MUNDO
Qatar 2022: El último con la participación de Messi y Cristiano Ronaldo; el mundial de la controversia

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
El día de ayer dio inicio uno de los eventos deportivos más esperados por el mundo, pero que, a su vez, ha sido uno de los más controversiales que yo recuerdo: el mundial de Qatar 2022.
Para muchos fanáticos del futbol, este mundial genera muchas expectativas, en primer lugar, porque este será el último en el que participen Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, los dos futbolistas más destacados de la era moderna del futbol, quienes, dicho sea de paso, tendrán su última oportunidad de concluir sus respectivas carreras con broche de oro ganando uno de los trofeos más deseados por cualquier futbolista, y que da la casualidad que es el único que les falta en su palmarés tan basto.
No obstante, los debates alrededor de esta justa deportiva han rebasado lo deportivo, y han llegado a lo polémico al englobar temas políticos y profundos debates sobre profesionalismo y la libertad de conciencia de todos aquellos artistas, que, por motivos políticos e ideológicos, se negaron a participar tanto en la ceremonia de apertura como de clausura de esta edición del mundial.
Este mundial ha sido muy polémico, pero esto no tiene poco tiempo, ya que desde el día en el que se escogió Qatar como sede mundialista, los ánimos de aficionados y directivos de la FIFA han estado bastante calientes, no solo por los casos de corrupción que rodearon la designación de la nación insular como sede, sino también, porque para muchos de los beneficiados comerciales de este gran negocio que es el futbol, hacer un mundial en un país que está totalmente en contra de todos aquellos rituales que dan vida y calor a la cultura y la pasión futbolera, no es muy atractivo económicamente hablando.
Sobre esto, no hay mucho que decir, más que aquellas voces opositoras no estaban del todo equivocadas, ya que a 48 horas del arranque del mundial, el Gobierno Catarí y la misma FIFA anunciaron que dice su mamá que siempre no, que el consumo y la venta de alcohol en los estadios siempre sí estará prohibida.
Aunado a esto y al margen de las tradiciones pamboleras cuyo seguimiento es casi religioso, cabe resaltar que, en términos generales, hacer un mundial en una nación que está en contra de todos los valores de occidente, no es tan atractivo para los mortales como nosotros que no nos llevaremos una tajada del pastel económico que se llevó Joseph Blatter.
Sin embargo, por más que me gustaría hablar de la corrupción que rodea a la FIFA, no lo haré, y mejor les recomendaré el documental de Netflix ‘’Los entresijos de la FIFA’’, estoy seguro que ahí encontrarán más respuestas y mejores explicaciones sobre la oscura designación de Qatar como sede mundialista.
En esta ocasión, en lugar de esto, hablaré un poco sobre un par de fenómenos que han rodeado los debates respecto a Qatar: el racismo y el clasismo.
Y es que en los días previos al partido inaugural entre Qatar y Ecuador (cuyo resultado desconozco mientras redacto esta columna) comenzaron a circular por redes sociales, reportajes que exponían con un tono muy crítico y despectivo al Gobierno de Qatar que parece ser está pagando a ciudadanos pakistanís 50 dólares al día, más hospedaje, alimentos, vestimenta (playeras de selecciones como Argentina, Brasil, Francia y Alemania) y boletos para partidos del mundial, esto para llenar estadios y para que las calles de las ciudades que albergar´sn partidos mundialistas estén siempre llenas tanto de personas como de ambiente proporcionado por estos aficionados contratados.
Ahora bien, a simple vista este reportaje puede causar mucha gracia ya que la convocatoria a este mundial fue tan mala, que el Gobierno necesita pagar a la gente para que vaya a sus grandes estadios que pasarán a la posteridad como odas a la corrupción, pero después de reír un rato, resulta muy preocupante leer tanto los comentarios de quienes comentan esos reportajes, como el sentido que los escritores de dichos trabajos dan a su investigación, ya que por ambos lados, lo único que se puede son comentarios satanizando el actuar del gobierno y satanizando el hecho de que esas personas no solamente vistan el jersey de un país al que no pertenecen, sino que apoyen a una selección que no los representa.
Por esta razón, no debemos de perder de vista, que, en sus inicios en Inglaterra, el futbol más que ser un deporte y antes de ser un negocio, era una de las formas en las que la sociedad obrera del siglo XIX llevaba a la práctica la lucha de clases cuando los primeros equipos de futbol se conformaban o por los dueños de grandes empresas, o por los trabajadores de dichas empresas, que llevaron sus luchas de clase por mejores salarios y condiciones al terreno de juego.
En aquel entonces, ganar la FA Cup, tenían un valor que iba más allá del mérito deportivo, ya que, de ganar el equipo conformado por obreros, esto representaba también una protesta social, y un triunfo de clase.
Sí, probablemente el futbol es la cosa más importante dentro de las cosas menos importantes, pero hubo un momento en la historia de la humanidad en la que el futbol fue más que un deporte, y aunque mucho ha cambiado en la industria desde que Fergus Suter llegó a Darwen F.C. de Inglaterra en 1878 para convertirse en un símbolo de la clase obrera, el futbol sigue siendo esa actividad recreativa en la que, durante 90 minutos, al margen de la afición por los equipos, todos somos iguales.
Por esta razón, para concluir esta columna, me gustaría dejar a manera de reflexión un par de preguntas respecto al debate sobre los aficionados pagados: ¿En qué momento el fanatismo y la posibilidad de seguir a un equipo de futbol se limitó por el color de piel o la nacionalidad? ¿En qué momento la nacionalidad se convirtió en un impedimento para disfrutar de cualquier deporte?
JALISCO
Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

– Por Mario Ávila
El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.
Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.
Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.
Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.
Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.
La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.
Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
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LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…