MUNDO
La era de los siervos digitales: El gobierno de las megacorporaciones

-Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 2) En los años ochenta, la corporatocracia parecía invencible. Grupos como la Trilateral Commission o el Business Roundtable redactaban tratados en oscuros despachos, y el Consenso de Washington convirtió crisis económicas en oportunidades para el saqueo.
Naomi Klein lo documentó con escalofriante detalle en La Doctrina del Shock: gobiernos del Sur Global, ahogados por deudas impagables, fueron forzados a desmantelar industrias nacionales y abrir sus mercados como frutas maduras.
México vivió su punto de inflexión en 1994 con el TLCAN, tratado que el exembajador Jorge Castañeda describió como «un documento redactado por cabilderos corporativos en pasillos del Capitolio»; mineras canadienses adquirieron derechos sobre territorios sagrados de los wixárikas sin consulta previa, mientras Walmart desplazaba a 28,000 pequeños comerciantes en cinco años. Era el triunfo del capital sobre el Estado: las corporaciones escribían las reglas, los gobiernos las rubricaban. El libre comercio reveló su verdadero rostro: libertad para los capitales, servidumbre para los pueblos.
Pero este poder palidece ante la metamorfosis actual. Como explica Yanis Varoufakis, mientras el mundo discutía crisis financieras o calentamiento global, “el capital mutó en una forma tóxica: el capital de nube”. Este no produce bienes, sino que extrae rentas digitales.
Jeff Bezos, señor de Amazon, no fabrica productos; su algoritmo actúa como un aduanero invisible que cobra el 40% del valor de cada transacción en su feudo digital. Si la corporatocracia explotaba mano de obra, el tecnofeudalismo cosecha comportamientos humanos: cada like, cada búsqueda, cada paso geolocalizado alimenta su stock de capital.
Silicon Valley completó la trifecta del dominio con una revolución digital que la socióloga de Harvard, Shoshana Zuboff, disecciona en El Capitalismo de la Vigilancia. Lo que comenzó como utopías libertarias en garajes californianos se transformó en el más sofisticado sistema de extracción de experiencia humana jamás concebido.
Para 2025, el 60% del PIB de Latinoamérica depende de infraestructura digital controlada por cinco corporaciones estadounidenses, cuyos servidores devoran datos como Moloch modernos.
En las calles de Yakarta, Indonesia, un conductor llamado Budi Santoso maneja catorce horas diarias para la plataforma Grab. La aplicación le cobra el 30% de cada viaje, controla sus bonificaciones mediante algoritmos opacos y acumula datos de sus rutas que vende a urbanistas en Singapur. «Soy un siervo con smartphone”, confiesa mientras revisa su saldo diario que apenas alcanza para el arroz y el combustible.
Este modelo de vasallaje digital se replica en geografías distantes, pero con patrones idénticos. En las montañas de Colombia, repartidores de Rappi pagan «alquiler digital» por usar sus propias motocicletas. En las llanuras kenianas, agricultores ven fluctuar sus ingresos según los algoritmos de precios de commodities que Cargill ajusta desde Minneapolis. En hospitales mexicanos, médicos utilizan diagnósticos de IA (Inteligencia Artificial) de IBM Watson que privatizan su conocimiento clínico acumulado en décadas de práctica.
La aristocracia financiera opera desde torres de cristal donde analistas de BlackRock, gestores de más de 12.5 billones de dólares en activos, envían emails a presidentes exigiendo «reformas promercado». El Nobel Joseph Stiglitz reveló que una comunicación de Larry Fink al presidente mexicano en 2020 López Obrador contenía demandas específicas sobre política energética que aparecieron literalmente en decretos oficiales tres meses después.
Los tribunales corporativos del CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones) constituyen la maquinaria legal de este nuevo feudalismo. En salas blindadas de Washington, árbitros privados deciden casos como el de Pacific Rim contra El Salvador, donde la minera canadiense demandó 300 millones de dólares porque el gobierno se atrevió a proteger sus fuentes hídricas.
O el escandaloso caso Vattenfall contra Alemania, donde la empresa energética exigió 6,100 millones de euros por compensación cuando Berlín decidió abandonar la energía nuclear tras el desastre de Fukushima. «Son juicios donde las corporaciones son juez y parte”, denuncia el analista geopolítico Pepe Escobar desde su refugio en Estambul. «Los Estados han sido reducidos a administradores de feudos corporativos».
