JALISCO
De la Calzada para allá: El oriente que resiste, también es Guadalajara
– Crónica de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
La tarde cae sobre la barranca como si también viniera a rendir cuentas. Allá abajo, el río que ya casi no es río; arriba, en el Parque Mirador Independencia, una diputada levanta la voz para decir que aquí también es Guadalajara, aunque en los mapas oficiales la ciudad parezca terminar antes, mucho antes, donde se acaban las banquetas bonitas y los árboles alineados.
Itzul Barrera eligió este lugar para su Primer Informe de Actividades Legislativas. No el Congreso con sus mármoles cansados, no el salón de hotel con bocadillos desabridos y aire acondicionado demasiado frío. Eligió la barranca del Oriente, el balcón torcido desde donde los olvidados miran una ciudad que casi nunca los mira de vuelta. En política, el escenario es parte del discurso, aunque el discurso no lo confiese: rendir cuentas aquí, y no en el centro, es decir, sin decir que el centro lleva años rindiéndole la espalda a este lado.
Más de mil personas llenan el auditorio y se derraman hacia la explanada superior. Las vecinas se saludan a gritos, los liderazgos comunitarios traen el gesto de quien ha pasado demasiadas mañanas en filas de ventanilla, la militancia acomoda sus banderas, los consejeros de Morena calculan futuros, diputados locales y federales revisan el teléfono, senadores y presidentes municipales observan con ese ojo doble de la clase política: uno para el acto, otro para la foto. La liturgia del informe es conocida —presentador, honores, mensaje, ovación programada—, pero aquí algo desentona: el rumor insistente de una ciudad que llegó hasta la barranca a reclamarse parte.
Desde el templete, con el micrófono como única frontera, Itzul empieza por ahí: “Decidimos hacerlo aquí, en esta barranca, porque aquí también es Guadalajara. La Guadalajara que no quieren ver, la que olvidaron, la de los tapatíos de segunda. Pero esta es la Guadalajara que resiste”. La frase condensa una biografía colectiva: millones de personas viviendo en una ciudad a la que otros nombran, planifican y presumen sin contar con ellas.
Después vienen los números, que en boca de otros serían simple relleno contable. Aquí funcionan como mapa de un año andando: 161 colonias recorridas, 233 manzanas pateadas, más de 7,700 puertas tocadas. Puertas verdaderas, de lámina oxidada, de tabique pintado, con timbres que no sirven y portones que se cierran solo con un alambre. Detrás de cada puerta hubo alguien con una historia repetida —no tengo agua, me subieron el predial, me quieren sacar de la casa, la pensión no llega, me paró Tránsito sin razón— y un mismo gesto: ¿usted sí nos va a escuchar?
De ese desfile de quejas y esperanzas salieron más de 500 gestiones ante autoridades de los tres niveles de gobierno y el acompañamiento a más de 4 mil casos ciudadanos. La diputación, entonces, más que una oficina de leyes, opera como taller de reparación de una administración que se cae a pedazos.
Hay un enemigo concreto en el relato de la diputada: el gobierno municipal de Guadalajara. De más de 200 oficios enviados, dice, no han respondido ni el 20%. Menos del 5% tiene una resolución favorable. Traducido al lenguaje cotidiano: la ciudad que presume eficiencia ignora ocho de cada diez llamados formales y solo resuelve uno de cada veinte problemas que se le plantean por escrito. “Nos enfrentamos a un gobierno municipal insensible y cerrado al diálogo —remata—, pero eso no nos detiene: seguiremos insistiendo, porque el pueblo no se cansa de luchar”.
Luego, las leyes. La primera, la del tope al predial: limitar los aumentos abusivos a un máximo del 10% respecto del año anterior, mediante una adición al artículo 22 transitorio de la Ley de Ingresos. El tecnicismo esconde una escena muy simple: una familia que abre el recibo y descubre que la casa —esa casa en la que la gotera nunca se arregla, donde el camión pasa cuando quiere— ahora cuesta, en papel, lo que nadie le pagaría en la realidad. La diputada intenta poner freno a esa manera elegante de expulsar pobres del mapa: subirles el impuesto hasta volverlos intrusos en su propio barrio.
Sigue la Verificación Vehicular. Itzul propone eliminarla y sustituirla por algo que llama Afinación Ciudadana Obligatoria. Menos fila, menos cobro por cobrar, más corresponsabilidad técnica, promete. En un estado donde la contaminación asfixia, pero el automóvil sigue siendo, para la mayoría, la única forma de llegar al trabajo a tiempo, la discusión sobre quién paga la limpieza del aire no es neutral. Detrás de la propuesta late una pregunta: ¿la transición ecológica será otro negocio o un acuerdo social?
Después asoma la Ley Pedro. La primera iniciativa integral en Jalisco para tipificar la violencia contra animales. Un perro con nombre de niño, un caso concreto, un acto de crueldad que se vuelve detonante legislativo. Durante años, el maltrato animal fue un tema menor, apto para campañas de fin de semana. Ahora entra al Código con una puerta propia y, de paso, muestra algo más: la comprensión de que la violencia es una escuela y que quien aprende a lastimar sin consecuencias rara vez se detiene en los animales.
Y está el agua, siempre el agua. Itzul habla de su participación en una propuesta técnica para transformar el SIAPA y garantizar el derecho humano al líquido: transparencia, tarifas justas, prioridad a los barrios que llevan años con tandeos que ya ni avisan. Habla de evitar incrementos injustificados y de construir un modelo donde el organismo deje de ser caja negra y vuelva a ser servicio público. En Guadalajara, abrir la llave se ha vuelto una ruleta, y legislar sobre agua es intervenir en la frontera exacta entre la retórica y la sed.
La diputada cuenta también los “Foros por un Proyecto Alternativo de Ciudad”: doce mesas temáticas —servicios públicos, igualdad, derechos juveniles, derechos de las mujeres, movilidad, vivienda, medio ambiente, acceso al agua, seguridad con justicia, combate a la corrupción— para construir desde colectivos, especialistas y comunidades una agenda urbana que no nazca en los escritorios del gobierno sino en la banqueta.
“Dicen que legislamos por ocurrencia o por el like, porque no soportan que el pueblo tenga voz”, lanza, mirando hacia algún lugar entre la prensa y los representantes del poder local. Y añade: “Trabajamos con congruencia y con la frente en alto. No nos van a callar”.
En el presídium, la senadora Andrea Chávez toma la palabra para certificar lo que el acto intenta demostrar: que Itzul es de territorio, que regresa, que escucha, que gestiona y cumple. La presenta como parte de una generación de mujeres que no se doblan. Y en ese gesto, más que un elogio, hay una apuesta: Guadalajara, el Oriente, esta barranca, pueden ser semillero de algo que desborde las fronteras del Congreso local.
Cuando el sol termina de hundirse detrás de los cerros, la diputada cierra con una imagen que intenta mover la historia un paso adelante: “Hoy sueño con que Guadalajara deje de ser solo la ciudad que resiste y se convierta en la ciudad que florece. Porque resistir nos hizo fuertes, pero florecer nos hará libres. Y ese día, Guadalajara no solo resistirá: Guadalajara renacerá”.
En X @DEPACHECOS
