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Eduardo Verástegui, su objetivo es ser candidato presidencial independiente; busca un millón de católicos

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Por Mario Ávila //

Diametralmente opuesta a la incursión de los artistas en la vida política de México, ha resultado el registro de la candidatura presidencial de José Eduardo Verástegui Córdoba, actor, cantante, productor de cine, activista católico y filántropo, ya que mientras que todos han llegado cobijados por la popularidad de su actividad y la farándula, él llega como candidato independiente para la elección 2024, amparado en sus ideales y sus principios morales, sociales y religiosos.

Atrás quedaron los años de la popularidad adquirida en principio como un integrante del grupo musical Kairo y hoy únicamente basado en su labor de activista católico, Eduardo Verástegui se lanza a la tarea de recabar las firmas de apoyo del 1% de las personas registradas en la Lista Nominal del Registro Nacional de Electores, es decir va por al menos 1 millón de firmas de apoyo en los siguientes 120 días, que se encuentren distribuidas en al menos 17 entidades de la República.

Desde el pasado mes de junio, el también productor de cine que recientemente llenó las salas con el lanzamiento de la película “Sonido de Libertad”, un drama que aborda el grave problema del tráfico de menores, expuso en sus redes sociales un mensaje mediante el que ya dejaba ver sus aspiraciones de su participación en la política, cuando propuso la creación del proyecto “Camino de la Innovación”, para mejorar la calidad de vida de los mexicanos.

“Yo sí sueño con un México que le permita a Dios ser el centro de nuestra nación, yo sí sueño en el día que ningún migrante tenga que ir de nuestro país por necesidad y falta de oportunidades, yo sí sueño con un país donde reconozcamos que todos somos iguales en dignidad y se respete la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, mencionó el también presidente de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en México.

De la actuación, al celibato

Eduardo Verástegui nació en Ciudad Mante, Tamaulipas el 21 de mayo de 1974, es un actor, productor, excantante y activista político mexicano, ha sido descrito como una persona ultraconservadora y de extrema derecha por varios medios de comunicación, particularmente desde que anunció que asumiría el celibato como su estilo de vida.

Antes de iniciar su carrera en la actuación, Verástegui fue uno de los miembros originales del grupo de pop Kairo, desempeñándose como cantante y corista. Tras grabar los álbumes Signo del tiempo (1994) y Gaudium (1995) con dicha agrupación, publicó en 2001 su único álbum como solista hasta la fecha, titulado Eduardo Verástegui.

A finales de la década de los 90 apareció en algunas producciones de la televisión mexicana, como “Una luz en el camino” (1998), “Soñadoras” (1998-1999) y “Alma rebelde” (1999). En 2003 protagonizó la película estadounidense Chasing Papi y tres años después coprodujo y protagonizó Bella, un exitoso filme que recibió varios premios y reconocimientos a nivel internacional. Otras participaciones destacadas de Verástegui en el cine y la televisión estadounidense incluyen producciones como Charmed (2004), The Butterfly Circus (2009), Paul Blart: Mall Cop 2 (2015) y Kevin Can Wait (2017).

Es uno de los fundadores de la compañía de realización cinematográfica «Metanoia Films», con la que ha producido películas con contenido social como la mencionada Bella (2006), Crescendo (2011) y Little Boy (2015). Tanto por su carrera artística como por su labor como activista, Verástegui ha recibido una gran cantidad de premios y reconocimientos, entre los que destacan un premio Lo Nuestro en 2002, un People’s Choice Award en el Festival de Cine de Toronto en 2006 y un Doctorado «Honoris Causa» en virtud de su labor benéfica en 2016.9​

EL PAN HA MUERTO”

Uno de los mensajes lanzados en sus redes sociales que ha tenido mayor impacto social, fue el video publicado en pasado 5 de julio en el que el dirigente del movimiento católico “Viva México”, decreta la muerte del Partido Acción Nacional a causa de la elección de su candidata Xóchitl Gálvez” y deja ver ligeramente sus intenciones de participar en la contienda presidencial.

