MUNDO
¿Está en peligro el aguacate mexicano?

Por Eliana Gilet // (Cortesía de la agencia de noticias Sputnik)
¿Cómo cambia el consumo local de un producto originario cuando lo descubren los mercados internacionales? Sputnik contactó a dos expertas y te explica qué pasa con la última fruta «de moda».
El aguacate es un elemento central de la cocina tradicional mexicana -cuyo consumo tiene orígenes prehispánicos- y como tal, es considerado parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. Globalmente se popularizó en la última década, gracias a sus condiciones nutricionales favorables y en particular, al guacamole, una salsa hecha en base a esta fruta.
Para Sol Rubin de la Borbolla, vicepresidenta del conservatorio de las culturas gastronómicas mexicanas, la extensión de la frontera agrícola para el cultivo y cosecha de aguacate en los estados del Pacífico sur mexicano, es una consecuencia evidente de la cotización internacional del aguacate.
«Eso ha provocado que bosques en las zonas altas de Michoacán se estén tirando para poder sembrar aguacate», explicó. Sin embargo, consideró que esta fruta no necesita de protección especial, ya que su consumo está vivo en la vida cotidiana de los mexicanos.
Para la licenciada en gastronomía, Beatriz González Vélez -doctorada en la Escuela de gastronomía mexicana de Yuri de Gortari- sí existe un desplazamiento de las diversas variedades regionales en pos de las preferidas internacionalmente, relacionado a la comercialización de la semilla.
¿Cómo se hace un buen guacamole?
«El secreto está en que utilices un molcajete y no una licuadora», respondió González Vélez. Un molcajete es un mortero de piedra con tres patas cortas, que es una herramienta central en la cocinas mexicanas.
“Antiguamente se preparaba el guacamole con aguacate, jitomate (tomate rojo) y el chile, obviamente. Pero conforme fue pasando el tiempo y recibimos influencia con la llegada de los europeos, se incorporó el cilantro, la cebolla, el ajo, el limón que no puede faltar para evitar la oxidación del aguacate. La pimienta, por supuesto», explicó. «Todo molido y machacado en el molcajete”.
Así, esa salsa que comúnmente en México se utiliza para complementar tacos, tostadas, quesadillas, «en una buena parrillada no puede faltar el guacamole».
«Nutricionalmente es una grasa muy noble, que recomiendan los nutriólogos por ser no saturada. La podemos procesar de una manera excelente y ayuda al control del colesterol. Es un producto que podemos consumir diariamente sin ningún problema», explicó la chef.
¿Qué cambió con su entrada al mercado internacional?
Existen testimonios de cómo las familias que antes se dedicaban al cultivo del aguacate en el Pacífico mexicano fueron despojadas por bandas armadas en colusión con autoridades, sufriendo crímenes de lesa humanidad.
En esa misma zona, que comprende los estados de Michoacán, Jalisco y Colima, «se ha incrementado de manera muy significativa la producción de aguacate», indicó Rubin de la Borbolla a Sputnik. «Ese crecimiento tiene que ver con el mercado internacional y que el aguacate se ha puesto de moda porque entiendo que son procesos que van a pasar, seguramente», opinó.
«Inclusive se están empezando a registrar modificaciones en el clima de esa región de Michoacán por el incremento de las huertas de aguacate», agregó.
Las consecuencias humanas, ambientales y climáticas de la internacionalización de este cultivo son evidentes en esta zona, que además está altamente militarizada. La otra evidencia de su internacionalización fue su efecto en el bolsillo de los consumidores: un kilo de aguacate ha llegado a costar 90 pesos mexicanos (5 dólares).
Así, el «falso guacamole» surgió como una manera de abatir costos pero que según ambas fuentes, no tiene verdadera repercusión en México, donde el aguacate sí se consume cotidianamente.
“Aquí es más fácil ir al mercado o al supermercado y comprar un aguacate que ir a comprar un polvo para transformarlo en guacamole», indicó Rubin de la Borbolla.
