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CULTURA

En alta mar…el tsunami de las vanidades

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Crónicas de un Trotamundo, por Fernando Zúñiga //

Dulce miró mi Gianni Versace como de niña debió mirar al Príncipe de Blanca Nieves (en persona en la imaginación infantil). Me conocía en indumentaria habitual de jeans y desert boots muy setenteros. Era como si su mirada se detuviera en mis décadas pasadas.

Me subí al asiento trasero del viejo pero lujoso Mercedes…..

  • Hey, Rolando, me dijo, que joven te pusiste.

  • Ya ves, le dije, la buena vida me sienta bien.

Los asientos de piel blanca. La parte trasera espaciosa. Servi bar, TV, teléfono, compu. Dulce me miraba y replicó mi sonrisa. Tomé una botella, la agité y el líquido parpadeó como oro líquido.

Charlamos durante el trayecto hasta la Marina privada del puerto. La noche se instalaba en el exterior. El reflejo del mar se volcaba lentamente hacia nosotros.

El chofer apagó el aire acondicionado y abrió las ventanas. Aspiré profundamente. Me llenó los pulmones la brisa marina raspada por la luz de la luna.

Dulce ya había bajado del coche, nos miramos y abrazamos. Nos miramos de cerca, nos reímos. Dos viejos amigos. Nos veíamos poco pero con aprecio creciente. Su sonrisa luz de pequeña luna.

Minutos después el perfil nocturno de la costa quedaba atrás.

La barman, Jeanine, muy guapa, caribeña, me sirvió el Dalwhinnie como ordenan los cánones: vaso tallado y un cubo pequeñísimo de hielo para amortiguar el amargor. El sabor a melón y el aroma a madera me sedó en matiz oro al primer trago. Dulce y yo nos miramos cómplices con los vasos en alto.

El yate se detuvo mar adentro después de un par de horas de navegación.

He estado en otras ocasiones en algunas embarcaciones de esta magnitud en el transcurso de mi vida. Aunque en menos de los que me gustaría recordar (lo confieso ante ti amable lector).

Marcelo N., nuestro vecino en la barra del bar junto a la alberca, levantó su vaso, nos miró sonriente y nos espetó con una voz como en sordina…

este lujo tiene que ver con la voluptuosidad para llenar un agujero equivalente…

Dulce y yo nos miramos cómplices y nos reímos por dentro. Los 3 brindamos por la voluptuosidad.

Marcelo N. era el anfitrión. Inversionista en yacimientos petroleros en distintos países. Coleccionista de “lujos” como el mismo nos dijo durante el segundo vaso de Dalwhinnie.

Marcelo N.…. en torno al 1.70 m. de estatura…cabello completamente blanco. Con fuertes rasgos mexicanos. Denotaba buena forma física, rondando los 70 años de edad, robusto, flexible y afable. Sutilmente armonioso.

Marcelo N. se retiró, no sin antes brindar de nuevo con nosotros. Decidió nadar en la piscina.

Su lugar en la butaca lo ocupó una mujer que depositó una botella de Hennessy semivacía sobre la barra. Se sirvió en su copa y brindamos ella, Dulce y yo.

Se presentó como Nicole.

Nicole cerró los ojos como si se concentrara en la música que provenía de alguna bocina oculta del yate.

Marcelo ha viajado mucho, en el espacio por el mundo y en su espíritu por regiones que pocos hombres se atreven…

está curtido por esos extremos de vida y, claro, otro poco por los lujos, la buena bebida, los masajes y un poquito por Mozart, le fascina…

hemos viajado días y noches: Kilimanjaro; Amazonas; Fiordos; Sahara; Antártida…

Nicole hablaba mirando la noche con los ojos brillantes de Hennessy. Levantó su vaso y brindamos por Marcelo N.

Noche perfumada por la brisa marina. Aspiré profundamente el aroma salitroso y yodado.

La fiesta estaba por toda la embarcación, en cubierta y en los salones de los 3 pisos del yate. Una pequeña orquesta en cada uno de ellos con música de toda clase. Mesas con fuentes de comida. De todo. Camareros y camareras ataviados con trajes típicos de varias naciones. Algunas de ellas, de raza negra, luciendo sus cuerpos, moviéndose entre los invitados con las bebidas…y otras cosas para consumir.

Los selectos invitados: políticos, empresarios y algunos artistas reconocidos en el mundo. Algunos con sus mujeres. Tsunami de las vanidades. Cincuenteros, sesenteros y setenteros pasadones(as). Varios ochentones(as). Marea de bronceados, perfumes, joyas, peinados y ropajes. También marea alta de cirugías estéticas. Canasta de infidelidades y erecciones químicas (de laboratorio): hijas; amigas de las hijas; modelos de TV notas; guarros; choferes; psicólogo y hasta jardineros y peinadores (entrenadores??)…

Continuará…FZG GUADALAJARA I/2017

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