MUNDO
Minicumbre entre Macron y Putin: Europa necesita a Rusia

Por Luis Rivas (Cortesía de Sputnik Mundo)
Las maniobras para «rearrimar» Rusia a Europa han comenzado en el sur de Francia. Emmanuel Macron reafirma su convencimiento en que la cooperación con Rusia es indispensable para la resolución de los actuales conflictos internacionales.
La minicumbre Macron-Putin en el fuerte de Bregançon puede calificarse de positiva para ambas partes. El presidente francés se convierte en el interlocutor privilegiado de Rusia en Europa, actuando de rompehielos en las deterioradas relaciones entre Moscú y sus vecinos del oeste del continente.
Bajo el sol de la costa mediterránea francesa, el calentamiento de relaciones entre Rusia y Francia coloca también a Vladímir Putin como parte indispensable —»imprescindible», dijo Macron— en la resolución de los principales conflictos internacionales, ya sea Ucrania, el Golfo Pérsico, Siria o Libia, entre otros. Una evidencia que solo la histeria anti-rusa denunciada por Moscú podía negar.
Nadie esperaba decisiones concretas de la reunión; se trataba de acercar posturas sin esconder, muy al contrario, las diferencias de visión sobre varios diferendos internacionales. Y en esos puntos de fricción, la crisis ucraniana sigue siendo el número uno, aunque tanto Putin como Macron se mostraron ligeramente optimistas.
DE GAULLE, AL RESCATE
El presidente ruso así lo expresó después de informar sobre sus últimos contactos con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski. Por su parte, Emmanuel Macron pone su esperanza en la decisión manifestada por el líder ucraniano de querer resolver pacíficamente el conflicto en el Este de su territorio.
Ambas partes tienen claro que no se podrá relanzar las negociaciones a cuatro partes, según la fórmula llamada Normandía (Ucrania, Rusia, Alemania y Francia), si antes no se llegan a acuerdos concretos. Nadie se sentará a negociar si no hay cesiones de ambas partes.
Es precisamente la resolución pacífica del conflicto en Donbás lo que permitiría no solo el retorno de Rusia al G8, sino algo mucho más importante, concreto y positivo como es el levantamiento de las sanciones de la Unión Europea a Rusia. Y si eso parece lejano todavía, no hay duda de que ese apartado estaba en la mente de ambos líderes en su reunión mediterránea, pocos días antes del encuentro del G7 en la ciudad francesa de Biarritz.
Macron recordó la actitud de su Gobierno para permitir el retorno de Rusia a la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa. Fue uno de los pasos previos a su nueva Ostpolitik, en la que vertió el verbo que la diplomacia francesa suele utilizar para justificar sus relaciones con Moscú.
“Rusia es parte de Europa», enfatizó el mandatario francés, que volvió a desempolvar la famosa frase del General de Gaulle sobre una Europa que abarca «de Lisboa a los Urales», aunque él extendió ese territorio hasta Vladivostok, como también lo hizo el presidente ruso.
Ucrania no es el único punto de desacuerdo entre París y Moscú. En Siria, donde ambos países han colaborado en tareas humanitarias y alguna operación militar, mientras Macron pide el respeto de un alto en fuego en la batalla por Idlib, Putin reiteró que las acciones militares no cesarán hasta la eliminación total del peligro terrorista representado por las fuerzas islamistas que resisten en ese territorio.
En Siria se libra una guerra que no ha acabado y no serán las imágenes de civiles supuestamente afectados por los bombardeos, ni los llamamientos de cara a la opinión pública de algunos gobiernos lo que van a hacer frenar al Ejército sirio en la defensa de su territorio frente a los yihadistas. Y eso en París lo saben, aunque estén obligados a representar una actitud humanitaria de cara a su público.
Emmanuel Macron sabe también que, para acercar posturas con Irán, tras la retirada norteamericana del acuerdo nuclear de 2015, necesita también coordinarse con Moscú. De la misma manera, Francia y Rusia se manifiestan empeñados en colaborar en buscar una solución negociada para la paz y la reconciliación en Libia. Tanto Rusia como Francia son acusados por el gobierno libio, auspiciado por la ONU, de apoyar al general Jalifa Haftar, el hombre que controla la mitad de ese país.
El dirigente ruso fue preguntado por las recientes manifestaciones de la oposición en Moscú, lo que dio lugar a la respuesta que todos esperaban: manifestaciones hay en todos los países y Francia es un ejemplo, protagonizado por los chalecos amarillos. Las que tienen lugar en Francia, dijo Putin, han dejado cientos de heridos entre manifestantes y policías.
Macron no incluyó en su agenda la cuestión de las diferencias entre democracia iliberal y liberal, hecha por Vladímir Putin recientemente, pero aprovechó la ocasión para decir que Rusia siempre se ha inspirado en los valores de «Les Lumières» y que ese país «tiene sitio en la Europa de los valores». Pragmatismo macroniano muy diferente a su actitud en anteriores encuentros con el presidente ruso.
MENOS DIÁLOGO QUE DURANTE LA «GUERRA FRÍA»
El mandatario galo confesó también que dar la espalda a Rusia significaba aislarla o empujarla a una relación particular con China.
Macron pone palabras a lo que piensan muchos de sus colegas en la Unión Europea (UE). La diferencia con ellos es que el presidente francés sabe que su país puede liderar la UE ahora que Angela Merkel vive su crepúsculo político y no hay otra nación en el Viejo Continente capaz de ocuparse de algo más allá que sus asuntos internos, a pocos meses del Brexit y con su aliado transatlántico, Donald Trump, actuando como enemigo.
Los elementos del lenguaje diplomático de Francia para su relación con Rusia han pasado del «diálogo de firmeza» a «diálogo franco, exigente y directo», para acabar en «diálogo de confianza exigente». Piruetas verbales para justificar un diálogo que en los últimos años ha sido más difícil que en decenios de relaciones Rusia-Occidente durante la «guerra fría».
En la UE algunos comienzan a entender que los valores no se imponen, que celebrar reuniones no significa aceptar las razones del otro, sino comprenderlas, y que la geopolítica de la moral tiene que dar paso a la realpolitik. Del pasado, y no solo de De Gaulle, siempre se puede aprender.
JALISCO
Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

– Por Mario Ávila
El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.
Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.
Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.
Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.
Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.
La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.
Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
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LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…