EL MECANISMO DE LA TRANSICIÓN
El rescate bancario con 35 billones de dólares impresos por los bancos centrales —mientras se imponía austeridad a los Estados— creó un vacío donde solo las tecnológicas invirtieron. Google, Amazon y Meta absorbieron capital barato para construir infraestructuras de vigilancia masiva. Como señala Varoufakis, «fue el parto financiado del tecnofeudalismo”.
La captura de los Estados vasallos: Costa Rica intentó en 2022 regular plataformas digitales. La respuesta fue una llamada de ejecutivos de Amazon advirtiendo de «consecuencias». Horas después, la Oficina de Comercio de EE.UU. la incluyó en la lista «301» de países piratas.
Mientras, tribunales de arbitraje como el CIADI permiten a corporaciones demandar Estados: El Salvador fue condenado a pagar $300 millones por proteger sus fuentes hídricas de una minera canadiense. Los parlamentos, reducidos a notarios de sentencias corporativas.
La sustitución de los mercados por feudos digitales: Uber no compite en un mercado libre: impone su feudo mediante capital especulativo. Sus algoritmos fijan precios, salarios y rutas, mientras los conductores de plataforma -como Budi Santoso- trabajan 14 horas diarias, entregando el 30% de sus ingresos como diezmo digital. Pequeñas empresas sobreviven solo si pagan tributo a Amazon por aparecer en resultados de búsqueda.
SIERVOS CON SMARTPHONES
Bajo la corporatocracia, la explotación era claramente visible: fábricas contaminantes, salarios de hambre. El tecnofeudalismo opera mediante una ilusión de libertad:
Trabajamos gratis para los señores de la nube: Subir fotos a Instagram o videos a TikTok es producir «capital de nube» sin remuneración. Varoufakis lo define: «Somos siervos de la nube que reproducimos voluntariamente su riqueza”.
Nuestros deseos son manufacturados: Los algoritmos de TikTok o Netflix no reflejan preferencias, las crean. Shoshana Zuboff revela cómo el «capitalismo de vigilancia» convierte emociones en materia prima para moldear conductas. Un agricultor keniano cree elegir libremente semillas, pero su “decisión” fue programada por la app de Cargill que analiza sus datos.
La identidad digital es un feudo: Como alerta Varoufakis, «para identificarte en internet, necesitas que tu banco avale quién eres. No posees tu identidad digital».
REBELION EN LOS BURGOS DIGITALES
Frente a este poder, emergen contranarrativas: Argentina desafió a Meta en 2024 con un «impuesto al capital de nube» del 3% sobre ingresos digitales. Tras ciberataques, la AFIP confiscó cuentas locales de la empresa.
Comunidades zapatistas en Chiapas crearon Tequio Digital, redes autónomas que proveen internet por $1 dólar mensual, usando radiofrecuencias libres. «Recuperamos el espectro como nuestros abuelos recuperaron la tierra», explica su fundador.
Kenya desarrolló auditorías blockchain para rastrear evasión fiscal digital, recuperando $480 millones de Netflix y Spotify.
¿FIN DE HISTORIA O NUEVO CONTRATO SOCIAL?
El tecnofeudalismo no es un destino inevitable, sino una fase histórica. Como escribió Eduardo Galeano, «la utopía está en el horizonte: caminamos dos pasos, ella se aleja dos pasos». Hoy, la batalla redefine la soberanía: o los pueblos controlan los algoritmos, o los algoritmos controlarán a los pueblos.
La pregunta que late en cada grieta del sistema —desde un repartidor de Rappi en Bogotá hasta un programador en Bangalore— es si seremos ciudadanos del siglo XXI o siervos digitales con derechos de usuario revocables.
(continuará…)
MUNDO
¿Qué pasa allá?

-Opinión, por Luis Manuel Robles Naya
No es fácil entender qué es lo que está pasando en la economía estadounidense. La impredecibilidad de la conducta del presidente Trump manda señales que causan incertidumbre en el escenario económico mundial.
Desconcierta que, a pesar de que los números recientes muestran una caída en el consumo y alzas moderadas en la inflación, las operaciones bursátiles reflejan una actividad inusualmente positiva ante estas circunstancias.
Hasta ahora, las postergaciones de los plazos para la fijación de aranceles y las negociaciones en curso han mantenido a la actividad bursátil en una relativa normalidad, pues hay inversionistas convencidos de que Donald Trump no cumplirá sus amenazas arancelarias. En el sector ha trascendido el concepto “TACO” (Trump Always Chicken Out) y al parecer confían en que eso sucederá.
