NACIONALES
Cuesta arriba, el segundo año del gobierno federal

– Opinión, por Gerardo Rico
Con envidiables niveles de aceptación de más del 70%, transcurrió el primer año de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y más allá de que es la primera mujer jefe de Estado en México y de que inició la “construcción del segundo piso”de la 4T y un sinnúmero de adjetivos los claro-oscuros de los primeros 12 meses de su sexenio están a la vista. Sin embargo, los retos para el 2026 son de un alto grado de dificultad y en ocasiones podrían convertirse en poco alentadores.
Por asuntos de espacio trataré cinco de los temas que considero de mayor importancia para la administración federal:
1.- Sostener y mejorar los resultados en seguridad: La presidenta Sheinbaum apoyada en quien se convirtió en uno de sus principales operadores, el secretario de seguridad Omar García Harfuch, dio fuertes golpes a la delincuencia organizada, en parte por las presiones de la Administración del presidente estadounidense Donald Trump.
Movilizó a 10 mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera con Estados Unidos y ha entregado a Washington a 55 miembros del crimen organizado, entre ellos Rafael Caro Quintero. El pasado 9 de septiembre, García Harfuch reportó que del 1 de octubre de 2024 al 8 de septiembre de 2025 habían sido detenidas 32 mil 400 personas por delitos de alto impacto, además de asegurar 16 mil armas de fuego y más de 245 toneladas de droga.
La Secretaría de Seguridad indicó que “desde el arranque de la Estrategia Nacional contra la Extorsión, el pasado 6 de julio, han sido detenidas 239 personas por este delito y se han recibido más de 43 mil 682 llamadas en el número único de denuncia 089”.
2.- Renegociación del T-MEC: A nivel internacional, el reto que marcará el segundo año de Gobierno de Claudia Sheinbaum será la renegociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá). Representantes de los tres países ya iniciaron consultas internas para definir el rumbo de este acuerdo durante el 2026. Sin duda esta renegociación se dará en un marco muy complejo por la hostilidad del mandatario estadounidense, quien advierte y amenaza con la imposición de aranceles.
“Somos optimistas aún dentro de las circunstancias, dado el comercio que tenemos hoy entre México, Estados Unidos y Canadá”, dijo la presidenta en una conferencia de prensa conjunta durante la reciente visita a nuestro país del primer ministro de Canadá, Mark Carney, luego de un encuentro en Palacio Nacional.
3.- Garantizar la inversión privada: Partiendo del Plan México, estrategia presentada el 13 de enero de este año que fija 13 objetivos fundamentales. Analistas económicos vislumbran una política industrial más definida y activa que la de sexenios anteriores. Algunas de sus metas son atraer 100 mil millones de dólares en inversión extranjera directa anual.
La creación de 1.5 millones de empleos adicionales en manufactura especializada, alcanzará un 30% de pequeñas y medianas empresas (pymes) con acceso a financiamiento, entre otras. Datos publicados por la Secretaría de Economía muestran que en el periodo enero-junio de 2025 se alcanzaron 34 mil 265 millones de dólares de inversión extranjera directa, 10 por ciento más que el año pasado.
4.- Combate a la corrupción: El caso más mediático que conocemos es el del Senador Adán Augusto López y sus nexos con líderes de La Barredora, hasta el momento la Presidenta ha sabido esquivarlo. Aún no le ha pegado directamente a ella. Sin embargo, la credibilidad del partido que la llevó a su actual cargo comienza a tener problemas, por lo que deberá llegar hasta las últimas consecuencias. Hay que recordar la presentación de su estrategia anticorrupción basada en ocho ejes, uno de los cuales era tener un modelo nacional para detectar, investigar y sancionar actos de corrupción.
5.- Alinear a Morena y evitar el riesgo de fractura interna: Cuando el 9 marzo de este año y ante un zócalo capitalino a tope, líderes de Morena ignoraron la llegada de la presidenta de la República por posar y sacarse fotos, se percibió una falta de respeto y para muchos surgió la pregunta sobre la lealtad hacia la titular del Ejecutivo.
