ENTREVISTAS
Debe haber una reeducación universal contra la normalización del acoso sexual: Gabriela Barrios
Por Gabriel Ibarra Bourjac
En Jalisco, donde la violencia contra las mujeres se normaliza a pesar de los avances legislativos, Gabriela Barrios Casillas —comunicadora, consultora, catedrática y fundadora de KIEKARI— destaca por su visión crítica y su trabajo en gestión humana orientado a transformar entornos público-privados. Su labor cuestiona modelos educativos machistas de generaciones enteras y fomenta procesos de conciencia y reeducación social.
Su trayectoria es también testimonio de resiliencia. Víctima de violación en la infancia por un familiar pederasta —hecho negado por algunos de sus hermanos—, creció en un entorno machista que intentó anular sus aspiraciones. Fueron docentes empáticos quienes la ayudaron a reconstruir su autoestima. Hoy celebra su valía como “mujer 100%”, libre de estereotipos, aunque lamenta que muchas agresiones provengan de mujeres, lo que considera una expresión adicional del daño cultural arraigado.
A lo largo de cuatro décadas, mide su impacto a través de los testimonios de mujeres a las que ha acompañado y respaldado. También enfrentó resistencias de género en su ámbito profesional: sus opiniones solían ser minimizadas o reducidas a “experiencias personales”, un sesgo que, afirma, aún prevalece en distintos sectores.
Para Conciencia Pública, analiza patrones de violencia, evalúa el Plan Integral contra el Abuso Sexual de la presidenta Sheinbaum —aplaude la homologación del acoso como delito grave y la capacitación institucional, pero critica sesgos que percibe como confrontativos o de adoctrinamiento, frente a lo que ella considera valores universales— y propone campañas que integren emoción, datos y conductas esperadas, adaptadas a cada organización.
Aboga por una gestión humana integral: bases interoperables, monitoreo de agresores reincidentes, protocolos para transporte, denuncias anónimas y articulación federal con los Centros de Justicia para las Mujeres para reducir la revictimización mediante derivaciones oportunas y acompañamiento profesional.
Hace un llamado a la corresponsabilidad social, y aunque expresa diferencias con lo que denomina “pseudoliderazgo” de Sheinbaum, señala que el reto mayor es reconvertir los enfoques actuales incorporando la experiencia del sector privado. Su mensaje central es claro: la prevención es sostenibilidad, y solo se logrará con reeducación social, desaprendizaje de normalizaciones, fortalecimiento de habilidades emocionales y construcción de entornos seguros. El cambio cultural requiere compromiso universal y permanente.
LA ENTREVISTA
Conciencia Pública (CP): ¿Cómo has integrado tu experiencia en comunicación organizacional y gestión humana, a través de KIEKARI, en proyectos que aborden la violencia contra las mujeres en el sector privado y público de Jalisco?
Gabriela Barrios Casillas (GBC): En cada proyecto procuro proponer o influir en la revisión de los modelos generacionales educativos. En mi opinión —y con seguridad sin intención consciente—, esa violencia era practicada en antaño tanto en el hogar como en distintos ámbitos sociales. Tomar conciencia de ello es indispensable, además de cuestionarnos constantemente.
CP: En tu trayectoria, ¿qué desafíos has enfrentado al promover sistemas de gestión cultural que fomenten entornos libres de violencia de género, y cómo has medido su impacto?
GBC: Al inicio enfrenté mucha resistencia, ligada además al ejercicio profesional. Se concedía mayor credibilidad a los varones y se desestimaban mis opiniones solo por ser mujer; reducían los temas a “experiencias personales” de alguien con problemas.
Aunque no cuento con una medición formal, sí tengo la confirmación de auténticos testimonios de muchas mujeres con las que he coincidido en los últimos 40 años, a quienes he podido acompañar y respaldar en causas diversas.
CRECIMIENTO EN UN ENTORNO FAMILIAR MACHISTA
CP: Has enfrentado acoso y violencia sexual en varias etapas de tu vida. ¿Cómo marcó esto tu trayectoria como estudiante, periodista, comunicadora y catedrática?
