MUNDO
El arte en la economía global, desafíos y oportunidades

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
El arte y la economía global han entablado una relación simbiótica compleja, donde la creatividad y el capital se entrelazan de manera inseparable. Con un mercado valuado en más de 57,000 millones de dólares en 2024, el arte trasciende su papel tradicional como expresión cultural para convertirse en un activo económico significativo, un motor de desarrollo y un termómetro de las dinámicas geopolíticas. Esta intersección modela no solo las industrias creativas, sino también las economías nacionales y las estrategias de inversión en un mundo incierto.
ENTRE LA INCERTIDUMBRE Y LA RESILIENCIA
El mercado artístico global enfrenta en 2025 un panorama de contrastes. Por un lado, la euforia inicial tras eventos como las elecciones estadounidenses generó expectativas de mayor liquidez. Por otro, factores como las políticas arancelarias de la administración Trump —con tarifas del 25% sobre importaciones desde China y México— han introducido volatilidad, especialmente en obras vinculadas a industrias pesadas como la escultura en acero. Esta incertidumbre afecta particularmente al segmento de obras «trofeo» (piezas de alto valor), cuya demanda se ha enfriado, mientras que las transacciones de obras asequibles (por debajo de los 50,000 dólares) mantienen un crecimiento estable.
La resiliencia del mercado se evidencia en su capacidad de adaptación. Ferias como Art Basel —con sedes en Basilea, Miami, Hong Kong y próximamente en Doha— actúan como barómetros de estas dinámicas. En 2023, la edición de Hong Kong atrajo a 86,000 visitantes, y aunque las grandes galerías reportan ventas previas a la inauguración, las más pequeñas enfrentan desafíos para cerrar transacciones. Este fenómeno refleja una brecha creciente entre élites económicas y actores emergentes, pero también subraya el papel de las ferias como plataformas de visibilidad y networking más que como espacios puramente comerciales.
ARTE COMO INVERSIÓN
Invertir en arte ha demostrado ser una estrategia rentable y estabilizadora en tiempos de incertidumbre. Entre 1995 y 2022, el arte contemporáneo superó en un 3.6% el rendimiento anual del índice S&P 500, duplicando las apreciaciones del oro y los bienes raíces. Según Artprice, 100 euros invertidos en arte en el año 2000 equivaldrían a 709 euros en 2023, frente a los 260 euros del S&P 500.
Sin embargo, la inversión requiere discernimiento. Obras de artistas consagrados como Picasso, Basquiat o Miró mantienen una demanda sólida —en 2023, Basquiat generó 240 millones de dólares en ventas—, mientras que el segmento «ultracontemporáneo» (artistas nacidos después de 1975) experimentó una corrección de precios del 30-70% tras la burbuja especulativa de 2020-2022 (es.artealdia.com). Expertos como Elisa Hernando, CEO de Arte Global, enfatizan la necesidad de evaluar trayectorias artísticas, representación en instituciones y estrategias de promoción para minimizar riesgos.
Además de su rentabilidad, el arte funciona como valor refugio. Su tangibilidad y opacidad lo convierten en un activo estratégico en contextos de inestabilidad política o crisis migratorias, donde obras de pequeño formato pueden transportarse como capital concentrado. Para coleccionistas, también representa una herramienta de expresión personal y legado cultural, conectándolos con narrativas históricas e identitarias.
IMPACTO ECONÓMICO Y SOCIAL
La contribución del arte a la economía global trasciende las transacciones comerciales. En España, por ejemplo, un estudio de la fundación Cotec reveló que, por cada euro invertido en cultura, se generan 1.75 euros en retorno económico. Los sectores culturales crecen un 40% más que la media nacional, superando a industrias como la textil o farmacéutica, y fomentan un turismo sostenible y de alto gasto —uno de cada cuatro visitantes internacionales elige destinos por su oferta cultural—.
