CULTURA
Serrat recibe las llaves de Guadalajara
“Una llave hecha de tiempo, de amor, de relación, de sueños”: Serrat
Por Francisco Junco
Transcripción de texto a voz
Joan Manuel Serrat volvió a Guadalajara con el corazón abierto y el alma visible. Regresó para escuchar a un coro infantil entonar “Cantares” y para recibir, visiblemente emocionado, las llaves de la ciudad de manos de la alcaldesa Verónica Delgadillo.
El Salón de Cabildo, este sábado, amaneció distinto. Había una vibración suave, casi de memoria compartida, que recorría las bancas, los vitrales y las manos entrelazadas del público. Guadalajara no estaba reunida para una ceremonia más: estaba ahí para encontrarse con un viejo amigo.
Volvió para sentirse, una vez más, parte de esta tierra que lo adoptó en tiempos luminosos y oscuros, cuando su voz buscaba libertad.
El Salón de Cabildo del Ayuntamiento lució repleto, con representantes de la vida pública, artística y consular, y con la presencia de Maye Villa de Lemus en representación del gobernador Pablo Lemus.
Desde ahí, Verónica Delgadillo abrió un homenaje cálido, íntimo y profundamente simbólico, y aseguró que “Guadalajara hoy está de fiesta… porque este tipo de distinción, estas llaves, sólo se entregan a aquellas personas que, con su vida, su legado, su obra, han transformado vidas”.
Serrat sostuvo la llave con la serenidad de quien ha caminado mucho y ha cantado más. Sin prisa, y sin necesitarla, compartió lo que significaba para él ese gesto: “es una llave de la ciudad hecha de tiempo, de amor, de relación, de sueños, de momentos maravillosos y de momentos terribles”.
Enseguida recordó que la vida no se toma por partes: “La vida —dijo— hay que tomarla entera, con todo lo que está y con todo lo que se lleva”.
La alcaldesa ensanchó el sentido del acto recordando cómo el cantautor escribió “un espacio para que la gente se encontrara”, un espacio donde, como señaló, “la música y la canción sólo se completan con nosotros”.
Añadió que entregar las llaves es también entregar el alma, “porque cuando das esas llaves se abren posibilidades y puertas que nos entregan completos: quiénes somos, nuestras historias, nuestras tradiciones… también nuestras tristezas, nuestros dolores y nuestras heridas”.
Maye Villa llevó el homenaje a la emoción colectiva. Desde el DIF Jalisco habló de ese Serrat que no sólo se escucha, sino que “habita en la memoria colectiva, en las sobremesas familiares… en la canción compartida como consuelo o como celebración”.
“Y Serrat lo ha hecho durante toda una vida, poniendo versos donde no alcanzaban las palabras y melodías donde el silencio dolía demasiado. Hoy celebramos a un creador entrañable, pero sobre todo honramos al ser humano que entendió que cantar es una manera de servir: servir a la memoria, servir a la dignidad, servir a la esperanza”, expresó Villa.
Cuando el micrófono llegó al artista catalán, el salón escuchó un relato sin guion, lleno de recuerdos que aparecían como si hubieran estado esperando precisamente este momento.
“Yo soy de Barcelona”, dijo, y habló de su ciudad como un lugar que ha sido “un faro de conocimiento”, que enseñó a sus habitantes que “lo que entendemos como diferente no es más que el resultado de nuestra ignorancia”. De ahí, contó, nació su impulso de escuchar, entender y aprender del mundo.
Relató su llegada a Guadalajara en los años setenta, aquella función en el Teatro Degollado que terminó con “unas llantas reventadas” y un escape entre risas y desconcierto, así como su gira de 1976 en un motorhome en el que viajaban su banda, sus familias y la música que los mantenía unidos. Recordó con especial ternura la manera en que calmó su nostalgia marítima.
“Un día renté un auto y me fui a Chapala… me metí con una barca en el agua buscando el lugar en el cual llegar, a ver si llegaba, si conseguía llegar a un punto en el que no pudiera haber tierra por parte alguna. Fue realmente un día en el que ya me sentí feliz; ya volví limpio de todos mis indeseados sentimientos de ausencia marítima”, relató con una emoción clara.
También dedicó un espacio a la memoria de Lola Holt, figura clave en sus primeros años en Guadalajara, y resaltó que “fue una mujer emprendedora… fundamental para mi proceso de artista en México”. Su nombre quedó suspendido en el aire, como si Serrat la trajera de regreso sólo para agradecerle frente a todos.
Habló entonces de su oficio, del oficio que no abandona aunque haya dejado los escenarios. “Yo canto porque me gusta cantar… amaba y sigo amando cantar, aun desde la jubilación”. Confesó que se retiró antes de que se rompiera la magia: “Yo he dejado el oficio, pero no me he peleado con él. Me voy antes de que ocurra algo que me haga pelear”.
Al final, antes del aplauso largo y cálido, dejó una confesión que quizá nadie quería escuchar, pero que dijo con su honestidad habitual: “No quisiera que esta fuera la última visita a Guadalajara, pero evidentemente el tiempo inexorable y la relativa fragilidad del ser humano hace que cada vez tenga que mirarlas con más atención… No vaya a ser que no vuelva a pasar por aquí y se me olvide”.



