficiencia, por las prioridades mal asignadas. Y si algo podemos hacer desde la crítica —una crítica honesta, constructiva, sin estridencias ni linchamientos— es señalar que no podemos seguir aceptando administra desconectada de su gente. No podemos resignarnos a vivir en ciudades donde lo caótico se vuelve parte del paisaje.
Volver a poner orden, recuperar el sentido del servicio, construir confianza, no es tarea de un solo gobierno ni de una sola persona. Pero sí comienza por reconocer que algo no está funcionando. Que hace falta mirar con más seriedad los pequeños síntomas que revelan descomposición. Que gobernar exige más que ambición: exige vocación.
Una ciudad que pierde orden también pierde su ritmo. Y una sociedad que se acostumbra a ese caos corre el riesgo de perder su esperanza. Lo que está en juego no es una elección ni una narrativa, sino la posibilidad de volver a construir comunidad.
JALISCO
El desafío de construir la paz en Jalisco: La violencia desborda los cinco primeros meses del gobierno de Lemus

Por Redacción Conciencia Pública //
Los primeros cinco meses de Pablo Lemus como gobernador de Jalisco han sido dominados por la crisis de seguridad que provoca el accionar de la criminalidad, como secuela del gobierno de Enrique Alfaro que quedó desdibujado ante los miles de desaparecidos que se acumularon durante todo el sexenio.
El 6 de diciembre de 2024, Jesús Pablo Lemus Navarro rindió protesta como gobernador constitucional de Jalisco para el periodo 2024-2030, en una ceremonia solemne en el Congreso del Estado.
En su primer discurso como mandatario, emanado del partido Movimiento Ciudadano (MC), Lemus delineó una agenda centrada en abordar la crisis de seguridad en el estado, con un énfasis particular en el combate a las desapariciones forzadas, un problema que ha marcado profundamente a Jalisco en los últimos años.
Su mensaje, cargado de compromiso y pragmatismo, buscó tender puentes con la ciudadanía, los colectivos de víctimas y el gobierno federal, mientras prometía un enfoque colaborativo para recuperar la paz en la entidad.
ESCALADA DE VIOLENCIA
Desde que Pablo Lemus Navarro asumió la gubernatura de Jalisco el 6 de diciembre de 2024, su administración ha enfrentado una escalada de violencia que ha puesto a prueba su capacidad para cumplir con su promesa de priorizar la seguridad y la búsqueda de personas desaparecidas.
Los eventos en Teocaltiche y Teuchitlán, junto con los asesinatos de alto impacto como el del exdiputado Luis Armando Córdova y la influencer Valeria Márquez, han generado críticas sobre la efectividad de sus estrategias y han evidenciado la persistente influencia del crimen organizado.
CONTEXTO DE LA CRISIS DE SEGURIDAD EN JALISCO
Jalisco lleva años siendo uno de los epicentros de la violencia en México, principalmente debido a la presencia del crimen organizado y la disputa por el control de territorios en las regiones con más de 15 mil personas desaparecidas registradas hasta mayo de 2025, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), el estado lidera las estadísticas nacionales en este rubro.
Además, delitos como homicidios dolosos, extorsión y enfrentamientos entre grupos criminales han generado un clima de inseguridad que afecta tanto a la población como a las autoridades locales.
Bajo la administración de Enrique Alfaro (2018-2024), también de Movimiento Ciudadano (MC), se implementaron medidas como el fortalecimiento de la Policía Estatal y la creación de la Fiscalía Especializada en Personas Desaparecidas, pero los resultados fueron insuficientes para frenar la violencia, dejando a Lemus un desafío monumental al inicio de su mandato.
