MUNDO
Fue la cara del neoliberalismo en Argentina: Muere Carlos Menem, el polémico expresidente argentino
Por Francisco Lucotti (Sputnik Mundo) //
Carlos Menem gobernó Argentina entre 1989 y 1999. Su mandato se caracterizó por el modelo económico libremercadista, marcado por la ley que equiparó la moneda local al dólar, las privatizaciones, el aumento de la deuda externa y la pobreza, así como las numerosas acusaciones y causas de corrupción.
El expresidente argentino falleció a los 90 años a causa de una infección urinaria por la que permaneció hospitalizado durante las últimas dos semanas en una clínica de Buenos Aires. Tras sufrir un fallo renal, los médicos tuvieron que inducirle un coma. Sin embargo, no logró recuperarse de su estado crítico.
Hijo de inmigrantes sirios, Carlos Saúl Menem nació el 2 de julio de 1930 en Anillaco, La Rioja, una de las provincias más pobres de Argentina, en la zona oeste del país. Se formó como abogado y se adhirió en 1951 al movimiento político de orientación popular que encabezaba el entonces presidente Juan Domingo Perón (1946-1955), también conocido como justicialismo.
Con el regreso de Perón, que mantuvo la presidencia hasta su muerte en 1974, el riojano fue electo gobernador de su provincia natal, posición que ocupó hasta el inicio de la última dictadura militar (1976-1983). Menem permaneció detenido bajo diferentes modalidades de prisión, principalmente domiciliaria, hasta 1981, y con el regreso definitivo de la democracia, obtuvo una segunda gobernación de La Rioja hasta 1989.
Luego de unas votaciones internas del peronismo en las que se impuso sorpresivamente sobre Antonio Cafiero, que era gobernador de la provincia de Buenos Aires, Menem ganó las elecciones presidenciales nacionales en 1989 frente al candidato del oficialismo, Eduardo Angeloz, de la Unión Cívica Radical (UCR), partido político que gobernaba el país de la mano de Raúl Alfonsín.
El peronismo volvía al poder después de 13 años en un contexto de crisis económica extrema, revueltas sociales e inestabilidad política como consecuencia de un proceso descontrolado de aumento de precios conocido como «hiperinflación», que llegó casi al 80%.
La pobreza aumentó 25% y alcanzó el récord histórico de 47,3% de la población. En un clima de saqueos y desesperación, el presidente saliente tuvo que adelantar las elecciones y terminar su mandato con cinco meses de anticipación, el 8 de julio de 1989.
Esto representó la primera transición democrática pacífica entre partidos políticos oponentes en la historia argentina, significó la primera victoria en las urnas del justicialismo después de la muerte de Perón y marcó el inicio de 10 años de Gobierno de Carlos Menem.
LA DÉCADA MENEMISTA
El peronismo se consideraba hasta entonces un movimiento político fuertemente nacionalista, desarrollista y orientado hacia la justicia social, pero el Gobierno de Menem instauró en el país un modelo económico neoliberal, promotor del libre mercado en el comercio y la inversión extranjera directa, así como la reducción del Estado a través de la privatización de empresas públicas y la desregulación de la competencia.
«La caída del muro de Berlín [en 1989, símbolo del fin de la Guerra Fría entre EEUU y la URSS] dio una idea de que la modernidad era la destrucción del Estado y en Argentina nos agarró con una dirigencia que se enriqueció a partir de la venta de las empresas, hubo una asociación ilícita de mucha gente», dijo a Sputnik Julio Bárbaro, histórico referente del peronismo, quien fue diputado nacional en dos períodos, 1973-1976 y 1983-1985.
En los albores de 1990, volvió a ocurrir otra espiral inflacionaria en Argentina, lo que llevó a la sanción, con el ministro de Economía, Domingo Cavallo, como ideólogo, de la ley de convertibilidad: se creó una nueva moneda, el peso argentino, y se la equiparó al dólar.
Inició lo que coloquialmente se llamó el «uno a uno» (un peso, un dólar), que terminó con la inestabilidad cambiaria pero que tuvo como precio una enorme presión fiscal y del crecimiento desbordado de la deuda externa, que creció en la década de 45.000 a 145.000 millones de dólares, para sostener las reservas del Banco Central y el gasto público. Esta burbuja financiera terminaría de explotar y provocar la crisis de 2001.
«Hay una generación de dirigentes que se enriqueció y una sociedad que se empobreció. Cuando estalló el ‘uno a uno’, que era una ficción, volvimos a la realidad», sentenció Bárbaro, quien fue director del Comité Federal de Radiodifusión entre 2003 y 2008.
Durante la década menemista, se privatizaron todas las empresas estatales de servicios (teléfono, luz, gas, agua, correos), Aerolíneas Argentinas, las empresas hidrocarburífera y carbonífera nacionales YPF e YCF, señales de TV abierta, el sistema jubilatorio, la administración de puertos marítimos, y se concesionó el transporte de ferrocarriles, la recolección de residuos, los peajes en autopistas, los aeropuertos, entre otros.
