NACIONALES
Democracia, ¿o partidocracia?
Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
La temporada de promesas, compromisos mentiras mentiritas, mentirotas y demás fantasías ha comenzado. Las campañas electorales, como los amaneceres, se repiten cada día y nos tenemos que chutar en todos los medios la hueca palabrería de los candidatos.
El ritual inamovible de las campañas no sale barato. Miles de millones de pesos se habrán de gastar en promover a los figurines -y algunas figuras-en aras de “cumplir con la ley” que manda y demanda este protocolo para fin de acceder a los huesos públicos.
Los privilegiados, los plurinominales, en teoría no deberían gastar nada, ni las suelas de sus finos zapatos para ocupar un puesto público, pero…también se van -en estos figurines- gastos ofensivos.
Como dijo Lichtenberg; Vamos a ver quiénes han perdido la vergüenza para poder perderles el respeto. El cinismo, la desfachatez y desvergüenza de quienes pretenden obtener los puestos públicos ha llegado a extremos inimaginables hasta hace no pocos años.
Lo que asombra es que este círculo vicioso llamado “elecciones” se ha ido transformando en la única forma posible de entregar el poder público, por parte de la sociedad, para que haya transiciones tersas.
A esto se la ha llamado Democracia, que es la manera de doblegar a las mayorías a unos cuantos, haciéndoles creer que realmente hay libertad, mientras que sólo se trata de autonomía, que parece lo ,mismo, pero no es igual.
La libertad de elección tendría que ver con que “el electorado”, pudiera seleccionar o elegir a cualquier persona pertenezca o no a algún partido para que le representase en el Congreso o el Poder Ejecutivo.
Sin embargo, no existe tal libertad. Hay, eso sí, autonomía para elegir a los candidatos a los huesos públicos. Es decir, hay una gama de personajes adheridos a partidos que forzosamente deben ser electos por “la ciudadanía”. A eso se le denomina “partidocracia”, porque son estos institutos políticos los que determinan quién o quiénes habrán de luchar por incrustarse en las nóminas oficiales.
Nuestra democracia, entonces, disfruta de autonomía, más no de libertad. Por eso la “carrera política” depende de los partidos, no de las actividades sociales, de las acciones concretas en favor de la sociedad de los individuos.
La democracia Mexicana, por estas razones, está dirigida. La partidocracia rige los rumbos de los poderes públicos. Antaño, cuando los partidos políticos tenían ideología, principios básicos, nexos con la sociedad, había cierto pudor entre los militantes y los dirigentes de dichos partidos para construir carreras políticas.
Hoy día, eso se fue al diablo. La sociedad mexicana soporta a la “clase” política de malas mañas y de protegidos de mañosos porque se ha infundido miedo…mejor dicho terror, entre la población para controlar a los gobiernos de los tres niveles y a quienes se ostentan como detentadores del poder público social.
La democracia Mexicana se va, se va…se fue (cual bola al jonrón) a las fauces de los representantes de las mafias del poder privado (cárteles) y los del poder público, ante la mirada atónita de “el pueblo” que sabe, intuye y presagia que su voto será inútil porque ya está decidido, por los dueños de esta “democracia”, quiénes serán los representantes “legítimos” de la sociedad.
¿Hasta qué punto se disputa en México una narcopresidencia, como han afirmado dependencias yanquis en sus ya no tan “top secret” documentos internos?
¿Hasta qué punto se podrá sacudir este estigma la “democracia mexicana”?
¿Hasta qué punto hay conciencia colectiva de que peligra la libertad social, y que nos la han cambiado por una autonomía dirigida?
La disputa por el Poder Público no es cosa solamente de partidos políticos. La posesión de facto de los narcopoderosos de territorios, pueblos, ayuntamientos, jueces, legisladores y funcionarios del Ejecutivo es evidente. Los asesinatos de candidatos o precandidatos en varias entidades, Jalisco incluido, dan la pauta para sustentar una terrible verdad; El poder del pueblo ya no existe. Es una falacia, una mentira, es un fraude magno.
