NACIONALES
Empatía y congruencia
Opinión, por Ramiro Escoto Ratkovich //
¿En qué momento el servidor público, político o gobernante se sintió más arriba que el ciudadano común? ¿Qué circunstancia rige el hecho de que el poder se ejerce desde una parte alta en la pirámide social y no en la que tiene que ver con el generar condiciones de estado de derecho y de bienestar bajo la supervisión, orden y vigilancia del pueblo? ¿Bajo qué pretexto las policías dejaron de ser una institución que sirve y protege?
Comienzo esta columna con una serie de preguntas que funcionan para hacer un alto en el camino y reflexionar de verdad no en el papel que juegan personajes que ocupan un cargo público, sino por el contrario, que nos cuestiona el lugar que tenemos como ciudadanos que somos quienes, por la vía de los impuestos pagamos sus sueldos y que pareciera que sólo ejercemos el papel de importancia cuando nos necesitan para acudir a la cita con la boleta, en la decisión de nombrar en el puesto al candidato, pero de ahí en más, es a veces imposible verles o sacarles una cita para que solucionen un problema.
Hace unos días tuve un incidente con una agente de la Policía Vial, le externé un comentario respecto a la detención de un vehículo en plena López Mateos obstruyendo un carril, y donde a tres metros estaba una calle donde pudo haber seguido con la diligencia, la oficial de un estilo por demás prepotente me ordenó seguir mi camino y no meterme en lo que no me importaba, que ella era la autoridad, y le dije, con todo respeto, que eso no la hacía dueña de la calle, que usara el mismo criterio entonces para infraccionar a los usuarios de una gasolinera que se encontraba 20 metros adelante y que ya ocupaban dos carriles de la conflictiva vía, a lo que me comentó que yo no era nadie para darle órdenes; ahí comprendí que algo estaba roto en el tema de que su comandante, era su superior pero por encima de él, estamos los ciudadanos.
Si desde el Presidente de la República no existe el reconocimiento real de un respeto a la ciudadanía en el término de lo que representa, entonces estamos bajo un sistema de no reconocimiento y de segmentación radical, los diputados, senadores y regidores, obedecen todos, a una línea política que defiende o representa al partido de unos cuantos y no a la verdadera necesidad que describe su puesto y su función.
Hoy en día y en una especia de cambio en los tiempos, el acarreo de ciudadanos a mítines políticos no llevan como gancho el tradicional lonche, y refresco, hoy el disfraz viene más atractivo: en forma de fiesta, de concierto; en el 2018 eran los influencers con sus redes sociales los que incitaban, informaban y posicionaban candidatos, hoy son cantantes, artistas quienes en una tocada o concierto (pagado por el erario, o sea por el ciudadano vía impuestos ) quienes aprovechan el escenario para evocar un mensaje que incita al voto por tal o cual partido, y mientras más grande el escenario más impactante la foto del lleno para la oposición, ya hubo varios en la CDMX y espera en las ferias y fiestas de los municipios donde se va a replicar el modelo, Puerto Vallarta por ejemplo, donde el alcalde sólo tiene reuniones privadas de trabajo de lunes a viernes, y los sábados también y donde la única manera de poderlo “salvar” en una posible vigencia es con esa estrategia de darle a la gente baile y diversión, porque el alimento ya lo tienen por la vía del apoyo del bienestar.
El candidato promete en campaña, dice querer y conocer a la gente, sus problemas y ofrece soluciones, algunas de esas propuestas se firman ante notario en una especie de montaje de palabra empeñada, que luego se pierde con el tiempo o genera el discurso de responsabilidad a la oposición o a circunstancias que no estaban previstas, y el ciudadano se enoja, se siente engañado y robado, acto seguido llega otro aspirante aprovechando esa atmósfera para darle continuidad al círculo vicioso.
En resumen, no hay entre el gobierno y ciudadanía el entendimiento y empatía que se necesita, y pareciera, aunque lo saben que necesitan de la gente para estar ahí, y el pueblo no ha sabido en realidad cómo revertir su derecho que corresponde a que se construya sociedad en la vía del respeto y el trabajo desde todos los frentes. La autoridad impone, sobre imponer el poder, cuando debe crear condiciones de gobernanza.