CRISIS EN TEOCALTICHE: ASESINATOS Y CONTROL DEL CRIMEN ORGANIZADO
Teocaltiche, en la región Altos Norte de Jalisco, ha sido escenario de una ola de violencia atribuida a la disputa entre organizaciones criminales. Entre los incidentes más graves destacan:
Desaparición de policías: El 18 de febrero de 2025, ocho policías municipales y un civil (su chofer) desaparecieron mientras viajaban a Guadalajara para un control de confianza. Días después, los restos desmembrados de cuatro de ellos fueron hallados en la carretera Teocaltiche-Jalostotitlán. El gobernador Lemus reveló que el Centro de Mando y Control (C2) local operaba para el crimen organizado, y uno de los policías desaparecidos, el controlador del C2, estaba vinculado a grupos delictivos.
Asesinato de Juan Pablo Diego Alonzo Estrada: El 30 de marzo de 2025, el activista y portavoz del Frente Teocaltiche por Nuestra Gente fue asesinado en su domicilio. Aunque Lemus descartó un móvil político y lo vinculó a presuntos antecedentes por robo de hidrocarburos, la comunidad y los colectivos acusaron al gobierno de estigmatizar a las víctimas para desviar la atención.
Asesinato de José Luis Pereida Robles: El 28 de abril de 2025, el secretario general del ayuntamiento y líder del PRI en Teocaltiche fue baleado al salir de un restaurante.
Asesinato de Cecilia Ruvalcaba: El 8 de mayo de 2025, la regidora de MC y jefa de enfermeras del hospital comunitario fue asesinada en un ataque directo dentro del nosocomio, elevando la percepción de ingobernabilidad en el municipio.
Otros hechos: El 6 de abril de 2025, cuatro personas fueron asesinadas en el Libramiento Sur de Teocaltiche, y una adolescente de 15-16 años fue ejecutada frente al CBTis 247, un caso que el gobierno clasificó como feminicidio, pero que generó críticas por minimizar su relación con la violencia generalizada.
La situación llevó a la intervención de la Policía Municipal por parte del gobierno estatal, que asumió el control de la seguridad local desde febrero de 2025, acusando a la corporación de estar infiltrada por el crimen organizado. Los residentes, desesperados, han amenazado con formar autodefensas, denunciando el abandono de las autoridades estatales y federales.
TEUCHITLÁN: EL “RANCHO DEL HORROR”
En marzo de 2025, el descubrimiento de un presunto campo de entrenamiento y exterminio del crimen organizado en el Rancho Izaguirre, en la comunidad de La Estanzuela, Teuchitlán, suceso que conmocionó al país.
El fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, cuestionó que las autoridades estatales y municipales desconocieran las actividades del rancho, sugiriendo posibles vínculos con el crimen organizado.
La intervención federal en el caso, ordenada por la presidenta Claudia Sheinbaum, reflejó la desconfianza hacia las capacidades del gobierno de Jalisco para manejar la situación.
ASESINATOS DE ALTO PERFIL EN ZAPOPAN
Las últimas dos semanas han estado cargadas de asesinatos violentos en Jalisco y que han dominado la agenda pública: Teocaltiche ha sido el foco de atención por los asesinatos allí cometidos por la criminalidad y sus víctimas han sido funcionarios municipales.
La zona metropolitana de Guadalajara no se escapa a dicha violencia, como los dos crímenes registrados en Zapopan a plena luz del dia.
Valeria Márquez: El 13 de mayo de 2025, la influencer de 23 años fue asesinada durante una transmisión en vivo en TikTok en un salón de belleza en Zapopan. La Fiscalía de Jalisco investiga el caso como posible feminicidio, en un contexto de violencia de género y control territorial por el CJNG.
Luis Armando Córdova Díaz: Horas antes del asesinato de Márquez, el exdiputado del PRI fue baleado en un café en Zapopan, un hecho que subraya la vulnerabilidad de figuras públicas ante la violencia en áreas metropolitanas.
Estos casos, ocurridos en una de las zonas más urbanizadas de Jalisco, evidencian que la violencia no se limita a regiones rurales como Teocaltiche o Teuchitlán, sino que permea incluso en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), desafiando la narrativa de control territorial del gobierno estatal.
