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Anfitriones por tercera ocasión: Mundial 2026, el balón rueda en un país en crisis

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Miscelánea Deportiva, por Esteban Trelles Meza

Recientemente se dieron a conocer los rivales de México para la Copa del Mundo 2026. En esta, nuestro representativo se enfrentará a Sudáfrica en el encuentro inaugural. Este encuentro se celebrará en el Estadio Banorte de la Ciudad de México, donde los ojos del mundo estarán atentos a lo que ocurra.

A diferencia de los mundiales de 1970 y 1986, nuestro país vuelve a ser anfitrión de una Copa del Mundo, ahora compartida con nuestros vecinos del norte, Canadá y Estados Unidos, en circunstancias completamente distintas en lo político, cultural y social.

Tristemente, México atraviesa una situación de violencia extrema. No es exageración ni amarillismo: es una realidad que ha incendiado al país y que se mantiene como un lastre permanente, con el dominio de un poder paralelo que no gobierna desde las urnas, sino desde las armas, la destrucción y la impunidad.

La industria del hampa está aquí para establecerse y cada vez es más fuerte y poderosa que los gobiernos de los tres niveles: municipal, estatal y federal. Domina amplias regiones del país y ha convertido a los muertos y desaparecidos en parte cotidiana de nuestra existencia y de nuestras conciencias.

No se equivoque, amable lector: esta columna es y seguirá siendo deportiva. Aquí seguiremos resaltando la actividad del fútbol nacional e internacional, así como el desarrollo de una justa mundialista histórica, con mayor participación de países por primera vez y con sedes compartidas entre tres naciones, una novedad inédita que está por escribir su propia historia.

Sin embargo, al hablar de la idiosincrasia de nuestro país, es inevitable referirse a nuestro ADN social: valores conocidos, lenguaje florido, dicharachero y alburero, hoy salpicado de expresiones impropias que la juventud adopta como norma y que la niñez absorbe en un preocupante proceso de formación de conducta.

Muchos señalan que estos eventos deportivos funcionan como distractores y no cambiarán nuestro proceder. Seguiremos siendo un país tercermundista si no se transforma la educación, la cultura cívica y la conducta social de fondo.

Las actuales autoridades del Gobierno Federal anuncian la creación de miles de canchas de fútbol a lo largo y ancho del país como una supuesta panacea frente a lo negativo, discurso repetido hasta el cansancio en las absurdas y ridículas “mañaneras de cara al pueblo”, bajo una transparencia malentendida y engañosa.

El fútbol no es todo en la vida. Se habla de atacar las causas y raíces de la violencia, mientras los cárteles delincuenciales exhiben armamento cada vez más sofisticado, superando en capacidad a las fuerzas del orden. Evidentemente, no será el fútbol el que resuelva de fondo esta problemática.

También se anunció la creación de las llamadas “Universidades del Bienestar”, de las cuales poco se sabe. Desconozco dónde están, si ya operan, si tienen estudiantes o egresados capaces de competir con instituciones como la UNAM, el Politécnico o los tecnológicos del país.

Por otro lado, la llamada afición futbolera ha perdido el respeto que antaño le atribuían los medios de comunicación. Hoy, lo más lamentable es ver a futbolistas encarando al público con ademanes vulgares y provocaciones que nada tienen que ver con la pasión deportiva.

Muchos jóvenes asisten al estadio a “hacer desmadre”, con consumo excesivo de alcohol, principalmente cerveza servida en vasos de litro, incluso entre menores de edad, sin control ni limitantes reales.

Gracias al argentino Andrés Fassi surgió la “brillante” idea de importar barras argentinas al estadio del Pachuca, con el argumento de que el aficionado mexicano carecía de pasión. De inmediato, como monos, todos los equipos adoptaron estas “barras”, cambiando solo el nombre y los cánticos repetitivos.

Con el tiempo y tras años de conflictos, paulatinamente se ha regresado a lo tradicional: las porras. Sin embargo, hoy lo que está de moda es el grito homofóbico, coreado como una diversión mal entendida que nació en el fútbol local y se ha exportado incluso a los mundiales.

El fútbol es hoy el deporte por excelencia de las mayorías consumistas: comprar la camiseta “original”, no la “patito”, se ha vuelto una prioridad, al nivel de una prenda de diseñador.

La televisión mexicana enfoca constantemente a aficionados jóvenes en las gradas, cerveza en mano, mientras las jovencitas participan por igual en el consumo excesivo, normalizado y promovido.

Las televisoras son potentes promotoras de publicidad, especialmente de las empresas cerveceras, que sostienen al fútbol mexicano y aparecen orgullosamente en los jerseys, al frente y a la espalda de los futbolistas.

Finalmente, mucho me temo que nuestra Selección Nacional carezca de un apoyo incondicional. Si no gana, los silbidos y reclamos aparecerán de inmediato, alentados por comentaristas negativos y tendenciosos que se asumen como “dueños de la verdad”.

El mexicano tampoco suele permitir que sus propios connacionales triunfen. Con un técnico nacional como Javier “El Vasco” Aguirre, los calificativos de arcaico, defensivo o mediocre son el pan de cada día.

El ridículo comentarista Gustavo Mendoza, desde Fox Sports, llegó incluso a pedir la renuncia del “Vasco” tras la goleada ante Colombia, discurso aplaudido por colegas que confirman aquel adagio: el problema no es el indio, sino el que lo hace compadre.

Para nuestro gusto, México tiene buen equipo y un buen director técnico, y lo demostrará en esta justa mundialista con un papel más que decoroso. Aunque los primeros encuentros parezcan “fáciles”, tienen su propia complejidad. Confiamos en ellos.

Contacto:
etrememodelos@hotmail.com


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