GBC: Crecí en una familia con un marcado enfoque machista que intentó nulificar mis aspiraciones profesionales y personales. La violencia semántica dolía, desilusionaba y desmoronaba; incluso en la dimensión sexual me denigraban por “no ser bonita”.
Fui víctima de violación a los siete años por un pederasta familiar, y algunos de mis hermanos aún lo niegan y conviven con ese sujeto.
Sin embargo, tuve la fortuna de contar con verdaderos “maestros de vida” en mi entorno estudiantil y laboral: personas que me brindaron confianza, protección empática y guía para reconstruir la autoestima que no tenía.
En las pocas ocasiones en que alguien intentó acosarme o desprestigiarme en el ámbito profesional, siempre hubo quien frenara esas conductas con autoridad y sentido de humanidad.
Hoy, a mis 60+ años, celebro el reconocimiento familiar: mi valía como mujer sin estereotipos. Lamentablemente, muchas de las agresiones más duras han venido de mujeres. Aun así, sigo de pie, agradecida con Dios y con la vida.
CP: ¿Cómo evalúas el Plan Integral contra el Abuso Sexual desde la perspectiva de gestión humana, especialmente en lo referente a capacitaciones y la homologación del acoso como delito grave?
GBC: La evolución social exige una atención holística. Sin embargo, algunas propuestas tienen un sesgo confrontativo más que de concienciación. Me preocupa que se incline hacia el adoctrinamiento, en lugar de promover valores humanos universales.
Es positivo priorizar la capacitación y homologar el acoso como delito grave, porque reduce vacíos normativos y eleva los estándares de conducta. Pero su eficacia dependerá de la calidad pedagógica, la supervisión continua y la articulación con sistemas internos de quejas. Sin eso, puede convertirse en una “iniciativa política más”.
CP: ¿Qué rol deben jugar las campañas de sensibilización del 25N en el cambio cultural contra la normalización del acoso? ¿Cómo adaptarlas en el ámbito organizacional?
GBC: Deben romper la normalización del acoso, que lamentablemente persiste. Para ello, deben conectar emoción, datos y conductas esperadas: problema, remedio y evidencia.
En las organizaciones, es necesario adaptar el lenguaje al contexto laboral —sin maltratar el idioma—, exponer casos reales, analizar dinámicas de poder y prácticas seguras, además de facilitar diálogos y medir cambios actitudinales. La normatividad por sí sola no transforma; estas campañas sostienen el cambio cultural.
CP: ¿Cómo articular el plan federal con iniciativas locales como la Red de Centros de Justicia para las Mujeres para reducir la revictimización?
GBC: Con un ejercicio honesto del servicio público y corresponsabilidad. Se requiere interoperabilidad de datos, derivaciones rápidas y acompañamiento integral. Vincular el plan federal con la Red de CJM es clave para lograr atención especializada, seguimiento psicológico y coordinación con fiscalías.
La gestión humana debe asegurar que las organizaciones canalicen casos sin repetir entrevistas ni exponer innecesariamente a la víctima.
CP: ¿Fortalezas y barreras del “Plan integral para un cambio cultural duradero”? ¿Qué rol deben jugar los líderes?
GBC: Entre las fortalezas están el impulso político, el diálogo legislativo del 13N y el enfoque preventivo.
Entre las barreras: desigualdad institucional, resistencias culturales y capacidades limitadas de capacitación.
Los líderes deben asumir un compromiso apartidista, modelar con el ejemplo y la congruencia ética, asegurar recursos, monitorear indicadores y mantener el tema como prioridad, independientemente de los cambios políticos.
CP: ¿Qué mensaje darías a organizaciones y líderes sobre el liderazgo de Sheinbaum en este tema, y cómo impulsar programas de reeducación desde gestión humana?
GBC: Difiero de su “pseudoliderazgo”; considero urgente reconvertir la propuesta integrando la corresponsabilidad del sector privado, históricamente relevante.
Mi mensaje: la prevención es sostenibilidad y confianza. Se requiere reeducación, desaprender normalizaciones, fortalecer habilidades emocionales y construir entornos seguros. Los líderes de capital humano deben impulsar programas permanentes, universales y sostenidos, no acciones eventuales. Solo así habrá beneficio colectivo real.