En el mensaje sentencia: “El PAN ha muerto y no estamos seguros de que descanse en paz, porque murió en estado de desgracia. La cúpula del PAN traicionó a su militancia al imponer a una candidata que representa todo lo opuesto a los valores que defiende la mayoría de sus seguidores”.

En un video aparece la imagen y la voz de la propia Xóchitl Gálvez diciendo: “Yo provengo de la Liga Obrera Marxista, soy Trotskista de origen”.

Y Eduardo Verástegui continúa: “Los parásitos del poder mataron al PAN con una escopeta modelo Xóchitl calibre 666. Con la llegada del supremacismo progresista al PAN, hoy ese partido y Morena son exactamente lo mismo. Pero s ellos dije, se los he estado diciendo, todos los partidos son lo mismo y que quede claro, hablo de las cúpulas cuyos integrantes son promotores de la izquierda populista, comunista y trotskista.

“Esa es la mala noticia. Pero les tengo una muy buena noticia, pese a que la mayoría del pueblo mexicano se ha quedado sin representación política, no está huérfano, muchos mexicanos que ya veíamos venir esta ola de traición hemos estado construyendo un movimiento de patriotas que busca defender los tres pilares que sostiene esta gran nación: Dios, patria y familia.

“Es por eso que les quiero hacer una invitación a este movimiento, a sumarse a este ejército de mexicanos que no va a permitir que nos roben el alma, no lo vamos a permitir. Estén pendientes porque muy pronto les haremos saber cómo incorporarse a este movimiento. Llegó el momento de la unidad, familia. Porque juntos somos más fuertes, las puertas del Movimiento Viva México, están abiertas. Viva México. Dios los bendiga”, concluyó.

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Si los hombres fueran ángeles

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Opinión, por Iván Arrazola //

Con esa frase, James Madison explica por qué es necesaria la existencia de un gobierno, pero también resalta la importancia de que el gobierno sea capaz de controlarse a sí mismo. Sin embargo, reconoce que en muchas ocasiones es imprescindible la intervención de un agente externo que le recuerde al gobierno la necesidad de respetar los límites de sus facultades y no excederse en su poder.

En el contexto actual, frente a la inminente desaparición de los órganos autónomos, surge una interrogante crucial: ¿cómo se garantizará el control del gobierno en ausencia de límites externos? Pensar que un gobierno que se autodenomina «bueno y honesto» será, por esa simple razón, inmune a los abusos de poder resulta, como mínimo, ingenuo y peligroso. La historia demuestra que la ausencia de contrapesos puede dar lugar a arbitrariedades y vulnerar los principios democráticos fundamentales.

En una exposición magistral, James Madison explica con claridad y profundidad las razones que hacen indispensable la existencia del gobierno. Al mismo tiempo, reflexiona sobre los desafíos inherentes a su diseño y funcionamiento. Madison señala que “la gran dificultad para diseñar un gobierno de hombres sobre hombres estriba en que primero debe otorgarse a los dirigentes un poder sobre los ciudadanos y, en segundo lugar, obligar a este poder a controlarse a sí mismo.”

Este planteamiento pone en evidencia la complejidad de equilibrar dos principios fundamentales: por un lado, dotar al gobierno de la autoridad necesaria para garantizar el orden, la seguridad y el bienestar de la sociedad, y, por otro, establecer límites efectivos para evitar que ese poder se convierta en una herramienta de opresión o abuso. Madison subraya que el verdadero reto no radica únicamente en construir instituciones fuertes, sino en diseñar mecanismos que aseguren su capacidad de autocontrol y su rendición de cuentas.

A lo largo de la historia, existen numerosos ejemplos que demuestran cómo la información pública ha sido una herramienta clave para hacer efectiva la rendición de cuentas. Uno de los casos más emblemáticos es el de Watergate, que involucró nada menos que al presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, el hombre más poderoso del mundo en ese momento. Este escándalo político culminó con la renuncia de Nixon que prefirió dejar el poder antes de que el Congreso votara para destituirlo.

