OPINIÓN
Estar en la boleta electoral
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Desde que el manejo de la epidemia por el subsecretario López Gattel empezó a moverse más en razón de los objetivos políticos que sanitarios, se hizo evidente que la protección al proyecto sexenal estaba por encima de toda contingencia. El presidente López Obrador, consciente de su fuerza y sabedor que él no estará en ninguna boleta electoral, está logrando que la elección de 2021 se convierta en un referéndum de su labor, pues sabe que un triunfo en la elección intermedia de su mandato es imperativo para la continuidad de sus reformas.
La polarización que auspicia su discurso es parte de su diseño electoral para que la votación trascienda lo local y el ciudadano al votar tenga presente que estará a favor o en contra del presidente y no solo estará eligiendo a un representante o gobernador, como lo quiso desde que propuso que la revocación de mandato fuera concurrente.
Es evidente que existe una inconformidad creciente con el rumbo que está tomando el país y eso, a querer o no, enciende luces de alerta en palacio nacional. El nivel de aprobación a su gestión bajó por primera vez del 50% y la tendencia es decreciente. Por ello se explica la premura con la que el presidente retoma las giras en pleno pico de la epidemia y llama a definirse, a tomar partido, o se es liberal o conservador, dividiendo así la arena política en solo dos bandos.
En la lid electoral está claro que solo el gobierno tiene una estrategia para enfrentar la más grande de las elecciones. No existe al día de hoy, una oposición organizada capaz de enfrentar con éxito la maquinaria electoral del régimen, ni hay una estrategia seria para lograr contrarrestar el poder presidencial en la elección de 2021.
Los partidos, desorganizados, sin propuesta, esperan que los errores de esta administración les permitan recuperar simpatías. La sociedad no encuentra canales de participación y se expresa en redes sociales, que se han vuelto otra arena polarizada a ultranza entre dos opciones.
Se habla de movimientos organizados por empresarios, pero el único que trasciende es el denominado FRENA, cuya estrategia trietápica busca la dimisión de AMLO, proponer un candidato unificador que sea arropado por todos los partidos y participar en la reconstrucción nacional. Orgánicamente cuenta con un consejo rector compuesto por 67 personas y como adlateres distinguidos tiene a figuras como el empresario Luis Martín Bringas, Gilberto Lozano, Pedro Ferriz de Con y su hijo, así como a Rafael Loret de Mola. Tiene organización, recursos, pero desafortunadamente una mala estrategia que no habrá de servirle para los fines que pretende.
Recientemente, en la conferencia matutina se dio a conocer un documento anónimo, que exhibe la supuesta existencia de un bloque opositor amplio, el BOA que es un mero invento para afirmar en el imaginario nacional que la próxima elección será de todos contra el presidente y su proyecto. El tal bloque por supuesto que no existe y el documento exhibido tiene como destinatarios a los seguidores de la 4T para que estén alertas y motivados.
Por otra parte el activismo de FRENA, que recientemente realizó caravanas de autos en 70 ciudades y que ha dado muestra de una creciente inconformidad de la clase media, también coadyuva a que se confirme que la elección es definitoria, a favor o en contra de López Obrador.
Ciertamente, la estrategia presidencial parece estarle dando resultado y el desconcierto, el incomprensible pasmo de los partidos opositores, su errático proceder les impedirá ser una oposición notable en la próxima elección.
El presidente estará pues presente en las boletas electorales, sin foto y sin nombre, pero con la carga ideológica con la que ha revestido su discurso y esfuerzos mediáticos. La oposición, desarticulada y débil tendrá que conformarse con ser un legitimador, si en el tiempo que resta no logra interpretar y acaudillar la inconformidad, creciente por cierto, que cada vez se manifiesta con más intensidad.
El presidente lo sabe, y se da cuenta que sus decisiones, aunadas a la crisis desatada por la pandemia, le han restado apoyo y la inconformidad crece y por eso recurre a lo que sabe hacer, inventarse enemigos y complots para mantener vigente su discurso maniqueo. Lo necesita, no para ganar, sino para continuar su proyecto ideológico de reducir la desigualdad haciendo a todos igual de pobres. Una victoria electoral a mitad de sexenio le da la justificación para seguir con el proyecto a pesar de los nefastos resultados que presenta hasta ahora. A diferencia de sus opositores él si tiene una estrategia y una estructura electoral a la que no le faltarán recursos. Su partido es marginal, servidores de la nación y comités de defensa popular –ya integraron 300- entre otras estructuras clientelares, serán puntales. Ante ellos, FRENA, BOA y partidos serán comparsa y a la vez legitimadores, como antes, como cuando el PRI, ese que querían que muriera.
