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CULTURA

El sabio del futbol que dejó huella: El adiós a don Nacho Trelles

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Futbol, por Esteban Trelles //

Escribir de futbol, debemos mencionar ahora historia pura en la vida deportiva de esta disciplina, tan singular y arraigada como deporte nacional por excelencia, alguien diría que la charrería lo es pero es incuestionable que el futbol acapara la atención de manera masiva no solo en este país si no en la mayoría del resto del mundo.

En la vida futbolística hay personajes que van de la mano con la historia no solo cronológicamente sino por huella profunda que dejan.

Destacar en una disciplina como en el futbol que millones lo practican no solo como jugadores, también como entrenadores e incluso los periodistas deportivos y su entorno que resulta un cuanto tanto difícil, es por ello que cobra relevancia y distinción sobre manera hacerlo.

En nuestra columna anterior destacábamos precisamente el lugar que ocupan los técnicos mexicanos y algunos extranjeros en el contexto de la supremacía y “Nacho” Trelles está considerado según los especialistas y nuestro particular punto de vista, en otra dimensión, no como sentimiento personal sino como una realidad estadística y fehaciente que están ahí para los anales de la historia.

La afición y el amor profundo, las ganas de ser para reencontrase a si mismo obligan al ser humano a buscar su propio destino contra viento y marea, incluso, dejando atrás los sentimentalismos regionales y emigrar a la capital del país en busca de ese sueño primario de ser futbolista, dejando nuestra ciudad de origen (Guadalajara) por decisión propia.

Las circunstancias juegan un papel muy importante en nuestras vidas donde sabemos adaptarnos a las vicisitudes e imponderables propios de la lucha constante de todo ser humano.

La ilusión fue en principio jugar al futbol de manera profesional no solo por el gusto sino por el sustento económico de subsistencia y considerar el proyecto familiar de pareja para tener familia propia.

Precisamente, bajo la perspectiva señalada, teniendo como jugador un equipo de futbol (Necaxa y otros), con Atlante, vienen lamentablemente las lesiones con fractura en la rodilla (medicina no muy avanzada), derrumbando no solo las ilusiones y sueños, lo que lleva a contemplar no solo el retiro futbolístico sino el truncar de manera temprana y sorpresiva una actividad laboral.

Muy joven (30 años de edad), se toma la decisión de abrazar la carrera de entrenador con las limitantes del caso, en un futbol mexicano que se encontraba en todos sentidos, prácticamente en pañales, con campeonatos anuales y con la problemática de la época en todos los sentidos.

Ante la disyuntiva que se presenta se toma la decisión adecuada y empieza un proceso de estudio, enseñanza y aprendizaje a través de los libros y la cultura deportiva, pero más que ello adentrarse y adaptarse a las circunstancias.

Estudioso, analítico, visionario, conocedor profundo del tema futbolístico y también de la preparación física, puesto que antaño se la “rifaban”, prácticamente solos o con algún compañero de auxiliar.

Adaptarse a los tiempos y las condiciones generacionales no es de ninguna manera sencillo, principalmente cuando se tiene años en el medio que cada quien se desarrolla por conciencia, instinto y la principal clave la capacidad.

Escudriñando en el interior de los futbolistas, no solo en cualidades y capacidades, sino en la mentalidad ganadora, mostrándose sin complejos ante rivales más calificados como indudablemente ocurrió con selección nacional en los mundiales.

México como equipo, no inquietaba a nadie, a pesar de mostrase a cuenta gotas paulatinamente en los 50´s como el mejor representante de su zona de CONCACAF que en el concierto mundialista pasaban de noche, recordamos la generación de los 50´s a los futbolistas tapatíos destacados: Alfredo “Pistache” Torres y Guadalupe Velázquez, ambos atlistas y el goleador chiva Tomas Balcázar (abuelito del “Chicharito” Hernández), integrante del llamado “ya merito” que a mediados lograron su primer campeonato.

Don Nacho, como lo llamaban cariñosamente todo el medio, fue labrando un lugar en el “mundillo” futbolístico, a base de sangre, sudor y lagrimas.

Manejar la idiosincrasia del futbolista mexicano no era tarea fácil para sacar ese temperamento azteca de nuestros antepasados de la llamada raza de “bronce”, inteligentes, fuertes, luchadores, trabajadores pero lo más importante representaban la nobleza de su pueblo, comparando la arrogancia como ejemplo de los ingleses, soberbios y engreídos, quizá por la monarquía y los títulos de nobleza que imperaba en la Gran Bretaña con la mística de conquistadores que lo hicieron en América con los canadienses y principalmente con Estados Unidos de Norteamérica.

Un adelantado de su época que sabia mantener un orden táctico y estratégico dependiendo de los rivales en turno, con algunas artimañas por ejemplo en Zacatepec y su ingenio azucarero regaba la cancha antes de los encuentros para minar al adversario físicamente con la evaporación, que años después lo aplicó en la “bombonera” de Toluca, por cierto haciéndolos campeones.

El poderoso América sucumbía ante los poblanos de Trelles marcando hegemonía ante ellos de victorias (cliente asiduo), Juan Carlos Sconfianza, argentino contención secaba por completo al astro Carlos Reynoso siempre, por cierto recordamos un extraordinario partido que gano la franja 3 goles a 2 con goles de Manuel Lapuente (capitán) y el colmillo retorcido de don Nacho en ese encuentro tras el asedio del América por empatar faltando 8 minutos para terminar mandó al utilero meter un balón armándose un zafarrancho y suspendiendo el encuentro, la influencia de los americanistas (Femexfut) obligaron a repetir el encuentro que la justicia divina impero con idéntico marcador, teniendo como presidente del equipo al polémico empresario Emilio Maurer .

Un tiempo los árbitros lo expulsaban frecuentemente por sus reclamos para ellos.

Los logros más importantes sin duda los tres campeonatos mundiales consecutivos y los 7 campeonatos de liga entre otros.

Todo un personaje que se puede hacer un libro con infinidad de anécdotas y una simpatía sarcástica muy singular que lo hicieron original y único.

Comúnmente en el fallecimiento de alguien se magnifica sobremanera, en el caso de Don Nacho todos los elogios se los ganó a pulso (En Paz Descanse).

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