A nivel regional, iniciativas como la feria ESTE ARTE en Uruguay ilustran cómo el arte puede transformar economías locales. En su undécima edición (2025), la feria ha creado un mercado inexistente previamente, profesionalizando artistas, introduciendo términos como «curador» o «coleccionista» en el lenguaje cotidiano, y atrayendo inversiones a Punta del Este. Su enfoque en la calidad —el 100% de las galerías participantes vende obras— demuestra que modelos curatoriales rigurosos pueden generar ecosistemas viables.
La innovación tecnológica también abre nuevas fronteras. El Premio Theodora en ESTE ARTE 2025, por ejemplo, incentiva el uso de inteligencia artificial en procesos creativos, reflejando una tendencia global hacia la digitalización. Según el informe de Art Basel y UBS, el comercio electrónico representó el 18% de las ventas totales en 2024 (más de 10,000 millones de dólares), con un crecimiento del 3% en el número de transacciones. (bbva.ch)
DESAFÍOS ESTRUCTURALES
A pesar de su potencial, la economía del arte enfrenta contradicciones profundas. La precariedad laboral es endémica: en España, el 34% de los trabajadores culturales son autónomos —el doble que en otros sectores—, con salarios irregulares y alta exposición al desempleo (elpais.com). Aunque los ingresos medios de los artistas suelen equipararse a los de otras profesiones (con una brecha de solo el 3% en ingresos vitalicios), la disparidad entre artistas consagrados y emergentes es abismal (revistadelibros.com).
Epistemológicamente, la economía del arte ha priorizado visiones reduccionistas. Durante décadas, equiparar el valor artístico al precio de mercado ignoró dimensiones simbólicas, sociales y críticas.
Como señala Andrea Giunta, el mercado del arte «compromete espacios y actores que intervienen en la construcción de legitimidades», pero su lógica financiera con frecuencia subordina expresiones del sur global a parámetros estéticos dictados desde centros hegemónicos.
La globalización financiera ha exacerbado estas asimetrías. Mientras obras de 400 años de antigüedad provenientes de China están sujetas a aranceles por su origen geográfico, ferias como Art Basel expanden su influencia a regiones como Qatar para impulsar mercados regionales. Esto refleja una tensión entre la homogenización comercial y la diversidad cultural, donde artistas latinoamericanos, africanos o asiáticos luchan por visibilidad en un sistema dominado por circuitos occidentales.
HACIA UNA ECONOMÍA CULTURAL PLURAL
El futuro de la economía del arte dependerá de su capacidad para integrar visiones más inclusivas. Estudios como The Creative Wealth of Nations de Patrick Kabanda argumentan que el desarrollo debe medirse no solo por indicadores económicos, sino por la experiencia cultural personal. Iniciativas como el Plan Estratégico de Acción Cultural Exterior en España buscan corregir desequilibrios, impulsando la internacionalización de artistas locales.
La sustentabilidad también emerge como prioridad. Ferias como TEFAF Maastricht reportan un creciente interés por obras antiguas y clásicas, sugiriendo un giro hacia la atemporalidad frente a modas efímeras. Simultáneamente, la digitalización —desde blockchain hasta IA— ofrece herramientas para democratizar el acceso, garantizar procedencia y reducir intermediarios.
En el corazón de esta transformación yace una reconceptualización del valor artístico. Como propone Michael Hutter en The Rise of the Joyful Economy, la innovación artística ha generado crecimiento económico durante siglos, desde el descubrimiento de la perspectiva en el siglo XV hasta las variaciones en serie del arte contemporáneo. Entender el arte como motor de alegría y bienestar, más allá de su precio, podría ser la clave para economías más humanas y resilientes.
La relación entre arte y economía global es un tejido vivo de oportunidades, contradicciones y reinvenciones. Con un mercado que rivaliza con el PIB de naciones enteras, el arte se consolida como activo financiero, catalizador de desarrollo y termómetro de las pulsiones geopolíticas.
Sin embargo, su verdadero potencial radica en trascender la lógica mercantil: en vez de preguntarnos cuánto vale una obra, deberíamos cuestionar cómo contribuye a imaginar futuros más equitativos y sostenibles. Como resume David Throsby, la cultura no es un lujo, sino un bien público cuyo retorno de la inversión multiplican lo aportado. En un mundo incierto, el arte sigue siendo la inversión más bella —y estratégica— de todas.
