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ENTREVISTAS

Batalla final por el legado de Fernando Valenzuela: «México espera la inmortalidad del toro de Etchohuaquila»

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Por Gabriel Ibarra Bourjac

En el umbral de un veredicto histórico que podría inmortalizar a Fernando Valenzuela en el Salón de la Fama del Béisbol, la pasión por “El Toro” resuena con más fuerza que nunca en México y Estados Unidos. Murió el 22 de octubre de 2024, a los 63 años, apenas tres días antes de que los Dodgers de Los Ángeles iniciaran la Serie Mundial que culminaría en su triunfo, un destino que muchos interpretan como un guiño divino.

En esta entrevista exclusiva que me concedió Juan Carlos González Íñigo, director de la revista Cuarto Bat y asesor del Club Charros de Jalisco —uno de los artífices de la cruzada por el legado de Valenzuela—, tuve la oportunidad de sostener un diálogo de buenos amigos sobre el tópico de vida que tanto nos apasiona: el rey de los deportes.

A sus 76 años, González Íñigo no solo defiende la candidatura del sonorense, sino que teje un tapiz entre el deporte, la identidad cultural y las lecciones de vida que la “Fernandomanía” dejó grabadas en generaciones enteras.

El origen de esta gesta se remonta a 2020, en medio de la pandemia, cuando charlas informales entre aficionados como González Íñigo y sus pares cristalizaron en el Comité Pro Fernando Valenzuela al Salón de la Fama de MLB. “México no tiene en Cooperstown al representante que merece”, confiesa el entrevistado, recordando cómo el tiempo de confinamiento permitió unir esfuerzos, datos y testimonios para resucitar la figura de un pitcher que, en 1981, irrumpió en la Gran Carpa como un huracán de screwballs y carisma.

En cinco años, la campaña ha evolucionado de un susurro nostálgico a un movimiento masivo: ligas mexicanas enteras, desde la LMB hasta la LMP, se han alineado; el hashtag #34FernandoHOF se ha convertido en trending topic; y colaboraciones con figuras de gran peso en Estados Unidos y México —compañeros del Toro en los Dodgers, prestigiados comunicadores, directivos e incluso expresidentes de la Baseball Writers’ Association of America— han inyectado energía, sobre todo ahora, en la recta final.

El 7 de diciembre de 2025, en los Winter Meetings de Orlando, 16 electores (hasta el 1 de diciembre, desconocidos) decidirán si Valenzuela ingresa entre los ocho finalistas. “Es una oportunidad única: necesitamos al menos 12 votos para convencerlos de su impacto social, más allá de las cifras”, advierte González Íñigo, con la urgencia de quien sabe que el reloj no perdona.

Pero esta no es solo una batalla por placas y récords; es un homenaje al hombre detrás del montículo. Para J.C. González Íñigo, apasionado del rey de los deportes desde su infancia en Hermosillo —donde el jonronero Héctor Espino encendió su fuego por el diamante—, el béisbol es “el engrudo, el bálsamo que une generaciones y repara heridas humanas”.

Valenzuela encarna eso: un chavo de Etchohuaquila que, con nervios de acero, ponchó a cinco bateadores consecutivos en un Juego de Estrellas, empatando récords históricos, o que llenaba estadios en Milwaukee y Minnesota solo por su presencia.

“Nadie ha emulado ese impacto: ni Babe Ruth ni Shohei Ohtani igualan la revolución social que generó”, enfatiza el asesor de Charros, recordando cómo la Fernandomanía atrajo 13 millones de fans en la década de los 80 —10 mil aficionados más por juego que cualquier otro pitcher—, creando un mercado latino que antes no existía.

De derrotas por falta de apoyo ofensivo a un Cy Young y Novato del Año en su temporada de debut —hitos inéditos en 135 años de béisbol organizado—, su legado trasciende las estadísticas: es dignidad, integridad familiar sin escándalos, temple bajo presión y un puente para 130 millones de mexicanos ante el escrutinio anglosajón.

