OPINIÓN
Del alma
Comuna México, por Benjamín Mora //
Durante su mañanera del viernes 5 de julio, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó el programa de prevención en el consumo de drogas con el lema “Juntos por la paz”, que abarcará acciones culturales y deportivas, así como de salud mental e identificación de factores de riesgo. De acuerdo con el presidente, el programa no se quedará en la prevención, sino que aspira a la recuperación de la salud de la sociedad. Lo aplaudo; no obstante, hay quienes critican al presidente haber hecho referencia del “alma” de las personas, alegando que ello rompe con la laicidad del Estado mexicano. Complicado debate.
Al presidente López Obrador le ha sido fácil perderse en su religiosidad cristiana no católica al punto de entregar a sus hermanos evangélicos, a través de Arturo Farela, presidente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice), la responsabilidad del reparto de su Cartilla Moral. En el fondo, quizá, AMLO busque que católicos morenistas identifiquen a su 4T con los evangélicos y gane algunas “almas” a su causa redentora.
No estamos ante un reto menor para el Estado mexicano. A decir del Arturo Farela, Benito Juárez deberá cerrar sus ojos. Más aún, se ha atrevido a alterar la oración que el propio Jesús enseñó a sus apóstoles y discípulos para quedar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, en el nombre de Jesucristo, te ruego que cuides al presidente, a su esposa, sus hijos, a todo su gabinete, que lo dirijas, que le des la sabiduría, el discernimiento, para que él pueda ejercer su responsabilidad conforme a tu voluntad, en el nombre de Jesús, te lo ruego padre celestial”. Así, ni cómo dudar de que las mañaneras son obra divina.
La laicidad del Estado mexicano no es un capricho sin sentido histórico. Benito Juárez lo dijo: “los gobiernos civiles no pueden tener religión, pues de lo contrario serán incapaces de garantizar la libertad religiosa de sus ciudadanos”. La laicidad, bien entendida y ejercida, garantiza la religiosidad del pueblo y la no religiosidad de quien así lo decida.
Vivimos en la antesala de un fundamentalismo gubernamental religioso. Me parece que López Obrador no comprende que la centralidad de la vida de Jesús no fue lo religioso ni la religiosidad sino lo humano y la humanidad, como bien señala José María Castillo en su libro “La laicidad del Evangelio”.
La complacencia evangélica de Andrés Manuel López Obrador podría volverse conflictiva si su pasión mesiánica no se armoniza con otras visiones religiosas y otras posturas no religiosas, agnósticas y ateas. El presidente puede, si así lo desea y es congruente con su juarismo, dictar un memorándum en el que ordene la laicidad como la esencia de su gobierno… siendo, además, mandato constitucional. El presidente debe dejar, en manos de su gobierno, después de su valoración objetiva del contenido, la promoción de su Cartilla Moral. Ojalá entienda y acepte que la laicidad permite que las instituciones de la República sean para todos, sin discriminación ni distinción ninguna. El liberalismo de Juárez, tomado del pensamiento de José María Luis Mora, nos lleva a la autonomía de pensamiento y de creencia que dan como resultado autonomía política, ideológica y ética.
Nicolás Sarkozy, ante el papa Benedicto XVII, dijo, al referirse al encuentro de la democracia y la religión cristina, “son patrimonios vivos de reflexión y de pensamiento, no solo sobre Dios, sino también sobre el hombre, la sociedad e incluso sobre la naturaleza”. Cabe señalar que Francia es la única nación europea que recoge en su Constitución el término laicidad.
Mi abuela Rafaela, profundamente creyente, solía decirme: “Primero sé buen ciudadano y después buen creyente, pues lo segundo está condicionado a lo primero”. El laicismo ordenado al Estado mexicano, desde la Carta Magna, implica la ausencia de todo privilegio que hoy se rompe desde la Presidencia de la República.
Pero volvamos al tema de las drogas.
Aplaudo la determinación del gobierno que enriquece la respuesta que dio al expresidente Ernesto Zedillo sobre replantear el paradigma seguido en relación con las drogas, pues, según aquel, el modelo prohibicionista había fracasado. Creo que el fracaso no es por la prohibición en sí, sino por una evidente confabulación habida entre los narcos y los cuerpos policiales y algunos gobernantes, por jueces y complacencias de padres y medios masivos.
El consumo de drogas puede tener serias consecuencias en el cómo funciona el cerebro, el desempeño en la escuela, el encontrar y mantener un empleo, las relaciones familiares y de pareja… Negarlo es mentirse. El consumo de drogas sí altera el normal funcionamiento del cerebro al actuar sobre neurotransmisores como la dopamina o la serotonina, liberados en la sinapsis, modificando el proceso natural de intercomunicación neuronal y en la producción y recaptación de los neurotransmisores. A nivel funcionalidad del cerebro, se ha observado desajuste neuroquímico en referencia a la motivación, la memoria y el control cognitivo. Se tienen registros de pérdida neuronal, problemas neurodegenerativos, disminución de proteínas ácidas fibrilares gliales y otras consecuencias. Negarlo es mentirse y proponer cambios de paradigmas sin revisar los procesos fallidos es ceder el Estado mexicano a los narcos.