¿Por qué la diversidad está amenazada?
El aguacate es un tipo de fruta estacional, que al convertirse en un commoditie se la obligó a garantizar una producción corrida, todo el año. Esto se hizo a fuerza de agroquímicos y fertilizantes que han modificado el ciclo normal de vida de la planta.
La chef consultada para este artículo mencionó al menos tres tipos de aguacate que se cosechan en México, que a su vez, ofrecen sabores diferentes para la cocina:
– el aguacate criollo, «es un aguacate pequeñito y muy aromático, demasiado aromático, con la cáscara muy delgada que se puede comer»
– el aguacate de las regiones costa, «más grande de una cáscara verde, con una consistencia muy cremosa pero a lo mejor el sabor no es tan fuerte»
– el aguacate hass, «que todos conocemos de esa cáscara negra, con un sabor muy especial, muy rico»
«La diferencia entre los aguacates es enorme», indicó González Vélez.
Para Rubin de la Borbolla, el aguacate no necesita de protección porque está vivo en la cotidiana de los mexicanos: «se está sembrando, se comercia, se consume, ¿qué es lo que vamos a proteger si tiene su propia vida?», explicó.
Para González -en cambio- ya hay restricciones para conocer masivamente esas variedades mencionadas: «siento que la gente ya no conoce lo que son los aguacates criollos; a lo mejor por mi profesión, porque tengo un padre que creció en el campo he tenido contacto con este tipo de productos».
Explicó que no es fácil hallar el aguacate criollo en las grandes urbes dependientes de cadenas de abastecimiento; aunque sí se es común en provincia y «en los pequeños poblaciones donde la gente lo cosecha en sus propias casas y lo vende». Es decir, las variedades se conservan más cerca de sus zonas de producción.
«Desafortunadamente muchos de nuestros productos endémicos han ido desapareciendo, precisamente por el control que ha habido de los grandes productores», agregó González en diálogo con este medio.
Relató cómo distintos productos de jitomate le han relatado su preocupación acerca de la pérdida de especies regionales de la planta, «porque son compañías que les venden semillas de cierta especie y ellos tienen que ir sembrando esas especies y dejan de lado lo que tenían en su población originalmente».
Afirmó que esto puede ocurrir con el aguacate, cuya importancia está centrada actualmente en el cultivo de la variedad hass, en grandes producciones en zonas conflictivas.
“Así se deja de lado la variedad con la que contaba la gente en su región», afirmó y delineó el peligro: que la megadiversidad mexicana, sus cosechas, formas de consumo y de producción originarias, poco a poco vayan siendo desplazadas y uniformadas.
El peligro de este proceso -advirtió la fuente- es que al perder esas variedades de cultivos que parieron la amplia gama de sabores que caracterizan las cocinas mexicanas, terminemos consumiendo un único y uniforme guacamole universal.
MUNDO
La rebelión de las masas

Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
José Ortega y Gasset, filósofo español, estableció en su obra “La rebelión de las masas”, que data de 1930, que los cambios en las estructuras del poder anticipaban cambios significativos para las naciones. Desde su punto de vista, “las masas” son una nueva clase social. Esta nueva “clase social” no tiene características ni cualidades que la definan, eso sí… es homogénea y ha adquirido poder político y, desde luego, social.
Ortega y Gasset, indica que el poder, en las sociedades antiguas, era detentado por las clases privilegiadas, élites que se consideraban altamente capacitadas para dirigir, para ordenar y guiar a las sociedades.
En el siglo XX, la democracia tiene gran auge. Las masas tienen mayor influencia en la política porque también tienen mejores capacidades que las de antaño; así se alteraron las estructuras del poder. Las masas, señala el filósofo hispano, han tomado el control; ya las élites no son tan abrumadoramente poseedoras de los poderes públicos, políticos y sociales.