Entre otros, aparte del secretario general de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, aparecieron en ese episodio los líderes parlamentarios Ricardo Monreal y Adán Augusto López, quien en lo sucesivo ha destacado por oponerse a las propuestas de Claudia Sheinbaum, específicamente a la reforma sobre nepotismo que proponía se hiciera efectiva en el 2027 y en el Senado determinaron que sea hasta el 2030.
En estos días, las modificaciones a la Ley de Amparo, donde fue alterado el texto tal y como lo proponía la presidenta, dieron muestra una vez más de la indisciplina y el agandalle al interior de Morena: Es por eso que durante los próximos meses la inquilina de Palacio Nacional deberá definir si castiga a fondo la corrupción en su partido, con el riesgo de fracturarlo internamente, o continúa con un discurso conciliador y haciendo llamados a la unidad.
Al menos en México, la deslealtad al presidente en turno se paga caro políticamente y muchos morenistas extasiados de poder parece que no se han dado cuenta.Sin duda, la cuesta arriba de la presidenta está más con los de casa que con todos los retos que debe enfrentar en el mediano plazo.
ENTREVISTAS
Fernando Espinoza de los Monteros: Reforma a la Ley de Amparo, una traición a su esencia

– Por Raúl Cantú
El juicio de amparo, joya del derecho mexicano con raíces en la tradición azteca, verbalizado por José María Morelos y consolidado por la minoría liberal en el siglo XIX, enfrenta una reforma que, según el jurista Fernando Espinoza de los Monteros, traiciona su propósito fundamental: proteger al ciudadano frente a la autoridad.
En un análisis crítico, Espinoza cuestiona la iniciativa presentada por la presidenta Claudia Sheinbaum, aprobada en el Senado el 2 de octubre de 2025, apenas 17 días después de su presentación, calificándola como parte de una reforma judicial viciada que prioriza intereses del poder gubernamental sobre los derechos ciudadanos.
“El juicio de amparo es una gran aportación al mundo, pero esta reforma lo desnaturaliza”, afirmó Espinoza. Según el jurista, la iniciativa invierte el espíritu del amparo, diseñado para resguardar al gobernado, al otorgar mayor protección a la autoridad.
En su opinión, es una reforma que tiene un único destino, Ricardo Salinas, con quien ya va a negociar el gobierno.
Entre los puntos más controvertidos, Espinoza destaca la acotación de la suspensión, “el alma del juicio de amparo”, que permite frenar actos de autoridad mientras se resuelve el fondo del asunto. La reforma restringe esta herramienta, limitando su efectividad.
Asimismo, la iniciativa de reforma propone eliminar el “interés legítimo” como requisito para interponer un amparo, un cambio que, según el jurista, cercena el acceso a la justicia para ciudadanos y colectivos que buscan defender derechos difusos, como los ambientales o sociales.
En materia fiscal, la reforma es aún más restrictiva. Espinoza crítica que el amparo fiscal solo pueda interponerse tras el remate de bienes asegurados, lo que desvirtúa su propósito. “El amparo debe intervenir en cualquier etapa del proceso para garantizar la justicia; limitarlo al remate lo convierte en un recurso inútil”, explicó.
Esta disposición argumenta que beneficia al fisco al retrasar la protección del contribuyente, dejando a los ciudadanos en desventaja frente a procedimientos administrativos.
El jurista reconoce un único aspecto positivo: la fijación de plazos de hasta 90 días para resolver juicios de amparo, lo que podría agilizar los procesos. Sin embargo, matiza que la digitalización de trámites, presentada como novedad, ya estaba prevista en la legislación actual, incluyendo notificaciones y requerimientos electrónicos. “No es un avance, es un reciclaje de lo existente”, afirmó.
Espinoza de los Monteros también alerta sobre la reducción de garantías procesales, que debilita el derecho de defensa de los ciudadanos. Un punto especialmente grave es la pretensión de no respetar la retroactividad en los juicios en trámite, lo que podría afectar casos ya iniciados y vulnerar la seguridad jurídica.
“Se está sacrificando la esencia del amparo por una supuesta eficiencia que, en realidad, fortalece el poder de la autoridad sobre el gobernado”, subrayó.