RESPUESTA DE LA ADMINISTRACIÓN DE LEMUS: INTERVENCIÓN CON ACCIONES DE GOBIERNO EN TEOCALTICHE Y TEUCHITLÁN
Lemus ha intentado abordar la crisis con medidas concretas, aunque las críticas persisten por la falta de resultados inmediatos:
Estrategia de seguridad en Teocaltiche: Tras los asesinatos de Pereida y Ruvalcaba, Lemus anunció el 12 de mayo de 2025 un plan de atención integral para Teocaltiche, Villa Hidalgo y Encarnación de Díaz, con una inversión superior a mil millones de pesos. Este incluye intervenciones en carreteras, escuelas, hospitales y programas sociales, además de un aumento de efectivos de la Policía Estatal, Guardia Nacional y Ejército Mexicano. También designó a Hermes Daniel Rodríguez Ortiz como nuevo encargado de seguridad en Teocaltiche, prometiendo una corporación depurada con elementos que hayan pasado controles de confianza.
Colaboración con el gobierno federal: Lemus ha enfatizado la coordinación con la Federación, asistiendo a reuniones con el Gabinete de Seguridad de Claudia Sheinbaum, como la del 18 de marzo en Palacio Nacional, donde acordó que la Fiscalía de Jalisco y la FGR investiguen conjuntamente el caso de Teuchitlán. Sin embargo, su salida por una puerta trasera para evitar a la prensa generó críticas por falta de transparencia.
Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas: Aunque creada como una medida emblemática para atender las desapariciones, ha sido cuestionada por colectivos como el de Ceci Flores, quienes denuncian la falta de avances y la cancelación de búsquedas.
Fortalecimiento policial: Lemus ha prometido modernizar la Policía Estatal y mejorar la coordinación con municipios, pero la intervención de corporaciones locales, como la de Teocaltiche, evidencia la desconfianza en las policías municipales, muchas de las cuales han sido infiltradas por el crimen organizado.
JALISCO
Centro de Conciliación Laboral de Jalisco: Conciliadores denuncian arbitrariedad en convocatoria

Por Raúl Cantú //
La reciente decisión de Elker Tepper, directora del Centro de Conciliación Laboral de Jalisco, de publicar una convocatoria para contratar “nuevos conciliadores” ha desatado un profundo malestar entre los trabajadores actuales, quienes enfrentan la inminente finalización de sus contratos en agosto. La medida, que parece destinada a reemplazarlos sin ofrecerles la oportunidad de ratificación, ha sido calificada por los afectados como una “determinación de horca y cuchillo” que ignora su esfuerzo, capacitación y derechos laborales.
UNA CONVOCATORIA CUESTIONADA
La convocatoria, emitida de manera sorpresiva, ha generado indignación entre los conciliadores, quienes consideran que no solo se les excluye injustamente, sino que también se violan principios establecidos en la Ley de los Servidores Públicos y los lineamientos internos del Centro. Según los afectados, la disposición obliga a los nuevos conciliadores a cubrir sus propios gastos de traslado, incluso si son reubicados a otros municipios, junto con los costos asociados a sus familias, lo que contradice la normativa que estipula que dichos gastos deben ser asumidos por el Estado.
“Es una clara violación a nuestros derechos laborales”, afirmó uno de los conciliadores, quien prefirió mantener el anonimato. “Hemos invertido tiempo, esfuerzo y recursos personales en capacitaciones, muchas de ellas fuera del horario laboral, con la promesa implícita de una ratificación. Ahora, nos dejan en la incertidumbre sin explicaciones claras”.
