NACIONALES
La inversión es la clave
– Opinión, por Luis Manuel Robles Naya
Me parece que el gobierno de la república intenta hacer las cosas bien, pero es muy difícil hacerlo si arrastra una carga política e ideológica que lo condiciona para hacer lo necesario. Desde hace siglos se sabe que el capital y la ideología socialista no se llevan bien, pero siempre ha habido puentes entre ellos. Ni todos los capitalistas están en contra de las reivindicaciones sociales, ni todas las reivindicaciones sociales tienen que tener como adversario al capital.
Un Estado socialista dedicado a una distribución más justa de la riqueza tiene que saber que necesita generar esa riqueza para que haya algo que repartir; también debe saber que ésta no se materializa por decreto y que la función del Estado es regular las relaciones económicas, no sustituir a los actores.
El presente régimen se ha empeñado, desde hace siete años, en hacer sentir que es el gobierno el que manda y no los intereses económicos. Lo ha hecho bien; recuperó el poder omnímodo del presidente, eliminó los contrapesos, órganos regulatorios independientes, alineó al Poder Judicial en torno a sus intereses y está fraguando una reforma electoral que asegure su hegemonía. En paralelo, endurece la política fiscal para mejorar su ingreso a costa de los causantes activos y existentes, sin procurar que esa base de contribuyentes se amplíe.
Las consecuencias están en los números. Desde hace siete años, la economía transcurre entre el estancamiento y las recesiones técnicas, con crecimientos estacionales verdaderamente pírricos. La economía nacional, medida por el PIB retrocedió -0.3% anual en el tercer trimestre de este año. Pero el desglose es peor: minería y extracción de hidrocarburos cayeron -6% y -7% anual; la construcción reportó bajas de -3% a 4% y las manufacturas retrocedieron entre -1.5% y- 2% anual.
Los sectores que más padecen esta casi recesión son la construcción y la industria, ambas dependientes de la inversión. La construcción sufre por la falta de recursos en el sector público que ha reducido el gasto en inversión productiva y solo crece el ramo de vivienda, mientras que ingeniería civil tuvo un retroceso de -27%; y la industria retrocede porque es víctima de la incertidumbre externa e interna.
Por más que se festine que los buenos oficios de la señora presidente han evitado la entrada en vigor de aranceles, la verdad es que ya se están pagando más aranceles que antes en el acero, los tomates, la industria automotriz y otros.
El mantener en suspenso la entrada de más tarifas aumenta la incertidumbre y contiene la inversión; a la vez, los cambios en el Poder Judicial, las reformas a la ley de amparo y la agresividad fiscal gravitan negativamente.
Todos estos números y temas están ausentes en las conferencias matutinas y el secretario de Economía, junto con la titular del Consejo para la Promoción Económica, se esmeran en decir que todo va muy bien y que se espera un repunte sin tener bases para ello.
Seguramente que el gobierno de la república, la presidente, no ignoran estas cifras y forzosamente tendrían que estarse planteando soluciones reales. Lo trágico de esto es que las reglas de la economía de mercado riñen con su visión estatista y el arcaico concepto de soberanía que esgrimen. Caro le cuesta el gobierno seguir transfiriendo recursos a Pemex en pos de una soberanía energética que estamos lejos de alcanzar.
En el tercer trimestre de 2025, Pemex perdió 61 mil millones de pesos y su deuda con proveedores creció de 436 mil a 517 mil millones de pesos. Su producción decrece, las reservas y pozos se agotan y no hay recursos suficientes para la exploración. Se refina un poco más, pero cuesta más producir un barril de gasolina que lo que cuesta en el resto del mundo.
La soberanía alimentaria que se dijo buscar naufraga por la falta de apoyos a los productores de maíz, así como por las prohibiciones y barreras no arancelarias que se han impuesto a las importaciones de granos y semillas genéticamente modificados.
No intenta ser esta columna una elegía del pesimismo porque todo lo que aquí se señala como negativo puede ser revertido. El gobierno debe reconocer que no está en posición de mantener su política social con los ingresos que genera una economía débil y dependiente, tampoco habrá de lograrlo con políticas fiscales agresivas en momentos en que se requiere fortalecer a los actores de nuestra economía.
Así como vamos, el pronóstico de crecimiento es de solo 0.5%, insuficiente para disminuir el déficit de las finanzas gubernamentales y mucho menos para mantener las políticas sociales sin recurrir al endeudamiento. La inversión es la clave y el gobierno lo sabe; lo que parece no saber o finge no saberlo son las causas que la inhiben y la forma de anularlas.