Esta nueva situación ha traído un cambio revelador en la sociedad. Es así como la cultura, el pensamiento, el arte han sido influenciados por una realidad moderna y diferente a lo establecido con anterioridad. Ortega y Gasset aclara que este ascenso de las masas, tiene un “lado oscuro”: 1. Que las masas no muestran un interés profundo en el conocimiento ni en la cultura y que el perfeccionamiento personal lo relegan a un plano ínfimo o, lo peor, a nada.
El filósofo no se tienta el corazón al afirmar que “el individuo promedio tiende a la mediocridad; carece de una verdadera visión crítica. Esto, paradójicamente, lleva a una sociedad más homogénea, menos innovadora y propensa a la superficialidad”.
En “La rebelión de las masas”, José Ortega y Gasset critica con esa lucidez filosófica que le caracteriza en sus obras, al “progreso sin dirección”. Considera que la sociedad moderna, basada en la idea de la igualdad y la democracia, “ha perdido el rumbo”… afirma que las élites intelectuales, culturales y políticas, que tradicionalmente guiaban a la sociedad, han sido desplazadas por estas masas homogéneas, “que no tienen la capacidad de generar un pensamiento profundo ni de dirigir al futuro de manera adecuada”.
Por ello, cree el filósofo hispano, que las grandes ideas desaparecerán al no contar con intelectuales y que el dominio de las masas lleve a la decadencia y a la desaparición…de las grandes ideas.
En 1930, cuando se publicó su obra, manifestaba que hay una crisis de autoridad: “En las sociedades modernas ya no existe un respeto genuino por la autoridad, ya sea política, cultural o intelectual”. “Las masas buscan la igualdad en todo; pero es ahí, en la igualdad irrestricta, donde se produce una falta de sentido y dirección”.
“La rebelión de las masas es una obra que invita a reflexionar sobre el papel del individuo en una sociedad que, cada vez, es más democrática”. “¿Realmente estamos progresando o estamos perdiendo nuestra capacidad para pensar, crear y vivir de forma auténtica?”
Además, plantea que, en este tipo de sociedades, las masas se rebelan no sólo contra las élites, sino también contra el pensamiento profundo e incluso la cultura; es decir, atenta contra sí misma, contra su propio destino; paradójicamente hay un auge de las ideas antidemocráticas con una postura reformista supuestamente favorecedora de las mayorías.
“El progreso entonces significa enterrar instituciones, aunque se sostiene el sistema parlamentario, pero con un tinte totalitario, dictatorial, absolutista y aún…tirano”.
“Las masas, sus representantes, son guiadas o guían, según el caso, hacia el conformismo y el menosprecio al que piensa distinto; a quien se ataca, se agrede verbal o físicamente por no estar dentro de la masa, por pensar y actuar de manera independiente”.
Desde ese punto de vista, las masas son maleables, dúctiles y dependientes de quienes se autoproclaman sus representantes. Sus ideólogos no tienen empacho en fomentar la banalidad, la mediocridad e ignorancia para preservarse en los puestos de poder que las masas han conquistado mediante la democracia.
Las masas tratan de destruir y eliminar el talento, la personalidad independiente y a todo aquel que no piense como la mayoría: “Ser diferente es indecente. Las masas arrollan sin pudor ni recato todo lo que es diferente, individual, calificado o selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como las mayorías, corre el riesgo de ser eliminado”. “Vivimos, así, bajo el brutal imperio de las masas”.
“El hombre-masa se parece a un niño mimado, que desconoce deberes y límites; a diferencia de las generaciones anteriores que trabajaron y enfrentaron obstáculos para determinar su suerte”. “La generación-masa, toma los logros de la civilización como algo dado, sin preocuparse por preservarlos; el hombre-masa, carece de proyectos, va a la deriva y por eso no construye nada para la sociedad; es perezoso y exigente de privilegios. Defiende a gritos sus pocas ideas que son, la mayoría de las veces, banales”.