El caso Watergate evidenció cómo el acceso a información clave, como grabaciones de llamadas y documentos oficiales, sacaron a la luz abusos de poder e irregularidades en el ejercicio del gobierno. Aunque Nixon no enfrentó una persecución judicial tras su renuncia, la información desclasificada y difundida durante la investigación dejó al descubierto la magnitud de las acciones ilícitas que marcaron su administración.

Este caso no solo subraya la importancia de la transparencia y el acceso a la información pública como pilares para la rendición de cuentas, sino también el papel esencial de los medios de comunicación y de las instituciones en garantizar que quienes ostentan el poder respondan por sus actos ante la ciudadanía

Resulta paradójico constatar cómo la información pública, que en su momento sirvió al actual gobierno de México para denunciar los excesos del poder, se ha convertido en un enemigo que debe de eliminar a cualquier costo. Casos emblemáticos como el “toallagate”, o los conflictos de interés relacionados con la Casa Blanca de Peña Nieto, fueron claves para exponer los excesos de administraciones anteriores. Estos ejemplos no solo evidenciaron un uso indebido de los recursos públicos, sino que también jugaron un papel crucial en pavimentar el camino para la llegada de Morena al poder en 2018, bajo la bandera de la lucha contra la corrupción y la transparencia.

Sin embargo, hoy se observa una contradicción: los mismos mecanismos e instituciones que en su momento permitieron exponer las irregularidades del pasado, y que contribuyeron al ascenso político de la autodenominada «Cuarta Transformación», están siendo desmantelados o debilitados deliberadamente. Estas acciones parecen orientadas a eliminar cualquier posible incomodidad para quienes ahora ostentan el poder, evitando que temas escabrosos sean objeto de escrutinio público. En lugar de fortalecer los contrapesos que garantizarían un gobierno transparente y responsable, se busca desarticularlos para limitar su capacidad de cuestionar y evidenciar posibles abusos.

La gran lección que dejará este gobierno es: para evitar ser deslegitimado, lo mejor es eliminar aquello que podría representar una amenaza. Bajo esta premisa, quienes hoy ostentan el poder en México intentan convencernos de que son incorruptibles, casi angelicales. Frases como “no somos iguales” o “tenemos autoridad moral” no hacen más que evidenciar la intención de construir una narrativa basada en su supuesta superioridad ética.

Sin embargo, lejos de generar confianza, estas afirmaciones subrayan la necesidad de no depender únicamente de las buenas intenciones de quienes gobiernan, el poder debe ser limitado y supervisado mediante mecanismos claros que no dependan de la voluntad del gobernante.

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Desinterés y desdén

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Este domingo se cerró un capítulo de la insensatez que nadie pudo parar. La elección por voto popular de todos los integrantes del Poder Judicial. Se dijo que fue la voluntad del pueblo la que decidió que así fuera, pero más allá del discurso presidencial que lo asegura, lo que se percibe es un profundo desinterés y si una enorme preocupación de la entidad designada para llevar a cabo el fenomenal despropósito.

El registro de aspirantes a jueces, magistrados y ministros se cerró el 24 de noviembre y hasta dos días antes, había solo 6 mil 479 registros en el Poder Legislativo, 2 mil 747 en el Poder Ejecutivo y en el Poder Judicial solo 1,092. Es notable el desinterés que existe en el Poder Judicial pues difícilmente cubrirá los 1,793 perfiles que podría presentar, según el supuesto legal, lo que no sucede con el poder ejecutivo y legislativo que ya superan ese número.

Como también es de hacer notar que en el Poder Legislativo haya tantos registros, lo que hace pensar en una operación política, ya sea para evitar el fracaso del proceso o bien por el interés probable, muy probable, de los diputados y senadores por incluir en las boletas de votación a personas afines en sus circunscripciones.

Hay poco interés de los que saben de leyes, para presentarse a competir por un trabajo en el que no tendrán seguridad laboral, pues solo serán electos por 8 años, con bajos sueldos y la amenaza constante del Tribunal de Disciplina Judicial que implica mucho riesgo para juzgadores sin experiencia.