También influye para esta relativa calma bursátil que la inflación, aunque ha subido, no ha tenido un impacto significativo; sin embargo, el factor de incertidumbre ha llevado a la acumulación de inventarios que habrán de salir cuando haya mayor claridad; mientras tanto, muchas empresas han revisado y reducido sus previsiones de ganancias.
Aún no se sabe cómo afectará la política arancelaria a la industria tecnológica que depende de cadenas de aprovisionamiento con productos fabricados en China y otros países afectados por los aranceles y, al conocerse, podría terminar esta indiferencia aparente del mercado de acciones.
Por otra parte, las disposiciones presupuestarias de Trump no atacan de fondo el déficit presupuestario y a decir de algunos congresistas y comentaristas, por el contrario, lo aumenta. La economía pierde impulso, no crece; el mercado laboral se enfría y el gasto del consumidor desciende.
Ante eso, la lógica y el sentido común aconsejarían echar para atrás la actitud radical proteccionista, pero Trump ha demostrado que la lógica no aplica en su caso empeñado también, como está, en incrementar el poder y autoridad del presidente por sobre jueces y órganos autónomos.
Lo que se advierte, desde mi punto de vista, es que los inversionistas están manteniendo artificialmente la calma en el sector bursátil porque este está fuertemente concentrado y los activos familiares invertidos en acciones están en niveles históricos, según lo señala el Financial Times.
La apuesta a que Donald Trump reculará es arriesgada, porque de no hacerlo los factores económicos hoy contenidos se manifestarán con toda su fiereza. Hasta ahorita el sector corporativo estadounidense ha mostrado resiliencia, pero estar condicionados a la veleidosa conducta del mandatario obliga también a extremar precauciones, particularmente en el área bursátil, porque una rectificación desde los niveles que hoy se observan de acumulación de activos familiares puede ser catastrófica.
El otro tema es el impacto que la estrategia económica tiene en la corrección de las finanzas públicas. Muchos piensan que la “Gran y Hermosa” ley propuesta, que contiene disposiciones fiscales, traerá altos costos sociales. Junto con los aranceles, pretende componer las desbalanceadas cuentas nacionales, reducir su déficit en el gasto público, aumentar sus ingresos, disminuir la deuda y reordenar el gasto gubernamental. Los objetivos son razonables, pero las formas y las decisiones no parecen serlo.
Los economistas han advertido el alto costo a pagar si se materializa el paquete completo de medidas proteccionistas, pues juzgan que con ello podrá salvar al gobierno, pero la economía tendrá que absorber el costo y eso puede doler. Se espera que los incrementos de precios resultantes de los aranceles afecten los márgenes de ganancias, reduzcan el consumo y afecten al crecimiento económico.
La falta de certidumbre repercute en el aspecto político porque las percepciones ciudadanas ya se mueven en las mediciones de opinión. Big Data Poll, la encuestadora más favorable al presidente, ya registra una aprobación negativa y otras agencias como Reuters/Ipsos registran la misma tendencia. La percepción sobre el rumbo del gobierno también es negativa y es presumible que esto afecte y mueva el panorama político para la próxima elección.
El apoyo en el segmento MAGA, el bastión de duros del régimen, también está disminuyendo, lo que supone pérdida de fortaleza incluso para las negociaciones con sus socios comerciales y aliados en la geopolítica internacional.
La fortaleza militar y el poderío económico que aún conserva el país vecino le permiten a su presidente presionar al mundo para demostrar fuerza, que muchos ya consideran menguante; sin embargo, la desconfianza resultante de sus aliados y socios con su política proteccionista lo aíslan cuando más consciente debiera estar de la necesidad de unificar al hemisferio occidental.
La economía ha traído de vuelta la Guerra Fría y el presidente estadounidense le está agregando algidez. Creo que le convendría revisar la historia, pues en el siglo XX el vecino país del norte nunca pudo ganar una guerra solo; siempre tuvo que hacerlo con aliados. Como en el pronóstico del tiempo, lo probable puede suceder o no, pero de que los tiempos son nublados, lo son, especialmente para México, sumamente dependiente de la economía de Estados Unidos.
MUNDO
La fuerza de la herencia mexicana en Los Ángeles

-Opinión, por Violeta Moreno
Como mexicana, me duele profundamente la persecución que enfrentan en Estados Unidos las personas por su “apariencia mexicana”.