Emite opiniones de todo, “guiadas” o copiadas de quienes encabezan a esta nueva generación de ciudadanos… y las repite hasta el cansancio con el fin de establecerlas como única y total verdad. Estamos, según Ortega y Gasset, “en un sistema con el universal derecho a no tener razón, lo que constituye la razón de la sinrazón.”
MUNDO
El tormento de Tántalo: Políticos que no aprenden a administrar el poder

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
La semana pasada reflexioné sobre la necesidad de mantener un equilibrio en la política, recurriendo a las figuras de Sísifo e Ícaro para ilustrar cómo el poder, en su naturaleza cíclica, siempre conlleva ascensos y caídas. Sísifo nos enseñó la persistencia frente a lo inevitable; Ícaro, los peligros de volar demasiado alto.
Sin embargo, la lección central sigue siendo la misma: las caídas son inevitables, y el verdadero arte del liderazgo radica en saber administrar el poder mientras se tiene, en lugar de sucumbir a su seducción o desperdiciarlo en excesos.
Lamentablemente, los líderes políticos actuales parecen haber olvidado esta verdad milenaria, atrapados en un ciclo de ambición, arrogancia y desconexión que los condena a repetir errores del pasado. Para entender este fracaso, recurramos ahora a otro mito griego: el de Tántalo, cuya historia revela con precisión quirúrgica las fallas de quienes ostentan el poder hoy.
Tántalo, en la mitología griega, era un rey favorecido por los dioses, invitado incluso a sus banquetes celestiales. Sin embargo, su codicia y su arrogancia lo llevaron a traicionarlos: robó néctar y ambrosía para compartirlos con los mortales y, en un acto aún más atroz, sacrificó a su propio hijo Pélope para probar la omnisciencia divina. Su castigo fue eterno y cruelmente simbólico: condenado en el inframundo a estar sumergido en agua hasta el cuello, con frutas colgando justo fuera de su alcance, Tántalo sufre hambre y sed perpetuas.
Cada vez que intenta beber, el agua se aleja; cada vez que estira la mano hacia las frutas, estas se elevan. Es un tormento de deseo insatisfecho, un recordatorio de que el poder mal administrado no solo destruye a quien lo ejerce, sino que lo deja en un estado de miseria eterna.
Los líderes políticos de nuestro tiempo son, en muchos sentidos, modernos Tántalos. Tienen a su disposición recursos inimaginables —dinero, influencia, tecnología, apoyo popular— y, sin embargo, parecen incapaces de saciar su hambre de más. En lugar de usar el poder para construir algo duradero, lo despilfarran en proyectos vanidosos, promesas vacías o en la persecución de una aprobación efímera.
Pensemos, por ejemplo, en los gobernantes que llegan al poder con discursos grandilocuentes sobre el bienestar colectivo, pero que pronto se enredan en escándalos de corrupción o en políticas que benefician a unos pocos mientras el resto se hunde en la precariedad. El agua está ahí, al alcance, pero ellos mismos la alejan con sus decisiones.
Uno de los fracasos más evidentes de estos líderes es su incapacidad para reconocer la naturaleza cíclica del poder. Como señalé antes, el poder no es un estado permanente; es un flujo, una marea que sube y baja. Sin embargo, muchos actúan como si su mandato fuera eterno, como si las elecciones, las crisis o las revoluciones no estuvieran ya gestándose en el horizonte.
Esta miopía los lleva a priorizar el corto plazo sobre el legado, a gastar su capital político en victorias superficiales en lugar de sembrar las bases para una estabilidad futura. Tántalo, al menos, tuvo la excusa de la tentación divina; nuestros líderes solo tienen la excusa de su propia ceguera.
Otro aspecto del tormento de Tántalo que resuena en la política actual es la desconexión con las necesidades reales de la gente. El rey griego, en su afán por impresionar a los dioses, olvidó a los mortales que dependían de él.
