NACIONALES
Corrupción
– Opinión, por Luis Manuel Robles Naya
Tan antigua como la existencia de las sociedades organizadas, la corrupción es tentación, aquí y en China, dicho esto solo por mencionar un lugar distante. En algunos países es sancionada incluso con pena de muerte; en otros, la tolerancia es cero y se persigue hasta en los más altos niveles.
En México, a pesar de discursos y leyes, la corrupción se tolera, se encubre, y las instituciones y normas hechas para combatirla son extraídas del cajón para darles generalmente un uso político.
Lo que ha sucedido en estos días con el asunto del contrabando de hidrocarburos en buques que pasaban por las aduanas controladas por miembros de las fuerzas armadas no es de ninguna manera el inicio de una batida formal contra la corrupción, ni deriva de una política pública ahora sí decidida a combatirla.
Es presumible que podría haber continuado la operación del ilícito, si no fuera porque en Estados Unidos detuvieron, en mayo de 2025, a integrantes de la familia Jensen, residentes en Utah y Texas, acusados de procesar petróleo crudo robado por un cartel mexicano y transportarlo a México en barcos, derivando esta acción de la persecución que en ese país se ha dado contra las actividades de los carteles mexicanos.
En el marco de los acuerdos y compromisos que nuestro gobierno ha tenido que formalizar para evitar la fijación de aranceles, era imposible no dar seguimiento a la cadena de pruebas que la investigación estadounidense arrojó. No hacerlo era dar la razón a lo que las autoridades estadounidenses de todos los niveles han dicho respecto al contubernio de instancias oficiales con las organizaciones del narcotráfico.
Son evidentes los esfuerzos de comunicación que han hecho, desde la presidente Sheinbaum hasta el fiscal Gertz Manero y el secretario de Seguridad García Harfuch, para evitar que el escándalo manche al ex titular de la Secretaría de Marina y que trascienda hasta el mismo expresidente López Obrador, sin embargo, fue él mismo quien causó que la corrupción hoy manche a una de las instituciones más respetadas y reconocidas.
En octubre de 2022, publiqué en Conciencia Pública una colaboración con el título «Manzana envenenada», derivada de la decisión presidencial que asignaba a las fuerzas armadas funciones de control y operación en aduanas, puertos, aeropuertos y otras distintas a su función militar.
Expresaba en ese entonces: “El presidente (AMLO) ha puesto la manzana prohibida de la tentación en el árbol institucional de las fuerzas armadas».
Para la milicia es una prueba por la que, a mediano plazo, habrán de sufrir un desgaste explicable. Puede ser que, por la institucionalidad y disciplina castrense, se supere la prueba de la honestidad en el manejo de los recursos, pero también puede suceder que no y que la actuación de algún mando u oficial de las fuerzas armadas se parezca o imite a servidores civiles, como algunos exgobernadores o directores de empresas paraestatales o administradores de fondos que frecuentemente son exhibidos por no resistir la tentación de disponer del dinero público.
Ejemplos de corrupción en la milicia ha habido cuando no disponían de tantos recursos y facilidades; «lo que pase hoy estará por verse”.
Lo que era previsible ya sucedió y lo que estamos viendo con altos mandos de la marina, no sería extraño que se repitiera en otras áreas en las que se han involucrado las fuerzas armadas. Los medios de información han denunciado irregularidades que merecen investigación, en todas las obras prioritarias de la anterior administración. Lo mismo en el Tren Maya que en el Aeropuerto Felipe Ángeles o el tren interoceánico del istmo.
Denuncias que han sido descalificadas, pero nunca investigadas, presumiblemente por no empañar la herencia de “honestidad” que falazmente sembró el presidente que más ha mentido en la historia de nuestro país. Es su imagen la que preservan, porque es también la imagen del movimiento al que quieren poner un segundo piso.
La solidez moral de este movimiento y su gobierno ha sido cuestionada por autoridades estadounidenses, empezando por su presidente, y el asunto del huachicol petrolero les está dando la razón. Sano sería para el país y para la gestión de Claudia Sheinbaum que pasara de la reacción a las acusaciones a la eliminación de los motivos.
El problema es que para hacerlo tendría que desprenderse de los sentimientos de lealtad y agradecimiento para con su antecesor y protegidos, y eso parece no estar en su pensamiento. Si bien la reciente detención de Hernández Requena ayuda al discurso, en los hechos bien puede servir para sacrificar un peón o hasta un alfil, para distraer y salvar a piezas mayores, porque el asunto del huachicol puede llegar más alto.
Lo que suceda con estos dos casos mostrará la real voluntad del régimen para combatir la corrupción o si simplemente seguirá la simulación y el disimulo.