Esta actitud, que evoca el racismo de épocas oscuras como la Segunda Guerra Mundial, se ha intensificado con discursos que generalizan a los mexicanos como “enemigos públicos” o responsables de las dificultades de aquel país.
Este terrorismo racial no solo es injusto, sino que siembra miedo, polarización y tensiones sociales en comunidades donde la diversidad debería ser un pilar de fortaleza. Los Ángeles, una ciudad con raíces hispánicas profundas, fundada por españoles y con una vibrante comunidad latina, es un claro ejemplo de cómo estas políticas hieren el corazón de una ciudad que lleva la cultura mexicana en su esencia.
La reacción del gobierno estadounidense, especialmente bajo la administración del presidente Trump, ha sido desproporcionada. Arrestar a personas por su apariencia en lugares cotidianos como Home Depot, o deportar a ciudadanos estadounidenses de origen latino, constituye un atropello a los derechos humanos.
Estas acciones no solo afectan a indocumentados, sino también a inmigrantes legales y a personas nacidas en Estados Unidos, separándolas de sus familias y comunidades. Casos documentados de deportaciones injustas, donde ciudadanos estadounidenses o residentes legales han sido expulsados, han generado terror e incertidumbre.
Este enfoque no solo es cruel, sino que alimenta una narrativa peligrosa que estigmatiza a toda una comunidad, ignorando su contribución histórica y cultural.
Los Ángeles no es una ciudad “invadida” por extranjeros, como algunos sectores quieren hacer creer. Su identidad hispánica es intrínseca, tejida desde su fundación por colonos españoles y enriquecida por generaciones de mexicanos, muchos de ellos nacidos en EE.UU.
Esta presencia no es una ocupación, sino una expresión natural de su herencia cultural. La comunidad latina, con su carácter binacional, aporta una riqueza única que fortalece el tejido social y económico de la ciudad.
Lo que algunos en EE.UU. perciben como “desorden”, otros lo reconocen como una lucha pacífica por los derechos humanos en un país construido por inmigrantes de todos los rincones del mundo. La felicidad y resiliencia del pueblo mexicano, capaz de encontrar lo bueno en medio de lo malo, parece generar envidia en quienes no comprenden que la alegría es una elección interna, no un privilegio externo.
El discurso de Trump, buscando complacer a sus seguidores más radicales, ha profundizado la polarización. Al priorizar la “firmeza” y el “control”, ha legitimado actitudes xenófobas que dividen a la sociedad estadounidense.
Sin embargo, también hay voces en el país vecino del norte que valoran la diversidad y ven en las protestas pacíficas de Los Ángeles un esfuerzo legítimo por defender los derechos de todos, independientemente de su origen.
Esta dicotomía refleja la complejidad de un país que, aunque fundado por inmigrantes, a veces lucha por aceptar su propia diversidad. Desde México, vemos con tristeza cómo se criminaliza a nuestra gente. Ser mexicano es más que una nacionalidad; es una actitud de resistencia, esperanza y comunidad. Acoger a los deportados no es solo un acto de solidaridad, sino un reconocimiento de que este es su hogar, un país que nunca les cerrará las puertas.
Muchos de los mexicanos en territorio estadounidense, legales o no, contribuyen significativamente al crecimiento de ese país. Son trabajadores, estudiantes, empresarios y ciudadanos que fortalecen a ambas naciones. Incluso aquellos que, por necesidad o desconocimiento, cruzaron la frontera sin documentos, no son delincuentes; son personas que buscan una vida mejor, como lo han hecho inmigrantes de todas las épocas.
Espero de corazón que cese el miedo y las consecuencias económicas y sociales de estas políticas. Los Ángeles merece recuperar la paz, una ciudad que no solo es un crisol de culturas, sino un símbolo de la conexión histórica entre México y Estados Unidos.
La verdadera paz llegará cuando el pueblo y el gobierno estadounidenses acepten que la historia española e indígena es parte fundamental de su identidad. Reconocer esta herencia compartida no debilita a EE.UU., sino que lo enriquece.
Los mexicanos, ya sean indocumentados, legales o ciudadanos binacionales, son parte del alma de Los Ángeles. Su presencia no es una amenaza, sino un recordatorio de la historia compartida que une a ambos países. Desde mi perspectiva, la solución no está en muros o deportaciones, sino en el diálogo, el respeto y la colaboración.