Hoy, vemos líderes que parecen más interesados en las cámaras, los titulares o las cumbres internacionales que en las calles de sus propios países. Mientras el agua de la confianza pública se evapora y las frutas de la prosperidad se alejan de las mayorías, ellos siguen estirando las manos hacia una gloria personal que nunca alcanzan.
Pensemos en los discursos vacíos sobre el cambio climático mientras las emisiones siguen subiendo, o en las promesas de igualdad que se diluyen en estadísticas de pobreza creciente. Es el mismo patrón: el poder está ahí, pero su administración es un espejismo.
La arrogancia, quizás el pecado más grave de Tántalo también define a muchos líderes actuales. Creyéndose intocables, subestiman las consecuencias de sus actos. Tántalo pensó que podía engañar a los dioses; los políticos de hoy creen que pueden engañar a la historia. Pero el poder, como el agua y las frutas del mito, siempre encuentra la manera de escaparse de quienes lo maltratan.
Las revoluciones, las urnas o simplemente el paso del tiempo terminan por recordarnos que nadie es inmune a la caída. Ejemplos sobran: regímenes que parecían inexpugnables han colapsado en meses, presidentes que se creían imprescindibles han sido olvidados en semanas. El ciclo sigue su curso, implacable.
Entonces, ¿por qué fallan estos líderes en administrar el poder? Porque, como Tántalo, han perdido de vista el propósito del privilegio que se les otorgó. El poder no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para servir, para equilibrar, para construir.
Sin embargo, en lugar de aprender de las caídas de sus predecesores, se entregan a la misma codicia, la misma desconexión, la misma arrogancia. No ven que el agua y las frutas no están fuera de su alcance por un capricho del destino, sino por sus propias manos. El tormento no es el castigo; el tormento es la incapacidad de aprender.
Volviendo a Sísifo e Ícaro, la lección se completa con Tántalo: el poder exige humildad, paciencia y sacrificio. Sísifo nos enseñó a seguir empujando la roca; Ícaro, a no volar demasiado cerca del sol; Tántalo, a no “estirar la mano” hacia lo que no podemos sostener.
Los líderes actuales, atrapados en su propio inframundo, podrían evitar su destino si tan solo miraran hacia arriba y reconocieran que el poder no se trata de acumular, sino de administrar con sabiduría. Hasta que no lo hagan, seguirán condenados a ver cómo el agua se aleja y las frutas se elevan, mientras el ciclo del poder, eterno e indiferente, espera su próxima caída.
MUNDO
Los narcos gringos (segunda parte)

Opinión, por Gerardo Rico //
En el ecosistema de la distribución de estupefacientes en Estados Unidos, un broker es un individuo que se maneja de manera independiente para concretar negocios entre un productor y un vendedor o distribuir drogas a cambio de una cuota.
El broker se encarga de toda la infraestructura y la logística para mover la droga del punto de partida al punto final. La particularidad de su trabajo consiste en que no tienen a su cargo la responsabilidad de ingresar la droga al país.
“Un broker no marca una diferencia, no distingue; tanto puede trabajar con el Cártel de Juárez, como con el de Sinaloa, con los Zetas, o con los tres al mismo tiempo”. La particularidad de un broker del narcotráfico gringo es que no tiene lealtades, ni firma contratos de exclusividad con nadie: trabaja para el mejor postor, con el cártel que mayores beneficios económicos le aporte, con narcotraficantes pequeños o con cualquier grupo criminal.
Cuando le salen bien las cosas, el broker hace un negocio redondo porque técnica y financieramente recupera todo el dinero que invierte, sin contar los dólares que se embolsa y que tiene garantizado bajo el acuerdo con los cárteles del narcotráfico internacional, su porcentaje de ganancia. Hay que reiterar: en Estados Unidos no hay cárteles, sino pandillas y narcotraficantes independientes.