INVERSIÓN SIN RECOMPENSA
Los conciliadores denuncian que, a pesar de haber recibido múltiples capacitaciones —incluyendo tres certificaciones del sistema CONOCER avaladas por la Secretaría de Educación Pública—, su esfuerzo parece no ser valorado. “Tengo más de 50 constancias de cursos que tomé para dar lo mejor en el Centro. Algunos implicaron dobles turnos o sacrificar mi hora de comida, todo con la esperanza de consolidar mi puesto”, relató otro trabajador afectado. “¿Para qué se invirtió tanto dinero y tiempo si ahora parece no tener valor?”.
Los primeros meses de operación del Centro fueron particularmente extenuantes, con jornadas que se extendían más allá del horario laboral sin compensación por horas extras. “Aunque ahora hay más organización, los inicios fueron caóticos. Trabajamos bajo presión extrema para sacar adelante este proyecto, y ahora nos descartan sin considerar nuestro desempeño”, añadió.
FALTA DE CLARIDAD Y RESPUESTAS
Uno de los puntos más criticados es la ausencia de lineamientos claros sobre el proceso de ratificación. Los conciliadores aseguran que, a pesar de su disposición a someterse a evaluaciones, no se les ha comunicado cómo ni cuándo se definirá su continuidad. “Estoy dispuesto a poner mis números sobre la mesa. Sé que estoy entre los mejores, pero no nos dan ni la oportunidad de demostrarlo”, señaló un conciliador.
La situación plantea interrogantes sobre la gestión de Elker Tepper y la postura del gobierno estatal, encabezado por el gobernador Pablo Lemus. Hasta el momento, ni la Secretaría del Trabajo ni las organizaciones obreras han emitido un posicionamiento oficial, lo que aumenta la incertidumbre y el descontento entre los trabajadores.
UN PRECEDENTE PREOCUPANTE
La decisión de reemplazar a los conciliadores sin un proceso de ratificación no solo afecta a los trabajadores directamente involucrados, sino que también envía un mensaje desalentador sobre la valoración del esfuerzo y la estabilidad laboral en el sector público. Los conciliadores, quienes han desempeñado un rol clave en la resolución de conflictos laborales en Jalisco, consideran que esta medida mina la confianza en las instituciones y desincentiva la profesionalización.
“¿Cómo inviertes en capacitar a abogados, los preparas durante meses y luego los descartas sin más? Esto no solo es injusto, sino que pone en riesgo la continuidad y calidad del servicio que ofrecemos”, cuestionó otro afectado.
UN LLAMADO A LA REFLEXIÓN
La controversia en el Centro de Conciliación Laboral pone en el centro del debate la necesidad de políticas laborales justas y transparentes. Los conciliadores exigen que se respete su trayectoria, se les brinde la oportunidad de ratificación basada en méritos y se esclarezcan las razones detrás de la convocatoria. Mientras tanto, la falta de respuestas por parte de las autoridades y la aparente arbitrariedad de la decisión de Tepper amenazan con escalar el conflicto, afectando no solo a los trabajadores, sino también a la credibilidad del proyecto de conciliación laboral en Jalisco
EL CCLEJ NACIÓ EN OCTUBRE DEL 2022 CON GRANDES EXPECTATIVAS
Fue el 3 de octubre del 2022 cuando fue inaugurado el Centro de Conciliación Laboral del Estado de Jalisco (CCLEJ), cuyo primer director fue Enrique Flores y se creó con la meta de conciliar el 80% de las solicitudes prejudiciales de conflictos laborales en un máximo de 45 días, según destacó Flores en entrevista con Conciencia Pública.
Este organismo público descentralizado, ubicado en la Ciudad Judicial de Guadalajara, comenzó operaciones como parte de la tercera etapa de la Reforma Laboral en Jalisco. Con autonomía técnica y de gestión, el CCLEJ tiene la facultad exclusiva de mediar en conflictos laborales de competencia estatal, promoviendo soluciones rápidas y equitativas.
Cuando el CCLEJ empezó operaciones se dijo que buscaría transformar la resolución de conflictos laborales al garantizar celeridad, gratuidad y accesibilidad. Los procedimientos se desahogan en 45 días, no requieren abogado y exigen la presencia personal de las partes, lo que fomenta un diálogo directo entre empleadores y trabajadores.