MUNDO
Acuerdo de alto al fuego entre Israel y Hamás busca poner fin al horror, aunque persisten interrogantes

– Por Redacción Conciencia Pública
Tras más de dos años de conflicto, Israel y Hamás han firmado un acuerdo para una tregua temporal acompañado de un intercambio de rehenes y prisioneros.
En este pacto, Hamás se compromete a liberar a los rehenes israelíes que aún estén con vida, y a cambio Israel liberará a cientos — incluso miles — de prisioneros palestinos. La firma del convenio fue producto de intensas negociaciones indirectas llevadas a cabo en Sharm el-Sheij (Egipto), con la mediación de Estados Unidos, Catar, Egipto y Turquía.
Israel aceptó también una retirada parcial de sus fuerzas en Gaza como parte del paquete negociado. No obstante, la aplicación del pacto depende de una ratificación oficial por parte del gobierno israelí.
En cifras, se estima que Hamás liberará alrededor de 20 rehenes vivos que le restan, más los cuerpos de quienes fallecieron mientras estaban detenidos. Israel, por su parte, liberará cerca de 2,000 prisioneros palestinos, excepto los terroristas que participaron directamente en el ataque contra Israel el 07 de octubre de 2023.
El intercambio se realizará por fases: se prevé que los primeros movimientos ocurran en los días siguientes a la aprobación estatal israelí.
Aunque este pacto es visto por algunos como un hito diplomático, contiene múltiples interrogantes. Entre los puntos no resueltos están el desarme de Hamás, el papel político del grupo en el futuro de Gaza y la soberanía palestina.
Además, hay sectores dentro del poder israelí — especialmente de tendencia ultraderechista — que han expresado su rechazo al acuerdo y podrían obstaculizar su ejecución.
La implementación del acuerdo requerirá vigilancia internacional. Se espera que garantes externos supervisen el cumplimiento de las distintas fases, desde la liberación hasta la retirada militar parcial y la apertura humanitaria.
Aun así, la experiencia reciente advierte que cada etapa puede ser objeto de demoras, interpretaciones divergentes o incluso rupturas.
El contexto es abrumador: desde el inicio del conflicto, se han reportado más de 67,000 muertes en Gaza, muchas de ellas civiles, mientras que el ataque inicial de Hamás en octubre de 2023 causó aproximadamente 1,200 muertos en Israel y la captura de 251 rehenes.
Para las poblaciones atrapadas en el enfrentamiento, las esperanzas con este pacto no pueden disociarse del temor: ¿logrará imponerse la paz sobre la ruptura?
En última instancia, el éxito —o fracaso— del acuerdo no dependerá solo de las letras firmadas, sino de la voluntad real de las partes para transformarlas en acción durable.
Si los liberados regresan con vida, si el retorno de los prisioneros se realiza sin tropiezos, y si Gaza vuelve a ver ingreso efectivo de ayuda humanitaria, podríamos estar ante un punto de inflexión. Pero si el pacto se queda en promesa incumplida, alimentará la desconfianza y prolongará el sufrimiento.
MUNDO
Francia mira hacia México: interés europeo por el gobierno de Claudia Sheinbaum

– Por José Modesto Barros Romo
A un año de haber asumido la presidencia de México, Claudia Sheinbaum se ha convertido en una figura de atención global. Desde París hasta Bruselas, su estilo de gobierno, sus reformas sociales y su firmeza frente a los Estados Unidos despiertan un creciente interés en los círculos políticos y académicos europeos.
En Francia, medios como France 24, Le Monde y el CNRS han dedicado amplios espacios a analizar su perfil, su política interior y su papel como la primera mujer presidenta en la historia mexicana.
El interés francés no es casual. En un contexto internacional marcado por el avance de la derecha populista y el repliegue de muchas democracias, México ofrece un caso singular: un gobierno progresista que combina ciencia, ecología y política social.