La muerte de Valenzuela, justo antes de la Serie Mundial que los Dodgers le dedicaron —con su número 34 en los uniformes y el clímax del Juego 7 en su cumpleaños póstumo—, ha reavivado el clamor. “Ante la muerte revaloramos lo esencial: su familia sólida, su perfil bajo pese a las barreras idiomáticas, el uso de voceros como Tom Lasorda para brillar”, reflexiona González Íñigo.

Comparado con Roberto Clemente, que representa a Puerto Rico, Valenzuela también es estandarte de una nación entera como México y sus 130 millones de habitantes, más la diáspora latina en Los Ángeles. “Nos puso en la película: de un desierto sonorense al montículo del Dodger Stadium, ante 50 mil almas”.

En esta entrevista, Juan Carlos revela cómo su propia vida —asesor desde la adquisición de Charros en 2021 y editor de Cuarto Bat, nacida de un anhelo a los 70 años inspirado en Hit y Super Hit— se entrelaza con esta epopeya. “Cada edición es un hijo; cada juego con Charros, una bendición estresante pero gozosa”.

La entrevista la cierra con un símil poético: González Íñigo equipara las nueve entradas de un partido a las décadas de la existencia. “Estoy en la séptima, la fatídica, pero con gratitud al que todo lo puede”.

Esta conversación no solo anticipa el fallo de Cooperstown —que podría coronar a Valenzuela como el primer mexicano en sus anales—, sino que celebra un espíritu indomable. En tiempos de divisiones, “El Toro” nos recuerda que el verdadero juego es el coraje colectivo: decisión, voluntad y fe en lo que une, no en lo que divide. La pelota está en el aire; México contiene el aliento.


LA MOTIVACIÓN DE ENTRONIZAR A FERNANDO

GIB: ¿Qué impulsó la fundación del Comité Pro Fernando Valenzuela al Hall of Fame en 2020 y cómo ha evolucionado en cinco años para revivir la Fernandomanía en nuevas generaciones?

JCGI: Todo nació en pláticas entre amigos, como esta que sostenemos ahora. Repetidamente comentábamos que Fernando Valenzuela no estaba en el Salón de la Fama y que lo merecía. Mucha gente no creía que no perteneciera. No fue valorado en su dimensión completa en su momento; eso explica su exclusión. La pandemia nos dio tiempo y oportunidad para conjuntar esfuerzos, información y apoyos. En cinco años hemos mantenido viva la candidatura, posicionándolo como el inmortal que ya es por méritos propios, muy por encima de muchos que figuran en Cooperstown.

GIB: Como coordinador del grupo impulsor, ¿cuáles son los hitos más impactantes de la campaña por Fernando Valenzuela, más allá de la colaboración de tantos aficionados a su causa, y cómo se prepara la recta final?

JCGI: Coordinar significa mantener la causa vigente, viva, con un grupo altamente colaborativo. Hay muchos promotores clave. Hace unos días nos reunimos con un expresidente de la Baseball Writers’ Association of America que nos orientó para lo que resta antes de la elección. El 7 de diciembre, en los Winter Meetings de Orlando, se decidirá quién ingresa.

Son ocho los candidatos; el 1 de diciembre conoceremos a los 16 electores (hasta entonces anónimos) y les enviaremos información detallada sobre el impacto social, comunitario e integridad de Fernando, respaldado por todo un país. Televisión, equipos, ligas, federaciones: estamos unidos. El hashtag #34FernandoHOF —ya trending topic— concentra y manifiesta el apoyo positivo en esta fase decisiva.

GIB: ¿Se han sumado las ligas mexicanas, equipos y dirigentes a la cruzada por el ingreso de Fernando Valenzuela al Salón de la Fama?

JCGI: Sí. La Liga Mexicana de Béisbol y la Liga Mexicana del Pacífico se pronunciaron de inmediato y con fuerza. Los clubes se han ido integrando uno a uno; ya lo hicieron varios de ambas ligas, junto con la Federación Mexicana de Béisbol, asociaciones estatales y organizaciones con sus contrapartes en Estados Unidos.