En el contexto de una reforma judicial más amplia, que incluye la elección popular de jueces y ha generado polarización, Espinoza de los Monteros considera que el gobierno de Sheinbaum repite errores del pasado al priorizar el control político sobre la justicia. “El amparo nació para equilibrar la balanza entre ciudadanos y autoridad; hoy, esa balanza se inclina peligrosamente hacia el poder”, concluyó.
Esta reforma, aprobada con celeridad en el Senado, ha generado un debate intenso entre académicos, juristas y ciudadanos, quienes temen que el debilitamiento del juicio de amparo limite las herramientas para combatir abusos de poder. Mientras el gobierno defiende la iniciativa como un paso hacia la modernización y el combate a la evasión fiscal, voces como la de Fernando Espinoza de los Monteros advierten que el costo podría ser la erosión de un pilar del Estado de derecho mexicano.
CARTÓN POLÍTICO
La sombra del maestro
JALISCO
La salud en disputa: Entre el credo y la soberbia

– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
Hay batallas políticas que no se libran con discursos, sino con recetas médicas y hojas de hospital. Y pocas son tan reveladoras del rostro real del poder como la que hoy enfrenta al Gobierno de Jalisco y al modelo federal del IMSS-Bienestar.
De un lado, la diputada María Candelaria Ochoa Ávalos, morenista, lanza un exhorto “urgente y prioritario” para que el estado se adhiera al sistema federal de salud. Del otro lado, el gobernador Pablo Lemus Navarro, emecista, responde con un portazo político: “No, gracias, yo a esa fiesta no voy”.
El intercambio, que podría parecer una disputa técnica sobre medicamentos y hospitales, es en realidad un duelo de ideologías, de proyectos de nación, y —como casi siempre— de egos.
En el Congreso de Jalisco, Ochoa Ávalos tomó la tribuna con una frase que resonó más allá de los muros: “La salud no puede ser rehén de los intereses políticos.” Denunció lo que ya es una verdad a voces: el desabasto de medicamentos en hospitales estatales, el endeudamiento de familias con pacientes oncológicos y la ineficiencia del sistema local de compras.
Con cifras en mano, la legisladora recordó que el propio Gobierno del Estado reconoció que solo el 24% de los medicamentos oncológicos provienen de la federación, mientras el 76% restante corre a cuenta del erario jalisciense. En tres años, dijo, se han gastado más de 160 millones de pesos en compras de emergencia, sin que haya transparencia sobre a quién se compró, cómo se licitó o quién rindió cuentas.
No es un asunto menor. En un país donde la salud pública ha sido el botín favorito de las burocracias, hablar de transparencia equivale a destapar un cajón con demasiados esqueletos.
Ochoa pidió tres cosas: que Jalisco se adhiera de inmediato al Pacto Federal del IMSS-Bienestar; que el Ejecutivo rinda un informe pormenorizado de los gastos en medicinas; y que se establezca coordinación permanente con la Federación para evitar más muertes por desabasto.
Pero en política —y en Jalisco más que en ningún otro lugar— los buenos propósitos rara vez viajan solos.
El gobernador Pablo Lemus Navarro, empresario de origen y político por accidente, no tardó en responder. Desde el Palacio de Gobierno, con la serenidad del que ya tiene la respuesta antes de escuchar la pregunta, declaró que no firmará el convenio con el IMSS-Bienestar.
Su argumento: “la Federación solo garantiza el 24 % de los medicamentos; sus clínicas están en mal estado y sus médicos mal pagados”.
A eso añadió una pregunta con filo: “¿Estaría dispuesta la Universidad de Guadalajara a entregar su red de Hospitales Civiles al IMSS-Bienestar?”
Era un golpe calculado. Porque si algo duele en el imaginario jalisciense es tocar al Hospital Civil de Guadalajara, esa institución centenaria que ha sido refugio de pobres, campo de batalla política y símbolo de autonomía universitaria.
Lemus convirtió la defensa de la soberanía sanitaria en una bandera de orgullo local. Dijo que Jalisco tiene un modelo propio, con 82% de abasto general y 85% en segundo nivel, y que lo reforzará con una Red de Hospitales-Escuela impulsada junto con la Universidad de Guadalajara.
