MUNDO
El radicalismo republicano en EEUU: Intervencionismo, moneda de cambio o agenda de orgullo nacional

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
El pasado 10 de mayo, el senador del partido republicano, John Neely Kennedy, tomó el uso de la voz en la comparecencia al Senado de Anne Milgram, jefa de la Administración para el Control de Drogas (DEA) y le recordó dos temas:
Primero, que la economía de Estados Unidos es 18 veces más grande que la nuestra ya que nos compran aproximadamente 400 billones de dólares cada año; y segundo, «figurativamente hablando», México estaría comiendo comida para gatos de una lata y viviendo bajo una carpa de no ser por la asistencia de Estados Unidos.
Ahora bien, aunque en las últimas horas (y con justa razón) los medios de comunicación y la clase política han recriminado al político estadounidense su declaración denigrante respecto a nuestro país, creo que valdría la pena no perder de vista el contexto de la comparecencia de la jefa de la DEA, ya que el fondo de esta reunión va más allá de un comentario xenófobo y denigrante.
Tener en cuenta lo anterior resulta fundamental toda vez que el motivo principal de la comparecencia fue para cuestionar a la jefa de la DEA sobre las acciones que se están ejecutando para reducir el flujo de drogas en la frontera y para combatir a los cárteles de la droga.
Trabajo que desde la perspectiva del Partido Republicano, no se está llevando a cabo como debería, motivo por el cual aprovechó para reiterar abiertamente su apoyo a la propuesta intervencionista del ala republicana que pretende declarar a los cárteles mexicanos de narcotráfico como organizaciones terroristas extranjeras y con ello obtener la autorización para introducir elementos militares en nuestro país, esto con el fin de erradicar la amenaza que implican dichas organizaciones para Estados Unidos y su población.
Ahora bien, al margen de esto, es necesario precisar que hay ciertos puntos que, por un lado, el senador John Kennedy no ha logrado entender, pero que por el otro lado hay otros tantos que los políticos de nuestro país no han comenzado ni siquiera a procesar.
En lo que respecta al Kennedy y su deseo intervencionista, valdría la pena recordarle que México no es aquel Vietnam en el que intervinieron en 1965, y que muchos menos somos Afganistán, Libia, Somalia, Nicaragua o Irak, países a los que entraron a entrenar y preparar a las fuerzas militares para combatir grupos guerrilleros cuyos principales motores de acción correspondían a temas de índole político.
En esa tesitura, la intervención tan anhelada por el ala republicana resulta completamente inviable ya que, a diferencia de los países anteriormente descritos, en México es, pese a la opinión que puedan tener de la actual administración, un país con una democracia sólida, con un sistema judicial independiente y con un ejército institucional con las herramientas necesarias para llevar a cabo las tareas que le son conferidas tanto constitucionalmente, como a nivel orgánico y legal.
¿Se puede mejorar la cooperación bilateral entre dos naciones vecinas unidas por importantes lazos comerciales y culturales? Claro que se puede, y por supuesto que la cooperación en temas de seguridad ha sido uno de los dolores de cabeza más grandes tanto de la administración gubernamental en México como de la administración encabezada por Joe Biden.
Sin embargo, entre el déficit de cooperación binacional y la necesidad de intervenir en una nación soberana y relativamente estable (estable si se compara con Vietnam en 1965 o con Irak y Afganistán del 2003 y 2001, respectivamente) hay una línea muy delgada cuya ruptura podría desencadenar una crisis social más grande de la que hoy tenemos e incluso mayor de la que se puede vislumbrar con el contexto actual.
Ahora, pese a lo anterior, del lado de la vida política y diplomática mexicana, sería un completo error que el análisis se centrara única y exclusivamente en la parte denigrante de dicha declaración, ya que en realidad ésta es solamente la punta del iceberg.
John N. Kennedy es un simple megáfono de voces con mayor peso dentro del Partido Republicano que necesitan emisores para ampliar su alcance, voces que incluyen a Lindsey Graham y al mismo Donald Trump, quien en 2021 respaldó su campaña de reelección para el senado, mientras que en lo que respecta a Graham, éste es considerado el impulsor de una política intervencionista, que, dicho sea de paso, terminó por consolidarse como uno de los personajes republicanos más cercanos a Donald Trump.
De hecho, otros datos curiosos sobre Kennedy y Graham es que el primero votó por absolver a Donald Trump de todas las acusaciones que se le formularon, mientras que Graham tuvo que comparecer ante un jurado en Georgia, esto debido a su participación en el intento de Trump de invalidar las elecciones del 2020.
Por esta razón, la parte xenófoba y denigrante de dicha participación es solamente la cereza del pastel que se está cocinando.
Recordemos que el próximo año, así como en México, en Estados Unidos también habrá elecciones presidenciales en las que los demócratas se jugarán el todo por el todo, y de lado de los republicanos no cabe duda que la política intervencionista será esa bandera con la que tratarán de tocar las fibras más sensibles del electorado que no ve con buenos ojos a su país vecino.
Recordemos que los hilos políticos en Estados Unidos se mueven de maneras muy diferentes que en México, y justamente por ello, aun y si los números llegan a favorecer a los demócratas, el hecho de que la idea intervencionista comience a permear en el colectivo ideacional de los norteamericanos, puede poner en un dilema a quien gane las elecciones, ya que probablemente el intervencionismo sea la moneda de cambio de un Partido Republicano fortalecido y que sin lugar a duda, en el mejor de los casos, será un fuerte contrapeso de los demócratas quienes estarán obligados a negociar con ellos para evitar la catástrofe legislativa que ha atravesado la administración de Joe Biden que ha encontrado oposición en propios y extraños.
O bien, en el peor de los casos, la fiebre republicana e intervencionista termina por regresarlos a la Casa Blanca y lo que en un escenario pudo ser moneda de cambio, ahora será bandera nacional y legislativa.
Como sea, aunque parezca que estamos en un dilema para escoger nuestro propio veneno, no cabe duda de que la misión reconstruir la colaboración bilateral será fundamental en el cierre de este sexenio y en la consolidación de la agenda de quien sea el abanderado de la presidencia de la república.
JALISCO
Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

– Por Mario Ávila
El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.
Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.
Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.
Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.
Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.
La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.
Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
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LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…