«Avanzó el peor hombre de la historia argentina, que fue Cavallo. Deciden destruir el Estado, así como lo había hecho el Gobierno militar con [el ministro de Economía José] Martínez de Hoz, la misma tesis tuvo el Gobierno de Menem con Cavallo y [Roberto] Dromi [ministro de Obras y Servicios Públicos entre 1989 y 1991]. Se privatizó todo lo que se había construido y se regalaron las ganancias con coimas», denunció quien fue secretario de Cultura durante los primeros dos años de gestión menemista.
EL LEGADO
Los despidos masivos producto de la reducción del empleo estatal y las políticas de flexibilización laboral llevaron a que el desempleo creciera de 8% a 14% de la población activa durante su gestión. Muchas de las privatizaciones, así como la Administración en general, estuvieron envueltas de acusaciones de corrupción, un signo que marcó desde el inicio la presidencia de Menem.
«Lo de Menem fue una atrocidad, que se hizo en nombre del peronismo; no se podría haber hecho en otro nombre, por eso el pueblo no se sublevó. Es la traición, el momento en que el peronismo se volvió vendepatria, deja de ser nacionalista para ser colonialista. Dejamos de ser compañeros para ser cómplices», remató Bárbaro.
En 1992 y 1994, la Argentina fue blanco de dos atentados terroristas contra la comunidad judía: el estallido en la Embajada de Israel, que causó la muerte de 22 personas, y la destrucción de la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en la que perdieron la vida 85 personas. En ambos casos, el Gobierno de Menem fue expuesto por su inoperancia y encubrimiento de los culpables.
En 1994, Menem encaró una reforma constitucional que abrió la posibilidad de una reelección presidencial, a la que accedió el año siguiente. A pesar de las numerosas acusaciones de corrupción y peculado, contaba con una gran aceptación y popularidad producto de la bonanza económica de aquellos años, que permitía lujos nunca antes vistos para la clase media pero a costo de una enorme polarización social y generación de pobreza y miseria.
«Construyeron un capitalismo no productivo sino de intermediarios, que hacen negocios con quedarse con lo ajeno. Lo de Argentina fue un ensayo nefasto, vendieron el patrimonio y la sociedad no era consciente de que eso tenía un final. Con la idea de un dólar fijo y de recorrer el mundo la clase media encontraba en ese festejo el final de su historia, porque vivía el síndrome de Estocolmo», enfatizó referente peronista.
En 1999, Menem dio traspaso democrático a la presidencia de Fernando De la Rúa, líder de la coalición Alianza, no peronista, que colapsó en diciembre de 2001, dando pie al período de mayor inestabilidad de los últimos años.
En las elecciones de 2003, Menem volvió a postularse pero, a pesar de salir primero en la primera vuelta, con 24% de los votos, renunció a la carrera antes del balotaje, por lo que se impuso el entonces gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner, quien había sido votado por 22% del electorado.
Menem senador
En las elecciones de medio término de 2005, Menem obtuvo su puesto como senador por La Rioja, cargo en el que fue reelecto en 2011. En 2007, compitió en las elecciones a gobernador, sin éxito. Se mantuvo como referente del peronismo, plegándose a la fuerza electoral mayoritaria dentro de la interna partidaria, a lo largo de los años.
Luego de terminar su mandato, Menem fue involucrado en numerosas causas: la venta ilegal de armas a Ecuador, Croacia y Bosnia (absuelto por tecnicismo), explosión de la fábrica militar de armas en la ciudad de Río Tercero en la provincia de Córdoba (absuelto por tecnicismo), malversación de fondos públicos (condenado), enriquecimiento ilícito (procesado), encubrimiento en la causa AMIA (absuelto), venta irregular del predio de La Rural (condenado pero sobreseído).
«Los talentos son casualidades. Alfonsín fue el último presidente en intentar hacer política y trascender. Menem es la expresión de la época de la decadencia de la política; ni la oligarquía, ni burguesía industrial ni el sindicalismo tenían dirigencia. Menem fue instrumento vil de la modernidad, básicamente de los bancos y del poder económico, que es el sueño que impera en ciertos sectores de la dirigencia argentina», cerró Bárbaro.
MUNDO
El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?
Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //
La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.
Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.
Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.
En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.
El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.
La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.
El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.
E-mail: samcg2002@gmail.com
MUNDO
Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.
Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.
Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.
Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.
El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.
La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.
En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.
Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.
Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.
Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.
Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.
Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.
MUNDO
En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.
La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.
LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN
La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.
Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.
El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.
DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA
El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.
La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.
En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.
FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN
La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.
Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.
La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.
RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.
Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.
El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.
El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.
EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE
El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.
El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.
En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.
El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.
Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.
Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.
El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.
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