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MUNDO

El allanamiento de la embajada de México en Ecuador: Las reacciones, solidaridad con México y repudio a gobierno de Ecuador

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

Los golpes de Estado han sido eventos recurrentes en la historia política de América Latina desde la década de los 50s hasta la actualidad. Estos eventos han tenido profundas repercusiones en la estabilidad política, la gobernabilidad y el desarrollo de la región.

Casi la totalidad de las naciones latinoamericanas han vivido derrocamientos de gobiernos democrática y legítimamente electos, y padecido cruentas dictaduras militares auspiciadas desde el exterior, específicamente desde las sombras del poder en Washington.

Durante los peores años de las guerras internas que se suscitaron en todos estos países, nunca se violaron los tratados internacionales contenidos en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, por lo que el allanamiento a la embajada de México en Quito, Ecuador, ocurrida el viernes 5 de abril, es un evento sin precedentes y una flagrante violación al derecho internacional, y a la soberanía mexicana.

No existe antecedente alguno de que un país haya asaltado una misión diplomática con la fuerza pública, como lo ocurrido en Quito, cuando la policía nacional ingresó por la fuerza a la embajada mexicana para detener al ex vicepresidente Jorge Glas, a quien el gobierno de México había concedido asilo político.

Al amparo de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, suele ocurrir que disidentes políticos o ciudadanos perseguidos acudan a embajadas de sus países para acogerse a la protección del Estado representado. En su artículo 22, el pacto vigente desde abril de 1964 y obligatorio para todos los países firmantes, como Ecuador, señala que las sedes de la misión diplomática son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin consentimiento del jefe de la misión.

En los pasados 65 años, las sedes diplomáticas mexicanas han protagonizado destacados momentos de estos procesos de asilo, que la legislación internacional entiende como herramienta de protección a perseguidos políticos. Entre los ejemplos más recordados destacan los años 70, cuando las dictaduras militares arrasaron los países del Cono Sur.

En 1973, cuando Augusto Pinochet consumó el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, la sede mexicana llegó a acoger a cerca de 800 personas, en algunos casos familias enteras, que eran blanco de la persecución pinochetista. Otras sedes diplomáticas, como las de Argentina, Suecia y Francia, también abrieron sus puertas a quienes huían, pero ningún otro país desplegó esa protección de manera tan contundente como México, bajo la gestión del embajador Gonzalo Martínez Corbalá.

En este sexenio, otras misiones mexicanas han sido acosadas por policías. En La Paz, en 2019, a raíz del golpe de Estado de Jeanine Áñez contra Evo Morales, varios funcionarios de su gobierno y sus familiares pidieron asilo en la embajada mexicana. Fueron rodeados y acosados desde el exterior, pero no hubo agresión directa. México les concedió asilo y obtuvieron los salvoconductos necesarios.

Un caso similar ocurrió en Lima a raíz del golpe contra el ex presidente Pedro Castillo. En diciembre de 2022, el mandatario en vías de ser depuesto se dirigía a la embajada mexicana junto con su esposa, su hija menor y el ex primer ministro Aníbal Torre. En el camino, la comitiva fue detenida y Castillo fue arrestado por sus propios escoltas. Su familia logró llegar a la misión mexicana y recibió protección en este país.

A pesar de la ferocidad del acoso pinochetista a la embajada mexicana, todos los asilados obtuvieron salvoconductos para viajar a territorio nacional. Entre los primeros estuvo la esposa del presidente Allende, Hortensia Busi.

Tres años después, durante el golpe en Argentina, México nuevamente abrió sus puertas y 68 personas lograron salvar la vida. Buenos Aires también otorgó los salvoconductos, aunque al ex presidente Héctor Cámpora le demoraron tres años y medio el trámite.

En menor escala vivieron lo mismo las embajadas mexicanas en Bolivia, Uruguay y Paraguay.

En los 80, con las revoluciones centroamericanas, el foco de las tareas diplomáticas de protección se trasladó principalmente a Managua y El Salvador. Durante la insurrección sandinista, decenas de familias nicaragüenses buscaron la protección de la sede mexicana, que estaba bajo responsabilidad del diplomático Gustavo Iruegas. (jornada.com.mx)

El ordenamiento jurídico internacional, con sus principios y normas, constituye la columna vertebral que regula las relaciones entre los Estados soberanos. En este contexto, la soberanía nacional emerge como un principio fundamental que, si bien otorga a cada Estado autonomía sobre su territorio y población, no opera en un vacío legal. Los tratados internacionales, particularmente los regidos por la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 y la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1963, ejemplifican la interacción entre la soberanía estatal y el derecho internacional.