Lo que contrasta y se comprueba con los registros de los otros poderes en los que predomina el interés político del momento y no la carrera judicial. Los actuales juzgadores han preferido el desdén negándose a participar, serán pocos los que lo hagan conscientes de que será una aventura electoral para la que no están capacitados, pero seguramente necesitados de continuidad laboral.

El proceso de organizar la elección está convertido en un galimatías, producto de la irreflexión, de las prisas y del servil deseo de complacer al expresidente. Ningún esfuerzo retórico al estilo Zaldívar, puede componer el desaseo en la concepción ni el desorden en la realización. El desinterés de los aspirantes es un reflejo de lo que sucederá con la elección a la que acudirán solo los que puedan acarrear los partidos.

Sirva para muestra la consulta para la revocación de mandato, que nadie pidió, salvo el presidente deseoso de mostrar su aceptación; en ella solo participó el 17.7% del padrón electoral, no llegó ni siquiera al porcentaje necesario para ser vinculante. Igual suerte había corrido la consulta convocada en 2021 para someter a la voluntad popular el llevar a juicio a los ex presidentes de la República en la que participó un raquítico 7.1%. Y no hablemos de las falsas y capciosas consultas como la instrumentada para justificar la clausura de un proyecto de la industria cervecera en Mexicali.

La elección de los jueces por voto popular es otro capricho como el de la revocación de mandato y por supuesto que nadie votó por ello al elegir a Claudia Sheinbaum, por eso es una falacia decir que vamos a ella porque el pueblo lo quiere.

Es ocioso abundar sobre lo que ya se ha dicho en demasía sobre la intención de dominar al Poder Judicial y ponerlo al servicio del Poder Ejecutivo, o de la virtual inexistencia de la división de poderes. La voluntad presidencial, la del anterior y la presente fue consumada por la abyecta actitud de un Congreso servil que ni siquiera lee lo que aprueba y la truculenta operación de los líderes camerales y el propio ejecutivo a través de sus operadores políticos.

Lo importante es señalar que por cómo se va desarrollando el proceso, además de ser evidente el desinterés popular, queda claro que la justicia estará sometida a la política, al interés político del presidente en turno y a la merced de los poderes fácticos en todos los niveles. Un juez que tenga que quedar bien con quien le asegura votos no podrá ser ni imparcial ni justo. Eso lo saben los juzgadores de carrera y por ello su desdén. Mientras la fecha llega y el INE termina de hacer malabares para dar orden al disparate, la ciudadanía seguirá en su fatal indiferencia.

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Cuando faltan razones, sobran pretextos

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Nada se contiene en una sola forma de entenderse y experimentarse. Uno de mis más fascinantes aprendizajes fue entender el valor de la subjetividad al explicarnos lo que existe dentro y fuera de nosotros, así como del otro, de mi prójimo, tal cual es la vivencia de lo justo y lo injusto ante el conflicto de intereses que vestimos con ropajes de litigios jurídicos para solucionarlos, humana y civilizadamente, y que hoy, desde una soberbia morenista desbordada, rompen López Obrador, Sheinbaum y sus súbditos parlamentarios.

Desde la postración de su mayoría legislativa, Claudia Sheinbaum sobrepasó los límites de lo legítimo y lo legal, y que, lo era democrático se destruyó para la satisfacción de los rencores psicoemocionales de Andrés Manuel López Obrador. Sheinbaum pasó de la amenaza de López Obrador en contra del equilibrio de poderes a su negación como base del Estado de derecho, mutilando los logros de la Revolución Mexicana institucionalizada. Un siglo de luchas sociales se vino al traste. Había mucho que perdonar, pero también mucho por festejar.

La tiranía se corporiza en los partidos Morena, del Trabajo y Verde que castraron nuestras libertades políticas. Ahora somos un estado eunuco; un estado con legisladores castrados y acobardados que no comprenden los alcances de su postración. Hemos abandonado la seguridad del refugio del amparo constitucional y naufragamos en el mar de la injusticia oficializada y el abuso del poder enfermo.

