OPINIÓN
Horizonte próximo

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Tras el prolongado confinamiento, la autoridad ha fijado un horizonte cercano para reactivar las actividades, económicas y sociales, paralizadas por la estrategia dictada para controlar la epidemia del Covid19. Desafortunadamente, las decisiones del gobierno federal habrán modificado la realidad que existía y todo parecerá igual, pero no será lo mismo.
Durante al menos dos años habremos de vivir con el temor al contagio y la enfermedad pues el gobierno optó por buscar la “inmunidad de rebaño”, a sabiendas de que ello habría de costar vidas, calculando el riesgo en razón del índice internacional de mortalidad del virus, menor al 3%. Es decir, morirá ese porcentaje de mexicanos pero al final estará inmunizado el resto. En México, ese indicador de muertes se ha situado más cercano al 10%.
La negativa sistemática a realizar los cientos de miles de pruebas, necesarias para contener el virus y no solo controlar la epidemia, condicionará el contacto social. Cualquier transeúnte puede ser un portador y transmisor del mal y todos habremos de enfermar con diferentes consecuencias, particularmente graves en segmentos vulnerables, como ancianos, obesos, hipertensos y diabéticos, que en nuestro país son abundantes, así que, los abrazos ya no serán tan frecuentes, los saludos serán más distantes y pensaremos dos veces el acudir a eventos culturales, religiosos y sociales que impliquen altas concentraciones de personas, igualmente al usar transporte colectivo, el cual para ser seguro tendrá que implicar el uso de mascarillas, guantes y desinfectantes.
Al levantarse el confinamiento entraremos en la etapa del azar, esperando no ser parte de ese porcentaje que el gobierno calculó que podía morir al decidirse por la mitigación y el contagio generalizado. Existen diversas opiniones sobre lo procedente de esta estrategia, algunas contrarias a la misma, que señalan lo exitosos que fueron otros países que apostaron a reducir la presencia del virus y la mortalidad realizando pruebas, mientras el nuestro calculó las muertes y dejó que fueran, pero eso ya es parte del hubiera, ahora solo podemos esperar que no nos toque ser parte de la estadística mortal.
Habremos de encontrar al retomar nuestras vidas, otra realidad económica. La economía nacional ya estancada al finalizar el año, se anunciaba con crecimiento negativo del 3% del PIB. Ahora tras la epidemia, se espera un incremento de la tasa negativa desde el 8 y hasta el 15 por ciento, en parte por la economía mundial también en receso y por las decisiones de política económica del gobierno federal, que no cambiará sus criterios en materia energética, aunque PEMEX siga perdiendo dinero y el mercado petrolero esté a la baja y la CFE seguirá negada a la producción de energías limpias y pondrá en operación plantas obsoletas de alto costo operacional que funcionan con combustóleo, altamente contaminante. Aunado a lo anterior, el anunciado plan de reducir otro 75 por ciento el gasto corriente del gobierno federal pone en grave riesgo la capacidad institucional. Así es que podemos esperar un mayor desempleo, menor crecimiento económico, y deficientes servicios gubernamentales.
Lo que no habrá de cambiar, es el ambiente político nacional en el cual, la discordia, deliberadamente alentada desde el poder, habrá de seguir polarizando a la sociedad generando condiciones de explosividad social si, como se advierte, la economía no ofrece alternativas para la clase media, ni de superación para quienes hoy son beneficiarios de los programas sociales. La actitud gubernamental ante la crisis marcó su distanciamiento con el empresariado e hizo evidente el menosprecio a la clase media. El cálculo de quien detenta el poder lo ha llevado a canalizar los recursos a incrementar su base política de apoyo en aparente y peligrosa radicalización. La creciente desaprobación de la gestión gubernamental manda sin duda señales que le obligan a reforzar su posicionamiento con sus fieles seguidores y a seguir insistiendo con el discurso maniqueo de los buenos del gobierno contra los adversarios que no piensan igual.
Es de esperarse que este discurso y actitudes polarizantes se mantengan hasta la elección del 2021, de cuyos resultados seguramente dependerá el futuro que presenta algunas opciones: los votos y posiciones en contra obligan al ejecutivo a reconsiderar sus políticas, o la victoria electoral lo lleva a buscar el avasallamiento total de los factores de poder. Lo democráticamente aceptable es que se recupere el fin trascendental de la política, que es encontrar los acuerdos dentro de las diferencias y construir juntos un país aceptable para todos.
En fin, el país que encontraremos al término de la cuarentena será el mismo, pero nada será igual salvo la lucha por el poder que habrá de seguir en la deliberada confrontación para cobrar mezquinos rendimientos políticos, sin importar que el número de pobres a los que se busca redimir se reproduzca exponencialmente, como el virus que vino a sacudirnos a todos.