México y EE.UU. son vecinos inseparables, aliados en innumerables sentidos, y nuestra cercanía trasciende fronteras. Que Los Ángeles vuelva a ser un faro de esperanza, donde la diversidad sea celebrada y donde mexicanos y estadounidenses podamos seguir construyendo un futuro juntos, como pueblos hermanos que, a pesar de las dificultades, se quieren y se respetan.
MUNDO
Las clases medias globales, entre la estabilidad y el abismo

-Política Global, por Jorge López Portillo Basave
No todas las clases medias, populares o altas son iguales. Dos pláticas me vienen a la mente al leer los resultados de estudios económicos de Europa y de Asia realizados y publicados por el UBS-Financial Group para analizar la economía y la riqueza de diversos países y regiones segmentando por edad y por riqueza acumulada.
Hace años me decía un amigo cura, quien hablaba 7 idiomas y era doctor en Historia, que el celibato de la iglesia no solo era tema de espíritu, sino también de dinero. No era lo mismo ser la esposa o el hijo de un curita de pueblo que el de un cardenal. Por otro lado, hace unos días, un buen amigo, exitoso empresario cuya familia tiene ideas de izquierda y de apertura total de migración, me platicaba que en su más reciente viaje por Europa fue acompañado por sus dos hijas adolescentes y su esposa. Lo que más les gustó de toda Europa fue Suiza y Luxemburgo “… por ser limpios, ordenados y con edificios y fachadas bien cuidadas”.
¿Qué queremos decir con esto? Empecemos con lo que me decía mi amigo que fue sacerdote desde su juventud hasta los 101 años, cuando Dios le llamó. Es obvio que no es lo mismo ser el cura de San José Obrero en Zapopan que el de la Basílica de San Juan de Letrán en Roma.
Y no es lo mismo vivir en una ciudad en la que la ley se respeta y el esfuerzo se premia a en una zona en la que la pobreza es utilizada como moneda política para mantener el poder a cambio de ser omisos en la aplicación de la ley en contra de delincuentes o de organizaciones delictivas de todo tipo, porque ser pobre no es ser delincuente ni ser rico el no serlo.
Ni el ser rico es sinónimo de abuso o maldad, ni el ser pobre es sinónimode virtud o de martirio. Mi amigo empresario me decía que lo único que sí sintió es que era muy caro, hasta para él, que es clase alta.
Este estudio abarca 2 segmentos: Del 2020 al 2024 y otro solo del 2023 al 2024 en el que se analizaron 26 países de Europa y otro tanto de Asia y de América. En el estudio se vio claramente que en los años 23-24 los países que más mejoraron su clase media fueron Hungría e Italia. Países que en general no son ricos, pero que en los años recientes aplicaron reformas para fomentar el trabajo y bajar la delincuencia. En el mismo estudio se ve que Suiza tiene un promedio de riqueza 3 veces por arriba de Francia y 2 por arriba de Francia. Ojo, no hablamos del ingreso per cápita, sino de la cantidad de activos y pasivos que tienen los adultos en esos países.
Como dije, destacan Hungría e Italia con incrementos en riqueza de 18% y del 15% en comparación con China que bajó 6% en ese mismo periodo o Alemania o Francia que crecieron solamente el 10%. Llama la atención que Suiza haya crecido casi lo mismo que Francia con un cercano 8%. Uno puede decir que cuando estás pobre puedes crecer más rápido porque todo te falta y cuando eres rico ya no hay mucho lugar.
Otros pueden decir que la riqueza se acumula y por eso crece y la pobreza no cede, por eso los pobres no crecen en su acumulación de bienes. Como vemos, estas dos ideas son contrarias. Es verdad que cuando uno está muy mal, cualquier ingreso es representado en un alto porcentaje, y también es verdad que cuando uno es rico, el generar aumentos de porcentaje es más difícil. Por eso es por lo que este estudio resulta tan interesante y me recordó a mis amigos antes mencionados.
Por un lado, vemos que Suiza tiene no solo la cantidad más amplia de clase media y media alta, y claro, de superricos, lo que hace que sus pobres se vean más pobres. Pero Suiza ha cambiado poco en sus políticas y en su población por años. Es decir, es muy estable. Por otro lado, y en el extremo de casi explosión social está Turquía con un 70% de personas con pobreza económica. Muy cerca de ahí están Grecia y otros países de la región. Por su parte, toda Europa del centro-sur tiene niveles de clase media muy baja en comparación con los países que se congelan 8 de los 12 meses del año.
