MUNDO
Dignidad frente a la exclusión

Opinión, por Iván Arrazola //
Históricamente, la protesta ha sido una herramienta eficaz para visibilizar injusticias y exigir el respeto de los derechos humanos. En días recientes, Estados Unidos ha sido escenario de nuevas manifestaciones que evocan momentos clave en su historia, como las movilizaciones a favor de los derechos civiles o las denuncias contra la represión policial hacia la comunidad afroamericana.
Sin embargo, en esta ocasión, quien ha levantado la voz ha sido la comunidad latina en la ciudad de Los Ángeles, en respuesta a las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump y las deportaciones masivas.
Lejos de tratarse de una simple expresión de inconformidad, esta protesta representa un conflicto político de fondo entre el gobierno federal y un estado —California— que se caracteriza por su diversidad, pluralidad y una estructura social profundamente influenciada por la migración.
La chispa que encendió las manifestaciones fueron las redadas llevadas a cabo por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), las cuales generaron miedo e indignación entre la población migrante. A esto se sumó la orden presidencial de desplegar elementos de la Guardia Nacional en el estado, lo que elevó aún más la tensión. Incluso, el presidente Trump llegó a amenazar con encarcelar al gobernador Gavin Newsom, acusándolo de insurrección.
El conflicto escaló a nivel internacional cuando la secretaria de Seguridad Interior, Kristi Noem, acusó a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, de alentar las protestas en territorio estadounidense. Aunque la mandataria rechazó tales acusaciones, no recibió una disculpa formal del gobierno estadounidense. Esta situación coloca al gobierno mexicano en una posición delicada.
Si bien puede hacer un llamado a la paz, su política exterior de no intervención le impide pronunciarse abiertamente sobre las acciones del gobierno norteamericano. Además, se ha evidenciado una preocupante debilidad institucional: los consulados mexicanos en Estados Unidos enfrentan severas limitaciones presupuestales, lo que les impide brindar apoyo efectivo a los connacionales en situaciones de vulnerabilidad.
No obstante, el movimiento social ha logrado evidenciar las profundas contradicciones del discurso migratorio impulsado por Trump. Buena parte de la economía estadounidense —en sectores como el campo, la construcción y los servicios— depende precisamente de la mano de obra de trabajadores migrantes, muchos de ellos indocumentados. Sin embargo, esta misma población es constantemente criminalizada y convertida en chivo expiatorio de los problemas nacionales, como la inseguridad.
Frente a este discurso maniqueo, la protesta se convierte en una auténtica bocanada de aire fresco. Si bien algunos sectores consideran que las manifestaciones violentas refuerzan la narrativa populista de Trump —que retrata la migración como una invasión que debe ser contenida—, lo cierto es que este movimiento también visibiliza la dignidad de miles de personas que cruzan fronteras no para delinquir, sino para trabajar y construir una vida mejor. Se trata de una reacción legítima ante políticas que promueven la segregación, la exclusión y una visión puritana de la nación estadounidense.
Las personas que salen a las calles a protestar representan la voz de una generación que ha vivido en las sombras debido a la falta de documentos, lo que durante años les impidió alzar la voz. Quienes hoy se manifiestan son, en su mayoría, hijos de migrantes que nacieron en Estados Unidos y que observan con indignación las políticas crueles que están separando a las familias. Muchos de ellos cubren sus rostros, pero lo hacen con plena conciencia de que ha llegado el momento de expresarse con dignidad y exigir justicia.
Por otra parte, no se puede eximir de responsabilidad a los países expulsores, como México. La falta de oportunidades, la inseguridad y la corrupción siguen siendo causas estructurales que obligan a miles de personas a migrar. En este sentido, resulta contradictorio que muchos gobiernos latinoamericanos emitan mensajes de solidaridad mientras, en la práctica, hacen poco por atender las causas de la migración. Lo único que parece importar, en muchos casos, son las remesas que los migrantes envían a sus países de origen.