El conciliador propone soluciones justas para alcanzar un convenio con efecto de sentencia ejecutoria. Si no hay acuerdo, se emite una constancia de no conciliación, permitiendo a las partes acudir a los juzgados laborales del Poder Judicial.
Enrique Flores subrayó la importancia de la capacitación de los conciliadores y el uso de tecnología para garantizar transparencia y evitar prácticas irregulares, como la corrupción. El Centro inicia con “carga cero”, ya que la Secretaría del Trabajo resolvería los casos pendientes hasta el 30 de septiembre de 2022. Este enfoque permite al CCLEJ concentrarse en nuevos conflictos, con 23 conciliadores distribuidos en la Zona Metropolitana de Guadalajara (16), Puerto Vallarta (2) y una conciliador por cada delegación en Autlán de Navarro, Colotlán, Ocotlán, Zapotlán El Grande y Lagos de Moreno.
Un avance clave es la humanización del proceso: el modelo promueve que empleadores y trabajadores se vean como personas, reconociendo el esfuerzo del empleado y la inversión del empresario. La conciliación personal elimina intermediarios, reduciendo el riesgo de prácticas corruptas y fortaleciendo la confianza en el sistema. “Hoy tenemos la oportunidad de mantener limpio algo que nace limpio”, afirmó Flores, destacando la transparencia como pilar del CCLEJ.
El CCLEJ representa una apuesta por una justicia laboral ágil, transparente y equitativa en Jalisco. Al priorizar la conciliación prejudicial, busca reducir la carga de los juzgados laborales, garantizar acuerdos justos y fortalecer las relaciones laborales en el estado, marcando un precedente en la implementación de la Reforma Laboral a nivel nacional.
JALISCO
Una deuda pendiente de Andrés Oppenheimer

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
Hace más de dos décadas, en una conferencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en San Juan, Puerto Rico, escuché al periodista argentino y premio Pulitzer Andrés Oppenheimer abordar el flagelo del narcotráfico que azotaba a Estados Unidos. Su tesis era contundente: los capos mexicanos y latinoamericanos dominaban el negocio de las drogas en el país de las barras y las estrellas.
Pero una pregunta me inquietaba: ¿qué papel jugaba la corrupción en Estados Unidos, donde los grandes narcotraficantes parecían operar en las sombras, sin los reflectores que en México o Colombia señalaban a figuras como Pablo Escobar, Rafael Caro Quintero o Miguel Ángel Félix Gallardo, entre otros.
En el turno de preguntas, planteé mi duda: si en América Latina los capos tenían “fecha de caducidad” una vez señalados, ¿por qué en Estados Unidos la prensa, incluidas las investigaciones periodísticas, rara vez identificaba a los líderes del narcotráfico? Oppenheimer no esquivó la cuestión: “La corrupción debe ser muy grande”, respondió. Explicó que las drogas ingresan por aire, mar o tierra, y para circular hasta los consumidores requieren complicidades de agentes antidrogas, fiscales, jueces y autoridades. Sin esa red de encubrimiento, el negocio colapsaría.
Añadió una observación incisiva: para los legisladores estadounidenses, era más fácil culpar a los gobiernos de países productores, acusándolos de proteger cárteles, que enfrentar a los actores locales que manejan la distribución y el lavado de dinero. Esta narrativa, señaló, convertía a los estadounidenses en víctimas de “villanos” extranjeros, un enfoque que Oppenheimer exploró en su libro Crónicas de héroes y bandidos (1998), donde retrataba las dinámicas de poder en América Latina con agudeza y humor.
Intrigado, le pregunté cuándo escribiría sobre los capos estadounidenses, esos nombres que el periodismo rara vez destapa. “Es un gran tema”, reconoció, prometiendo abordarlo en el futuro. Años después, en otra reunión de la SIP, lo volví a encontrar y le recordé su deuda con los lectores. Con evasivas, dijo que el libro seguía pendiente. Aquella promesa, lamentablemente, no se ha cumplido.
