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Poder intangible que mueve mercados: La fragilidad del coloso; cuando el ego quiebra la esencia corporativa

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

La reputación corporativa es uno de los elementos clave para el éxito de una empresa. Cuando una empresa tiene una buena reputación, los clientes están más dispuestos a recomendar su producto o servicio a otros y, como consecuencia, invertir más en él.

Gracias a ello, la empresa empieza a destacarse sobre la competencia y a su vez, contribuye al éxito a largo plazo. Además, una buena reputación es vital para la fidelización de los clientes y la lealtad de los empleados.

¿Una buena reputación es una casualidad? Para nada, detrás de ello existen estrategias para lograr ese anhelado reconocimiento y conectar con los consumidores de forma más eficaz. Cuando una empresa tiene una buena reputación, los clientes están más dispuestos a recomendar su producto o servicio a otros y como consecuencia, invertir más en él.

Gracias a ello, la empresa empieza a destacarse sobre la competencia, y a su vez, contribuye al éxito a largo plazo. Además, una buena reputación es vital para la fidelización de los clientes y la lealtad de los empleados.

La reputación corporativa no es un accesorio, sino el núcleo vital de una empresa, de cualquier organización. Joan Costa, pionero en comunicación estratégica, la define como «el constructo mental colectivo que sintetiza valores, comportamientos y expresiones simbólicas de una organización, generando confianza y diferenciación en la mente de los públicos». Este activo intangible, construido durante años, puede evaporarse en meses cuando la identidad se fractura. El caso Tesla-Elon Musk es un manual de cómo la politización y el liderazgo tóxico destruyen valor.

LA IDENTIDAD CORPORATIVA: TEORÍA VS REALIDAD

Para Costa, la identidad corporativa integra tres dimensiones inseparables: visual (logos, diseño), cultural (valores, ética), comunicacional (relatos, experiencias).

Su coherencia genera «vínculos emocionales que trascienden lo transaccional». Empresas como Apple ejemplifican esta sinergia: innovación no es solo su producto, sino su ADN percibido.

EL RIESGO DEL “EFECTO HALO” INVERTIDO

Cuando el líder se convierte en la marca —como Musk con Tesla— su imagen personal opera como un «pararrayos reputacional». El consultor Enrique Dans advierte: «La politización de un CEO transfiere sus conflictos a la marca, alienando a consumidores cuya lealtad se basa en valores, no en ideologías».

Tesla: De Icono Verde a Arma Política

2012-2023 La travesía de un titán: Tesla encarnaba innovación sostenible. Sus clientes compraban «un estilo de vida ecológico y vanguardista». Entre 2012 y 2023, Elon Musk transformó su visión futurista en un imperio que lo coronó como la persona más rica del mundo, con un patrimonio que superó los $400 mil millones en diciembre de 2024.

Su saga comenzó con SpaceX, que revolucionó la industria aeroespacial al lograr cohetes reutilizables y misiones tripuladas para la NASA, desafiando las barreras técnicas y financieras. Paralelamente, Tesla lideró la electrificación del automóvil, impulsada por innovaciones como el piloto automático y una escalada bursátil histórica, aunque enfrentó investigaciones por seguridad y volatilidad en sus acciones.

Musk personificó la sagacidad empresarial al tejer sinergias entre sus empresas: los datos de Tesla alimentaron proyectos de IA, mientras que la compra de Twitter (rebautizada X) en 2022 por 44 mil millones de dólares le otorgó un megáfono global y acceso a un «banco de datos humano» para entrenar sus modelos de inteligencia artificial. Esta red le permitió lanzar xAI en 2023, rivalizando con OpenAI, que él mismo cofundó y luego abandonó por diferencias éticas.

Su gusto por el riesgo fue legendario: apostó fortunas en proyectos considerados «locura» (como colonizar Marte o chips cerebrales de Neuralink) y asumió deudas personales millonarias respaldadas por sus acciones. Esta audacia casi lo lleva a la quiebra en 2018, pero su recuperación en 2023 —con una ganancia neta de $95,400 millones— demostró su resiliencia.

Como innovador transhumanista, impulsó la fusión humano-máquina: Neuralink buscó conectar cerebros a computadoras para «defender la conciencia humana» ante la IA, mientras sus robots Optimus y el supercomputador Dojo exploraron la inteligencia artificial física. Su personalidad, marcada por el síndrome de Asperger y una infancia de acoso, lo llevó a trabajar 100 horas semanales, exigir lo imposible a sus equipos y defender con vehemencia que «la conciencia humana es una chispa sagrada».

Aunque humanizó la tecnología, su estilo confrontativo —desde tuits polémicos hasta disputas con Trump que amenazaron contratos gubernamentales en 2025— reveló la paradoja de un “genio” capaz de salvar especies y sabotearse.

2024-2025: La identidad verde se oscurece con sombras partidistas. Elon Musk, el multimillonario director ejecutivo de Tesla y SpaceX, quien, en su momento, fue un crítico abierto de Donald Trump durante su campaña electoral en Estados Unidos en 2016, abandonó sus raíces en el Partido Demócrata para adoptar las políticas de Trump durante el segundo mandato del republicano.

