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La deuda

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– Opinión, por Luis Manuel Robles Naya

México es el país emergente que más deuda externa ha contraído en el último año, según un reporte de Bloomberg que alude a la emisión de bonos soberanos por 41 mil millones de dólares para el rescate de Pemex.

Independientemente de este reporte, Trading Economics nos dice que, en el primer trimestre de 2025, la deuda externa llegó a 623,302.6 mil millones de dólares y en julio alcanzó los 644.1 mil millones de dólares.

Lo que se confirma por el reporte del Banco de México que dice: “Al cierre del segundo trimestre de 2025, la Posición de Inversión Internacional (PII) Neta de México, es decir, la diferencia entre los saldos de los activos y los pasivos financieros de residentes de México con el exterior, presentó un saldo deudor de 644.1 mil millones de dólares.

Lo anterior fue resultado neto de un saldo de los activos totales de 879.7 mil millones de dólares y de un saldo de los pasivos totales de 1,523.8 mil millones de dólares.

El saldo del endeudamiento neto frente al resto del mundo de 644.1 mil millones de dólares al cierre del segundo trimestre de 2025 (36.3% del PIB) se compara con la posición deudora de 607.2 mil millones de dólares al cierre del primer trimestre de este año (33.6% del PIB).

Es bueno saber cuánto es lo que se debe, pero más saludable sería conocer en qué se gasta el dinero que se debe. Hasta ahora no se tiene certeza sobre cuánto costaron las obras emblemáticas del gobierno anterior y se conoce que se ha destinado una buena cantidad de recursos para darle viabilidad económica a Pemex y CFE agobiados por su propia deuda; sin embargo, la opacidad reina en la administración y es imposible saber el destino de una buena proporción del gasto.

Sabemos, porque se ha hecho público en las cuentas globales, que el déficit de la cuenta pública en este año será del 4% aproximadamente, que es una reducción mínima sobre el del año anterior y se presume por ello que la deuda seguirá creciendo, pues el gobierno sigue gastando más de lo que ingresa.

La deuda, en términos generales, ha sido manejada con prudencia, apoyados básicamente en la confianza que aún existe en la economía nacional; sin embargo, las calificadoras internacionales están observando con interés el desempeño fiscal del gobierno, particularmente este año y el próximo, pues las metas de ingreso que se han fijado parecen ser demasiado optimistas. Dada la situación de Pemex no se tendrán ingresos por la renta petrolera y además se le tendrán que dar recursos públicos para que pueda seguir operando.

Mucha de la recaudación esperada provendrá del consumo y este está disminuyendo. La inversión productiva no fluye en la forma esperada y el empleo tampoco crece. Con baja esperanza de crecimiento, entre 0.5 y 1, es difícil mantener el optimismo que las cuentas gubernamentales proyectan.

El pronóstico es favorable para el crecimiento de la deuda y no para su reducción. Actualmente no existe presión mayor sobre las finanzas porque los vencimientos inmediatos han sido renegociados, contrayendo nuevas deudas aparentemente con mejores condiciones; sin embargo, sigue siendo deuda, solo que postergada.

En términos coloquiales, vamos pateando el bote para adelante, o si queremos entenderlo mejor, es como si el país estuviera viviendo de una tarjeta de crédito a la que se le paga el mínimo mientras se acumula más deuda por los intereses.

En 2024, por el servicio de la deuda, México pagó 1.150 billones de pesos y para 2025 no se espera una baja mayor, lo que nos refleja lo caro que resulta seguir siendo deficitarios en el ejercicio presupuestal.

Los costos, como puede verse, son altos y esto repercute en que el gobierno no tenga recursos para financiar el desarrollo. Es fácil deducir por el exiguo crecimiento que ha tenido el país en los últimos 7 años que las cifras de reducción de la pobreza que tanta alegría causaron no provienen de una redistribución de riqueza sostenible y que la burbuja observada no podrá ser mantenida ni en crecimiento porque las transferencias gubernamentales tendrán un límite y el dinero del endeudamiento no está sirviendo para financiar el desarrollo.

Salir del círculo vicioso del endeudamiento para sobrevivir requiere de algo más que el esfuerzo recaudatorio que ha emprendido el gobierno. Es necesaria una reforma estructural que rebase lo fiscal. El gobierno necesita dinero, pero con el diseño de políticas públicas con más carga ideológica que técnica y conocimientos económicos no habrá de obtenerlo.

Con la expoliación del causante cautivo y los impuestos al consumo, lo que habrá de conseguir es retracción del empleo formal, mayor inflación y, en consecuencia, más deuda hasta llegar a hacerla inmanejable. Hasta China creció con fundamentos económicos por encima de doctrinas sociales; emularla no sería problema, ya tenemos un gobierno parecido.

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