La anécdota revela una verdad incómoda: el narcotráfico no es solo un problema de los países productores. En Estados Unidos, la opacidad que rodea a los grandes distribuidores sugiere una red de complicidades que el sistema prefiere no iluminar. Mientras en México o Colombia los capos son perseguidos con nombres y apellidos, en el norte los responsables operan en un silencio que protege intereses poderosos.
Oppenheimer, con su olfato periodístico, lo entendió, pero su reticencia a profundizar en el tema deja un vacío en el análisis de un negocio que cruza fronteras.
Una verdad a medias es una deuda con la justicia
La reflexión de Oppenheimer, aunque incisiva, quedó incompleta. El narcotráfico es una cadena global donde todos los eslabones—productores, distribuidores, consumidores y encubridores—comparten responsabilidad. En 2025, con el fentanilo y otras drogas sintéticas agravando la crisis en Estados Unidos, la pregunta sigue vigente: ¿quiénes son los capos que operan desde las sombras del poder? El periodismo, como el de Oppenheimer, tiene el deber de señalarlos, no solo de narrar las historias de “héroes y bandidos” del sur. Mientras esas verdades permanezcan ocultas, la lucha contra las drogas será una batalla a medias, y la justicia, una promesa incumplida.
LA HIPOCRESÍA DE WASHINGTON
¿Quién los entiende? Primero el gobierno norteamericano que encabeza el presidente Donald Trump declara terroristas a cárteles mexicanos y luego negocian con Ovidio Guzmán. En efecto, este gobierno que encabeza el magnate inmobiliario ha elevado la retórica al designar como «organizaciones terroristas» a seis cárteles mexicanos, incluido el Cártel de Sinaloa, en febrero de 2025.
Esta medida, presentada como una estrategia para combatir el narcotráfico y la violencia transnacional, se tambalea ante la revelación de un acuerdo que permitió a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín «El Chapo» Guzmán, negociar su declaración de culpabilidad por narcotráfico a cambio de la protección de 17 de sus familiares en suelo estadounidense.
La contradicción es flagrante: ¿cómo puede Washington calificar a los cárteles como terroristas, prohibiendo cualquier trato con ellos, mientras facilita la entrada de familiares de un líder criminal bajo un supuesto «criterio de oportunidad»?
Esta doble moral no es nueva en la política exterior de Estados Unidos. La designación de cárteles como terroristas, que implica sanciones drásticas como el congelamiento de activos y la prohibición de vínculos comerciales, busca proyectar una imagen de mano dura contra el crimen organizado.
Sin embargo, la negociación con Ovidio Guzmán, confirmada por el secretario de Seguridad mexicano Omar García Harfuch, revela que el Departamento de Justicia de Estados Unidos está dispuesto a flexibilizar su postura cuando le conviene, priorizando la obtención de información sobre redes criminales por encima de sus propios principios. Este pacto, que incluyó el traslado de Griselda López Pérez, exesposa de «El Chapo», y otros 17 familiares a través de la garita de San Ysidro, se realizó sin notificar al gobierno mexicano, lo que constituye una afrenta a la soberanía nacional.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha exigido transparencia, recordando que Estados Unidos «ha dicho que no negocia con terroristas». Su reclamo pone en evidencia la incoherencia de una política que etiqueta a los cárteles como amenaza global, pero permite acuerdos opacos que benefician a figuras clave del narcotráfico. La designación de «terroristas» no solo complica la cooperación bilateral, al abrir la puerta a posibles intervenciones unilaterales en México, sino que también parece ser una herramienta política para justificar negociaciones selectivas que sirven a los intereses estadounidenses, como el combate al tráfico de fentanilo, mientras ignoran el impacto en la estabilidad de México.
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