Como nunca, nuestro yo nacional se sabe agredido. Hoy nos precarizamos como nunca. La incertidumbre impera en nuestra psiquis colectiva. El culto a lo falso se ha sedimentado en el Congreso Nacional mexicano. Somos un pueblo condenado, caminando al patíbulo en Palacio Nacional. El verdugo es mujer con A y es presidente con E.

Hasta hace días, teníamos el amparo como nuestra salvación ante el abuso del gobernante; hoy, el desprecio al Estado de derecho nos condena sin salvación ninguna. Inexpresiva, Claudia es tanto como una faccia di pietra. Sus mañaneras aburren y solo entusiasman a los “equus asinus” morenistas. Aburre hasta a los burros.

Encegada, la presidente Sheinbaum se envalentona pues no mira que ella aun no manda. Andrés Manuel es quien hoy gobierna; es quien alinea a sus ovejas legislativas con el báculo que conserva y las pone a su servicio como fue en el caso de la señora Piedra Ibarra. Se dice que Claudia asiste en Palacio, pero quien gobierna vive en la Chingada. Pero hay esperanza. El cambio anunciado por Claudia hacia el comercio con China a fin de granjearse a Trump y Trudeau así lo demuestra; ahora debería atender a las observaciones de James A. Robinson, Premio Nobel de Economía 2024, y reorientar el ejercicio real del poder político hacia la democracia.

En política, tener un gobernante que diga y haga cosas contrapuestas es peligroso, y que no entienda su obnubilación merece ser atado con una camisa de fuerza. Claudia Sheinbaum propuso ante el G20, en Rio de Janeiro, Brasil, destinar el uno por ciento del gasto militar global a sembrar árboles en zonas deforestadas; bonito pero falaz. Lo aplaudo, sí, aunque su logística me parece será imposible. En el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, su jefe de ayer y su conciencia de hoy, Claudia calló cuando se talaban 10 millones de árboles, destruían vestigios mayas, afectaban cenotes y arrasaban con el hábitat de especies animales endémicas para construir el Tren Maya de tristes resultados.

Esta sumisión resta valía a sus palabras ante el G20. Claudia Sheinbaum mostró ser candil encendido en el mundo, pero apagado en casa. En el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2025 previó disminuir en 39.4 por ciento, en términos reales, a los recursos de la Secretaría de Medioambiente y Recursos Naturales. Esto es esquizofrenia de gobierno.

Alisa Zinóvievna Rosenbaum (Ayn Rand), filósofa y escritora rusa nacionalizada estadounidense, dijo: “Ningún concepto que el hombre forme es válido a menos que se integre sin contradicción en la suma de su conocimiento”. Andrés Manuel, Claudia y su segundo piso de la 4T son una pléyade de contradicciones.

Claudia resultó una política imberbe y cándida en el G20. Pidió sembrar arbolitos, pero no volteó a ver las complicaciones bélicas en Ucrania que podrían devenir en la tercera guerra mundial y por ello no las vinculó con su propuesta; o quizá enmudeció por miedo al qué dirán en casa las huestes morenistas de AMLO y Fernández Noroña. Claudia no entiende que la fuerza de las palabras está en la grandeza de su contenido.

Aun no sé si la balanza del gobierno de Sheinbaum será para bien o mal. Un ejemplo: cuida al gobernador de Sinaloa -más quemado que la Roma de Nerón- y castiga a Jalisco nada más porque Pablo Lemus, de Movimiento Ciudadano, le ganó a Claudia Delgadillo, su candidata. Aquel es el malo y Pablo el bueno.

Hoy hay detalles en el gobierno de Sheinbaum que aplaudo: Mira con buenos ojos al crecimiento sustentable del Puerto de Manzanillo hacia la Laguna de Cuyutlán. Conozco el proyecto y sé que será muy bueno para México.

Somos una ínsula en el caos morenista nacional. Este 6 de diciembre, el gobierno de Jalisco se renovará en la persona de Pablo Lemus. Veo con esperanza nuestro futuro. Confío en que, desde nuestro tesón, Jalisco crecerá más allá de sus límites nacionales y subsanaremos los castigos financieros de Sheinbaum. Jalisco es nuestra matria y México nuestra patria; ambos merecen toda nuestra entrega.

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