CULTURA
A cualquier pueblo mexicano…atemporalidad de una llama de candela

Crónicas de un Trotamundo, por Fernando Zúñiga //
Rosetha había volado todo el trayecto de mi viaje, desde México, hasta una ciudad de Europa, en el mismo avión.
Impresionante coincidencia: a ambos, por separado, nos habían cancelado el hospedaje en el hotel que nos asignaron desde la agencia de viajes. La observé solo de reojo en la recepción del hotel cuando nos dieron la noticia. Una mujer guapa, de buena presencia, rico perfume, vestir elegante.
La saludé a la distancia ya por la noche en el camino a mi cuarto del hotel que nos habían asignado para compensar el rechazo del originalmente pactado. Ella estaba, solitaria, en un sillón del pequeño lobby.
Bajé después de una ducha, dispuesto a caminar por el centro histórico de la ciudad, sin rumbo y sin horario, para prepararme a dormir con el jet lag.
Me acerqué a su mesa, ella degustaba un Taittinger, se me adelantó con la invitación a compartir el momento. Terminadas nuestras respectivas copas salimos a deambular, por la noche por las callejuelas y por la charla.
Ya por la madrugada nos despedimos a la puerta de su habitación pactando encontrarnos en los portales de la ciudad para desayunar. Ella partiría ese mismo día al recorrido por las provincias vecinas para un reportaje de la revista mexicana en la que colaboraba.
Rosetha era originaria de una ciudad capital del centro de México.
A su regreso, 3 días después, nos volvimos a encontrar en el mismo hotel. Ella retornaría a México al siguiente fin de semana. Nos restaban 5 días de estancia en aquel país europeo.
Recorrimos por carretera la campiña. Pequeñas poblaciones, hosterías, caminatas, alimentos y bebidas a cualquier hora, en la Volkswagen Combi equipada que rentamos, siestas y contemplación de paisajes, sin prisa, sin Jet Lag. Trasfondo lúdico-romántico.
A la sombra de la llama atemporal de una candela, en la terraza con 2 mesitas a la vera de un camino vecinal, surgen unos chanekes desde su recóndito escondite en el alma de Rosetha, mientras bebíamos un tinto de fabricación casera que nos brindaron la posadera y su joven hija a nombre de la pequeña estancia.
…Mi madre vivía junto con la otra mujer amante de aquel hombre que nunca supe si era mi padre…ambas pernoctaban con él, en muchas ocasiones al mismo tiempo. Algunas noches que me despertaba asustada y buscaba a mi madre en su recámara me topaba con esa escena…
…crecí considerando que era normal esa convivencia, aún hoy no juzgo de ninguna forma a mi madre. Nunca supe si la otra mujer era realmente mi tía, hermana de mi mamá, como me hacían nombrarla…
…cuando aquel hombre murió todavía seguimos viviendo juntas las 3 durante un tiempo, más bien las 4, porque yo tenía una hermana, Ameliè, 5 años mayor que yo…
Rosetha me mostró, en ese punto de la charla, una fotografía de su hermana Ameliè. Ocupé el espacio-tiempo mientras observaba la imagen congelada de aquella mujer, en un pequeño sorbo de mi copa. Por mi mente también pasaron instantes congelados con signos de ¿????¿…
…sí, tienes razón en tu corazonada, cuando 2 seres humanos abren su corazón al unísono en tiempo-espacio, son uno solo…porque al fin un ser…es…solamente es…
…durante las vacaciones escolares, mi madre nos enviaba a un pueblo muy pequeño a casa del señor cura, donde nos atendían como princesas, vivíamos experiencias maravillosas, aire puro, rio cristalino, frutas recién cortadas, comida sabrosísima, ayudábamos en la ordeña de vacas y alimentar a las gallinas y conejos, en alguna ocasión me tocó contemplar cuando un capullo de oruga se abría en mariposa, las noches infinitamente estrelladas, el canto luminoso de las luciérnagas, soplarle a la llama atemporal de las velas para que custodiaran mis sueños…
…el señor cura de aquella pequeña población era de origen extranjero, del norte de Europa, creo, era un hombre alto y fornido, rubio, de carácter alegre y extrovertido. En mi infancia me resultaba difícil pronunciar su nombre Gunnhild Svend Ragnarsson…
…siempre llevo conmigo el aroma de la leña, el sabor transparente del agua del arroyo que bajaba del cerro para meterse al río, el agua virgen rodeando mi cuerpo desde cada rincón, la lluvia cayendo desde las hojas y ramas de los tabachines…
…recuerdo la impresión que me causó el contemplar el cuerpo desnudo, ya más desarrollado de Ameliè, brillando con las gotas de agua del río traspasadas por los rayos del sol, ya teníamos más edad…
…fue un mediodía de verano, que, como en otras ocasiones nos metimos desnudas a la suave y cálida corriente…por primera vez me pregunté por qué éramos tan diferentes en estatura, color de piel, color de cabello y de ojos y sus formas más delineadas que las mías y sin muchos rasgos de mi madre como yo…
…varios años después, ya adultas, viajamos a aquel pequeño pueblo. Ameliè, lloraba profundamente desconsolada, abrazada al ataúd del señor cura, aquel extranjero en un pueblo perdido de México. En los ojos de azul profundo de mi hermana Ameliè, pude leer las líneas de la vida escritas en los márgenes…
…si, tienes razón en tu corazonada, cuando 2 seres humanos abren su corazón al unísono en tiempo y espacio, son uno solo…porque al fin un ser…es…solamente es…
…mi madre ya había muerto para ese entonces. Nadie nos acompañó en su funeral.
Rosetha me mostró en ese punto de la charla, una fotografía en sepia, por el tiempo, de quien en vida fue su madre. Ocupé el espacio tiempo mientras observaba la imagen congelada de aquella mujer, en un pequeño sorbo de mi copa. Por mi mente también pasaron instantes congelados con signos de ¡¡¡¡!…
Las últimas palabras de Rosetha, esa noche, ante la atemporalidad de la llama de una humilde vela, en una terraza con 2 mesitas a la vera de un camino vecinal de aquel país ajeno a cualquier pueblo mexicano, me llegan a la memoria:
…Fernando, me gustaría que escribieras tu mini story en nombre de este instante en el cual mi madre, mi hermana Ameliè, tu y yo fuimos un solo ser.
FZG
Guadalajara, X/2019