Todo gira en torno a la figura de Fernando para crear un ambiente positivo que convenza al menos a 12 de los 16 votantes, el 75%. Es una oportunidad única: si no ingresa el 7 de diciembre, habrá que esperar años y arriesgar que no vuelva a la boleta.


EL BÉISBOL UNE GENERACIONES

GIB: Juan Carlos, como apasionado del béisbol desde niño en Sonora y uno de los mayores conocedores del país, ¿qué significa para ti esta cruzada por Fernando Valenzuela?

JCGI: Desde niño, en Hermosillo, al ver a Héctor Espino en el Fernando M. Ortiz, nació mi pasión. Aunque no fui profesional, el béisbol ha sido una constante en mi vida, junto con mi familia —hermanos, hijos, sobrinos— y amigos: une generaciones, genera convivencia y experiencias, repara relaciones con cordialidad.

Es el engrudo, el bálsamo que, en ocasiones, arregla pequeñas heridas y devuelve por el camino de la cordialidad las relaciones humanas; tiene un ingrediente de profundidad humana y de ayuda para manejarse mejor.

Es ligero y a la vez profundo; tiene enseñanzas de vida como en el caso de Fernando: la integridad, pensar en el largo plazo, saber que lo que haga hoy tendrá repercusiones mañana y dentro de 20 años.

GIB: Fernando Valenzuela no solo brilló en la Gran Carpa, sino que representa un ejemplo de liderazgo, calidad humana y coraje para 130 millones de mexicanos. De la nada llegó al Olimpo con voluntad y valores. ¿Por qué su trascendencia va más allá del deporte y motiva a emularlo?

JCGI: Absolutamente, eso define su verdadero legado. En Estados Unidos priorizan estadísticas —top 10, top 5— porque son fáciles de medir. Pero los valores humanos, los que nacen del carácter, son más complejos de valorar. En la elección inicial de Fernando no se reconoció su impacto social. Hoy, un cuarto de siglo después, el mundo ha cambiado: se aprecia una visión más holística del ser humano.

Fernando lo encarnó: familia sólida, sin esteroides, sin apuestas, sin escándalos, hombre público impecable. Con perfil bajo, reservado —no extrovertido—, a veces lo veían como distante, cuando en realidad era un hombre hosco por naturaleza. Necesitaba de Jaime Jarrín, Tony de Marco, Mike Brito, Tom Lasorda para comunicarse, al principio, con los medios por la barrera del idioma. Después aprendió inglés y, aun con timidez, ejerció como cronista en español de los Dodgers.

Su gran fortaleza, más allá del talento atlético, fue el temple bajo presión: a los 20 años enfrentaba a los mejores peloteros del mundo con nervios de acero y una confianza absoluta. Se lesionó el brazo en 1988 por esa exigencia desmedida del screwball. En 1990 lanzó un juego sin hit ni carrera contra San Luis —uno de los últimos destellos de su grandeza—. En 1990 los Dodgers lo dejan libre y, de ahí al 98, vivió altibajos intensos: no quería retirarse.


AQUELLOS CINCO PONCHES EN EL ALL STAR GAME

GIB: Recuerdo cuando Fernando ponchó a tres bateadores en el Juego de Estrellas.

JCGI: Fueron cinco ponches consecutivos, empatando el récord histórico del All-Star Game. Le recetó “K” a Don Mattingly, Cal Ripken Jr., Jesse Barfield, Lou Whitaker y el quinto fue el pitcher mexicano Teodoro Higuera. Era respetado y seguido; donde lanzara llenaba estadios, fuera en Milwaukee, Colorado o Minnesota, solo por ver al Toro de Etchohuaquila. Nadie ha generado ese impacto social en el béisbol. Los más cercanos en 125-150 años son Babe Ruth y Shohei Ohtani.

GIB: Te tocó verlo lanzar en vivo, Juan Carlos, ¿incluso en la Serie Mundial del 81 contra Yankees?