En el libro «Los narcos gringos, una radiografía inédita del tráfico de drogas en Estados Unidos», del periodista Jesús Esquivel, se pregunta ¿Cuánto dinero le cuesta a un broker fletar la droga de los cárteles mexicanos? De acuerdo a Óscar Hagelsieb, quien fue agente especial del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos (ICE) y se infiltró en agrupaciones de motociclistas que trasladan droga a lo largo y ancho de la Unión Americana, señaló que las cantidades de pago dependen del tipo de droga que se trate y del destino final de la misma.
“El transporte de un kilo de cocaína que se lleva de El Paso a la zona de Chicago se puede cobrar hasta en dos mil dólares. El dinero que el broker paga a la empresa de camiones de transporte público o comercial, o al chofer independiente, no sale directo de su bolsillo, sino del de los distribuidores de la mercancía en Estados Unidos, quienes a su vez la entregan a sus despachadores, que al menudeo la venden en calles, escuelas, centros nocturnos de diversión, bares, cantinas, iglesias, centros financieros y hasta a domicilio”.
Una parte importante de la violencia que existe en Estados Unidos tiene que ver con las disputas entre pandilleros por el control del tráfico de drogas al menudeo, de acuerdo al jefe de Operaciones de la DEA Jak Riley. Matiza que las pandillas callejeras y las bandas o clubes de motociclistas de su país son una necesidad del narcofráfico internacional: define sus actividades como “crimen organizado urbano”.
La eliminación de las pandillas callejeras es una tarea casi imposible de concretar, por lo menos mientras se mantenga la tendencia a la alza en la demanda y el consumo de drogas en Estados Unidos. Al problema de narco pandillas callejeras hay que sumar el de las bandas o clubes de motociclistas involucrados en el tráfico de drogas provenientes de México.
“Los conocemos como outlaw motorcycle gangs, son pandilleros que se hacen pasar por integrantes de clubes de motociclismo recreativo, cuando en realidad son delincuentes”, señala Oscar Hagelsieb. Existe un último escalón del narctráfico en Estados Unidos en relación con las pandillas callejeras: la distribución y la venta de droga dentro de las cárceles municipales y estatales.
Miembros de las pandillas acuden a tiendas de autoservicio para robar cualquier cosa e intencionalmente se dejan arrestar por la policía. Les inician juicios en los que reciben sentencias de tres o cuatro años y a través de redes establecidas dentro de las prisiones primero dominan el territorio y posteriormente inician con la distribución de droga que es introducida por familiares, amigos y hasta personas que son enviadas por los líderes de las pandillas
Otra manera de repartir droga en todo el territorio de Estados Unidos son los narcocamioneros, al igual que los motociclistas la tarifa es de acuerdo al tipo de droga y al destino final donde se entregará. En las compañías de transporte interestatal existe un personaje clave para la logistica del traslado de droga y es el despachador, “un despachador tiene la capacidad de poner un camión en cualquier parte de la Unión Americana. Regularmente es un operador directo del broker y de los cárteles mexicanos”.
Los operadores que trabajan para empresas de carga comercial privada son una pieza importante para el rompecabezas del narcotráfico en Estados Unidos. Con pagos menores a los que reciben los narcocamioneros que salen de la frontera sur con cargamentos de droga, sus colegas de empresas privadas regularmente hacen fletes dentro de un mismo estado.
Más del 65% de las 500 mil empresas de transporte de carga comercial infraestatal que tiene registradas el Departamento del Transporte, tienen su sede en los cuatro estados de la frontera sur de Estados Unidos: Texas, Arizona, Nuevo México y California.
Las ganancias del narcotráfico en México ascienden a más de 500 mil millones de dólares al año. Analistas en México y Estados Unidos coinciden en que al Presidente Donald Trump lo que menos le interesa es acabar con los cárteles de la droga en nuestro país y viene por las ganancias del narco, ante el quiebre económico y el déficit que muestran los números de la Unión Americana.
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