Es importante subrayar que este movimiento ha surgido de forma espontánea; no ha sido promovido por ningún gobierno, sino que representa una demanda legítima de miles de personas que exigen respeto y se niegan a ser catalogadas como delincuentes. Se trata de una movilización que transmite un mensaje contundente: estas personas tienen dignidad, contribuyen al país que las rechaza y alzan la voz con legitimidad frente a la injusticia.
La historia juzgará a los gobiernos que intentan manipular y dividir. Lo ocurrido en los primeros días de junio quedará registrado como un momento en el que la ciudadanía se atrevió a enfrentarse al discurso populista, y en el que la retórica divisiva difícilmente podrá imponerse sobre la justicia. Aunque esta lucha implique dolor y sufrimiento para miles, se convertirá en un símbolo de resistencia y de dignidad para Estados Unidos y el mundo.
Deportes
Históricas jaliscienses; Mía y Lía Cueva obtienen bronce en el Mundial de Clavados

-Por Diego Morales Heredia
Con sincronía perfecta y nervios de acero, las hermanas gemelas Mía y Lía Cueva Lobato escribieron una página histórica para el deporte mexicano al conseguir su primer podio en un Campeonato Mundial de mayores, colgándose la medalla de bronce en la final de trampolín de 3 metros sincronizado, durante el Campeonato Mundial de Deportes Acuáticos Singapur 2025.
El oro fue para la pareja china, que ratificó su dominio histórico en la disciplina, mientras que el segundo lugar fue para las representantes de Gran Bretaña. No obstante, la actuación de las mexicanas fue la más comentada por medios internacionales debido a su juventud y la naturalidad con la que enfrentaron la presión de un evento de esta magnitud.
Es la segunda medalla internacional para Lía y Mía Cueva, que el pasado mes de abril ganaron una plata en la primera parada de la Copa del Mundo de Clavados 2025 celebrada en Guadalajara. Y es la quinta medalla para México en el Mundial de Clavados 2025, después de las cuatro preseas de plata que la delegación tricolor sumó en los tres primeros días de competencia en Singapur.
Originarias de Guadalajara, Jalisco, las hermanas Cueva tienen apenas 14 años y ya han sido identificadas como una de las duplas con mayor proyección en el mundo de los clavados. Su sincronía no solo proviene del entrenamiento técnico, sino de una conexión innata que pocas veces se ve en este deporte.
El resultado en Singapur 2025 también es una señal alentadora de cara a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, donde se espera que México tenga una de sus delegaciones más competitivas en clavados.
MUNDO
¿Qué pasa allá?

-Opinión, por Luis Manuel Robles Naya
No es fácil entender qué es lo que está pasando en la economía estadounidense. La impredecibilidad de la conducta del presidente Trump manda señales que causan incertidumbre en el escenario económico mundial.
Desconcierta que, a pesar de que los números recientes muestran una caída en el consumo y alzas moderadas en la inflación, las operaciones bursátiles reflejan una actividad inusualmente positiva ante estas circunstancias.
Hasta ahora, las postergaciones de los plazos para la fijación de aranceles y las negociaciones en curso han mantenido a la actividad bursátil en una relativa normalidad, pues hay inversionistas convencidos de que Donald Trump no cumplirá sus amenazas arancelarias. En el sector ha trascendido el concepto “TACO” (Trump Always Chicken Out) y al parecer confían en que eso sucederá.
También influye para esta relativa calma bursátil que la inflación, aunque ha subido, no ha tenido un impacto significativo; sin embargo, el factor de incertidumbre ha llevado a la acumulación de inventarios que habrán de salir cuando haya mayor claridad; mientras tanto, muchas empresas han revisado y reducido sus previsiones de ganancias.
Aún no se sabe cómo afectará la política arancelaria a la industria tecnológica que depende de cadenas de aprovisionamiento con productos fabricados en China y otros países afectados por los aranceles y, al conocerse, podría terminar esta indiferencia aparente del mercado de acciones.
Por otra parte, las disposiciones presupuestarias de Trump no atacan de fondo el déficit presupuestario y a decir de algunos congresistas y comentaristas, por el contrario, lo aumenta. La economía pierde impulso, no crece; el mercado laboral se enfría y el gasto del consumidor desciende.