Sheinbaum, doctora en ingeniería energética y exintegrante del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), representa para Europa una nueva clase de liderazgo: técnico, racional y comprometido con la justicia social. Su discurso feminista y su promesa de “poner a los pobres primero” contrastan con las tendencias autoritarias que dominan en buena parte del continente americano e incluso en algunas partes de Europa y Asia.
Durante su primer año de gestión, Sheinbaum ha mantenido una alta popularidad, impulsada por un avance en la reducción de la pobreza, el aumento del salario mínimo y el fortalecimiento de los programas sociales. Los observadores europeos destacan que estos resultados no se explican solo por la continuidad del proyecto de López Obrador, sino por una administración más metódica, con énfasis en el orden, la transparencia y la rendición de cuentas.
Francia, que atraviesa su propio debate sobre la igualdad de género y la transición ecológica, observa en México un experimento político de gran valor simbólico.
Uno de los temas que más atención ha generado en los foros franceses es la reforma judicial mexicana. La elección directa de jueces y magistrados —una medida sin precedentes a nivel mundial— ha sido vista en Europa como una apuesta arriesgada por democratizar la justicia, aunque no exenta de riesgos.
Investigadores del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS, por sus siglas en francés), como Hélène Combe, han subrayado la importancia del intento mexicano por romper con décadas de impunidad, aun cuando la baja participación electoral (13 %) y las acusaciones de politización ensombrecen los resultados iniciales.
En materia de relaciones exteriores, la prensa francesa destaca la capacidad de Sheinbaum para mantener la autonomía nacional frente a Estados Unidos. Su frase “cooperamos, pero no nos sometemos” resonó en los medios galos como símbolo de una política exterior soberana.
Incluso cuando el expresidente Donald Trump amenazó con endurecer aranceles y militarizar la frontera, México optó por la diplomacia firme, enviando refuerzos militares a sus fronteras sin ceder en su dignidad. Ese equilibrio entre pragmatismo y soberanía ha sido interpretado en Europa como una lección de política exterior latinoamericana.
Francia también observa con atención el componente feminista y cultural de la llamada “Cuarta Transformación”. En los debates televisivos franceses, se ha destacado cómo el ascenso de Sheinbaum refleja tres décadas de feminización de la vida política mexicana. Hoy el Congreso es paritario y más del 50% de los cargos locales están ocupados por mujeres. “El tiempo de las mujeres ha llegado”, dijo un analista en France 24, aludiendo al impacto simbólico que tiene que una nación históricamente patriarcal haya elegido a una científica feminista como jefa del Estado.
Este interés europeo no se limita a la política. En el ámbito económico y ambiental, el modelo de desarrollo sustentable promovido por México podría ofrecer nuevos puentes de cooperación con la Unión Europea. París ve en Sheinbaum una interlocutora con quien se puede dialogar sobre energía limpia, justicia climática y reducción de desigualdades.
La “presidenta científica” se ha convertido en un referente de gobernanza moderna, donde, hasta el momento, la evidencia y la ética pública reemplazan el populismo y la improvisación de administraciones pasadas.
México, por tanto, vuelve a ocupar un lugar importante en el mapa de la atención internacional. A ojos de Francia y del mundo, el país se está transformando en una especie de laboratorio político donde se combinan la ciencia, la igualdad y la justicia social bajo un liderazgo femenino que redefine la izquierda latinoamericana.
Los expertos europeos coinciden en que si logra consolidar sus reformas y mantener su independencia diplomática, política y administrativa, incluso frente a varios de sus propios compañeros de partido (Morena-AMLO), Claudia Sheinbaum podría pasar a la historia no solo como la primera presidenta de México, sino como el rostro de una nueva era de cooperación entre América Latina y Europa.
