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CULTURA

Silvia Quezada, la literatura como forma de vida

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– Conciencia en la Cultura, por Luis Ignacio Arias 

Silvia Magdalena Quezada Camberos es ampliamente reconocida como investigadora especializada en literatura, aunque también se ha dedicado a la narrativa, la crónica de viaje, el cuento y la novela.

Su acercamiento a la literatura comenzó a los seis años, leyendo historietas. “Para una niña solitaria, como siempre fui, la literatura era mi compañera ideal”, recuerda. A los ocho años empezó a leer biografías: “Soñaba con caminar por las callecitas estrechas de Florencia… soñaba, realmente soñaba. Me iba a mi cama y soñaba con El Escorial, que deambulaba por esos pasillos. Siempre fue mi sueño acercarme a los espacios donde transcurrían las historias”.

A esa misma edad realizó sus primeras publicaciones: descripciones poéticas que aparecieron en una hoja literaria llamada Cólera, nacida del taller La gran puerta amarilla, dirigido por Felipe de Jesús Hernández. Desde entonces se sintió atraída por la poesía, leyendo a Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Amado Nervo, entre otros.

Una figura decisiva en su vida fue el periodista René Messina, quien, al verla leer sola frente a su casa, se acercó —movido por la curiosidad natural del oficio— a preguntarle qué leía. Las respuestas de la pequeña Silvia lo sorprendieron tanto que decidió publicarle sus dos primeros cuentos: El gorro volador del brujo y La historia de un charal.

A los catorce años, mientras cursaba estudios en la Secundaria Número 1 para Señoritas —hoy Escuela de Música de la UdeG—, ya colaboraba con una revista de la Ciudad de México llamada Iniciativa, donde cubría las funciones musicales del Teatro Degollado. También escribió una columna sobre música en el diario El Jalisciense.

Durante la preparatoria conoció al profesor Luis Patiño Téllez, quien influyó de manera decisiva en su vocación por la literatura. Gracias a él descubrió a la Generación Beat, además de autores como Hemingway, Irving Wallace y Henry Miller. Posteriormente, el maestro Jesús Morales Vázquez —a quien considera uno de sus grandes mentores— la introdujo en la prosa poética y en la literatura latinoamericana: Borges, Cortázar, Macedonio Fernández, Silvina Ocampo, entre otros.

“Yo soñaba con ser locutora de radio; tengo mi certificado de locutora categoría A de la SEP… nos hacían un examen de mil preguntas.” De más de 200 aspirantes, solo ocho obtuvieron el certificado. Trabajó como continuista en el Grupo ACIR y colaboró en El Informador de 1991 a 2013. En El Occidental escribió entre 1994 y 2000. Además, fue directora de la revista Ahuehuete. “Sigo publicando en todos los periódicos donde se puede, sobre todo reseñas de mis compañeros escritores.”

Combinó la escritura, el periodismo y la docencia durante 33 años en la Universidad de Guadalajara (UdeG). En la UdeG cursó la Licenciatura en Letras y la Maestría en Lengua y Literatura Mexicanas. “Una entra a la carrera de Letras creyendo que así se dedica a escribir, pero en realidad la carrera nos forma como críticos literarios y docentes; difícilmente orienta hacia la creación”. Ese fue un punto de quiebre: priorizó el análisis de las obras sobre la escritura personal.

Realizó el doctorado en Humanidades y Artes en la Universidad Autónoma de Zacatecas, ya que la UdeG aún no ofrecía ese programa. Al concluirlo, ingresó al Conacyt, donde trabajó durante 13 años.

En su formación como investigadora, fueron claves las figuras de Magdalena Casillas y Adalberto Navarro Sánchez. A ellas se suma María Luisa Hidalgo, esposa de Navarro, quien la animó a no abandonar su vocación narrativa. Gracias a ese impulso nació Gris de lluvia, su primer libro de cuentos: “El texto que me abrió las puertas hacia muchos mundos imaginarios”.

También fue alumna de Juan José Arreola, a quien recuerda por su prodigiosa capacidad de improvisación. “No era descuido, era conocimiento —dice—; bastaba que viera un libro sobre una mesa para construir toda una sesión, dejándonos maravillados”.

Aunque es una lectora devota de poesía, su autor favorito es Carlos Fuentes: “Me hace comprender al ser humano desde lo más leve hasta lo más profundo… leo a Carlos Fuentes y vivo lo que él me está narrando”.

Su obra narrativa comienza con Gris de lluvia, cuento que dio nombre a su primer libro, publicado en 2002. “Esos cuentos surgieron de vivencias profundas ante circunstancias provocadoras.” En 2008 publicó Blanco y negro y, en 2022, su primera novela, Habitaciones furtivas, “la historia de la muerte de Rebeca Uribe”.

Se trata de una novela doble, en parte autobiográfica: los alter egos de Rebeca Uribe y Silvia Quezada se reencuentran en el territorio de la literatura. Actualmente trabaja en su segunda novela, Tomás Camberos, “un militar desencantado de la Revolución, que siempre creyó que sería parte de la maquinaria mexicana”.

Para Silvia Quezada, la literatura “es mi motor, mi fuente matinal para sentirme viva; es parte de mi día. Leo todos los días entre dos y tres horas, y también veo una película, porque las películas tienen un guion detrás: también hay mucha literatura ahí”.

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