JCGI: No la del 81, desgraciadamente no asistí. Lo vi en vivo muchas ocasiones en MLB. Lo vimos en Guadalajara con Charros antes de volver a Grandes Ligas. Generaba tal expectativa que la gente suplicaba que saliera del dugout si no lanzaba; bastaba verlo saludar. Su presencia era un espectáculo social, más que deportivo.

GIB: Desde su llegada a Dodgers acaparó atención y en su año de novato ganó Cy Young y Novato del Año. Pocos pitchers han logrado eso…

JCGI: Nadie en la historia: en 135 años de béisbol organizado, Fernando es el único novato que simultáneamente obtuvo el Cy Young (mejor pitcher) y el Novato del Año. Nadie más lo ha conseguido.
Me preguntabas sobre los avances de los últimos cinco años: el año pasado, los Dodgers retiraron su número 34 —algo que tradicionalmente solo hacen con jugadores que antes fueron elegidos al Salón de la Fama—.

Rompieron su propia regla para honrarlo, oficializando lo que ya era una realidad desde 1990: ningún otro jugador usó ese número 34 por respeto. Este año, tras su fallecimiento, el equipo campeón mundial llevó el 34 en el hombro durante la Serie Mundial. Y el día en que ganaron el séptimo juego fue exactamente el que habría sido su cumpleaños 65. Para quienes creemos en los milagros, fue como si las estrellas se alinearan bajo una fuerza superior.

GIB: Los Dodgers dedicaron la Serie Mundial a Fernando Valenzuela…

JCGI: Sí, se le dedicó por completo. Al final, peloteros latinoamericanos como Teoscar Hernández agradecieron cómo abrió definitivamente las puertas al béisbol latino, en tiempos de trato desigual a latinos y mexicanos. Comparado con Roberto Clemente —ícono de Puerto Rico con 3-4 millones de habitantes—, Fernando representa a 130 millones de mexicanos, más la comunidad en Los Ángeles, Estados Unidos y otros países. Esa fuerza social es única en la historia; por eso Cooperstown será honrado con el ingreso de Valenzuela.

GIB: ¿El fallecimiento de Fernando en octubre, justo antes de la Serie Mundial, ha influido en la percepción pública y en el comité para la votación de diciembre?

JCGI: Desgraciadamente, así es: su partida lo colocó nuevamente en el escaparate global. Los humanos somos así: ante la muerte, empezamos a investigar y revalorar la vida del ausente. La sociedad estadounidense, que antes se enfocaba solo en estadísticas, ahora reconoce la dimensión extraordinaria de sus valores, su integridad y su impacto social.

Estar en la boleta ya es un logro que muchos tachaban de imposible —decían que no tenía los números, que estaba olvidado—. Pero ahí está. El verdadero objetivo no es solo figurar: es ser elegido el 7 de diciembre en los Winter Meetings de Orlando. Espero estar presente para escuchar el veredicto.

Quiero aprovechar para reconocer a las personas clave en el descubrimiento y llegada de Fernando a los Dodgers: Avelino Lucero, su primer mánager en Etchohuaquila y Selección Sonora, quien lo recomienda a Mayos de Navojoa; Fernando Esquer, directivo que lo firma para los Mayos; Raúl Cano, que lo recibe en su primer equipo en la LMB, Puebla; Corito Varona, el scout que lo ve lanzar y lo recomienda a los Dodgers; y Mike Brito, el buscador que envía la organización a Yucatán con Leones para firmarlo, logrando que le dieran al zurdo 175 mil dólares de bono cuando tenía 18-19 años.

GIB: Fernando no destacaba en estadísticas tradicionales —muchas derrotas por falta de apoyo—, pero la Fernandomanía transformó el béisbol latino en México, América Latina y EE. UU.

JCGI: Eso es lo esencial. Fernando es el pitcher más rentable de la historia en términos de asistencia: entre 1981 y toda la década de los 80 promedió de 10 a 15 mil aficionados más por juego que cualquier otro lanzador. En total, atrajo 13 millones de personas a los estadios en sus aperturas en esa década —el segundo lugar está a más de dos millones de distancia—. Pero lo realmente revolucionario no es solo la cifra: creó un mercado completamente nuevo.

