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OPINIÓN

Sacuden la conciencia nacional: Muchos feminismos, una sola voz

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Educación, por Isabel Venegas //

Puede que en un principio ni las mismas organizadoras de la iniciativa “9 de marzo” consideraron hasta donde podría llegar la convocatoria del paro nacional de mujeres. Las intenciones se fueron transformando hasta llegar a su gran magnitud: dejar evidencia de cuánta falta le hace a todo el país en la economía, la sanidad, la seguridad, la educación, en la política, la presencia femenina.

En un principio parecía muy inocente, tan fácil de llevar a cabo que muchas mujeres se comenzaron a sumar al mismo tiempo que dejaban pasar las implicaciones que dentro de sus propios esquemas de lucha pudieran tener. Así fue que las mujeres aprendieron de las mujeres; para muchas fue muy revelador ver cómo no era solo cuestión de voluntad el hecho de faltar a trabajar un día, como forma de manifestación.

Debieron darse cuenta que hasta cierto punto el evento en sí mismo era discriminatorio, y acentuaba las diferencias entre las que tienen paquetes de protección laboral: seguro social, sindicatos, días económicos, y demás prestaciones que vienen de la mano con el cumplimiento de la ley federal del trabajo. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), al cierre de 2019 la Población Económicamente Activa (PEA) sumó 55.6 millones de personas, de las cuales 33.7 millones eran hombres y 22 millones mujeres. La participación de los hombres en el sector formal representaba 60 por ciento, frente al 40 por ciento en el caso de las mujeres.

No es solo voluntad de las mujeres por estudiar e incorporarse al sector formal con una profesión y una formación universitaria, ¡Ahí están las escuelas! Dicen ciertos críticos, sin poder entender que para muchas mujeres la idea ni siquiera es concebible. Hay adolescentes que fueron corridas de sus casas, y viviendo en la calle sus hijos fueron formados a la deriva, tratando de sobrevivir y buscando sólo comer en el día a día. La mayoría de las niñas que son criadas en esas circunstancias son chicas que muy probablemente quedarán embarazadas también a los doce o trece años. Y así sucesivamente. En la calle y en zonas vulnerables, puedes encontrar abuelas de 30 años a las que la idea de buscar un empleo formal, una estabilidad laboral y una educación para sus descendientes, simplemente no son una opción.

El empleo informal, la falta de valor agregado en la enseñanza básica, la incursión del crimen organizado, entre muchos otros factores son caldo de cultivo en el que, si bien es cierto que no puedes pelear la lucha de quien no quiere ser rescatado, tampoco puedes ser ajeno al sufrimiento y a la desgracia de aquellos que viven a tu paso cada día. El hecho de ignorar las escenas en las que la sociedad manifiesta su abandono e indolencia, solo siguen restando tiempo al reloj de la tolerancia para con todos.

Las mujeres fueron aprendiendo de las mujeres, y reconocieron que en su marcha habrían de caber muchos feminismos. Las feministas conservadoras, las liberales, las radicales, las marxistas, consignando cosas que tal vez no estarían de acuerdo en un principio, pero que saben que se tienen que poner sobre la mesa, que es necesario discutir, analizar y pensar. Que probablemente no sean las soluciones más perfectas, pero sí las más plausibles, porque ante los dilemas debemos asumir que se haga lo que se haga, algo va a estar mal, pero que si no se hace nada mucho podría estar peor.

Las mujeres pudieron ver que cuando se habla del aborto, puede ser a favor de la vida, por la despenalización, por la legalización, por la obligación del estado a ofrecer el servicio en los hospitales, subrogando los costos a los impuestos que administra. No es fácil instalar las mesas de diálogo, así como tampoco es sencillo asumir los costos políticos de tomar decisiones en estos rubros; razón por la cual no hemos explorado más caminos, no hemos avanzado en los últimos 20 o 30 años, y por el contrario, el discurso no se profundiza, sino que se va por la periferia.

En muchas publicaciones de redes sociales, veía que tanto hombres como mujeres querían bajar los ánimos a tanta efervescencia con la máxima de “matan más hombres que a mujeres”, retomando el hecho de que el creciente nivel de violencia que ha venido azotando a nuestro país fue una de las razones por las que el movimiento se posicionó y tomó tal fuerza en un abrir y cerrar de ojos. ¿Mujeres que mueren por el simple hecho de ser mujeres?

Dos casos fueron clave en el momento coyuntural del movimiento: la muerte de la pequeña Fátima de tan solo 7 años, y el caso de Ingrid de 26. Sí, ambas murieron por ser mujeres, a ambas el entorno familiar las tenía sujetas de un pie; ambas representan la situación de miles de mujeres en cuyos hogares la violencia no la ves llegar de golpe, si no que convive todos los días de un modo silencioso pero letal, como los pueblos en los que el aire contaminando va dejando un cáncer en los huesos, en los pulmones o en la sangre. Enfermedades que para cuando se logran diagnosticar, queda muy poco por salvar.

Ciertamente hay muchos vínculos, transversalidades e implicaciones en los ámbitos de violencia; pero flaco favor nos hacemos cuando mezclamos, distraemos o ignoramos la situación. La verdad es que a pesar de lo complejo que puede ser el tema no hay nada mejor que abordarlo como tal: las matan porque siguen siendo un elemento carente de valor de apreciación, o por el contrario, porque amenazan las posiciones de poder (en el hogar, en la empresa o incluso, en las organizaciones criminales).

El hecho de que leas frases como la anterior, y te provoquen reacciones del tipo: “yo no tengo miedo de que me quiten mi puesto en la empresa, y puedo convivir muy bien con mis compañeras de trabajo”, no significa que para miles de mujeres no sea así. Para ellas, es esta marcha, para ellas es que se levanta la voz con la esperanza de abrir nuevas rutas de desarrollo. Es una voz que deben escuchar gobiernos, escuelas, iglesias, etc.

Sigo viendo que la mayoría de los programas sociales contemplan la capacitación para que las mujeres aprendan a hacer galletas, gelatinas, corten el pelo o pongan uñas. Talleres que son buenos, pero no suficientes para una transformación social. El reclamo por las guarderías bien organizadas y efectivas, por las casas de seguridad para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, los mecanismos de apoyo para la supervisión en empresas en cuanto a la disminución de la brecha salarial, los incentivos a las industrias y comercios que emplean a mujeres y que brindan buenas prestaciones (transporte, vigilancia, comedores, etc.) tienen que ver con la instalación de dinámicas mucho más solidarias y generosas.

Una terrible verdad es que muchas de las mujeres que mueren por ser mujeres, son víctimas de su propio género. A Fátima la secuestró una mujer por ejemplo, y eso es tanto como que el machismo sea engendrado por las mamás que tratan distinto a sus hijos y que educan a las niñas con modelos de sumisión y obediencia ciega.

Nos acercamos entonces a una clave: no se trata de encontrar culpables, se quiere detectar errores para poder buscar alternativas. No, no es tonta la que vive bajo esquemas de violencia por su pareja, no es floja la que no le dedica su vida entera al trabajo, no es egoísta la que ha decidido no tener bebés y volcar su vida al espacio profesional, mejor pregunta y escucha las historias para que juntos nos vayamos enterando de lo que sucede en la realidad y a partir de ahí podamos encontrar verdaderas y nuevas soluciones.

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa venegas@hotmail.com

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