AQUÍ PUEDE VER UNO DE LOS PROGRAMAS FRANCESES DONDE SE HA ANALIZADO EL GOBIERNO DE CLAUDIA SHEINBAUM:
JALISCO
Edición 810: Claroscuros de la reforma a la Ley de Amparo de Sheinbaum: Javier Hurtado ve la mano de EEUU, GAFI y T-MEC
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LAS NOTICIAS PRINCIPALES:
Fernando Espinoza de los Monteros: Reforma a la Ley de Amparo, una traición a su esencia
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Del arroz al silicio

– Opinión, por Miguel Anaya
En octubre de 1949, Mao Zedong proclamó la República Popular China sobre los escombros de una guerra civil y de siglos de invasiones extranjeras. Era un país rural, analfabeto, con hambre y sin rumbo. 75 años después, esa misma nación fabrica teléfonos y desarrolla apps que influyen en todo el mundo. El gigante, en teoría comunista, es parte vital del rompecabezas capitalista. Ironías del progreso.
China no conquistó el mundo con ejércitos, sino con contenedores, con comercio. No levantó su poder con discursos sensacionalistas, sino con fábricas. Mientras occidente se perdía en contradicciones sociales y culturales, China hablaba poco, trabajaba mucho y exportaba todo.
El secreto no está solo en la economía, sino en la idiosincrasia. China entendió el comunismo con alma confuciana: orden antes que libertad, armonía antes que rebeldía. Mao, no impuso una doctrina foránea; apenas adaptó la vieja idea de que el individuo debe inclinarse ante el todo. Así, el Partido Comunista se convirtió en una versión moderna de un imperio: no se cuestiona, se obedece; no se dice, se hace.
Claro que el camino no fue un cuento chino. El “Gran Salto Adelante” fue más bien un salto al vacío: millones sufrieron entre hornos de hierro y campos estériles. La Revolución Cultural desató una purga donde callar se volvió virtud y la lealtad, salvoconducto. Pero incluso en el desastre, el sistema sobrevivió. China tiene una habilidad ancestral para convertir la tragedia en método.
Luego llegó Deng Xiaoping, un pragmático con alma de comerciante. Su frase, “no importa de qué color sea el gato con tal de que cace ratones”, inauguró el comunismo más rentable de la historia. Permitió la riqueza privada, pero no la libertad pública; abrió las puertas del mercado, pero cerró las ventanas del poder. El resultado: cientos de millones salieron de la pobreza, mientras el partido consolidó el control absoluto.
Hoy, China es el espejo que el mundo observa con una mezcla de fascinación y recelo. Produce, compra, vende y presta. Dirige satélites, controla redes sociales y construye su propio universo digital. Lo que empezó como una extraña mezcla del capitalismo de Occidente y el comunismo de la Unión Soviética, la convirtió en el competidor más disciplinado.
Mientras en las democracias los presidentes cambian cada cuatro o seis años, en China los planes se diseñan para medio siglo. Mientras aquí debatimos el precio de la gasolina, allá diseñan los autos eléctricos que la harán obsoleta.
Y mientras unos discuten si la inteligencia artificial es peligrosa, China ya la utiliza para vigilar a sus ciudadanos, predecir sus hábitos y hasta modelar su “buena conducta”. Orwell se quedó corto: el Gran Hermano aprendió mandarín.
Pero más allá de todo, hay algo que resulta innegable: China entendió el poder como una ciencia exacta. No necesita persuadir, solo demostrar eficiencia. Donde Occidente se desangra en ideologías, China se concentra en resultados. Donde otros prometen libertad, China ofrece prosperidad. Y aunque lo nieguen los románticos, la prosperidad convence mejor que cualquier discurso.
El dragón no rugió: esperó. Tejió mientras otros se distraían en guerras, elecciones o redes sociales. Planeó mientras el mundo lo subestimaba. Y cuando todos despertaron, ya era demasiado tarde: China estaba en los bolsillos, en las pantallas, en las deudas y en los sueños del siglo XXI.
Quizá no sea el modelo ideal para imitar, pero sí el espejo que obliga a mirar sin filtros. Porque, al final, China no sustituye el poder económico, militar y ni el alto consumo de Estados Unidos, pero si hace ver un mundo distinto. Una realidad qué algunos admiran y otros más, temen.