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Surge guerra de empresas farmacéuticas entre China y Estados Unidos: Los chinos empiezan a ganar el mercado

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(Sputnik Mundo).- De las 10 principales empresas globales de las nuevas grandes farmacéuticas, llamadas también Big Pharma —que ostentan ingresos por valor de 573 mil 431,9 millones de dólares— dos empresas chinas escalaron China Resources, al primer sitio, y Sinopharm, al cuarto, frente a tres de Estados Unidos: Johnson&Johnson (segunda), Pfizer (quinta) y Merck (octava).

Hace 11 años cuando abordé el Big Pharma como el poder farmacológico de EEUU en el mundo, no aparecía ninguna empresa china en los óptimos sitiales, frente al apabullante número de trasnacionales farmacéuticas, cuando, de 12 ‘occidentales’, EEUU detentaba un oligopolio de siete, Gran Bretaña dos, Suiza dos, y Francia una.

En 2009 aduje que «con o sin el brote súbito de infecciones inéditas, el siglo XXI estaba destinado a ser eminentemente biológico, donde la inmunidad, la genética, la bioquímica y la virología jugarán un rol determinante y cuando el armamentario farmacológico será de carácter estratégico, por lo que aquellos países que dispongan de la sapiencia nanobiotecnológica [un feudo de EEUU, guste o disguste] tendrán un gran avance y quizá dispongan hasta del control del género humano voluntaria o involuntariamente».

Y agregué tristemente: «Aquí resalta la inmensa vulnerabilidad del BRIC [Brasil, Rusia, India y China], ya no se diga de Latinoamérica y el mundo islámico, que han descuidado el rubro farmacológico tan relevante«.

Con un enfoque de «participación de mercado [market share]», en 2018, el «mercado farmacológico global» alcanzó casi un billón de dólares (trillón anglosajón) donde no aparecía ninguna empresa china y que colocaban al Big Pharma, de control prácticamente anglosajón, entre los cinco principales ingresos del planeta, después de los hidrocarburos, los estupefacientes, la venta de armas y la trata de personas.

Sin el COVID-19 en el horizonte, era evidente la irrupción súbita de las empresas farmacológicas chinas cuando —ahora con la pandemia desatada en EEUU, mientras ha sido yugulada en China—, se ha desencadenado una guerra multidimensional entre las dos superpotencias geoeconómicas cuya relación se ha deteriorado a los más bajos niveles previos al coqueteo a inicios de la década de 1970 de la dupla Nixon y Kissinger para establecer relaciones diplomáticas, en detrimento de la URSS.

La pandemia, que supuestamente se originó en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei en China, se ha contaminado con el factor electorero en EEUU donde Trump busca su reelección mediante una brutal campaña retórica contra China a quien culpa de todos los males del planeta, incluido al virus letal COVID-19, sin evidencia alguna hasta ahora. 

Más allá de la consabida sinofobia de Peter Navarro, asesor económico de la Casa Blanca, que después de su libro Muerte por China de hace 9 años, y que ahora culpa explícitamente a China de haber propagado el COVID-19 con fines de dañar a EEUU, Trump —en búsqueda de idóneos chivos expiatorios para su reelección— ha escalado su guerra verbal contra Beijing acusándola de buscar por todos los medios el triunfo de Joe Biden, candidato presidencial del Partido Demócrata.

La estrategia de Trump y del supremacista Partido Republicano es prístina: golpear por igual a China y a Biden cuyo hijo, Hunter, ha sido expuesto en sus negocios poco limpios con Beijing.

Debido a los señalamientos de Trump, Hunter —quien también carga a cuestas sus fétidos negocios con la empresa gasera Burisma de Ucrania—, renunció al consejo de administración de la empresa de manejo de fondos BHR de Shanghái.