La soberanía de las naciones es un concepto arraigado en la historia y la política internacionales. Representa la capacidad exclusiva de un Estado para ejercer autoridad y tomar decisiones dentro de su territorio, sin interferencia externa. Sin embargo, en un mundo cada vez más interconectado, esta noción tradicional de soberanía ha evolucionado para incluir compromisos y obligaciones hacia la comunidad internacional.

Los tratados internacionales, como aquellos establecidos bajo la Convención de Viena, son instrumentos legales que reflejan esta dinámica. Al ratificar un tratado, un Estado acepta vincularse a las disposiciones establecidas en él, renunciando en cierta medida a su absoluta autonomía en favor del cumplimiento de los compromisos adquiridos. Por ejemplo, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas establece normas y prácticas estándar para las relaciones entre Estados, protegiendo la inviolabilidad de las misiones diplomáticas y estableciendo protocolos para la conducta diplomática.

La importancia de estos tratados radica en su capacidad para promover la cooperación internacional y la estabilidad. Al proporcionar un marco legal predecible y compartido, facilitan la comunicación, la negociación y la resolución pacífica de conflictos entre Estados. Además, los tratados fomentan la confianza mutua al garantizar que las obligaciones contraídas por un Estado sean reconocidas y respetadas por otros miembros de la comunidad internacional.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que la soberanía estatal no es absoluta y puede estar sujeta a limitaciones derivadas de las normas y obligaciones del derecho internacional. Aunque los Estados mantienen el derecho de decidir su curso de acción interna, deben hacerlo dentro del marco de respeto a los derechos humanos, las leyes internacionales y los tratados ratificados. De esta manera, la soberanía y el derecho internacional no son conceptos opuestos, sino complementarios, que se entrelazan para promover un sistema internacional basado en el respeto mutuo y la cooperación.

La violación de los tratados internacionales contenidos en la Convención de Viena, especialmente en lo que respecta a la diplomacia y la soberanía de las embajadas y consulados, puede tener graves repercusiones tanto a nivel diplomático como legal:

  • Deterioro de las relaciones diplomáticas: La violación de los tratados diplomáticos puede resultar en un deterioro significativo de las relaciones diplomáticas entre los Estados implicados. Esto puede llevar a la retirada de embajadores, la suspensión de relaciones diplomáticas e incluso la ruptura de relaciones bilaterales.

  • Daño a la reputación internacional: La violación de los tratados internacionales puede dañar la reputación internacional del Estado infractor y socavar su credibilidad en la arena internacional. Esto puede tener consecuencias negativas en términos de confianza y cooperación con otros países en el futuro.

  • Sanciones diplomáticas y políticas: Otros Estados afectados por la violación de los tratados pueden imponer sanciones diplomáticas y políticas en respuesta al incumplimiento. Estas sanciones pueden incluir la reducción de la cooperación bilateral, la imposición de restricciones comerciales o la adopción de medidas punitivas en foros internacionales.

  • Reclamaciones legales y arbitraje internacional: La violación de los tratados diplomáticos puede dar lugar a reclamaciones legales y arbitraje internacional por parte de los Estados afectados. Esto puede resultar en procedimientos legales y sanciones adicionales, así como en la obligación de compensar a los afectados por los daños sufridos como resultado de la violación.

  • Aislamiento diplomático: La violación reiterada de los tratados internacionales puede conducir al aislamiento diplomático del Estado infractor, ya que otros países pueden optar por distanciarse o evitar la cooperación con él debido a preocupaciones sobre su fiabilidad y compromiso con el derecho internacional.

  • Riesgo para la seguridad de las misiones diplomáticas y consulares: La violación de los tratados diplomáticos puede poner en peligro la seguridad de las misiones diplomáticas y consulares en el país infractor. Esto puede incluir la violación de la inviolabilidad de las embajadas y consulados, poniendo en riesgo la seguridad del personal diplomático y consular, así como de los ciudadanos extranjeros que se encuentran en esas instalaciones.

