Connect with us

NACIONALES

Oropel panista

Publicado

el

– Opinión, por Gerardo Rico

En 2024, el PAN, por mera supervivencia, se alió con el PRI y el PRD —sus históricos enemigos ideológicos—, partidos en vías de extinción: uno ya desapareció y el otro se hunde con un dirigente nacional sumamente controvertido.

Al tradicional partido de oposición en México, el PAN, le hacen falta sus grandes ideólogos: aquellos que fundaron el partido y aportaron los principios que dieron forma a su doctrina y documentos internos.
Sin duda, el último de ellos fue el yucateco Carlos Castillo Peraza, quien afirmaba:

“Durante décadas, el PAN se había concebido a sí mismo más como una escuela de ciudadanía que como una maquinaria para ganar elecciones. Se inventó esta narrativa para justificar que no alcanzábamos el objetivo, tras vagar 50 años en la oposición”.

Castillo Peraza dirigió al partido entre 1993 y 1996, precisamente en los años en que comenzaron los triunfos electorales panistas: en 1989, Ernesto Ruffo Appel ganó la primera gubernatura en Baja California; y en 1995, Alberto Cárdenas Jiménez hizo lo propio en Jalisco.
Durante su liderazgo, el PAN dejó de ver el poder con culpa, como si fuese algo indebido o corruptor.

El PAN fue fundado en 1939 como una alternativa cristiana y opositora al poder posrevolucionario en México, específicamente al entonces Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que más tarde se transformaría en el PRI.
Desde su origen, Acción Nacional se consolidó como el principal partido opositor del país.

Cuando Manuel Gómez Morín fue rector de la UNAM (1933–1935), el gobierno promovió la educación socialista bajo el mandato del presidente Lázaro Cárdenas. Ante ello, la organización estudiantil jesuita Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC) articuló una red de jóvenes que lucharon contra la imposición de una visión ideológica única por parte del Estado.

Todo esto viene a colación porque el pasado 18 de octubre, el actual líder nacional Jorge Romero anunció el llamado relanzamiento del PAN, basado en tres ejes:

  1. Redefinir las causas, reviviendo el orgullo panista y la empatía con la gente.

  2. Reformar los estatutos, para abrir el partido a una etapa de participación, transparencia y democracia.

  3. Actualizar la identidad visual, con un logo renovado que refleje modernidad, cercanía y orgullo de su historia.

Sin embargo, lo que más llamó la atención —y generó controversia— fue este último punto, considerado por muchos un simple cambio de oropel. De paso, Romero anunció que no irán más en alianza con el PRI, su histórico rival electoral.

El dirigente aseguró que el PAN será “el partido más abierto de México”, con elecciones primarias, encuestas y voto de la militancia, “dejando atrás las decisiones cupulares”. Agregó que “las alianzas que definirán nuestro destino serán las que tengamos con los liderazgos ciudadanos”.

Todo suena alentador, incluso romántico, de no ser por un detalle: el PAN ya ejerció el poder, ganando la Presidencia de la República en dos ocasiones consecutivas (2000 y 2006). En ese periodo, llegó a tener más de 12 gubernaturas, cientos de presidencias municipales y mayorías en el Congreso. Fueron los años dorados del panismo.

Pero, al igual que hoy sucede con Morena, el PAN perdió su rumbo ideológico y político en el clímax del poder. La soberbia y la fragmentación interna provocaron el debilitamiento de su base social y la pérdida de su identidad original. Las luchas entre facciones internas terminaron por desdibujar su esencia.

El colmo llegó en 2024, cuando —por mera supervivencia política— el PAN decidió ir en alianza con el PRI y el PRD, partidos con los que históricamente nunca coincidió ni en ideología ni en principios. Ambas fuerzas estaban ya en caída libre hacia la extinción: una desapareció y la otra sigue en picada, arrastrada por un líder nacional polémico.

Otra polémica surgió del nuevo lema panista: “Patria, Familia y Libertad”, frase utilizada por el régimen del dictador Francisco Franco en España y por la Falange Española, aunque sus raíces provienen del nacionalismo y el catolicismo tradicionalista. También fue empleada por Benito Mussolini durante el fascismo italiano (1922–1943).

Históricamente, el panismo se ha nutrido de la doctrina social católica, un conjunto de enseñanzas basadas en el Evangelio y la Tradición, que busca promover un mundo justo y solidario, respetando la dignidad humana y el bien común.

Con este nuevo lema, da la impresión de que el PAN gira hacia la ultraderecha, rescatando símbolos del fascismo europeo e identificándose con figuras como Javier Milei (Argentina), Jair Bolsonaro (Brasil) y Donald Trump (Estados Unidos).

Sin duda, al PAN le hacen falta verdaderos ideólogos, como sus fundadores y como Carlos Castillo Peraza, quien fue defenestrado por su discípulo político Felipe Calderón.

Por congruencia, Castillo Peraza renunció a su partido justo cuando apenas comenzaban las mieles del poder. Su ausencia se sigue notando hoy, cuando Acción Nacional parece haber cambiado su brújula por un brillo superficial: puro oropel panista.

Continuar Leyendo
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Copyright © 2020 Conciencia Pública // Este sitio web utiliza cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. También compartimos información sobre el uso que usted hace de nuestro sitio con nuestros socios de redes sociales, publicidad y análisis, que pueden combinarla con otra información que usted les haya proporcionado o que hayan recopilado de su uso de sus servicios. Usted acepta nuestras cookies si continúa utilizando nuestro sitio web.