Los fans de Sandy Koufax, Nolan Ryan o Tom Seaver eran los tradicionales seguidores del béisbol; los de Fernando eran aficionados nuevos que nunca habían seguido el juego y encontraron en él la semilla de su afición.

Un amigo que estudiaba en Los Ángeles en esos años me contó: “Antes me veían mis mismos compañeros de clase con desconfianza, minusvalía, por ser mexicano; cuando surgió Fernando, de pronto nuestra percepción, nuestro valor nacional, nuestra dignidad, tuvo otra dimensión”.

De un joven de Etchohuaquila, en la árida región del mayo sonorense, a abrir la temporada en el Dodger Stadium ante 50 mil personas y lanzar un juego completo sin permitir carrera: eso no es solo tirar strikes o un screwball. Es representar a 130 millones de mexicanos, elevar a un pueblo entero y ponerlo en el centro del escenario mundial del béisbol. Fernando nos puso en la película.


GIB: En esta etapa de tu vida, como asesor de Charros de Jalisco y director de Cuarto Bat, revista inspirada en clásicos como Hit y Super Hit, ¿qué significan estas dos grandes pasiones para ti?

LA CREACIÓN DE CUARTO BAT

JCGI: A los 70 años me pregunté: “¿Qué me falta por hacer?”. Siempre quise escribir sobre béisbol y muchos temas más. Recordé aquellas revistas mexicanas como Hit y Super Hit, y las americanas que devoré de niño; aprendí inglés leyendo de béisbol y oyendo transmisiones por radio de Estados Unidos. Gracias a tus recomendaciones, Gabriel —lo que fue decisivo—, nació Cuarto Bat hace seis años. Ya lleva más de 70 ediciones mensuales sin fallar un solo mes. Cada número es como un hijo que nace: con su propia historia, sus retos, sus dificultades. Tengo la enorme satisfacción de que, en 72 entregas, hemos registrado los momentos más importantes de esta etapa del béisbol mexicano, de Grandes Ligas y también del Caribe.

El segundo tema: siempre me prometí que nunca apostaría al béisbol ni sería directivo, para mantener una visión imparcial, objetiva. Pero la vida me sorprendió: unirme a Charros de Jalisco con mi querido hermano José Luis y mi sobrino Íñigo, bajo la dirección de mi también sobrino Luis Alberto. Gente muy conocedora y amante del béisbol, pero también excelentes administradores y estrategas; los admiro y reconozco. Desde la adquisición en 2021, ha sido una bendición divina que el Señor nos tenía reservada en esta etapa final de nuestras vidas.

Es un regalo inmerecido, pero profundamente satisfactorio. Vivimos cada juego con intensidad: campeonatos, derrotas épicas —que a veces enseñan más—, victorias gloriosas. Analizamos cada decisión, cada estrategia… Es estresante, sí, pero profundamente disfrutable. Charros me hizo ver el béisbol desde dentro, con otra pasión; Cuarto Bat, desde la palabra. Juntas, son dos formas de amar este deporte que me han dado una segunda juventud en esta séptima entrada de mi vida.


LA FATÍDICA SÉPTIMA ENTRADA

GIB: Juan Carlos, estos cuatro años con Charros han sido de alegrías y sufrimientos intensos, como con tus equipos de Grandes Ligas. ¿Qué emociones te han marcado?

JCGI: Inolvidables: los campeonatos, los triunfos clave, los juegos que deciden el título. Una bendición divina reservada. Vivir de cerca lo bueno y lo malo me ha enamorado aún más del béisbol. Las nueve entradas son como las nueve décadas que los seres humanos soñamos con vivir; yo estoy en la segunda parte de la séptima, la “fatídica”, y con ganas de llegar al juego completo.

GIB: Excelente símil para cerrar: las nueve entradas del juego de béisbol van en paralelo con la vida. Muchas gracias, Juan Carlos.
JCGI: Mirando por el retrovisor, queda la satisfacción de gozar el milagro de la vida y toda mi gratitud al que todo lo puede. Por nuestros hijos, que con su descendencia son una manera de ser eternos.

 

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