China también se quitó los guantes y ahora con sus órganos oficiales y oficiosos contesta los alegatos del hoy secretario de Estado Mike Pompeo —exdirector de la CIA y zelote ‘evangelista sionista’ —quien ha llegado hasta a calificar en forma maligna al COVID-19 de ‘virus Wuhan’.

The Global Times arremete contra el «desprecio por la ciencia de parte de EEUU», y pone en evidencia ser el primer país en superar la marca de un millón de infectados por la pandemia debido a que ignoró los consejos de los profesionales y de haber dejado fluir «teorías de la conspiración» que controlan su agenda política, lo cual es inconcebible en un país que, como EEUU, «es altamente avanzado en los campos de la ciencia y la tecnología».

En el ranking de Fortune 500 Global de 2019, de las 10 primeras farmacéuticas aparece en forma asombrosa en primer lugar la empresa China Resources. 

De las 10 empresas del Big Pharma Global, donde no aparecía ninguna china, hoy han emergido dos, China Resources (primer sitial) y Sinopharm (cuarto lugar), frente a tres de EEUU: Johnson & Johnson (segundo lugar), Pfizer (quinto lugar) y Merck (octavo lugar). 

Llama la atención que Suiza ostente dos empresas: Roche Group (tercer lugar) y Novartis (sexto lugar).

Las otras tres ‘occidentales’ están representadas por Alemania, con Bayer (séptimo lugar), Francia con Sanofi (noveno lugar), y GlaxoSmithKline (décimo sitial) de Gran Bretaña.

Independientemente del ranking, cabe señalar que las tres empresas farmacológicas de EEUU han decaído varios sitiales, fenómeno similar que sufren Alemania, Francia y Gran Bretaña.

Suiza ha conservado relativamente sus lugares, mejorándolos un tanto, mientras que las dos empresas chinas se han catapultado en forma espectacular: China Resources con un aumento del 11.9% en sus ingresos y Sinopharm con 15.7%.

Este «nuevo Big Pharma Global» de 10 empresas ostentan ingresos por una cantidad de 573.431.9 millones de dólares. La ‘guerra farmacológica’ escaló alturas insospechadas debido a la carrera entre EEUU y China para desarrollar una vacuna contra el COVID-19. 

La hoy vilipendiada OMS por Trump, a quien acusa de ser cómplice de China, publicó el 11 de abril «el paisaje de las vacunas candidatas» y en la que aparecen «más de 70 vacunas en desarrollo, encabezadas por la empresa china CanSino Biologics Inc. y dos empresas biotecnológicas de EEUU: Moderna Inc. e Inovio Pharmaceuticals Inc., apuntalada por el polémico Bill Gates quien afirma que su vacuna tomaría entre 12 y 18 meses».

Gran parte del pleito doméstico entre Trump y Bill Gates —aliado y socio del megaespeculador George Soros— se debe a que el controvertido multimillonario, que acaba de dejar el Consejo de Administración de Microsoft, no solamente se ha puesto del lado de la OMS, sino que también mantiene óptimas relaciones con el Gobierno chino.

Al corte de caja de hoy, según Scott Gottlieb, anterior director de la FDA (Food and Drug Administration) no ocultó su angustia de que China se haya adelantado a EEUU con las pruebas clínicas de su vacuna desarrollada por CanSinoBIO, frente a las dos empresas de EEUU, Inovio y Moderna.

En la carrera por el lanzamiento de la vacuna, que le daría a su inventor un enorme prestigio científico y una gran influencia geopolítica, se han sumado la Universidad de Oxford de Gran Bretaña, que anuncia poder tenerla lista en septiembre, y la empresa india Serum que la tendría en un año.

Si antes del brote inédito del COVID-19, China y EEUU ya habían iniciado su ‘guerra farmacológica’ en forma subrepticia, ahora el desarrollo de la vacuna antiviral profundizará todavía más su batalla en forma abierta —en espera del triunfador de la elección presidencial entre Biden y Trump el 3 de noviembre que definirá muchas cosas en el planeta—.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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