Ante eso, la lógica y el sentido común aconsejarían echar para atrás la actitud radical proteccionista, pero Trump ha demostrado que la lógica no aplica en su caso empeñado también, como está, en incrementar el poder y autoridad del presidente por sobre jueces y órganos autónomos.
Lo que se advierte, desde mi punto de vista, es que los inversionistas están manteniendo artificialmente la calma en el sector bursátil porque este está fuertemente concentrado y los activos familiares invertidos en acciones están en niveles históricos, según lo señala el Financial Times.
La apuesta a que Donald Trump reculará es arriesgada, porque de no hacerlo los factores económicos hoy contenidos se manifestarán con toda su fiereza. Hasta ahorita el sector corporativo estadounidense ha mostrado resiliencia, pero estar condicionados a la veleidosa conducta del mandatario obliga también a extremar precauciones, particularmente en el área bursátil, porque una rectificación desde los niveles que hoy se observan de acumulación de activos familiares puede ser catastrófica.
El otro tema es el impacto que la estrategia económica tiene en la corrección de las finanzas públicas. Muchos piensan que la “Gran y Hermosa” ley propuesta, que contiene disposiciones fiscales, traerá altos costos sociales. Junto con los aranceles, pretende componer las desbalanceadas cuentas nacionales, reducir su déficit en el gasto público, aumentar sus ingresos, disminuir la deuda y reordenar el gasto gubernamental. Los objetivos son razonables, pero las formas y las decisiones no parecen serlo.
Los economistas han advertido el alto costo a pagar si se materializa el paquete completo de medidas proteccionistas, pues juzgan que con ello podrá salvar al gobierno, pero la economía tendrá que absorber el costo y eso puede doler. Se espera que los incrementos de precios resultantes de los aranceles afecten los márgenes de ganancias, reduzcan el consumo y afecten al crecimiento económico.
La falta de certidumbre repercute en el aspecto político porque las percepciones ciudadanas ya se mueven en las mediciones de opinión. Big Data Poll, la encuestadora más favorable al presidente, ya registra una aprobación negativa y otras agencias como Reuters/Ipsos registran la misma tendencia. La percepción sobre el rumbo del gobierno también es negativa y es presumible que esto afecte y mueva el panorama político para la próxima elección.
El apoyo en el segmento MAGA, el bastión de duros del régimen, también está disminuyendo, lo que supone pérdida de fortaleza incluso para las negociaciones con sus socios comerciales y aliados en la geopolítica internacional.
La fortaleza militar y el poderío económico que aún conserva el país vecino le permiten a su presidente presionar al mundo para demostrar fuerza, que muchos ya consideran menguante; sin embargo, la desconfianza resultante de sus aliados y socios con su política proteccionista lo aíslan cuando más consciente debiera estar de la necesidad de unificar al hemisferio occidental.
La economía ha traído de vuelta la Guerra Fría y el presidente estadounidense le está agregando algidez. Creo que le convendría revisar la historia, pues en el siglo XX el vecino país del norte nunca pudo ganar una guerra solo; siempre tuvo que hacerlo con aliados. Como en el pronóstico del tiempo, lo probable puede suceder o no, pero de que los tiempos son nublados, lo son, especialmente para México, sumamente dependiente de la economía de Estados Unidos.
MUNDO
La fuerza de la herencia mexicana en Los Ángeles

-Opinión, por Violeta Moreno
Como mexicana, me duele profundamente la persecución que enfrentan en Estados Unidos las personas por su “apariencia mexicana”.
Esta actitud, que evoca el racismo de épocas oscuras como la Segunda Guerra Mundial, se ha intensificado con discursos que generalizan a los mexicanos como “enemigos públicos” o responsables de las dificultades de aquel país.
Este terrorismo racial no solo es injusto, sino que siembra miedo, polarización y tensiones sociales en comunidades donde la diversidad debería ser un pilar de fortaleza. Los Ángeles, una ciudad con raíces hispánicas profundas, fundada por españoles y con una vibrante comunidad latina, es un claro ejemplo de cómo estas políticas hieren el corazón de una ciudad que lleva la cultura mexicana en su esencia.