Para mí es evidente que las políticas laxas que premian la pereza y la delincuencia han arruinado a Europa y la llevarán a una mano dura y radicalización. El clima no tan extremo, ha fomentado una migración masiva que no solo importa mano de obra barata, sino que muchas veces importa también costumbres laborales o sociales de dependencia gubernamental, clásica en países colonizados o no democráticos, que por la pobreza y las dadivas controlan a sus poblaciones.
Mi amigo, cuya familia piensa que es compasivo dejar que la gente robe, que los blancos son opresores y causantes de todos los males de África y América Latina o que está bien que millones de personas paguen a traficantes de personas para viajar sin documentos, quedó enamorado de los países que no permiten esas conductas. De hecho, para comprar en Suiza no solo se necesita dinero, sino permiso, y hay ciudades como Ginebra en las que simplemente no hay ventas para los no nativos.
Mi exitoso amigo de raíces tapatías con millones de pesos se pregunta por qué Trump ataca a los inmigrantes mientras que vive en una casa con murallas y armas para proteger sus bienes.
En contraste, otro tapatío decidió tramitar sus papeles para poder trabajar legalmente en Estados Unidos y viajar con facilidad migratoria a todos los países de la región del Pacífico, desde Canadá hasta Rusia y China. Reunió sus papeles, tardó como 4 meses y después esperó otros 3, pero hoy él puede trabajar de manera legal en casi todos los países del Pacífico.
No es tan rico como mi otro amigo, que es también muy trabajador, pero que está dejando a sus hijos creer que el comunismo es la respuesta. El otro tapatío decidió no esperar a ver si de manera ilegal podía trabajar como lo hacen millones de personas en el mundo por necesidad económica, pero también por permisividad de los gobiernos de ambos lados, que los prefieren indocumentados y dependientes.
Así las cosas, ser clase media en China no es lo mismo que serlo en Suiza o en España. Pero las clases medias son las que mueven a las economías y a las naciones. Una clase media más rica permite mayor consumo de valor agregado y demanda servicios de calidad. Una clase alta puede ir a donde quiera a gastar o a buscar calidad o servicios, y una clase pobre solo puede aspirar a comer y a tener servicios que le dé su gobierno a cambio de su voto en una espiral de abuso criminal.
La tristeza es que la democracia se haya puesto la responsabilidad de sacar a la gente de la pobreza cuando eso no es democracia. China bajó su riqueza de clase media de manera pronunciada durante los dos últimos años (8%), pero aun así logró acumular un crecimiento del 20% en el periodo 2020-2024. Esto muestra que la caída de Turquía y de China o Rusia o el alza de Italia, Hungría no fueron un asunto de democracia, sino de forma de gobierno y de educación.
Si usted vive en Turquía, se piensa que la clase media es de $16 mil euros en adelante, mientras que si vive en Suiza, es de $600 mil euros en delante. Todos somos iguales, pero hay unos más iguales que otros. Del 2020 al 2024 en Turquía, la clase económica menos pudiente alcanzó el 70% de la población. Es decir, que el 70% de los que viven allá no tienen ni esos $16 mil euros entre todos sus bienes, desde casa y auto hasta cuentas de banco.
Qué tiene Suiza, que no tiene la Turquía de hoy (por decir, algún país de los que se están empobreciendo). Pues podríamos decir que Turquía tiene mucho más que Suiza y aun así su clase media es 60 veces más pobre y 7 veces más grande, ya que en Suiza solo el 11% de la población está debajo del nivel de clase media, muy cerca del 10% en Alemania.
Por cierto, Alemania, Reino Unido y Francia van por muy mal camino; su clase media se está quedando atrás. No tan mal como Turquía o Grecia, pero mal para lo que eran. Uno puede decir que Rusia o China están en otro problema de guerras y de pleitos, pero Alemania y Francia solo tienen la razón de haberse dejado caer por una mala interpretación de la caridad que raya en la criminalidad.
Si vemos a Hungría e Italia, que están en pobreza en comparación con otros europeos, han mejorado mucho en 2 años al iniciar políticas de legalidad que dan certeza a los particulares, incluso a los delincuentes, de que la ley se aplica.
Si no educamos a las nuevas generaciones para esforzarse, respetar la ley y para exigir calidad, ellos crecerán pensando que les deben dar todo en la mano y que la calidad es para otros. La educación, y no solo la de títulos universitarios, sino la educación en amplio sentido, no solo para los europeos, sino en especial para los mexicanos de aquí y de más allá de nuestras fronteras y, claro, para los que ahora viven en Jalisco llegados desde otros países en busca de un mejor futuro.