Frustrado por las regulaciones de la era Obama que sofocaban sus emprendimientos, Musk abrazó la agenda de Trump de recortes de impuestos y desregulación.

Su vínculo creció desde el respeto mutuo hasta convertirse en una sólida alianza política, que llevó a Musk el año pasado a respaldar la campaña de reelección de Trump con casi 300 millones de dólares, y apoyando al partido ultraderechista alemán AfD.

Cuando Donald Trump regresó a la Casa Blanca, en enero de 2025, el hombre más rico del mundo asumió un papel asesor en la administración, liderando el controvertido Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE).

Encargado de recortar drásticamente el gasto público, el papel de Musk generó controversia, la que impactó en el precio de las acciones de Tesla y las ventas de automóviles. Tras meses de presión por parte de los inversores, Musk acordó el mes pasado reducir su trabajo en el gobierno de Trump. (dw.com)

LA TORMENTA PERFECTA: DOGE, TRUMP Y EL SUICIDIO REPUTACIONAL

Musk justificó su rol en el DOGE como «servicio público», pero los hechos revelan contradicciones:

Descrédito operativo: Prometió ahorrar $2 billones al gobierno; solo logró $175 mil millones, tachados de «sobreestimados» por auditorías.

Desconexión corporativa: Mientras Tesla caía, Musk dedicaba 4 días/semana al DOGE. Fondos de pensiones exigieron «40 horas semanales en Tesla o su renuncia».

En junio de 2025, la alianza se rompe: El jueves (5/6/2025), luciendo una camiseta con el logo de «The Dogefather», Musk recibió una despedida inicialmente cordial del presidente en la Oficina Oval.

Pero Trump no pudo contener su frustración por las críticas anteriores de Musk al amplio proyecto de ley de impuestos y gastos de su administración, que el fundador de Tesla calificó de fiscalmente imprudente y una «abominación repugnante».

Después de que Musk acusó al presidente estadounidense de presuntos vínculos con el delincuente sexual infantil Jeffrey Epstein, la conferencia de prensa terminó con Trump amenazando con revocar los contratos gubernamentales de Musk, lo que podría costarle a su imperio comercial miles de millones de dólares.

En las siguientes horas, la disputa se extendió a las redes sociales, donde ambos repitieron sus comentarios de la Casa Blanca, lo que llevó al propietario de SpaceX a anunciar el desmantelamiento inmediato de su nave espacial Dragon, antes de parecer dar marcha atrás.

Resultado: Tesla cae 14% en bolsa; Musk pierde $34,000 millones en horas.

ANÁLISIS DE EXPERTOS, ¿SE PUEDE REPARAR EL DAÑO?

a) Diagnóstico desde las 6 Claves del Marketing Reputacional

Cultura: Tesla traicionó su propósito ambiental.

Comunidad: Los fans lideran ahora el movimiento #TeslaTakedown.

Escucha activa: Musk ignoró el descontento de clientes e inversionistas.

Stakeholders: La marca perdió neutralidad ideológica.

Liderazgo: Musk es visto como «impredecible y polarizante».

Contexto: En una era de crisis, las marcas deben ser «anclas de estabilidad».

b) La receta de Joan Costa para la reconstrucción

Costa enfatiza que «la identidad no es estática; requiere adaptación constante». Para Tesla, esto implicaría:

Desacoplar marca y CEO: Nombrar un vocero neutral para recuperar credibilidad.

Reactivar el propósito verde: Inversiones visibles en sostenibilidad.

Transparencia radical: Auditar impactos sociales/ambientales con terceros.

«Una identidad corporativa fracturada solo se recompone con coherencia entre lo que dices, haces y eres» — Joan Costa.

CUANDO UN LÍDER DEVORA A LA MARCA

El derrumbe de Tesla deja tres enseñanzas para la comunicación estratégica:

El peligro del «mesianismo CEO»: Ningún líder es más grande que la organización. Como señala el informe RepTrak 2025«el 68% del valor reputacional de una empresa reside en sus acciones colectivas, no en su figura visible».

Política y marca: mezcla inflamable: La consultora Edelman advierte: «Tomar partido en guerras culturales sin un propósito auténtico aliena al 47% de los consumidores».

La resiliencia está en la esencia: Marcas como Nike o Starbucks sobrevivieron crisis reconectando con su identidad fundacional, no con giros reactivos.

¿ZOMBI CORPORATIVO O RENACIMIENTO?

Tesla encarna hoy la paradoja de un gigante tecnológico convertido en «cadáver reputacional»: innova, pero sin alma; vende, pero sin lealtad. Su rescate exige más que un nuevo modelo de baterías: requiere que Musk «deje de ser el protagonista para ser el arquitecto de un relato colectivo». Mientras, el caso sirve como recordatorio de que en la era de la transparencia radical, la identidad corporativa no es lo que construyes en un tablero, sino lo que otros guardan en su memoria emocional.

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