La violación de los tratados internacionales contenidos en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y Relaciones Consulares puede tener repercusiones graves y generalizadas en términos de relaciones diplomáticas, reputación internacional, sanciones diplomáticas y políticas, reclamaciones legales, aislamiento diplomático y seguridad de las misiones diplomáticas y consulares. Por lo tanto, es fundamental para los Estados cumplir con sus obligaciones bajo el derecho internacional y respetar los principios y normas establecidos en estos tratados para mantener la estabilidad y la cooperación en la comunidad internacional.

En solidaridad con México, casi de manera unánime las naciones latinoamericanas han condenado el asalto a la embajada mexicana en Ecuador; Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Cuba, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Perú, Paraguay, Uruguay, Venezuela, incluso Estados Unidos se ha unido a estos pronunciamientos oficiales en contra del actuar del gobierno del presidente ecuatoriano Daniel Noboa.

España dice que el allanamiento de la Embajada de México en Ecuador, “supone una violación a la Convención de Viena”.

El jefe de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, condenó este domingo «la violación de las instalaciones de la Embajada de México en Quito».

«Hago un llamado a respetar el derecho internacional diplomático», agregó Borrell.

El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, se mostró «alarmado» por la entrada de las fuerzas de seguridad ecuatorianas en la embajada de México en Quito, según informó este sábado en un comunicado.

Stéphane Dujarric, portavoz del Secretario General, dijo que Guterres reafirmó «el principio cardinal de la inviolabilidad de los locales y el personal diplomático y consular».

«Las violaciones de este principio ponen en peligro la prosecución de unas relaciones internacionales normales, que son fundamentales para el avance de la cooperación entre los Estados», añadió Dujarric. (cnnespanol.cnn.com)

Daniel Noboa, actual presidente de Ecuador, nacido y educado en los Estados Unidos, hijo del hombre más rico de Ecuador, Álvaro Noboa -quien contendió por la presidencia del país en cinco ocasiones- ganó insospechadamente las elecciones presidenciales en 2023, haciéndose valer de un gran despliegue de comunicación digital a través de redes sociales, y el aplomo durante el único debate presidencial, donde fue el único que participó con chaleco antibala cinco días después del asesinato del candidato Fernando Villavicencio, que iba segundo en las encuestas.

Desde su llegada a la presidencia ha sido objeto de críticas por su actuar con visión de negocios y no como político estadista. El evidente apoyo que ha recibido desde el exterior -proveniente de la derecha y el establishment estadounidense- lo ha envalentonado para intentar imponer un régimen que raya peligrosamente en el fascismo, persiguiendo a sus adversarios y detractores políticos, como lo sucedido con el exvicepresidente Glas, en la embajada mexicana en Quito.

Las reacciones y posibles sanciones contra el país andino no se harán esperar, ya que de no hacerse sentarían un funesto precedente para el derecho internacional.

Por lo pronto, el presidente de México ordenó la inmediata suspensión de relaciones diplomáticas con Ecuador.

“Se trata de una violación flagrante al derecho internacional y a la soberanía de México, por lo cual le he instruido a nuestra canciller que emita un comunicado sobre este hecho autoritario, proceda de manera legal y de inmediato declare la suspensión de relaciones diplomáticas con el gobierno de Ecuador”, publicó.

Este domingo 7 de abril se evacuó a todo el personal diplomático mexicano de Quito tras el cierre de la embajada.

El grupo de 18 personas, integrado por los funcionarios y sus familias, se trasladó al aeropuerto acompañado por los embajadores de Alemania, Panamá, Cuba y Honduras, quienes vigilaron se respetara su integridad, de acuerdo con el gobierno mexicano.

“Nuestro personal diplomático deja todo en Ecuador y regresa a casa con la frente y el nombre de México en alto tras asalto a nuestra embajada», informó en la red social X la canciller Alicia Bárcena.

El derecho internacional, la soberanía de las naciones y los tratados contenidos en la Convención de Viena son elementos fundamentales en la arquitectura legal que regula las relaciones entre los Estados.

México es un país que está a favor de la resolución pacífica de conflictos internacionales, y que históricamente ha dado refugio y asilo a personas de todo el mundo que huyen de la barbarie. Desafortunadamente, en esta ocasión le ha tocado ser víctima de la prepotencia y arrogancia de un gobierno despótico, de ultraderecha, y con todos los tintes de intentos por renacer el neofascismo en América Latina, algo que se pensó había sido ya superado y que supone una nueva amenaza y riesgos para la estabilidad regional.

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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