La reacción del gobierno estadounidense, especialmente bajo la administración del presidente Trump, ha sido desproporcionada. Arrestar a personas por su apariencia en lugares cotidianos como Home Depot, o deportar a ciudadanos estadounidenses de origen latino, constituye un atropello a los derechos humanos.
Estas acciones no solo afectan a indocumentados, sino también a inmigrantes legales y a personas nacidas en Estados Unidos, separándolas de sus familias y comunidades. Casos documentados de deportaciones injustas, donde ciudadanos estadounidenses o residentes legales han sido expulsados, han generado terror e incertidumbre.
Este enfoque no solo es cruel, sino que alimenta una narrativa peligrosa que estigmatiza a toda una comunidad, ignorando su contribución histórica y cultural.
Los Ángeles no es una ciudad “invadida” por extranjeros, como algunos sectores quieren hacer creer. Su identidad hispánica es intrínseca, tejida desde su fundación por colonos españoles y enriquecida por generaciones de mexicanos, muchos de ellos nacidos en EE.UU.
Esta presencia no es una ocupación, sino una expresión natural de su herencia cultural. La comunidad latina, con su carácter binacional, aporta una riqueza única que fortalece el tejido social y económico de la ciudad.
Lo que algunos en EE.UU. perciben como “desorden”, otros lo reconocen como una lucha pacífica por los derechos humanos en un país construido por inmigrantes de todos los rincones del mundo. La felicidad y resiliencia del pueblo mexicano, capaz de encontrar lo bueno en medio de lo malo, parece generar envidia en quienes no comprenden que la alegría es una elección interna, no un privilegio externo.
El discurso de Trump, buscando complacer a sus seguidores más radicales, ha profundizado la polarización. Al priorizar la “firmeza” y el “control”, ha legitimado actitudes xenófobas que dividen a la sociedad estadounidense.
Sin embargo, también hay voces en el país vecino del norte que valoran la diversidad y ven en las protestas pacíficas de Los Ángeles un esfuerzo legítimo por defender los derechos de todos, independientemente de su origen.
Esta dicotomía refleja la complejidad de un país que, aunque fundado por inmigrantes, a veces lucha por aceptar su propia diversidad. Desde México, vemos con tristeza cómo se criminaliza a nuestra gente. Ser mexicano es más que una nacionalidad; es una actitud de resistencia, esperanza y comunidad. Acoger a los deportados no es solo un acto de solidaridad, sino un reconocimiento de que este es su hogar, un país que nunca les cerrará las puertas.
Muchos de los mexicanos en territorio estadounidense, legales o no, contribuyen significativamente al crecimiento de ese país. Son trabajadores, estudiantes, empresarios y ciudadanos que fortalecen a ambas naciones. Incluso aquellos que, por necesidad o desconocimiento, cruzaron la frontera sin documentos, no son delincuentes; son personas que buscan una vida mejor, como lo han hecho inmigrantes de todas las épocas.
Espero de corazón que cese el miedo y las consecuencias económicas y sociales de estas políticas. Los Ángeles merece recuperar la paz, una ciudad que no solo es un crisol de culturas, sino un símbolo de la conexión histórica entre México y Estados Unidos.
La verdadera paz llegará cuando el pueblo y el gobierno estadounidenses acepten que la historia española e indígena es parte fundamental de su identidad. Reconocer esta herencia compartida no debilita a EE.UU., sino que lo enriquece.
Los mexicanos, ya sean indocumentados, legales o ciudadanos binacionales, son parte del alma de Los Ángeles. Su presencia no es una amenaza, sino un recordatorio de la historia compartida que une a ambos países. Desde mi perspectiva, la solución no está en muros o deportaciones, sino en el diálogo, el respeto y la colaboración.
México y EE.UU. son vecinos inseparables, aliados en innumerables sentidos, y nuestra cercanía trasciende fronteras. Que Los Ángeles vuelva a ser un faro de esperanza, donde la diversidad sea celebrada y donde mexicanos y estadounidenses podamos seguir construyendo un futuro juntos, como pueblos hermanos que, a pesar de las dificultades, se quieren y se respetan.