En 2026, prometió, comenzará la construcción del Hospital Civil de la Costa, en Puerto Vallarta; en 2027, el Hospital Civil del Sureste, en Zapotlán el Grande. El mensaje era claro: Jalisco no necesita tutela.
Lo que Lemus no dijo —o prefirió no subrayar— es que el Fondo de Salud para el Bienestar (FONSABI), con el que el estado mantiene convenios, establece que la federación debe cubrir el 70% del suministro de medicamentos especializados. Y que, según sus propios datos, apenas ha cumplido con el 4%, luego ampliado a 24% tras presiones locales.
En otras palabras, Jalisco sigue pagando la mayor parte del costo, pero también conserva el control político del sistema. En el tablero del poder, eso se llama equilibrio… o cálculo.
Mientras el debate estatal se enciende, el contexto nacional no ofrece mejores noticias. Las quejas contra el IMSS-Bienestar se han multiplicado en los estados que ya firmaron el pacto. Tamaulipas y Oaxaca registran denuncias por hospitales insalubres y paros de personal. En Chiapas y Veracruz, trabajadores protestan por recortes de prestaciones y la incertidumbre sobre sus jubilaciones.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos ha documentado que en Durango aumentaron las quejas por la falta de pensiones y la prestación incompleta de servicios médicos. La lista de motivos es larga y deprimente: desabasto, infraestructura deficiente, caos administrativo, precarización laboral, deudas, bloqueos presupuestarios.
El IMSS asegura que el 81 % de las quejas ya fueron atendidas. Pero incluso sus propios reportes reconocen que el modelo sufre una transición jurídica frágil y falta de solvencia presupuestal. La pregunta es inevitable: ¿se puede construir un sistema de salud universal sobre cimientos burocráticos carcomidos?
Entre los extremos del debate – la fe federal y la soberbia local – se esconde el ciudadano. Ese paciente que espera turno en un hospital público donde falta lo mismo una jeringa que una esperanza.
En Guadalajara, las familias de niños con cáncer siguen organizando colectas. En Zapotlán, los hospitales saturados improvisan camas con camillas. En la costa, el mar sigue más cerca que los medicamentos.
Ambos discursos —el de Ochoa y el de Lemus— presumen de buenas intenciones. Pero el primero olvida los fracasos de la centralización, pues omite que en los estados gobernados por su partido el IMSS-Bienestar arrastra la misma crisis que promete resolver; el segundo ignora los límites del aislamiento.
La diputada confía en un sistema federal que todavía no cura sus propias heridas. El gobernador defiende un modelo estatal que no garantiza equidad ni cobertura universal. En el fondo, uno y otro se disputan el relato de quién cuida mejor al pueblo, no necesariamente su salud.
Hay algo profundamente revelador en la frase de Lemus: “No gracias, yo a esa fiesta no voy”. El gobernador, que se jacta de tecnócrata, se permite ironizar sobre un programa que atiende, con todos sus defectos, a los que no tienen seguridad social. Su “no gracias” no es solo una postura política, es una declaración de clase.
El resultado es un país fragmentado en sistemas de salud que compiten entre sí: unos por recursos, otros por legitimidad. Y mientras, los funcionarios debaten porcentajes, las farmacias públicas siguen vacías.
La disputa por la salud pública no es, entonces, una diferencia de modelos; es una guerra por el control político del bienestar. El gobierno federal quiere una bandera nacional que presuma justicia social; el gobierno estatal quiere conservar un timón de un sistema que da votos, contratos y visibilidad.
Entre ambos se extiende una realidad que ni los comunicados ni las ruedas de prensa alcanzan a maquillar. México vive una crisis sanitaria estructural, donde el acceso a una medicina depende del código postal.
Pero en el fondo, la pelea por el IMSS-Bienestar no es sobre medicamentos ni presupuestos: es sobre quién manda en el cuerpo del pueblo. Y en Jalisco, por ahora, ese cuerpo sigue enfermo… de política.
En X @DEPACHECOS