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OPINIÓN

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Educación, por Isabel Venegas //

El fenómeno mediático que ha acaparado muchos de los titulares en las últimas semanas, merece un análisis que contemple varias perspectivas para tomar un marco de referencia más aproximado al fenómeno completo. Greta Thunberg una chica de 16 años que exige una acción más contundente a favor del medio ambiente y en contra del cambio climático, pero cuya sobrexposición a los reflectores preocupa, a otros ofende y a alguien más hace dudar de su autenticidad.

Greta comienza desde el 2018 a hacer manifestaciones afuera del parlamento Sueco, de donde es originaria; yo esperaría que en ese sentido mis estudiantes mexicanos no se sintieran tan identificados con su táctica de la “huelga escolar”, pero así es como convoca a más escolares quienes se organizan para también hacer lo suyo en diferentes localidades. Cierto es que si hablamos de emergencias bien podríamos decir que el medio ambiente está por encima de la escuela, solo que antes habrá que revisar la eficacia de este tipo de estrategias.

La presencia de Greta es fuerte, su discurso es contundente y emotivo, pero hay elementos que se deben considerar. Ella tiene el síndrome de Asperger, que como mucho se ha dicho no es lo mismo que ser autista pero está dentro de ese espectro. Si bien comienza su manifestación en pro del ambiente hace casi 12 meses, ya desde los 11 años la depresión por ver el impacto climático la llevó a dejar de comer, es decir, ella va por todas, y es que el cerebro de las personas autistas así funciona, se concentran en una cosa, aunque puede que dejen de ver otras. La fuerza que imprimen entonces a su objeto de enfoque puede parecer a los demás una simple obstinación.

El área de oportunidad de las personas diagnosticadas con Asperger no es proporcional a lo que se enfrenta como crisis, con trastornos de alimentación, depresión, frustración, enojos, actitudes obsesivas, etc. En el caso de Greta eso sucede mientras atraviesa los “dulces” dieciséis; menuda tarea tienen los padres que pueden encontrar en esta agenda la forma de que su niña desahogue su frustración, al tiempo que ayuda al mundo, en tanto que lo mismo se puede volver en su contra, reflectores implacables que suelen cruzar la delgada línea del respeto y la buena prensa, además de que la medida también puede distraer de las verdaderas acciones en favor de los temas de ecología.

Quienes critican el “utilizar” a una niña en estas tareas, argumentan que las campañas que centran su imagen en figuras tiernas, nobles, débiles, suelen mover a la compasión, a la ternura, pero no a la acción. Es decir, no generan un pensamiento crítico que logre desdoblar las acciones, y que evalúe con una mirada compleja los fenómenos que se viven en cada ámbito, presentando propuestas innovadoras que den solución a cada una de ellas.

Pedofrastia: la argumentación en la que se recurre a niños para dejar en evidencia al oponente, ya que ante niños que sufren todo el mundo se queda indefenso y desaparece el escepticismo; nadie es capaz de dudar de la autenticidad del argumento o de la fuente de información. Neologismo atribuido al ensayista Nassim Nicholas Taleb.

El problema está en solo dejarnos llevar por la pura emoción y dejar de considerar a la razón, resulta sencillo pensar que cualquier cosa que se haga en favor de la ecología es bueno, que todo abona; desde un punto de vista de construcción ciudadana eso parecería tener sentido, pero no en el ejercicio de la política pública que es a ella y sus padres han dirigido los esfuerzos. Ahí es donde el compromiso de su discurso debería estar acompañado de muchas otras voces más, de lo contrario su propia condición la hace tener un argumento muy parcializado, aunque precisamente por eso, mucho más rentable.

Una ciudadanía con pocos espacios o pocas herramientas para el análisis no solo desperdicia las oportunidades de movilización y de organización, sino que pronto sufre el desencanto de ver cómo finalmente “no se hace nada” y se cierra el eterno círculo vicioso. En nuestro país se alista una invitación a la joven adolescente para venir al Senado a “platicar” y a exponer sus propuestas, cuando los últimos años han sido los más crueles para los activistas nacionales.

Asesinatos como el del rarámuri Julián Carrillo, quien defendía su territorio de la tala desmedida, la minería ilegal y la siembra de amapola y cannabis, zonas que fueron tomadas por el crimen organizado y cuyo peligro se incrementa día a día, caso parecido al de Juan Ontiveros, también de Chihuahua, asesinado en el 2017 y que defendía tanto las tierras como los derechos de las comunidades indígenas. Los indicadores del Global Witness ubican a México como el cuarto país más peligroso para los defensores de la tierra, cuando en 2018 fueron asesinados 16 activistas, y en lo que va del 2019 cuenta ya con 14 homicidios.

Temas como el Tren Maya (sin estudios de impacto ambiental), fortalecer y reactivar la industria del carbón, las refinerías, menospreciar el problema del sargazo, etc., no hablan del compromiso del nuevo gobierno con la agenda verde. Parecería más bien, un paralelismo al hecho de cómo el gobierno de nuestro país se ha alineado a los intereses de Estados Unidos en temas de negociación económica acatando sus disposiciones para convertir al nuestro en su modo de contención para los flujos migratorios, del mismo modo que nuestros líderes políticos se apegan a sus directrices ecológicas, recordando que para Donald Trump el cambio climático es una exageración y fantasía.

No desestimar el tema de la agenda climática, no debe ser excluyente de una postura que exija una perspectiva compleja, analítica y madura. Las campañas que basan sus esquemas de contenido en sentimientos catastróficos y derrotistas, solo generan angustia y estados de depresión en una sociedad, como la nuestra cuya salud emocional es bastante precaria.

En ese sentido habrá que precisar que el hecho de la evolución ambiental no es lineal (bueno, en realidad casi no lo es nada en el mundo). Recuerdo que en un artículo del Arq. Emely Malacón (vía ITESO), mencionaba cómo por el año del 1878 el tranvía era jalado con mulas y caballos; su texto se refiere a la problemática del transporte público en la zona metropolitana. Era coloquial que la gente se preocupara (eso no lo dice el escrito), por la cantidad de estiércol que había en las calles con tantos animales jalando los carruajes para llevar a la población de un lado a otro, las mercancías, y los medicamentos; de hecho había un refrán popular que decía “un día no vamos a poder caminar entre tanta caca” pero para 1881 tan solo tres años después, llegaron los carros electrificados.

La tecnología sigue trabajando en búsqueda de mejores modos y manejos para la supervivencia humana, y tanto hay grupos haciendo grandes esfuerzos para transformar nuestro estilo de vida sin impactar de modo negativo lo que ya se conquistó, como también debemos reconocer que hay quienes se apegan a campañas como la de Greta, aprovechando un modo reduccionista y contestando en ese mismo sentido, a este punto la publicación de un Tweet por parte de la SEMARNAT tocante al discurso de Thunberg, dice:

Los niños y jóvenes que se han manifestado en estos días en las calles de todo el mundo, ¿tienen o no razón? La respuesta es ¡sí! Es tiempo de reaccionar. ¡Súmate al llamado para la conservación del #MedioAmbiente!

Parece que media entre el cinismo y la ineptitud. Ya veremos qué sucede con la invitación del Senado para que próximamente venga la chica a dialogar con ellos. Escuchemos el discurso con atención y exijamos más compromiso por parte de nuestros líderes políticos, académicos; revisemos qué nos toca hacer a cada uno, con un sentido altamente optimista de que ¡somos muchos los que sí queremos vivir bien!

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa venegas@hotmail.com

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